Yoon Suk-yeol, el Trump surcoreano con la popularidad hundida y con las horas contadas

Yoon Suk-yeol, el Trump surcoreano con la popularidad hundida y con las horas contadas

El presidente impuso la ley marcial durante seis horas, acusando a la oposición de acercarse al Norte. Un parlamento que no controla y la presión popular ha frenado el proceso. El polémico fiscal, sin experiencia política previa, queda en el alambre. 

Yoon Suk-yeol, el 15 de febrero de 2022, durante un mitin de cara a las elecciones presidenciales, en Seúl.Chung Sung-Jun / Getty Images

El futuro del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, está el alambre, después de una noche caótica en la que declaró la ley marcial, para sorpresa e indignación de la mayoría del país, para retirarla luego, apenas seis horas más tarde, cuando el Parlamento nacional -de mayoría opositora- la había rechazado. El resultado: un país sumido en el caos, con protestas en las calles, tensión con la policía y el ejército y una moción de censura presentada por seis partidos contrarios

Yoon, un fiscal sin experiencia política alguna que ganó casi con foto finish en las elecciones de 2022, ya era profundamente impopular antes de dar este paso y estaba bajo una creciente presión desde que perdió las parlamentarias en abril, consideradas como un voto de confianza en su mandato por hacerse en mitad de la legislatura. Para nada: los ciudadanos, ese 74% que lo rechaza, según una encuesta de Gallup (el peor dato en la historia desde que el país se convirtió en democracia, en 1987), le dieron la espalda claramente por su falta de respuestas a la crisis económica, por sus escándalos y el incumplimiento de su programa. 

Las últimas semanas habían sido de enorme tensión para el mandatario. El liberal Partido Demócrata (PD), la principal fuerza opositora, aprobó sin el apoyo del conservador Partido del Poder Popular (PPP) de Yoon los presupuestos generales para 2025. Pudo hacerlo porque tiene la mayoría de la Asamblea General, el corazón legislativo del país, con 192 diputados frente a los raquíticos 108 del mandatario. 

Son cuentas que contemplan, explica EFE, múltiples recortes, además de mociones para destituir al fiscal general y al responsable de la Junta de Auditoría e Inspección, encargada de monitorizar las cuentas de los organismos públicos. Estos dos últimos se habían convertido en blanco del PD debido a su negativa a seguir investigando o a imputar a la primera dama por distintos delitos por los que ha sido escrutada, desde intromisión en asuntos de Estado a manipulación de activos bursátiles o recibir un bolso de lujo a modo de soborno. El mes pasado, Yoon tuvo que pedir disculpas en un discurso televisado a la nación por esas controversias en torno a su esposa, Kim Keon-hee, que incluyen la aceptación (supuesta aún) de un lujoso bolso de Dior y la manipulación de acciones.

Yoon aseguró que los mencionados recortes presupuestarios minarían las funciones "esenciales" del Gobierno, incluyendo la prevención de crímenes relacionados con las drogas y las medidas de seguridad públicas, y consideró que la oposición, a la que tachó de pronorcoreana, estaba llevando a cabo acciones "antiestatales". Fue su disparo más claro contra los opositores, a los que tacha de cercanos a Pionyang, justo la excusa que puso ayer para lanzar su ley marcial, incomprensible en un país avanzado, reservada sólo para estados de enorme peligrosidad o guerra, porque conlleva un veto a la actividad política, el control de la prensa o arrestos sin orden judicial, más allá del Ejército movilizado. 

Ahora se enfrenta a las exigencias de que renuncie, sin efecto por ahora, y una petición formal en la cámara para echarlo. Si esto era un autogolpe, le ha salido fatal. Es muy factible que acabe con su legislatura antes de tiempo. Ha jugado con fuego. De momento, hay quien ya abandona su barco: de su jefe de Gabinete al ministro de Defensa, pasando por el principal asesor de Seguridad. 

Un desconocido, un radical

Yoon (Seodaemun, 18 de diciembre de 1960) apenas tenía un año de experiencia política cuando accedió a la presidencia, con aires de salvador. Había alcanzado notoriedad nacional por haber llevado adelante juicios por corrupción, en su papel de fiscal, que le crearon una imagen de hombre valiente y arriesgado, comprometido con la limpieza en un contexto de enorme desafección con los políticos, capaz de mejorar las cosas, de cambiar el rumbo. 

Hijo de profesores universitarios, nacido en un distrito bien de Seúl, estudió Derecho en la Universidad de la capital surcoreana y tenía un objetivo claro: ser fiscal. Lo logró muy joven, en 1994. Su carrera fue esculpida a pico y pala, con tesón y convencimiento, aplaudido por quienes le conocen. Así hasta llamar la atención de un Gobierno en apuros que, en 2019, lo convirtió en Fiscal General, con el cometido de barrer la casa. 

Venía con un currículum espectacular: había sentado en el banquillo a importantes políticos liberales y conservadores (por lo que no se le tenía por partidista), así como a líderes de grandes empresas nacionales como Hyundai o Samsung, a quienes impuso penas de prisión de más de 30 años. Un hito. Sobre todo, llevó el caso del expresidente Lee Myung-bak, hoy en prisión, y lideró la investigación especial contra la única presidenta surcoreana que ha sido destituida en democracia, Park Geun-hye, en 2016. 

"El órdago que lanzó, ya como fiscal general, al Gobierno del liberal Moon Jae-in, que buscó reformar la propia fiscalía tras las investigaciones abiertas contra el ministro de Justicia, Cho Kuk, lo convirtieron en un símbolo de resistencia para los conservadores, especialmente para aquellos que veían en el expresidente una figura demasiado cercana a Pionyang o a Pekín", sostiene EFE.

Una vez en el cargo, Yoon Suk-yeol se convirtió rápidamente en un problema para la mayoría de los políticos y, a la vez, en una figura de la oposición entre el público. Investigó a muchos miembros del Partido Demócrata, especialmente, y consiguió derribar a un ministro de Justicia que supuestamente había falsificado documentos para que su hija entrara en la universidad. 

En abierto conflicto con el presidente Moon, dejó su cargo para preparar su campaña. Había llegado a la conclusión de que sólo desde la presidencia podía acabar su tarea, casi con una visión mesiánica. Logró imponerse a las estructuras clásicas del conservador Partido del Poder Popular y ser el candidato en las presidenciales de marzo de 2022, donde logró imponerse por solo 247.000 votos (el país tiene casi 52 millones de habitantes) a Lee Jae-myung en los comicios más reñidos que se recuerdan. Eso no suponía ni el 1% del total de votos emitidos. 

Victoria sin trampa pero que mostraba la división del país, en un momento en que la sociedad surcoreana se enfrentaba a visiones cada vez más enconadas sobre cuestiones de género, por ejemplo. Yoon apeló a los votantes varones jóvenes presentando una plataforma antifeminista. Por eso empezó a ser conocido como el "Trump de Corea del Sur" o el "K-Trump", bromeando con fenómenos partidos del país como el K-Pop

Aunque en campaña se le apodaba como el hombre de "una metedura de pata al día", aunque era y es un orador mediocre, la pelea fue de bajo nivel y él relucía por su pasado y porque su opositor tampoco se escapaba de truenos de corrupción. Yoon y su esposa fueron acusados en varias ocasiones de creencias chamánicas, pero eso no hizo mella en su mensaje y en su tono. Siguió haciendo declaraciones poco condenatorias sobre la dictadura previa, aunque tuvo que retractarse de un comentario que decía que el presidente autoritario Chun Doo-hwan -que declaró la ley marcial y fue responsable de masacrar a manifestantes en 1980- había sido "bueno en política". 

Igualmente, se vio obligado a negar haber insultado al Congreso de Estados Unidos en unos comentarios hechos después de reunirse con el presidente estadounidense Joe Biden en Nueva York. Fue captado por un micrófono abierto y visto en cámara aparentemente llamando a los legisladores estadounidenses con una palabra coreana que puede traducirse como "idiotas" -por ser suaves-. Las imágenes rápidamente se volvieron virales en Corea del Sur. También irritó a países como Japón, fue racista con los extranjeros y, sobre todo, atacó a las mujeres. 

Dijo y dice que no hay "discriminación sistémica de género", aunque las mujeres cobran un 34,6% menos que los hombres, la peor brecha de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lo mismo ocurre con la baja tasa de natalidad, de la que culpa a las feministas. Llegó proponiendo un aumento de las penas por denuncias falsas de agresiones sexuales o violencia machista y la supresión del Ministerio de Igualdad de Género y Familia.

Muchos jóvenes surcoreanos sentían que su estatus social se ha deteriorado, y se desquitaban con las feministas, pese a que la raíz es económica y política. Eso, sumado al anhelo de transparencia y eficiencia, coronó al nuevo político.

Yoon también gustaba porque ha defendido siempre una postura dura respecto de Corea del Norte. El martes por la noche, cuando intentó imponer la ley marcial, citó al estado comunista, por encima de todo. Argumentó que necesitaba protegerse de las fuerzas norcoreanas y "eliminar los elementos antiestatales", aunque desde el principio fue evidente que su anuncio tenía menos que ver con la amenaza del Norte y más con sus problemas internos. 

El botón nuclear

Como presidente, su popularidad siempre ha sido inestable, porque no cumplía con su programa, lo que hizo que los votantes, dos años más tarde, se hayan decantado en las legislativas por sus oponentes. A principios de noviembre, sus índices de aprobación cayeron al 17%, un mínimo histórico. Las sospechas de hacer justo lo que denunciaba en el pasado y las promesas sin cumplir (menos impuestos, más vivienda, un mercado laboral más flexible) no ayudaban. 

Ahora estaba relegado a la posición de presidente saliente y reducido a vetar proyectos de ley aprobados por la oposición, una táctica que utilizó con una frecuencia sin precedentes, según denuncian ONG locales y partidos contrarios. 

Ante los desafíos políticos que lo ponían contra la pared, Yoon optó por la opción nuclear, una decisión que pocos, si es que alguno, podrían haber predicho. Muchos observadores temían en las últimas semanas una crisis política, debido al enfrentamiento entre el presidente y la Asamblea Nacional controlada por la oposición, pero el paso de la ley marcial no aparecía en las apuestas. Era demasiado radical. Una extralimitación legal y un error de cálculo político, cuando en la calle el apoyo es muy bajo y no hay respaldo ya ni de parte de su partido, que lo vio como un advenedizo en la estructura, por más que le ayudase a volver al poder tras cinco años en la fría oposición. 

Yoon ha provocado la ira de políticos de ambos partidos, ya que los legisladores reunidos a toda prisa, incluidos algunos del partido de Yoon, votaron a favor de levantar la ley marcial el martes por la noche. El líder de la oposición, Lee Jae-myung, el que perdió por tan poco margen las últimas presidenciales, proyecta optimismo y dice a los periodistas que la "declaración ilegal de ley marcial" de Yoon es una "oportunidad decisiva para romper el círculo vicioso y regresar a la sociedad normal".

Las repercusiones de la noche del martes se extenderán más allá de las fronteras de Corea del Sur. El anuncio de Yoon ha desconcertado a los aliados de Corea del Sur. Los funcionarios de Estados Unidos, un aliado clave, dijeron a varios medios del país que el anuncio de Yoon los tomó por sorpresa y están instando a Corea del Sur a resolver la crisis "de acuerdo con el estado de derecho". Japón dice que está siguiendo de cerca la situación en Corea del Sur con "excepcionales y serias preocupaciones".

El mundo quizá pensaba que Yoon era sólo ese político gracioso que cantaba American Pie en la Casa Blanca, líder de un país cuya la economía es la número 12 por volumen de PIB en el planeta, que está siempre en cabeza en las pruebas de PISA, que escala puestos entre los mejores ejércitos del mundo. Ahora hace preocuparse hasta a la OTAN, que vigila lo que pasa porque hablamos de un socio "clave", en palabras de su secretario general, Mark Rutte

Mientras tanto, Corea del Norte, que ha aumentado las tensiones con el Sur en los últimos meses, puede intentar explotar las divisiones en Seúl, y eso preocupa en Occidente. 

La ira sigue asolando Corea del Sur en estas horas. Los manifestantes y los principales sindicatos no han cedido en sus protestas, ya más tranquilas, para rematar el proceso que frene al mandatario. Las manifestaciones y las huelgas van a seguir y puede que se lleven por delante al político que no lo era. No está claro qué planea hacer Yoon, ya que aún no ha aparecido en público desde el fiasco. 

La pelota está en su tejado pero, independientemente de cómo decida actuar Yoon, su fallida declaración de ley marcial puede estar perfilándose como la gota que colme el vaso de su inestable presidencia. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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