El axarco (o la solución a esta crisis)
La crisis que nos asuela tiene mucho menos que ver con Lehman Brothers que con el euro: la entrada en vigor del mismo en nuestro país propició una prosperidad inaudita pero engañosa. La economía, dopada por los bajos tipos de interés, creció vertiginosamente durante casi diez años.
En una entrada anterior de este blog hablaba de la Axarquía, una región de la provincia de Málaga que tiene una fórmula imbatible para salir de esta crisis: acuña su propia moneda, denominada el axarco. Pero para entender cómo el axarco podría ayudar su región a salir de esta crisis, hay que recordar antes brevemente cómo hemos llegado hasta aquí.
La crisis que nos asuela tiene mucho menos que ver con Lehman Brothers y los tejemanejes de la banca de inversión que con el euro: la entrada en vigor del mismo en nuestro país propició una prosperidad inaudita pero engañosa. La economía, dopada por los bajos tipos de interés, creció vertiginosamente durante casi diez años, pero hoy nos damos cuenta de que todo aquel crecimiento fue un espejismo. Peor aún: se creó una burbuja inmobiliara que contribuyó a hipertrofiar el sector de la construcción, que añadido a otros sectores tradicionalmente más importantes en España que en el resto de Europa como el turismo o la agricultura consolidaron aquí un modelo económico menos productivo que el de nuestros vecinos del norte. Los sueldos crecieron junto con la economía, pero este crecimiento no era sostenible ya que no se debía a una mayor productividad sino a un mayor gasto por el efímero efecto riqueza (provocado por la burbuja) y a una mayor inversión extranjera -también transitoria- debida a la garantía que el euro suponía respecto a la peseta y a las facilidades de crédito, y mientras la fiesta duró, España como país perdió competitividad. Después de la explosión de la burbuja es necesario que hagamos el doloroso ajuste, y es aquí donde la Axarquía dispone de una ventaja de la que España carece.
La Axarquía puede decidir modificar el valor del axarquillo, actualmente de 4 euros, a por ejemplo 3 euros. Si los trabajadores de la Axarquía cobrasen su sueldo en axarcos este simple cambio equivaldría a reducir su sueldo en un 25% con respecto al de los trabajadores del resto de Europa, pero por la misma regla de tres los trabajadores de la Axarquía serían, de golpe, un 25% más competitivos. El nobel de economía Milton Friedman, nada sospechoso para los economistas ortodoxos, hizo una defensa de los tipos de cambio flexibles en un capítulo de su colección de ensayos Essays in Positive Economics en 1953, pero mucho antes que él el realista Keynes (o el izquierdista para los ortodoxos) ya había puesto de manifiesto que en la práctica los salarios son rígidos a la baja.
Pese a todo, la bajada de sueldos es exactamente el remedio que Europa ha propuesto hasta ahora a España para salir de la crisis, dado que desgraciadamente y como acabamos de explicar en el conjunto de España no podemos hacer la sencilla devaluación competitiva propuesta para la Axarquía. Existe sin embargo otra opción mucho más realista con la que el Banco Central Europeo podría propiciar el ajuste, consistente en una mayor inflación en el norte de Europa (es decir: mayores subidas de sueldo en Alemania) combinada con moderación salarial (ergo menor inflación) en el sur. El problema es que los alemanes odian, odian la inflación, a la que responsabilizan del acceso al poder de los nazis, y el BCE asume que la baja inflación -menos del 2% para ser exactos- es buena y tiene por mandato la estabilidad de precios. Esto no tiene mucho sentido, puesto que la realidad es más bien que la inflación, como la gravedad, no es ni buena ni mala de por sí, sino que lo que puede ser malo son los niveles anormalmente altos o bajos de inflación.
Imaginemos que el BCE y sus políticas pudieran incidir en la fuerza de la gravedad en vez de en la tasa de inflación. Imaginemos igualmente que el BCE tuviera un mandato de mantener artificialmente baja la fuerza de la gravedad porque por tradición y por otras razones que no vienen al caso a los alemanes les gusta que así sea. Imaginemos por último que el mayor ciclón del que los más viejos del lugar guarden recuerdo azotara violentamente el sur de Europa, arrasando consigo árboles, coches y peor aún, personas. Es razonable esperar que algunos economistas propusieran al BCE incrementar de algunas décimas la fuerza de la gravedad, ajustándola a la realidad, para tratar de evitar que la tormenta cause aún más estragos. Si el BCE respondiera que tal cosa va en contra de su mandato, y que españoles, portugueses e italianos pueden fácilmente acarrear pesados lastres si no quieren que se los lleve el viento, ¿sería un pelín mosqueante, no?
Pero es que hay más. La crisis de la deuda que vivimos tiene también que ver mucho más con el euro que con el déficit, como se quiere hacernos creer. Países con una posición fiscal relativamente peor que la de España tanto en términos de deuda como de déficit público, como por ejemplo el Reino Unido, tienen una prima de riesgo más baja que la nuestra, y esto no se debe a que los mercados confíen mágicamente más en los ingleses que en nosotros, sino a que el Banco de Inglaterra imprime libras y compra deuda pública si hace falta para generar confianza y el BCE ha tardado enormemente en considerar hacer lo mismo con la deuda de sus países miembros a causa de la presión del Bundesbank. Así pues, a los cada vez más numerosos españoles en el paro no les queda otra que darse a la bebida o emigrar. Por lo menos en esto último Europa sí nos ayuda, puedo dar fe.
Pese a la bajada de la prima de riesgo, parece que pronto tendremos rescate europeo con todas las letras, aunque fiel a su estilo de quedarse quieto y verlas pasar por si la cosa se resuelve por sí misma, Rajoy no hará petición alguna hasta pasadas las elecciones del 21-O. Y esperemos que poco a poco Europa rectifique el tiro y el BCE continúe dando pasos en la dirección adecuada. Si no podríamos empezar a considerar seriamente extender el uso del axarco a toda España, por lo que recomiendo ir familiarizándose con Ebn Beithar, botánico del siglo XIII al que la Axarquía debe la introducción del cultivo de cítricos y presente en todas las monedas y billetes acuñados en esa región.