Sirviendo: Harris se deshace de las dudas sobre su candidatura y noquea a Trump

Sirviendo: Harris se deshace de las dudas sobre su candidatura y noquea a Trump

La aspirante demócrata a la Casa Blanca se ha crecido en el primer debate contra el republicano: lo ha acorralado, lo ha puesto nervioso y ha sabido esquivar el ataque a sus flancos débiles. Ha evitado el catastrofismo y ha apostado por la esperanza. 

Donald Trump y Kamala Harris, durante el debate de anoche en la ABC, en Filadelfia.Win McNamee / Getty Images

Esta es la historia de un ceño y una sonrisa. El ceño de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y aspirante de nuevo a la Casa Blanca en las elecciones del próximo 5 de noviembre por el Partido Republicano. La sonrisa de Kamala Harris, actual vicepresidenta del país y candidata demócrata. Ninguno de los dos podía cambiar su expresión al acabar el debate que los ha enfrentado esta pasada madrugada en Filadelfia (Pensilvania, uno de los estados más determinantes para esos comicios), porque esta vez no había medias tintas: ella, la que puede ser la primera mujer al frente de la mayor potencia del mundo, ha vencido. 

No es una cuestión de sensaciones, de apreciaciones subjetivas o detalles, como en otros debates de campaña, porque ha habido aplastamiento. Harris apareció sirviendo en el plató de la ABC News y se marchó haciendo lo propio. Entre esos dos momentos, 90 minutos en los que arrinconó al magnate, en los que los sacó de sus casillas, lo puso donde quería, supo eludir sus ataques a sus flancos débiles -que no son pocos y se los tiene que hacer mirar- y, además, sin caer en el catastrofismo. 

Para Harris, con Trump "hay que pasar página", sencillamente no se le puede dar la oportunidad de regresar porque "todos" saben cómo fueron sus cuatro años en el Despacho Oval, pero hay que reparar menos en él y más "en el futuro" que espera a EEUU. Si en Chile la baza de la alegría sirvió para ganarle un referéndum a una dictadura como la de Augusto Pinochet, ¿por qué no va a valer para ganar unas elecciones en 2024?

El debate era especial por muchas cosas, incluyendo el hecho de que Donald Trump y Kamala Harris se encontraban por primera vez. Allí, en Filadelfia, una noche de martes, se han dado la mano, hecho inédito, y ha sido a iniciativa de la número dos del Gobierno. Primer punto a favor. Trump no pensaba hacerlo, atornillado en su atril. Un gesto de cordialidad que no tuvo continuidad. Lo que vino luego fue todo a cara de perro. 

En este show apasionante, Harris sacudió repetidamente al expresidente con ataques personales que lo desviaron de su mensaje y elevaron la temperatura de esta contienda, tan esperada tras el cambio de caballo entre los demócratas, de Biden a Harris. Aunque los dos empezaron hablando de política, pronto la exfiscal dio el primer guantazo recordando a Trump que la gente se le va de sus mítines porque se aburre y no le aportan. Ahí estaba la base de su relato: sobras, ya no más, tu tiempo pasó. Sin misericordia.

Kamala Harris, durante una de sus intervenciones en el debate contra Donald Trump.DEMETRIUS FREEMAN / EPA / EFE

Al republicano le picó un bicho al escuchar aquello y ya su enfado no pudo parar de crecer, envuelto en bravuconería y aires de superioridad. El tono más dudoso y nervioso de inicio de la demócrata se hizo firme, seguro, mientras su rival reculaba y se acaloraba. Entonces empezó a acusar a Harris de haber hecho poco en sus tres años y medio como vicepresidenta y de dar bandazos y cambiar de discurso, por ejemplo, en cuestiones como los impuestos o el fracking, ambas materias económicas muy sensibles. 

La andanada iba bien tirada, tenía punta y sustancia, pero Harris supo ponerse el escudo delante y desviar la atención con dos de sus grandes caballos de batalla en esta campaña: el derecho al aborto y la necesidad de defender la democracia de ataques como el que, denuncia, Trump instigó contra el Capitolio. Habló de las oleadas de funcionarios que sirvieron con su Administración y ahora no lo quieren ver ni en pintura y de la justicia, que trata de aclarar lo sucedido. 

Y entonces al Trump inquieto se le vieron las costuras. Todas. Hasta el punto de soltar más de 70 mentiras o inexactitudes, contabilizadas por el diario The New York Times y también hechas ver en vivo por los dos moderadores del debate, los periodistas David Muir y Linsey Davis, mucho más activos que sus colegas de la CNN en junio a la hora de señalar al exmandatario que estaba diciendo cosas que no eran y que no podían dejarle pasar, para confusión de la audiencia. 

Durante gran parte de este debate, Harris incitó a su rival republicano a defender en detalle su conducta y sus comentarios pasados, algo que él aceptó gustoso, levantando la voz a veces y meneando la cabeza. Porque se siente orgulloso de cómo es y lo que hace. Los asesores habían aconsejado a Harris que no lo hiciera, pero no le salió mal. Tampoco querían que acusara de racista o misógino a su oponente, porque cada norteamericano tiene ya a estas alturas una imagen de cómo es, pero ella insistió en lo primero, sabedora de que, además de la primera mujer, puede convertirse en la primera mujer afroasiática en la Casa Blanca. 

También la acusación le valió para eludir el debate migratorio. Porque, sí, el tono fue fuerte en el debate, Harris se vistió el traje de presidenta y no de candidata -a veces, recordó al Barack Obama de 2008-, pero ahí están sus lagunas, a la vista: si el 28% de los electores necesita saber más de ella, como reveló el fin de semana pasado un sondeo del NYT, tras lo de anoche saben que puede, que la duda sobre su autoridad, capacidad y disposición tras sustituir al presidente Joe Biden queda apagada, pero siguen sin conocer muy bien cuál es su programa. 

Duele que en el debate presidencial del país más influyente del mundo no se presenten ideas, por ningún lado, de las que echan en falta de verdad los ciudadanos para pasar su vida de la mejor manera posible. 

Trump intentó hacerse fuerte con el tema de la inmigración, citando un informe -absolutamente desacreditado por administraciones y ONG- que afirma que los inmigrantes haitianos en la ciudad de Springfield (Ohio) estaban secuestrando y comiéndose las mascotas de sus vecinos. Es un recurso que da risa si no fuera tan dañino. 

Para Trump, los derechos de las mujeres fueron inmigración, la seguridad fue inmigración, las infraestructuras fueron inmigración. Como ETA, una muletilla, pero que no le valió para ganar enteros. Se notaba, además, que su conocimiento de Harris es menor que el de Biden, al que ya tenía cogida la medida, y le costaba que entrase al trapo en sus alusiones. Al contrario, ella respondía provocando, picando. Y el que caía era Trump.

Ataque y defensa

Así que si se ganan o se pierden los debates en función de qué candidato aprovecha mejor los temas en los que es fuerte (y defiende o desvía la atención de áreas de debilidad), la noche del martes se inclinó a favor de la vicepresidenta, por más preguntas que aún deba responder. Una encuesta rápida de CNN entre los votantes que observaron el espectáculo indicó que que Harris tuvo un mejor desempeño y los mercados de apuestas dijeron lo mismo .

Esta es una instantánea que podría ser momentánea, pero la táctica de Harris de poner a Trump a la defensiva quedó clara y resuena a estas horas. Las encuestas de opinión indican que muchos estadounidenses están descontentos con la forma en que la administración Biden (en la que Harris es clave) ha manejado la inflación y la economía. Pero la aspirante condujo el tema a los aranceles generalizados propuestos por Trump, a los que llamó un "impuesto a las ventas de Trump", y luego mencionó el llamado Proyecto 2025, un controvertido plan conservador independiente para una futura administración republicana.

Como ya lo ha hecho en el pasado, Trump se distanció del proyecto y defendió su proyecto arancelario, señalando que Biden había mantenido muchos de los aranceles durante su primera presidencia, tan socialista. Eran argumentos válidos, pero le impidieron atacar al vicepresidente por la inflación y los precios al consumidor. Y eso que habló más tiempo que Harris. 

En cuanto al aborto, Trump defendió su gestión del asunto, diciendo que los estadounidenses de todo el espectro político querían que la Corte Suprema anulara las protecciones al aborto del caso Roe vs Wade, una afirmación que las encuestas no respaldan. Tuvo dificultades para dejar clara su postura y su respuesta fue a veces confusa. Lo llevaba siendo semanas. Perdió la oportunidad de ir al grano. 

Harris, por su parte, la aprovechó para hacer una apasionada defensa personal del derecho y abrazar a las familias que han tenido graves complicaciones en un embarazo y no han podido recibir atención en los estados que han prohibido el procedimiento, las "prohibiciones de aborto de Trump", como las llamó. "Es un insulto para las mujeres de EEUU", concluyó. Fue un mensaje cuidadosamente dirigido a un sector en el que saca una ventaja de dos dígitos a Trump, cuando la media de las encuestas dice que está apenas 2,8 puntos por encima en todo el país. Hoy hay empate técnico. 

En un momento dado, le preguntaron a Harris sobre sus posiciones liberales, como las relativas al frackingun proceso de perforación que puede provocar la emisión de sustancias químicas cancerígenas a la atmósfera. Primero se opuso, en su fallida campaña presidencial de 2019, y ahora lo apoya. De nuevo, aunque la había puesto Trump frente al espejo, se escapó y terminó su respuesta señalando que ella no aceptó dádivas de su "rico padre". Una vez más, el expresidente mordió el anzuelo. En lugar de atacar a la vicepresidenta por sus cambios de opinión (un claro punto débil que debe resolver), inició su respuesta hablando de la "pequeña fracción" de dinero que recibió de su padre. Mal. 

En cuanto a la retirada de Afganistán, otro punto oscuro de Harris (acaba de salir un informe que deja muy mal parado a Biden por esa salida), la vicepresidenta desvió la conversación hacia las negociaciones de Trump con los funcionarios talibanes y su invitación a Camp David. Fue un patrón que se repitió una y otra vez y resultó muy eficaz. Acabó cansando a su oponente. 

En materia exterior, además, fue un buen derechazo el que Harris dio cuando dijo que, en su papel de vicepresidenta, contacta con líderes internacionales que le insisten en que no quieren que Trump gane porque la interlocución con él es complicada y creen que es "una vergüenza". Fue bastante sonrojante ver al republicano apoyarse en el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, como su mayor avalista, cuando es el líder europeo más cercano a Rusia, castigado incluso por eso

Harris, en cada tema, supo imprimir, además, una idea de las que crecen y dan victorias: los ciudadanos quieren cambio, es verdad, pero ese cambio no necesariamente va a venir de un señor que hundió el país, que plantea una vuelta a lo mismo de hace cuatro años y que ha pasado de los 78 (ahora el anciano no es Biden, sino él; Harris tiene 59 años). Cambio también es una líder nueva de los demócratas, con otro aire. 

Donald Trump, en su visita a la sala de prensa, tras acabar el debate en ABC News.JIM LO SCALZO / EFE / EPA

Las sensaciones

Los republicanos ya se están quejando, visto lo visto, del supuesto favoritismo que mostraron hacia Harris los moderadores de la cadena ABC, Muir y Davis, sólo porque ambos rechazaron y verificaron las afirmaciones de Trump en varias ocasiones. Sin embargo, al final, fueron las respuestas de Trump y su entusiasmo por devorar cualquier cebo que Harris le pusiera por delante lo que marcó la noche.

Y eso se reflejaba en los rostros de los dos candidatos. Cada vez que su oponente hablaba, Harris adoptaba una expresión estudiada de desconcierto o incredulidad. OMG. Trump, por su parte, la mayor parte del tiempo se veía enfadado. Cómo de contenta no saldría la número dos de Biden que su gente ha filtrado a los medios que quiere un nuevo debate antes de los comicios de noviembre, cuando justo eran los demócratas, con su antiguo y débil candidato, los que se habían negado a más. Ahora se han cambiado las tornas y son los republicanos los que no lo acaban de ver, por más que Trump criticara que Harris lo pide porque anoche "perdió muy mal". 

Lo dijo el exmandatario al entrar como un toro en la sala de prensa anexa al lugar donde se celebró el debate. Un hecho inesperado que los presentes entendieron como la evidencia de que se sentía perdedor y necesitaba dar explicaciones. Lo mismo que sus inmediatos mensajes en redes sociales dándose como ganador. "Mi mejor debate de siempre", dijo. Ni siquiera su grandilocuencia pudo ocultar su evidente preocupación. Las encuestas, hasta hoy, estaban empatadas, pero de Filadelfia se lleva una derrota que puede mover los números. Una noche que remató Taylor Swift anunciando su apoyo a Kamala. Lo que le faltaba