Si se trata de empleos, a América Latina le ha ido bien
En los últimos años, no sólo cayó el desempleo a los niveles más bajos de la historia de la región, sino que también se crearon 35 millones de puestos de trabajo de calidad, los sueldos subieron sustantivamente y cayó el empleo informal, una de las manifestaciones más tercas del mercado laboral latinoamericano.
Si la campaña electoral estadounidense estuviese ocurriendo en América Latina -permítaseme una cuota de imaginación- el debate no estaría dominado por la situación del empleo como sucede hoy.
Es que la región ostenta una de las cifras de desempleo más bajas del mundo: un promedio de 6%, casi dos puntos menos que en EE UU y un abismo menos que en países de la UE, lo cual convierte a América Latina en una especie de paraíso del empleo en esta época de vacas flacas globales.
En los últimos años, no sólo cayó el desempleo a los niveles más bajos de la historia de la región, sino que también se crearon 35 millones de puestos de trabajo de calidad, los sueldos subieron sustantivamente y cayó el empleo informal, una de las manifestaciones más tercas del mercado laboral latinoamericano.
¿Por qué, se preguntarán, sucede todo esto en momentos en que el panorama laboral y de crecimiento mundial está, más bien, a la baja?
La respuesta es compleja pero se puede resumir en tres aumentos clave: más educación, más mujeres con empleo, y más relación con Asia del Este.
Veamos el primer "más". El número promedio de años de educación ha subido de 5 a 8 años para el estudiante latinoamericano, de acuerdo a un informe del Banco Mundial. Si bien esta media aún está por debajo de los niveles de la OECD, el aumento en el tiempo de instrucción ha abierto las puertas a más y mejores empleos para millones de personas, especialmente mujeres, que han tenido mejor desempeño académico que sus pares masculinos.
Lo cual me lleva al segundo factor -el empleo femenino-, en la drástica caída del desempleo latinoamericano.
Unas 70 millones de trabajadoras se sumaron a la fuerza laboral de la región en las dos últimas décadas, lo cual coincidió con un alza en el número de mujeres con educación superior. De acuerdo al mismo estudio del Banco Mundial, desde principios de 2012 un 65% de las mujeres entre 25-65 años de edad tienen empleo en América Latina.
El tercer factor, la creciente relación con las economías asiáticas, ha contribuido de manera importante al boom del empleo aunque también, paradójicamente, a su potencial debilitamiento.
No es secreto que detrás del gran impulso económico reciente de América Latina está la bonanza de exportaciones de materias primas, principalmente a China.
La región creció de manera estelar tras una rápida recuperación de la crisis financiera global del 2008, gracias al auge de exportaciones de materias primas agrícolas y mineras que alimentaron, a la vez, el descomunal apetito de las economías asiáticas en constante crecimiento. El estudio Crecimiento a largo plazo ¿Hecho en China?indica que para algunos países -como Chile, Perú y Brasil- el intercambio comercial con China representa entre 10% y 20% del total.
No es sorprendente, entonces, que el crecimiento del empleo latinoamericano haya sido robusto en sectores vinculados con los beneficios de las exportaciones, tales como la construcción y los servicios. Tampoco sorprende que este fenómeno sea responsable por un aumento en la demanda de mano de obra con menos capacitación que, digamos, en el sector de manufacturas.
Y es aquí donde puede estar el Talón de Aquiles de este pujante paraíso laboral. A medida que los motores de la economía global bajan la velocidad, el ritmo económico de Latinoamérica también se modera. Las proyecciones señalan un crecimiento entre 3%-4% para el 2013, bastante mayor que las economías ricas, pero inferior a los promedios que Latinoamérica había estado mostrando durante los últimos años.
¿Esto significa un impacto en el empleo? No necesariamente, pero sí un llamado de atención.
Para empezar, no todo el impulso laboral se atribuye al boom de commodities de la región. Mucho se debe a la solidez de las políticas macroeconómicas y también, claro está, al hecho de que Latinoamérica aún se está poniendo al día con una realidad predominante en otros mercados laborales emergentes -donde la mujer y la educación tienen ya un rol central.
El reto latinoamericano de los próximos años será aumentar la productividad de su fuerza laboral, a través de una mejor inserción en las cadenas de producción globales, para así conservar el valor de los salarios, y continuar cerrando la brecha entre los que más tienen y menos tienen.