La lentitud y la belleza
El vendaval que vivimos nos está cambiando a todos. Y los diseñadores son los primeros que tienen que notarlo. Se van acabando ciertas frivolidades y hay una vuelta hacia la esencia, hacia los objetos útiles pero bellos.
El vendaval que vivimos nos está cambiando a todos. Y los diseñadores son los primeros que tienen que notarlo. Se van acabando ciertas frivolidades y hay una vuelta hacia la esencia, hacia los objetos útiles pero bellos. Es lo que los daneses llaman "diseño honesto", ese diseño que no tiene el capricho de sorprender, sino de servir.
Por eso me gusta la maravillosa filosofía escandinava del "slow design", una idea que apuesta por el buen hacer, el respeto de la artesanía y el valor que aumenta con el tiempo.
Hace cinco años, en uno de mis primeros proyectos de diseño industrial, diseñé un juego de té para la prestigiosa empresa danesa Georg Jensen. ¡En el primer trimestre se vendieron 12.000 piezas! Estaba impresionada. Mi taller produce sobre encargo y nuestros números son siempre modestos. Los siguientes trimestres esas cifras cayeron. Pregunté si esa era la cadencia natural, preocupada por la muerte de mi diseño. Mi director de producto me sonrió: "No tengas prisa, no hemos hecho más que empezar. Hemos creado un nuevo clásico y, con los años, tu juego de té ganará personalidad". Tenía razón. Hoy se presenta como una de las veinte piezas emblemáticas de la firma y sigue vendiendo pasito a paso. En unos días presentaré en Copenhague los hermanos de ese mismo juego: cafetera, tazas, platos, termo... La apuesta de Jensen, lejos de buscar un cambio por cada temporada es reforzar los diseños que funcionan.
En la moda tenemos ejemplos como Hermès o Loewe que reeditan sin pudor sus piezas más emblemáticas, apostando por la belleza atemporal. Sybilla dijo: "Cuando una pieza es bella, siempre lo será". Es lo contrario de lo que nos obliga la industria: "Estar a la moda", suele significar cambios radicales cada temporada.
¿Y qué piden estos tiempos revueltos? Creo que la libertad es la clave: de uso, de estilo, de elegir lo que cada uno quiere, de mezclar materiales y colores, objetos de distintas épocas... Al final, es romper moldes con una intención que nos acerca a la naturaleza y nos lleva a un estilo más casual, menos encorsetado.
Hoy cuando compramos queremos sentir que lo que compramos tiene una historia, conectarla con una sensación, sentir el trabajo personal tras cada pieza.
El éxito de los complementos en las últimas temporadas está conectado con la necesidad de expresarnos. Las joyas, en especial, se convierten en nuestras aliadas y en tiempos oscuros nos aportan luz. Las manos son una de las partes del cuerpo que más movemos y por eso solemos fijarnos en las de los otros.
No es casualidad que los anillos se utilicen tanto y se conviertan en un fetiche de cada persona. Tengo una amiga que durante años llevó un anillo mío regalo de su novio. Cuando llegó el momento de su ruptura, fue directamente a sustituirlo por otro que simbolizara su nueva época. Pero se tomó su tiempo. Todo lo bello requiere su tiempo. Tal vez tenía razón Flaubert cuando decía: "Basta mirar un objeto mucho tiempo para que se vuelva interesante"....