Ucrania: una guerra no religiosa en la que la religión también se convierte en arma arrojadiza

Ucrania: una guerra no religiosa en la que la religión también se convierte en arma arrojadiza

Las facciones de la Iglesia Ortodoxa se han convertido en protagonistas por su división interna y acusaciones cruzadas de colaboracionismo y persecución.

Seguidores de la Iglesia Ortodoxa canónica rezan en apoyo de los religiosos del monasterio de Pechersk Lavra, en Kiev, el pasado 31 de marzo.Valentyn Ogirenko / REUTERS

La guerra de Ucrania no tiene un origen religioso, no es una guerra santa, no hay choque de origen entre comunidades de distintas confesiones o facciones pero, conforme se alarga el conflicto, la fe se está convirtiendo en un elemento añadido de disputa, un arma arrojadiza con la que hacer nacionalismo y propaganda, cargando de teología un problema de soberanías, territorio, recursos, poder. 

En las últimas semanas, se han ido acumulando una serie de incidentes, prohibiciones, acusaciones e informes que evidencian una enorme división interna en la Iglesia Cristiana Ortodoxa del país, en la que se mezcla el uso de la religión como bandera nacionalista. el colaboracionismo, las inercias del pasado, las filias y las fobias actuales. El reproche es mutuo: dice Kiev que hay clérigos demasiado cercanos a Moscú a los que hay que parar los pies; dice Moscú que el Gobierno de Kiev persigue a la rama más cercana a sus intereses y viola la libertad de culto. Así llegamos a esta semana de Pascua ortodoxa sin paz interna. Si no la hay ni en los templos, tampoco va a cuajar una tregua en las trincheras. 

La mayor polémica ha tenido lugar en Kiev, en el monasterio de Pechersk-Lvra o de las cuevas, el más antiguo de Ucrania (siglo XI) y uno de los lugares santos de la religión ortodoxa oriental. Está en un complejo con conventos, iglesias, museos y otras dependencias monásticas dependientes de la Iglesia Ortodoxa Canónica de Ucrania que, durante siglos, ha estado vinculada al Patriarcado de Moscú, aunque rompió con él en mayo del año pasado a causa de la invasión. En este recinto viven unos 200 monjes y 400 seminaristas a los que el Ejecutivo de Volodimir Zelenski ha pedido que lo desalojen. 

La razón de fondo es su supuesta cercanía a Rusia; la formal, que se han dado "múltiples violaciones" del contrato de arrendamiento de la zona, que es propiedad estatal. Los religiosos dicen que no hay fundamentos legales para sacarlos de este Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Tenían hasta finales de marzo para irse y aún no lo han hecho. El Gobierno ha confirmado que no usará la fuerza para sacarlos, por lo que la crisis se está estirando día a día, mientras los fieles de concentran en cientos, a diario, para rezar a sus puertas. El abad, el muy seguido Pavlo, se encuentra dentro, en arresto domiciliario por prorruso

Además, el Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania ha anunciado sanciones contra una decena de clérigos y personas vinculadas a esa congregación, incluyendo al gobernador del monasterio, que aún no se sabe en qué se concretarán.

El pasado otoño, el monasterio ya fue escenario de una gran redada del servicio de seguridad ucraniano, que allanó las estancias y detuvo a decenas de religiosos. Buscaban pruebas de traición y colaboración con Rusia, aunque los implicados insisten en que no las hay. Se ha llegado a abrir una investigación penal contra los moradores de Pechersk-Lvra por una serie de vídeos en los que supuestamente se cantaba propaganda rusa, alentando al "despertar" de la madre patria rusa, recuerda la BBC

Ante estas acciones, la Iglesia Ortodoxa Canónica de Ucrania ha acabado recibiendo el apoyo y el calor del Kremlin. Justo lo que menos necesita ahora. A los medios locales y nacionales, los monjes les explican que las sospechas son "injustificadas", que en sus sermones y en su asistencia humanitaria diaria demuestran que su posición sobre la guerra no arroja dudas. "No somos colaboradores (de Rusia), somos ciudadanos de nuestro Estado, somos gente que vive aquí desde 1988, muchos no tienen otro lugar al que ir. Nadie puede apartarnos del amor de Dios", dijo Pavlo al diario Ukrainska Pravda.

El caso del Monasterio de las Cuevas no es único. Ha habido más registros y más acusaciones de actividad prorrusa, que han cuajado en el arresto de curas en ciudades Vinnytsia por repartir supuestamente pasquines prorrusos; también ha habido toma de parroquias a manos de facciones ortodoxas opuestas y en territorios como Volonia (un millón de habitantes), Jmelnitsky (274.000) y Rovno (243.000 habitantes) se ha pedido que se rompan los contratos de arrendamiento con esta rama. En este último lugar, además, el consejo regional ha vetado las actividades de la Iglesia supuestamente prorrusa. En el oeste, donde hay menor presencia rusa, es donde la ruptura es más visible.

Según informó RT (uno de los medios del Gobierno ruso prohibido en Europa), en el primero de estos territorios se llegó a quemar una iglesia, por orden del alcalde proKiev. Una mentira que quedó desmontada pero que da cuenta de cómo se están usando las distintas iglesias para hacer daño al adversario, en un mensaje multiplicado por los medios de países cercanos a Moscú, por ejemplo, en América Latina, donde el cristianismo es especialmente fuerte. 

Ha habido, igualmente, celebraciones anuladas, tanto en la Pascua ortodoxa como en las pasadas navidades, que los de Zelenski han justificado por el cumplimiento de la orden marcial vigente y el toque de queda, algo que entra dentro de lo razonable en plena guerra. 

Acusaciones cruzadas

Esa suma hace que desde Rusia se hable de toda una "campaña" de ataque a la verdadera fe, de la que justo Putin se vende como el ideal, el crisol. El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha interpelado a Naciones Unidas y a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) sobre la decisión de Ucrania de expulsar a los monjes de Kiev, que dice que es una muestra de su plan para "destruir" la iglesia subordinada al Patriarcado de Moscú.

Moscú se aferra en su queja a un informe de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en el que se dice: "Si es verdad que las tensiones entre las comunidades ortodoxas han existido durante décadas en Ucrania, están se han agravado tras el ataque armado de la Federación de Rusia contra Ucrania, y últimamente se han producido algunos hechos preocupantes (...). Apelamos a las autoridades ucranianas a que garanticen que estos registros en lugares de culto se realicen en pleno cumplimiento del derecho internacional, que se conceda el derecho de un juicio justo a los acusados de delitos penales y que cualquier sanción penal impuesta sea compatible con los derechos de opinión, expresión y religión". Habla expresamente de dos proyectos de ley que le "preocupan" por su posible efecto sobre esas libertades.

No obstante, la subsecretaria general de la oficina, Ilze Brand Kehris, también añade: "Apelamos a ambas partes a respetar y garantizar que los derechos de libertad de opinión y expresión, de reunión pacífica, de asociación, y religión, pueden ser ejercidos sin discriminación alguna y por parte de todas las personas".

Porque, sí, hay informes que constatan que Rusia también está imponiendo sus preferencias en el suelo que domina en Ucrania, aproximadamente el 20% de su territorio. El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), un tanque de pensamiento radicado en Estados Unidos, publicó el 9 de abril que se está llevando a cabo un proceso de "asimilación forzosa" de su corriente ortodoxa, reclamando sumisión al Patriarcado de Moscú, en manos de Cirilo (o Kirill), un señor que dice que esta guerra es "justa" para defender el futuro del cristianismo, que se niega a condenar la muerte de civiles y que, ahora se sabe, trabajó para el KGB

"Es probable que las autoridades de ocupación rusas estén llevando a cabo campañas de persecución religiosa sistemática en la Ucrania ocupada", escriben sus analistas. Añaden que desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero de 2022, "han cerrado, nacionalizado o convertido por la fuerza" al menos 26 lugares de culto, que ahora han pasado a la iglesia más próxima a Moscú. En este tiempo, sus tropas o enviados han matado a 29 clérigos o líderes religiosos y se han saqueado, profanado o destrozado 13 lugares de culto, no fruto de fuego cruzado, no daños colaterales, sino "premeditadamente" atacados. 

Insisten en el ISW en que no se trata de "incidentes aislados", sino de una campaña "deliberada" que busca "erradicar sistemáticamente" las organizaciones religiosas "indeseables" para Putin y los suyos y extender su poder mediante un patriarcado que le sigue a pies juntillas. 

En el informe se explica que Rusia trata extender el relato, en su Federación y fuera de ella, de que es un estado "religiosamente tolerante" y son los demás quienes persiguen. Sin embargo, enmarca esta campaña, incluso, en una estrategia más amplia, de "genocidio cultural ruso y limpieza étnica destinada a extirpar la idea de una nacionalidad ucraniana independiente o una iglesia ortodoxa ucraniana", que justamente ha cuajado en los últimos años y crece y se robustece conforme sigue la invasión. El mundo ruso de Putin en marcha

La rama "cismática"

Ha llegado el momento de recordar el cisma que vive desde hace años la Iglesia Ortodoxa en Ucrania. Esta es la situación: tenemos a Kirill I, el citado patriarca de la iglesia ortodoxa rusa; al metropolita Onufry, al frente de la iglesia ortodoxa ucraniana dependiente de Moscú, y al metropolita Epifanio I, líder de la iglesia ortodoxa de Ucrania, una escisión de la original moscovita nacida en 2018 y enemiga absoluta de la que un día fue su matriz, a la que acusa de difundir la propaganda del Kremlin. Aunque cuenta con el apoyo de un Patriarcado respetado como el de Constantinopla, es una iglesia "cismática" a ojos de Moscú. 

Desde el inicio del conflicto, la Iglesia ortodoxa local se unió, Onufry y Epifanio superaron sus diferencias y se alinearon con sus tropas, reservistas y voluntarios armados, rechazando la presencia de soldados rusos. Un movimiento que también es alentado por Zelenski, que hace de la religión otra baza nacionalista en momentos en que la necesidad de unión es total. "Aseguraremos la independencia espiritual de Ucrania", defendió el presidente el pasado diciembre, cuando se mostró dispuesto a prohibir la Iglesia ortodoxa apadrinada por Rusia.

Ya había tendencias, familias, corrientes, incluso hermanos peleados, pero el escenario actual supera todo eso: no sólo se han ido uniendo los líderes religiosos locales a base de nacionalismo y defensa de la patria asediada, sino que se ha degradado la unidad y la lealtad al patriarcado de Moscú, con sospechas de colaboracionismo. 

A diferencia del catolicismo romano, que sigue la supremacía papal, las iglesias ortodoxas orientales son autónomas o autocéfalas, pero la de Moscú y todas las Rusias, como se llama realmente, es la guía o el paraguas para muchas comunidades del este de Europa, los Balcanes y Oriente Medio. No todos sus fieles ni sus religiosos comparten que Kirill defienda a capa y espada una ofensiva que hay quien llama genocidio. Es algo nunca visto que está llevando incluso a dejar de orar por el patriarca en cada misa, el signo más fuerte de desobediencia en el mundo ortodoxo, o a emitir cartas de rechazo nunca vistas, incluso dentro de Rusia. 

La guerra está llevando a que se produzcan muchas conversiones y la iglesia local gane cuerpo, músculo, pero "sigue siendo más pequeña en cuanto a infraestructuras y número de sacerdotes", explica a Swissinfo el teólogo Stefan Kube. "Ahora parece una cuestión de lealtad nacional separarse de la antigua, afiliada a Moscú". La Iglesia Ortodoxa Nacional de Ucrania no es reconocida por la mayoría de las otras Iglesias ortodoxas, de hecho. Sólo cuatro de las 15 Iglesias ortodoxas han reconocido a la Iglesia Ortodoxa Nacional de Ucrania: el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, la Iglesia Griego-Ortodoxa, el Patriarcado de Alejandría, en Egipto, y la Iglesia Ortodoxa de Chipre. Todas son relativamente pequeñas y la Iglesia rusa ha roto el contacto con ellas en represalia por ese apoyo a su adversario. 

La pelea no sólo tiene repercusiones en Europa, sino en otros territorios como África, donde hay muchas iglesias ortodoxas, de las que se encarga el Patriarcado de Alejandría. Desde que éste respaldase a la Iglesia Ortodoxa Nacional de Ucrania, los rusos se han puesto a levantar sus propias estructuras en el continente. 

¿Tregua por Pascua?

Estos enfrentamientos cobran mayor relieve en esta semana, cuando mañana domingo, 16 de abril, llega el día grande de la Cuaresma ortodoxa, la Pascua que conmemora la resurrección de Jesús. Eso afecta no sólo a los templos, sino al campo de batalla. Por un lado, se habían detectado movimientos del Grupo Wagner de mercenarios rusos para intentar hacerse con Bajmut (la ciudad más largamente asediada) y celebrarlo en ese día tan especial, dice a EFE el experto Alexander Kovalenko; no ha habido, parece, avances de calado para que puedan hacerlo. Y por otro, se especula aún en estas últimas horas con la posibilidad de una tregua, al menos, para pasar este tiempo festivo sin miedo a ataques enemigos. 

Es una posibilidad remotísima. Nadie la ha puesto sobre la mesa, dicen Kiev y Moscú. Dimitri Peskov, el portavoz del Kremlin, ha defendido esta semana que su bando ya propuso un alto el fuego en Navidad, pero que no salió adelante por "falta de intención" de Ucrania. Lo cierto es que fue un paso unilateral, no pactado con Zelenski, que duró 36 horas en la teoría, pero que fue violado por Rusia en la práctica. El año pasado en Pascua no hubo parada alguna; es más, aquel fue el momento de la gran ofensiva sobre Mariupol. La tregua la ha pedido hasta el papa Francisco, pero no parece tener eco. 

El ISW, el centro de estudios defensivos norteamericano, señala que Rusia "puede aprovechar la Pascua del 16 de abril para retrasar la contraofensiva, al pedir un alto el fuego", indicó en su informe de situación del pasado lunes. La pausa "beneficiaría desproporcionadamente a las tropas rusas, porque les permitiría asegurar sus ganancias en el centro de Bajmut y preparar defensas de cara a la contraofensiva de Ucrania", esa que parece retrasarse a la espera de la llegada de más ayuda aliada y por la filtración de sus planes en los papeles del Pentágono difundidos en redes sociales.

La pelea, cuando acabe la Pascua, seguirá tanto en las trincheras como en los altares.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.