Santos y Montenegro, la izquierda y la derecha que compite por comandar Portugal
Las encuestas de cara a las elecciones del 10 de marzo dan una ligera ventaja a los conservadores, tras la marcha anticipada de Costa por un caso de corrupción que lo señaló equivocadamente.
Portugal acude a las urnas este 10 de marzo unas elecciones que no deberían ser. Con un Gobierno socialista con mayoría absoluta, se han adelantado dos años sobre el calendario previsto por la marcha inesperada del primer ministro Antonio Costa, al que le sobrevino una denuncia por corrupción que al final no fue. Un ridículo error de nombres lo implicó, cuando el fiscal se refería a otra persona. Demasiado tarde: el progresista ya había presentado su dimisión y el presidente Marcelo Rebelo de Sousa había convocado una nueva cita con las urnas. A ella vamos.
En estas aguas revueltas, son dos los candidatos que tienen más posibilidades de vencer: el sucesor de Costa al frente del Partido Socialista, Pedro Nuno Santos, y el líder de la derecha, Luís Montenegro, del Partido Social Demócrata (SPD), que se presenta por la coalición a tres de la Alianza Democrática.
Los sondeos dan una ligera ventaja a este último. Los conservadores lograrían entre un 28 y un 35% de los votos, según las fuentes, mientras que los progresistas estarían entre el 24 y 29%. Ninguno se acerca al 41% que logró Costa en 2022, a la mayoría suficiente de los 230 escaños que componen la Asamblea de la República. Hay un tercero en discordia: el Chega (Basta) de ultraderecha, un partido liderado por André Ventura que podría llegar al 15-19% de los sufragios. Sin embargo, nadie quiere pactar con ellos y lo que se espera es un gobierno en minoría, gane quien gane -el escenario más probable-, o una repetición electoral. El 4 de febrero pasado, en unas elecciones regionales en Azores, ya hubo un precedente: la Alianza se quedó a tres escaños de la absoluta y rechazó ir de la mano de la derecha radical.
Partidos de izquierda como los que apoyaron a Costa en su primera legislatura, en la famosa geringonça, no tienen respaldo suficiente como para aliarse con Santos de nuevo: los comunistas llegarán al 2% de los sufragios y el Bloque, al 5-6%. Lo que han descartado las dos grandes fuerzas, por ahora, es una gran coalición nacional.
Santos, el rebelde que busca el centro
Pedro Nuno de Oliveira Santos (São João da Madeira, 13 de abril de 1977) está ahora en su puesto natural, de candidato a primer ministro. Es a lo que aspira desde que entró en política, con 14 años, en una carrera de temprano compromiso político y también fresco liderazgo, tanto en las juventudes de su partido como en sus centros de estudio.
Nieto de un zapatero, hijo de un empresario del calzado, es diputado y exministro y se impuso en las primarias de su partido con un contundente 62% de los apoyos. Presidió la asociación de estudiantes de su instituto y, luego, la de su centro universitario, donde cursó Económicas. Siempre con una mirada progresista que, dice a la prensa local, le viene de las desigualdades que vio en propio colegio y que le llevaron a la militancia. Fue concejal en su pueblo, presidió las Juventudes socialistas y ha estado en todos los gabinetes de Costa, durante ocho años.
En los primeros, cuando la crisis económica y el rescate amenazaban al país, Santos se distinguió por su postura contraria a los bancos alemanes y franceses. Amenazaba incluso con no pagarles -"O se ponen finos o no pagamos"- y prometía que haría que les "temblasen las piernas". Era uno de los llamados "jóvenes turcos" más a la izquierda de Costa, pero con el tiempo moderó el tono. Justo es lo que ahora más necesita, acercarse a los moderados. A los progresistas los tiene más asegurados.
Definido por su gente como "muy peleón" y "extremadamente trabajador", se vio de pronto elegido en un intento de inyectar sabia nueva. Su primer cargo: secretario de Asuntos Parlamentarios entre 2015 y 2019. En otros tiempos, quizá un puesto poco definitorio, pero no en sus años, cuando Costa había devuelto al socialismo al poder pero sin mayoría absoluta, dependiente de Bloque, Comunistas y Verdes para gobernar.
Santos fue el verdadero eje del pacto, hasta el punto de que hoy sigue siendo apreciado por sus adversarios más a la izquierda. Del ala más roja de la socialdemocracia, fue un buen canal entre todos. Entre sus principales méritos, arrancar cuatro presupuestos de estado a cuatro bandas. Si las sumas salen, que no lo auguran las encuestas, la sintonía de base para un nuevo pacto existe.
El candidato socialista no es un costista, aunque vistos sus buenos resultados en el Gobierno ahora promete continuidad con nuevos impulsos. En 2018 tuvo un choque con el aún primer ministro, al pedir en el congreso del partido que los jóvenes empujasen para su marcha. Se le vio demasiado la ambición. Costa replicó que aún no se quería jubilar. El choque generacional estaba claro y la presencia de Santos, ahora, en lo más alto, es la vuelta a la tortilla.
Un año más tarde, Santos recibió un ministerio de enorme peso, el de Infraestructuras y Vivienda, dos de los principales problemas de los portugueses. No salió bien parado, hasta el punto de que se pensó que carrera política estaba acabada, por causa de escándalos relacionados con el aeropuerto de Lisboa y la aerolínea TAP, que acabarían sacándolo del Ejecutivo.
En el primer caso, en junio de 2022, aprobó de forma unilateral una resolución sobre el nuevo aeropuerto de la capital, que Costa anuló horas después, lo que generó un choque entre ambos. El proyecto lleva más de 50 años a la espera y siempre hay problemas con la ubicación, pero Santos anunció directamente que se iba a hacer en la zona de Alcochete. Se vendió como un error de comunicación, pero lo cierto es que su jefe lo desautorizó.
No duró mucho: a finales de ese año acabó dimitiendo por una indemnización irregular pagada por la aerolínea de capital estatal a una administradora, meses después nombrada secretaria de Estado del Tesoro. La prensa desveló que su departamento había autorizado el pago de medio millón de euros a una gestora pública para que abandonase TAP, nacionalizada tras ser salvada de la quiebra por el Estado portugués con ayudas de 3.200 millones de euros. Meses después, la directiva, Alexandra Reis volvió a ser contratada en otro organismo público del mismo ministerio y, más adelante, fue nombrada secretaria de Estado del Tesoro sin devolver el dinero. Reis dimitió también tras conocerse lo ocurrido.
Santos estuvo unos meses en un plano más que discreto, hasta que en julio de 2023 volvió a su escaño. Tras las vacaciones de verano, se enroló como contertulio en un debate televisivo. A las cinco semanas, su vida era otra y se presentaba como posible candidato socialista porque había estallado un escándalo que sacaba a Costa del cuadro: unas concesiones para la explotación de litio en unas minas de Portugal y proyectos relacionados con el hidrógeno verde para crear energía limpia tenían la culpa. Luego se supo que la Fiscalía confundió en una transcripción de escuchas sobre el caso al ministro de Economía, Antonio Costa Silva, con el primer ministro del país, Antonio Costa. A Santos esta historia no le salpica, se vendió como renovación y ganó.
En campaña está haciendo lo posible por moderarse y dar una imagen de estado que se aleje del jovenzuelo rebelde, porque en ese centro se juega muchos votos frente a Montenegro. También azuza el fantasma de la ultraderecha, por si acaso hay alianza con la derecha clásica. Si su adversario se mantiene y no pacta con Chega, Santos ha prometido facilitar su investidura.
En una unión de hecho, con un hijo, seguidor del Oporto, amante del boxeo y el kickboxing, este amante de los coches que tuvo que vender su porsche porque no era "coherente" con su vida política, tiene por sueño "un país decente y con menos desigualdades". Aplaude a Costa por su empeño con los parados -en 2023 cerró con un 6,6%- y su sumida del salario mínimo -un 60% más- pero apuesta por "un nuevo impulso", "nuevas soluciones" para lograr lo que quedaba pendiente del programa en los dos años de legislatura que no han podido disfrutar los socialistas.
Se pone metas en el coste de la vivienda o los problemas del turismo desaforado, la mejora de servicios públicos esenciales (empezando por la sanidad), la reindustrialización del país y la diversificación de su economía. Habla de un "nuevo equilibrio" entre la reducción de la deuda y el aumento de la inversión pública, de recortes de impuestos -en particular para las clases medias-, subvenciones a la vivienda para facilitar el acceso a préstamos bancarios -especialmente para las personas mayores de 40 años que aún no son propietarios-, y un aumento del salario mínimo hasta al menos 1.000 euros a finales de la legislatura. Son sus reclamos para lograr la tercera victoria socialista consecutiva en Portugal.
Montenegro, la unidad de la derecha
Frente a Santos está Luís Filipe Montenegro Cardoso de Morais Esteves (Oporto, 16 de febrero de 1973), el líder del Partido Social Demócrata, que pese a su nombre no debe confundirse con el socialismo. Es en representante de la derecha clásica y, por poco, el favorito en los sondeos.
Este abogado especializado en protección de datos, hijo de abogado y estudiante en la Universidad Católica de Portugal, es además empresario, porque preside las juntas de dos grandes corporaciones: Radio Popular (comercio) y Ferpinta (industria y turismo). También se impuso en las primarias de su formación con un dato buenísimo, el 72,4% de los apoyos. Y es que lleva más de 20 años en política y se ha ganado la imagen de tipo trabajador, cerebro en la retaguardia, que ahora sale al escenario tras años de crisis en su formación.
La derecha y el centroderecha quedaron sonados con la marcha del exprimer ministro Pedro Passos Coelho, rodeado de casos de corrupción y con malos datos electorales. Su antecesor, Rui Rio, parecía el nuevo líder imbatible, pero la fortaleza de Costa le hizo daño y acabó desistiendo y abriendo la puerta a Montenegro, que ha logrado con un trabajo callado y, dicen, espíritu constructivo, que su partido tenga unidad.
Es la mayor aportación hasta el momento de un candidato que empezó como concejal en Espinho y desde 2002 es diputado nacional, una tarea que le ha permitido por ejemplo ser miembro delegado de Portugal en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, especializado como está en políticas de Defensa. Su gran labor ha estado en las entretelas de la vida legislativa porque desde 2011 ha ocupado el puesto de presidente de su grupo parlamentario. No tiene experiencia de gestión en el poder pero de la estructura del poder, de mecanismos y diálogo sí que sabe.
En esos años, su respaldo fue importante para Passos Coelho, que se enfrentaba a la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) en los años de la crisis de 2008, cuando el rescate estaba sobre la pesa y el país estaba asfixiado. La derecha tragó, cosa que Costa no hizo, aplicando políticas más sociales que le han salido bien. Los progresistas denuncian que Montenegro puede internar aplicar de nuevo las políticas de austeridad de aquellos años.
En precampaña, se le han ocurrido cosas como la iniciativa "Sentir Portugal", con la que ha pasado una semana en cada distrito para conocerlo mejor. Mucha calle, mucha cercanía y exposición, aunque en ocasiones haya tenido algún disgusto, como cuando el pasado 28 de febrero unos activistas ambientales le lanzaron pintura verde sobre la cabeza.
Ha prometido que, aunque necesite apoyos para ser proclamado primer ministro, no va a ir con Chega ni a la vuelta de la esquina. Es algo que lleva muy a gala, frente a otras derechas europeas: con radicales, no. "Nosotros nunca hemos gobernado ni gobernaremos con el apoyo de la extrema derecha ni de la extrema izquierda", proclama.
Montenegro, casado y con dos hijos, masón según la prensa -aunque él lo niega-, que fue socorrista de joven, enamorado del voleibol y el fútbol -como Santos, es del Oporto-, cocinilllas desde que hacía de pinche para ganarse un dinero, lidera una candidatura a tres: la de su Alianza Democrática más el CDS/Partido Popular (democristiano) y el Partido Popular Monárquico (PPM). Propone, entre otras cosas, una reducción general de los impuestos y un aumento de los salarios y las pensiones. Quiere subir la pensión mínima a 820 euros para 2028 y el salario mínimo a 1.000 euros, ha repetido insistente en campaña. También promete soluciones para la crisis inmobiliaria y los servicios públicos y apostar por una "recepción/integración" regulada de inmigrantes. Se ha mostrado en contra de despenalizar la eutanasia.
También hace hincapié en su oponente, Santos, a quien tilda de "radical" e "inmaduro". "Dios nos libre de él", dice. Son constantes sus llamamientos a los socialistas moderados, los que se van a sentir "huérfanos" ahora que no está Costa, para que lo voten a él por ser el hombre de las personas "sensatas" y "moderadas". Advierte del peligro de que se reedite una nueva geringonça, fue negociada por Santos. Confía en que su mensaje de limpieza y transparencia cale en un Portugal decepcionado por el caso que tumbó a Costa, por el que no hay nadie ahora mismo en la cárcel pero que sigue su curso.
Recientemente, ha tenido una polémica por aclarar aún: en diciembre, la fiscalía comenzó a investigarlo por los supuestos beneficios fiscales que logró en la construcción de su residencia. Una denuncia anónima indicó que se había ahorrado 100.000 euros de IVA al tramitar las obras de su vivienda como una reforma, no como obra nueva. Tampoco comunicó el valor del inmueble, de 500.000 euros, al Tribunal Constitucional.
Santos y Montenegro, los dos hombres llamados a gobernar Portugal si las mayorías y los opositores les dejan y que se miden en una semana, a las puertas del 50 aniversario de la Revolución de los Claveles que devolvió la democracia al país.