Qué son y cómo funcionan las elecciones europeas: todo lo que debes saber antes del 9J
Los Veintisiete afrontan unos comicios en los que el ascenso de los ultras es la gran amenaza para las instituciones. Suele haber poca participación y se imponen los debates nacionales, pero hay mucho en juego para sus 449 millones de habitantes.
Este 24 de mayo comienza formalmente la batalla por Europa. Arrancan dos semanas de campaña electoral de cara a las elecciones comunitarias, que se celebran entre el 6 y el 9 de junio en los Veintisiete socios. Una cita a la que acudir cada cinco años que llega en un momento nuevo, inédito por su importancia: nunca se ha hecho tanto juntos, nunca ha sido tan heterogénea la alianza, nunca ha habido tantos retos, nunca tantos peligros revividos.
Es hora de entender que no se trata de unas elecciones maría, que aportan poco y no marcan el día a día de nuestras vidas, porque más del 80% de la legislación que se aplica sobre los casi 449 millones de habitantes de la Unión de hoy se decide en Bruselas, no en cada parlamento. Así forjamos un espacio común que debería parecerse a lo que se soñó cuando todo comenzó: democrático, respetuoso, garantista, empático, solidario, innovador, fuerte, sensible, dinámico.
Está en tu mano elegir pero, si tienes dudas, en El HuffPost te explicamos cómo funciona el sistema y lo que está en juego este 9J.
Qué y cómo se elige
Cada cinco años, los ciudadanos de la Unión Europea eligen a los diputados al Parlamento Europeo. En esta ocasión, será del 6 al 9 de junio cuando unos 400 millones de votantes de los 27 estados miembros de la Unión Europea elegirán el nuevo hemiciclo, que tiene dos sedes: en Bruselas (Bélgica) y en Estrasburgo (Francia). Los ciudadanos tienen, así, la oportunidad de decidir sobre la dirección futura del bloque, porque de la composición del Parlamento depende también, más tarde, el poder en la Comisión y el Consejo.
Los ciudadanos pueden votar y presentarse a las elecciones en su propio país o en el país de la UE en el que vivan. Al no existir una normativa electoral común para toda la Unión, los procesos son diferentes por país, tanto en fecha como en procedimiento. Los holandeses serán los primeros en emitir sus votos y los colegios electorales se abrirán el 6 de junio. Las urnas se abren en Irlanda y la República Checa el 7 de junio y los votantes de Letonia, Eslovaquia, la República Checa, Malta e Italia acudirán a las urnas el 8 de junio. Italia y la República Checa son los únicos dos países de la UE que permiten a sus ciudadanos votar votar en dos días diferentes. Pero el principal día electoral será el 9 de junio, cuando los otros 20 estados miembros acudan a las urnas, lo que atraerá a más de dos tercios del electorado de la UE a las urnas.
En cuanto a las formas... hay de todo: listas cerradas, voto preferencial, voto único transferible, hay países con voto obligatorio... Todas las elecciones europeas deben basarse en la representación proporcional y utilizar un sistema de listas o el sistema de voto único transferible, eso sí. Cada Estado miembro funciona como una única circunscripción, a excepción de Irlanda, Italia, Polonia y Bélgica, que han dividido su territorio en varias circunscripciones regionales. En Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Austria, Italia, Eslovenia, Bulgaria, Grecia, puede expresar una preferencia y votar por uno o más candidatos. En el resto de la UE, sólo se puede votar por una lista.
La edad de los votantes varían también de un país a otro. Bélgica, Bulgaria, Grecia y Luxemburgo son los únicos países con voto obligatorio. Estonia destaca como el único país que permite la votación online. En Austria, Bélgica, Malta y Alemania se puede votar a partir de los 16 años y en Grecia, a partir de los 17. Un debate que no se ha abordado en España, país que, al igual que los 21 restantes en la Unión, decretan que la edad mínima para votar es 18 años.
Así pues, desde 1979, los miembros del Parlamento Europeo han sido elegidos por sufragio universal directo y tienen la tarea de representar los intereses de los ciudadanos. La Eurocámara es el foro clave para el debate político a nivel de la UE. Los legisladores son elegidos directamente en todos los estados miembros para representar los intereses de los votantes en la elaboración de leyes UE y para garantizar que otras instituciones funcionen democráticamente.
Junto con el Consejo Europeo, que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno a 27, el Europarlamento comparte el poder de modificar y adoptar propuestas legislativas y decidir sobre el presupuesto de la UE. También supervisa el trabajo de la Comisión Europea (que es el brazo ejecutivo del bloque) y otros órganos de la UE, y trabaja con los parlamentos nacionales de los estados para obtener sus opiniones sobre la legislación futura.
Legisla sobre una amplia gama de áreas que la mayoría de la gente considera prioritarias hoy en día: el medio ambiente, la seguridad, la migración, la política social, los derechos de los consumidores, la economía, el estado de derecho y mucho más.
"Las elecciones europeas son una oportunidad de reforzar la democracia. Ahora la democracia es a la vez un privilegio y una responsabilidad y votar es clave para preservarla", en palabras del director de comunicación y portavoz de la Eurocámara, Jaume Duch. "Usa tu voto" es el lema elegido por el Parlamento Europeo, con el que justamente se busca no dar la democracia por sentada.
Los números en juego
En esta convocatoria se va a elegir su composición para la décima legislatura, con 720 eurodiputados, 15 más que en las anteriores elecciones de 2019, un reajuste tras los coletazos del Brexit y la salida de Reino Unido del club comunitario. A España le tocarán 61 de esos asientos, la cuarta nación con más representantes. El número más pequeño de eurodiputados de cualquier país es seis (Chipre, Luxemburgo y Malta) y el mayor, 96 (Alemania), siempre basándose en el principio de proporcionalidad decreciente, según el cual cada eurodiputado de un país grande representa a más personas que un eurodiputado de un país de menor tamaño.
España no tiene un porcentaje mínimo de voto para entrar en la Eurocámara, pero otros países sí que lo pintan. Aunque es habitual que no haya suelo, algunos Estados miembros como Francia, República Checa o Polonia lo sitúan en un 5%, Austria o Italia tienen un 4%, Grecia se sitúa en un 3% y Chipre en un 1,8%.
Una vez elegidos, los diputados conforman los distintos grupos políticos, según sus creencias compartidas. Actualmente hay siete grupos trabajando en la Eurocámara: Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos), Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, Renew Europe Group (liberales), Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea, Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, Grupo Identidad y Democracia (estos dos últimos, de extrema derecha) y Grupo de la Izquierda en el Parlamento Europeo - GUE/NGL.
Cualquiera que quiera formar un nuevo grupo político en el Parlamento necesita el apoyo de 23 eurodiputados de al menos siete Estados miembros. Los eurodiputados que no tienen ninguna afiliación política se denominan miembros no inscritos y en los últimos tiempos han cobrad cada vez más importancia. Veremos qué ocurre este año, cuando se conozcan las adhesiones de cada cual.
Uno de los principales problemas que tiene siempre esta elección es el de la participación. Ha caído constantemente en todas las elecciones, desde 1979 hasta 2014, cuando alcanzó un mínimo histórico del 42,5%. Los ciudadanos se sienten distantes de la cita y, luego, distantes de lo que se decide porque no se animaron a votar y a elegir.
Sin embargo, en las elecciones de 2019 la participación aumentó a su nivel más alto desde 1994, un 50,6%, y las encuestas sugieren que la participación aumentará nuevamente este año. Por ejemplo, las mejores expectativas se esperan en España, con un 64% de participación según el Eurobarómetro, lo que demuestra de nuevo el alto sentimiento europeísta de nuestra sociedad. La misma encuesta del Eurobarómetro señala que el coste de la vida (31%), la salud (26%) y la situación económica (26%) son los temas más importantes. para los votantes de la Unión Europea, a marzo de 2024. La defensa y la seguridad, por culpa de la invasión rusa de Ucrania, se ha colado también entre los mayores temores de los europeos, pero aún más asociado a lo económico que a lo puramente militar.
Sondeos, resultados y tendencias
El recuento de votos se realizará simultáneamente en todos los socios, comenzando con la publicación de la primera estimación nacional a las 18:15 horas del 9 de junio, culminando con las primeras proyecciones previstas para las 20:15 horas.
A partir de ahí, comenzará una maratón europea, de la noche a la mañana: en el icónico hemiciclo, el personal parlamentario actualizará gradualmente los resultados de todos los Estados miembros. Pero no habrá una imagen clara de quién gana hasta el amanecer del 10 de junio, cuando la UE se despertará con una idea más sólida de qué mayorías podrían surgir entre los 720 eurodiputados recién elegidos.
Lo que dice la media de encuestas de medios como como Euronews, Euractiv, POLITICO y The Economist es que el Partido Popular Europeo (PPE), los conservadores clásicos, lideran la intención de voto. Seguirían siendo, como ahora, la fuerza más votada, aproximadamente con el 23% de los votos y 180 escaños. Le seguiría la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), con 139, que conservaría igualmente el segundo puesto que ahora ostenta. En el tercer y cuarto está más en disputa, entre el grupo de extrema derecha Identidad y Democracia, que lograría una cifra récord de 82 a 85 escaños, y los liberales de Renew, entre 83 y 86. Puede haber vuelco, porque los centristas están perdiendo apoyos en las encuestas más recientes.
En quinta posición estaría el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, con 75 asientos, aunque también están esprintando y algunas encuestas auguran que podrían acabar superando a los liberales, con lo que los ultras ocuparían los puestos tercero y cuarto de la Eurocámara. A ellos se suman los 50 representantes del Grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, los 55 de partidos nos adscritos y los 37, finalmente, del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica.
Los populares crecen, los socialistas se estancan o bajan, como lo hacen los liberales, los verdes y la izquierda, y es la amalgama de ultras y de fuerzas aún no adscritas a ninguno de los siete grupos actuales la que tiene visos de crecer y mucho en la cita de dentro de un mes. La enorme duda es si esa subida podría situar a la extrema derecha con un rol clave entre los dos principales grupos, conservadores y socialistas que, aunque ideológicamente opuestos, cooperan para garantizar el funcionamiento de las instituciones de la UE en una gran coalición.
Hasta ahora, la postura era clara: populares, socialistas y liberales iban juntos, apoyados puntualmente por verdes e izquierda, manteniendo un bloque de poder marcado por la apuesta por Europa y la defensa del Estado de derecho. Esa suma principal a tres, si Renew no se hunde más, es posible. Sin embargo, ante el ascenso que auguran los sondeos a los radicales de derechas, todo puede cambiar. El PPE sólo les impone una serie de líneas rojas para pactar con ellos: tienen que apoyar a Ucrania por la invasión rusa, defender su entrada en la UE y en la OTAN, defender el estado de derecho y no mostrarse euroescépticos en público. Por lo demás, la puerta está abierta.
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores constata en un análisis que los ultras pueden ser primera fuerza en nueve estados (Austria, Bélgica, Eslovaquia, Francia, Hungría, Italia, los Países Bajos, Polonia y la República Checa) y ocupar el segundo o tercer lugar en otros nueve países (Bulgaria, Estonia, Finlandia, Alemania, Letonia, Portugal, Rumania, España y Suecia). Casi la mitad de los escaños del Europarlamento pueden acabar en manos de formaciones ajenas a los tres grandes grupos de cabeza, en un momento de conservadurismo y fragmentación.
Lo que está en juego
Aunque Europa pesa, en estas elecciones prevalecen aún las preocupaciones domésticas, por lo que es bastante común que se use como para dar un voto de castigo a los actuales gobernantes de cada nación. Y en ese río revuelto del descontento y la falta de confianza en las formaciones clásicas y en el sistema instaurado es donde se están haciendo grandes las formaciones populistas y extremistas que las encuestas dan por las nubes el 9J.
El voto de la ira tiene riesgos y la presencia de estos grupos ya se ha dejado notar en esta legislatura que se cierra: ha habido complicaciones para asegurar mayorías en torno a las ayudas a Ucrania o las sanciones a Rusia, frenos al Pacto Verde y la transición ambiental en el campo, exigencias admitidas en el Pacto de Migración y Asilo...
Lo que está en juego en las nuevas elecciones es el proyecto común, la gobernabilidad de Europa, porque las formaciones antisitema que están creciendo son marcadamente antieuropeístas. O, mejor dicho, han pasado de rechazar las instituciones europeas y sus burócratas a entender que desde Europa también pueden poner en marcha sus planes, por lo que sí, apuestan por Europa, pero por una muy alejada de los principios fundacionales con los que fue alumbrada. La composición del nuevo parlamento decidirá el futuro, si va por la senda de la división o de la unidad, del nacionalismo o del paneuropeísmo, de la reducción del poder de Bruselas o de la delegación de más competencias.
Más de 250 líderes políticos, premios Nobel y organizaciones civiles han suscrito una carta abierta que piden a los líderes de la UE un compromiso con la defensa de la democracia, que ven en riesgo. "Asegurar democracias sólidas en los Estados miembros de Europa es la base para combatir desafíos como el extremismo, la interferencia electoral, la propagación de información falsa o las amenazas a los periodistas", afirman en una misiva, avalada por líderes políticos como José Luis Rodríguez Zapatero, Michele Bachelet, Herman van Rompuy, o Gordon Brown, así como por diversas organizaciones y colectivos, de Reporteros sin Fronteras al Instituto de Investigación Democrática (Democracy Research Institute).
¿Quién manda?
Cuando se vota en las elecciones europeas, ya hemos visto que lo que se elige directamente es el Parlamento, pero además de para su formación directa, las papeletas sirven para determinar más tarde el resto de las instituciones comunitarias.
La nueva Comisión Europea, por ejemplo, debe ser avalada por los recién elegidos parlamentarios. De ellos depende el reparto de comisarios, que se hace con proporcionalidad geográfica, y también de los llamados top jobs, los puestos más decisivos de la UE: la presidencia de la CE (hoy Ursula von der Leyen, de Alemania), la del Consejo europeo (en manos de Charles Michel, belga), la del propio Parlamento Europeo (Roberta Metsola, de Malta) y los puestos de jefe de la diplomacia comunitaria (el español Josep Borrell) y responsable del Banco Central Europeo (la francesa Christine Lagarde). No sólo la Eurocámara tiene voz, estas decisiones han de pactarse con el Consejo y los jefes de Estado y de Gobierno.
Para todo ello, será clave el peso poblacional de cada estado miembro y el de los distintos grupos que se creen en el Parlamento. Por ejemplo, para presidir la Comisión se añade la condición de que el nombre del elegido ha de contar con el respaldo de 15 de los 27 estados (mayoría cualificada se llama) pero que representen al menos al 65% de la población europea. Si un país de mucho tamaño, como España, se planta ante un nombre, no sale adelante. Las negociaciones en 2019, tras las últimas elecciones, fueron maratonianas.
Antes de que decidan los estados, la decisión está en su sobre. ¡A votar!