Cinco enemigos del periodismo con futuro
Son en algunos casos enemigos que anidan en nosotros mismos, que tienen que ver con nuestros prejuicios. En otros surgen como reacción defensiva a algo que consideramos una agresión exterior. Los efectos son demoledores para el resultado de nuestro trabajo y el futuro del periodismo.
Son en algunos casos enemigos que anidan en nosotros mismos, que tienen que ver con nuestros prejuicios. En otros surgen como reacción defensiva a algo que consideramos una agresión exterior. En realidad da igual la causa, lo importante es que los efectos son demoledores para el resultado de nuestro trabajo y el futuro del periodismo. Por eso identificarlos y adoptar soluciones es tan importante. Ahí van, según mi criterio, los cinco enemigos fundamentales del periodismo hoy, les invito a que corrijan o añadan. El debate es suyo.
1.- La negación de la realidad. Sorprende que haya en los medios mucha gente que prefiere refugiarse en la nostalgia del pasado y se resiste a reconocer que las reglas de hoy y de mañana ya no podrán ser las mismas que les sirvieron ayer. Es un poco patético ver cómo algunos esperan que amaine la tormenta y regrese la publicidad, que cambie el ciclo económico y se recuperen las ventas, que pase aquí lo que está ocurriendo en China o la India o Brasil. Negar la realidad es el pasaporte más eficiente a la ruina y la desaparición.
2.- La histeria informativa. O perder el norte, la personalidad, la esencia de un medio, por ganar la batalla del tráfico fácil con el evidente riesgo de cometer tremendos errores y perder para siempre lo más valioso, la credibilidad. Si algo tienen los medios tradicionales para poder sobrevivir en el futuro es su marca y los atributos que la rodean, ese imaginario que le conecta con una comunidad de lectores. Si destruimos las esencias de nuestro producto periodístico, aquello que vertebraba esa comunidad, estaremos matando nuestro futuro. Y todo por unos miles de pinchazos de muy bajo valor periodístico y comercial.
3.- El miedo. La paralización, la indecisión, pensar que no hay otra alternativa que rebajar costes, creer que es mejor una larga agonía atada al pasado que arriesgar y experimentar pensando en el futuro. Una obra periodística es una ilusión colectiva, si pierde esa característica no tiene sentido. Y es muy difícil crear productos con alma desde el pesimismo, el terror, la falta de coraje para tomar decisiones.
4.- La arrogancia. Ha sido un mal clásico del periodismo y de los periodistas, acostumbrados a hablar a los lectores desde una tribuna. Y hoy se ha convertido en el peor enemigo, en el muro que impide ver a los responsables (tanto económicos como periodísticos) de los medios que sus empresas tienen los cimientos de barro. Por eso añadirle más pisos al edifico sólo acelera su caída. Hay que construir de nuevo la estructura industrial del periodismo, casi desde cero, y sólo en algunos casos con la ventaja de la marca y el talento que aún conserven las redacciones.
5.- La falta de criterio. El rigor, el enfoque, la valoración, la contextualización, el relato, el filtrado, todos los atributos del periodismo clásico son hoy válidos. Es más, algunos se han convertido en un bien tan escaso que marcan la diferencia. Pero hay otros criterios que ahora son igualmente imprescindibles y que tienen que ver con las posibilidades que la tecnología nos brinda. Carecer de los conocimientos suficientes para aprovechar esas nuevas oportunidades hará más pobre el resultado de nuestro trabajo y nos pondrá en desventaja con la competencia. Esta es, sobre todo, una responsabilidad de los que en una redacción están más cerca de las decisiones editoriales. Los jefes de redacción hoy deben saber aprovechar las oportunidades del ecosistema digital. Para la precisión informativa. El periodismo de datos. La utilización de nuevos lenguajes. La presencia en las redes sociales. La distribución de la información en nuevos dispositivos. Los que no tengan criterio en estos ámbitos es muy difícil que puedan hacer bien su trabajo.
En una próxima entrada hablaremos de los amigos, que por fortuna los hay y son muy poderosos.
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