Qué es y cómo se emplea la táctica del salami
Es empleada tanto a nivel nacional como internacional.
La táctica del salami consiste en dividir a la oposición para conseguir objetivos políticos, y es empleada tanto a nivel nacional como internacional. En el primero, para debilitar a los grupos opositores dividiéndolos entre sí. En el segundo caso a través de pequeñas provocaciones que por sí solas no pueden llevar a un conflicto, pero que en conjunto avanzan los objetivos del Estado que las emplea y debilita la capacidad de los adversarios.
Este término viene del húngaro szalámitaktika, surgió en los años de posguerra, durante la consolidación del Gobierno comunista, y se atribuye a las acciones del entonces líder del Partido Comunista, Mátyás Rákosi, según ha publicado el medio El Orden Mundial.
Rákosi, tras obtener el 17% de los votos en las elecciones de 1945, se propuso llegar al poder de forma similar a comer un salami: cortando a los otros partidos rebanada a rebanada. De esta forma, comenzó con el presidente del Partido Independiente de los Pequeños Propietarios, quien tras diversas acusaciones de corrupción fue sustituido por un candidato más débil.
El Partido Comunista ganó tras la celebración de nuevas elecciones en 1947. Y Rákosi continuó la táctica del salami con el Partido Socialdemócrata. Al año siguiente, ambas formaciones se fusionaron en el nuevo Partido de los Trabajadores, que gobernó Hungría hasta la revolución de 1956.
Aquel año la formación se reorganizó en el Partido Socialista Obrero Húngaro, que dominó el país hasta la caída del comunismo en 1989. Tras esto, la táctica del salami se dio en otras repúblicas socialistas, como Polonia y Bulgaria.
Tres aspectos clave
En el ámbito internacional, la táctica se basa en tres aspectos clave, según ha plasmado el mismo medio. En primer lugar, debe guiarse por objetivos claros y difíciles de discernir por el adversario.
En segundo lugar, las pequeñas acciones deben generar concesiones sin incitar una reacción significativa. Y, por último, los objetivos deben conseguirse de forma gradual.
Para ello, los países pueden apoyarse en actividades económicas, diplomáticas e, incluso, amenazar con el empleo de la fuerza. En todas ellas la valoración correcta del equilibrio de las fuerzas de cada país es esencial.