Primero el júbilo, luego el miedo al vacío: ¿qué puede pasar ahora en Siria sin Assad?

Primero el júbilo, luego el miedo al vacío: ¿qué puede pasar ahora en Siria sin Assad? 

El fin de la era Assad trae el cierre de una etapa antidemocrática y criminal pero abre la puerta al caos de su relevo: ¿mandarán los islamistas con la sharia por bandera? ¿Habrá un gobierno de unidad nacional estable? ¿Quién influirá desde fuera?

Un grupo de rebeldes -uno de ellos, con la bandera del ISIS como parche- festejan la toma de Damasco, el 9 de diciembre de 2024.Mohamed Azakir / Reuters

Bachar al Assad es un déspota brutal. Ya era difícil superar a su padre, Hafez, pero lo ha logrado: ha matado indiscriminadamente (a medio millón de sus ciudadanos), ha hecho desaparecer a civiles y opositores (más de 100.000), ha obligado a seis millones de personas a dejar sus casas (moviéndose en el país o yéndose al exterior), ha empleado contra ellos armas químicas, bombas de barril, tácticas de asedio y hambre, detenciones masivas, torturas y asesinatos. Sin piedad. 

Que el dictador de Siria haya caído es, por todo eso, una alegría natural para la población que ha estado sometida a su yugo y para cualquier persona que defienda el imperio del derecho internacional. Palabras como paz, esperanza o estabilidad tienen ahora, sorprendentemente, algo de posible, de factible. 

Las muestras de júbilo se suceden sobre todo en la capital, Damasco, ahora tomada por los rebeldes que, en una ofensiva relámpago de 11 días, han derrocado al Gobierno que les fue imposible apartar en 13 años de contienda abierta. La guerra no está acabada, porque el país sigue atomizado, con facciones enfrentadas e intereses cruzados, pero el rey ha escapado a Rusia y se abre un tiempo nuevo, desconocido para una de las potencias históricas de Oriente Medio, sometida al dictado de una familia desde hace más de 50 años.  

El régimen parasitario ha ido desangrando al país hasta el punto de que incluso los miembros de su propia comunidad alauita -minoritaria, el 17,2% de la población, pero privilegiada en el poder-, que habían enviado a sus hijos a morir en la guerra de Assad contra su propio pueblo, estaba ya desmoralizada, perdida la esperanza tras años de profundización de los problemas económicos y sociales, incapaces de creer en su líder. Puede que ni siquiera parte de ellos, pese al vuelco que supone este cambio, esté triste por su marcha. 

Hay también una población que ha sufrido menos, funcionarios por ejemplo, que también rechazaban ya a Assad por el sufrimiento que estaba generando entre hermanos y que le reprochaban su incapacidad para negociar un acuerdo político con sus oponentes, que podría haber estabilizado al país y ponerlo en una trayectoria diferente. Tampoco eso llegó en 13 años, por pura soberbia, por los apoyos de los grandes amigos -Rusia, Irán, Hizbulá- que ahora flaqueaban

El hecho de que no se pueda hablar de contienda acabada y de que nadie sepa ahora en manos de quién quedará el poder hace que esa felicidad comprensible se torne incertidumbre. ¿Y si hay vacío de poder e impera el caos? ¿Y si el mando queda en manos de islamistas, de yihadistas que tienen en la sharia su ley? ¿Y si las peleas intestinas derivan en una segunda guerra civil siria? Los fantasmas de primaveras mal rematadas, como la de Libia, no dejan de sobrevolar a los analistas, que insisten en que desaparecido el objetivo común (echar a Assad) puede regresar la pelea entre laicos o religiosos, suníes y chiíes, wahabíes y kurdos. 

Hay que conocer primero cómo se ha llegado hasta aquí para entender el dibujo del escenario. La ofensiva, iniciada el 27 de noviembre, estuvo liderada por la fuerza rebelde más poderosa, el Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al-Sham, HTS), un grupo islamista que es una antigua filial de Al Qaeda, calificado de organización terrorista por la ONU o Estados Unidos, entre otros. 

Su líder, Abu Mohammad al Jolani, que declaró públicamente su deseo de conquistar Damasco y ahora parece el principal tomador de decisiones, una vez luchó con el Estado Islámico (ISIS, Daesh o EI), hasta el punto de que hay una recompensa de 10 millones de dólares estadounidenses por su cabeza. Nadie la ha borrado tras su gesta en Damasco. Al Jolani ha intentado denodadamente distanciarse del ISIS y de Al Qaeda, que es la otra organización yihadista de la que nació, de hecho, con el nombre de Frente al Nusra. Su nombre se hizo tristemente famoso en España por el secuestro de los periodistas Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre.

El HTS ha gobernado la provincia noroccidental de Idlib durante casi seis años, a través de un Gobierno dirigido por civiles, un tiempo en el que ha tratado de rebautizar al grupo como un movimiento islamista más moderado. No quiere que se lo compare con el ISIS o con los talibanes. No quiere, como el Daesh, un califato o emirato mundial, sino que son nacionalistas sirios que apostaban por la liberación de su país. Ahora, a quien se le acerca, le dejan caer comparaciones con Hamás, en Palestina, o los Hermanos Musulmanes de Egipto. No pueden ocultar que han mandado estos años con mano de hierro. Hay denuncias de abusos por parte de ONG locales y agencias de la ONU que trabajan sobre el terreno, se pongan el apellido que se pongan. 

No es el rostro que venden. Prefieren recordar que, según avanzaban hacia Damasco, se han tratado de acercar a todas las tribus y a antiguos oponentes, negociando acuerdos de rendición a la vez que se ordenaba la protección de las minorías. Los enviados del líder del HTS iban calle a calle haciendo listas de las necesidades de la población, dicen los levantados y constata la prensa internacional sobre el terreno. 

Abu Mohammad al Jolani, habla a sus seguidores en la Mezquita de los Omeyas de Damasco, el 8 de diciembre de 2024.Mahmoud Hassano / REUTERS

Si Jolani, de 42 años, logra su ambición de gobernar, eso creará enigmas para las potencias occidentales y las agencias internacionales sobre cómo deben relacionarse con él y con HTS. Por ahora, ha dicho que no tiene intención de ser el presidente o el primer ministro del país (Mohamed Ghazi al Jalali, quien ocupaba este cargo con Assad, sigue en el cargo, con el permiso de los rebeldes), que aboga por un gabinete de unidad que represente a todas las sensibilidades, facciones y ramas del Islam

Esta misma tarde se ha sabido que los insurgentes han encargado a Mohamed al Bashir, el presidente del Gobierno de Salvación -la administración de facto en la provincia septentrional siria de Idlib controlada por el Organismo de Liberación del Levante-, formar un Ejecutivo para la transición en todo el país. Este Gobierno de Salvación, explica EFE, es una suerte de rama política y civil del Organismo de Liberación del Levante creada en Idlib, provincia en el noroeste de Siria y bastión opositor. 

Hoy mismo se iba a llevar a cabo una "reunión tripartita" en Damasco para determinar el traspaso de poder y evitar que el país entre en un estado de "caos". Los tres que se sientan a la mesa son el HTS, encabezada por Jolani (cuyo nombre de guerra es Ahmed Al Sharea); el primer ministro sirio, Mohamed Ghazi al Jalali y el propio presidente del Gobierno de Salvación, Mohamed al Bashir. 

En las entrevistas que inteligentemente está dando a medios internacionales, Jolani habla de un consejo nacional de transición y de legitimidad constitucional pero, ¿superará su islamismo a su apuesta por la democracia? ¿Es real su plan de concordia? ¿Son las suyas palabras vanas, como aquellas de postureo de los talibanes al recuperar el poder en Afganistán, en 2021? 

Por mucho que los ojos se posen en el HTS, hay que insistir en que es sólo uno de los numerosos grupos de la oposición, que son los restos de la rebelión original que se levantó contra Assad en 2011 y que también han participado, en mayor o menor medida, en el asalto a la capital. Si los islamistas llegaron desde el norte, siguiendo la ruta de Alepo, Homs y Hama, también ha habido grupos armados, mixtos, llegados desde el sur, que van a reclamar su pedazo de tarta. También se han coordinado más que razonablemente con las facciones apoyadas por Turquía, que operan bajo el paraguas del Ejército Nacional Sirio. 

Sin embargo, ya en el pasado, estas facciones se han enfrentado entre sí. Nadie descarta que ocurra de nuevo. La verdadera prueba llegará cuando las facciones busquen dividirse el botín de la victoria y el poder. Que la calma regrese y entonces vendrán los bocados. Por la tendencia de los grupos en litigio, hay una amenaza que parece especialmente real: una mayor radicalización del país que ha sido siempre un zoco de mezclas, gobierne quien gobierne. 

Además del riesgo de enfrentamientos entre rebeldes, habrá temores de que el ISIS, que una vez controló grandes partes del norte y noreste de Siria dentro de su fallido califato, intente explotar el caos y regresar por sus fueros. Eso puede incluir atentados en Occidente, también.

Aún así, hoy hay cierta esperanza al ver que los pasos dados hasta alcanzar Damasco dan cuenta de una cierta cooperación entre esas partes. Como si hubiese un plan de demolición controlada de la dictadura. Parece que hay método, un plan. El HTS y Jolani repiten que hay una hoja de ruta, que hay muchas voces implicadas y que saben que hay que incluir a todas las minorías del país, y eso calma algo las cosas. "La gran revolución siria ha pasado de la etapa de lucha para derrocar el régimen de Asad a la lucha para construir juntos una Siria que esté a la altura de los sacrificios de su pueblo", declaró la coalición de fuerzas rebeldes en un comunicado sobre la transferencia de poder.

Dependiendo de las sumas que se den, llegará o no además un reconocimiento internacional esencial para que fluyan las ayudas y el país se recomponga, algo pendiente, por ejemplo, en Afganistán. 

"Aunque el futuro de las bases rusas, las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos en el noreste de Siria, el gobierno interino, las actividades antiterroristas y el nuevo papel de Siria en la región pueden tardar meses en tomar forma, hoy está claro que Siria será gobernada por una coalición de oposición con el apoyo de la mayoría de los sirios", sostiene Rich Outzen consultor geopolítico y miembro del Programa de Turquía del Atlantic Council, un tanque de pensamiento norteamericano que ha desplegado a 16 expertos para analizar lo que puede llegar de Siria en los próximos días. 

"La caída del régimen de Assad podría allanar el camino para la reforma política, la democratización y la reconstrucción de una nación devastada por la guerra. Una vez que Assad haya salido del poder sin resistencia, existe la oportunidad de crear un gobierno inclusivo que represente a la población siria, étnica y religiosamente diversa, fomente la recuperación económica y permita el regreso de los refugiados y los desplazados internos", añade, por su parte, Qutaiba Idlbi, miembro del Centro Rafik Hariri y de los Programas de Oriente Medio del Atlantic. "La reanudación de la respuesta humanitaria con base en Damasco dirigida por las Naciones Unidas en toda Siria para evitar que la situación se transforme en caos también es un paso importante que hay que apoyar", añade, con EEUU a la cabeza.

Asume que hablar con los islamistas del HTS "planteará desafíos", pero hayque afrontarla y garantizarse que se convierte en un "actor aceptable dentro de la escena siria", que ya no representa una amenaza para la seguridad de Estados Unidos o de la región.

Lo que queda del régimen

Los restos del equipo de Assad son eso, jirones. El mandatario ha escapado a Rusia, refugiado con su familia (su esposa Asma, además, sufre leucemia), y buena parte de su corte ha escapado, se cree que vía Líbano. El palacio presidencial donde el dictador lucía sus historias en Instagram ha sido tomado por los insurgente, en el que es prácticamente el único gesto de violencia en estas horas: destrozo sobre dorado y mármol para quien, apenas el 11 de noviembre, era agasajado en Riad, en la cumbre de líderes de países árabes e islámicos. 

El Partido Árabe Baaz, troncal en la historia reciente de Oriente Medio, ha quedado despedazado. Por más que el control de Assad sobre el poder fuese mucho más tenue de lo que se percibía en general a nivel internacional, una cosa es debilidad y, otra, expulsión de raíz. 

Nadie sabe dónde están los 15.000 fieros efectivos de élite sobre los que se supone que recaía la seguridad de la capital. Los comandaba Maher al Assad, el hermano del mandatario, el mismo que había convertido al país prácticamente en un narcoestado con la venta de captagón (una droga sintética), según denuncias de inteligencias occidentales. 

Rusia ha informado de que Assad, desde Moscú, pide una transferencia "pacífica" del poder, dando a entender que su salida fue relativamente negociada y pactada como la primera fase del cambio. El primer ministro que se ha quedado en Damasco, Al Jalali, lo niega: sostiene que el dictador quería la anarquía. 

Cuando en 2011 se produjeron levantamientos populares contra regímenes autoritarios en Oriente Medio, en las llamadas primaveras árabes, una ola de optimismo se extendió por toda la región, pero fue demasiado breve. Siria, en particular, empezó con una pintada anti Assad, siguió con una represión aterradora y, al fin, se sumió en una devastadora guerra civil. 

Suenan ecos de Egipto, donde el Ejército tomó el poder en un golpe de Estado con apoyo popular dos años después de que el veterano presidente Hosni Mubarak fuera derrocado y ahora está gobernado por uno de los regímenes más autocráticos de la región, tras expulsar al gabinete del islamista Mohamed Morsi. También de Libia, donde hubo un coqueteo momentáneo con la democracia antes de que las facciones armadas rivales se enfrentaran entre sí, tras acabar con Muamar el Gadafi; hoy la nación sigue fragmentada, sumida en el caos.

El desafío que enfrenta Siria ahora que finalmente Assad ha sido derrocado es si puede sortear los obstáculos y evitar las calamidades que asolaron a otras naciones después de la caída de sus déspotas y comenzar el abrumador proceso de reconstrucción y reconciliación. Hay una losa sólida sobre la que empezar a caminar: este cambio se produce cuando en que la mayor parte del mundo se daba a Siria por perdida y se iban a normalizar las relaciones son Assad. Se ha demostrado al mundo que esto hubiera ido contra el sentir popular. La legitimidad es notable. 

Captura de un vídeo que muestra pillaje en el palacio presidencial de Al-Rawda, en Damasco, el 8 de diciembre de 2024.via REUTERS

Los factores externos

Desde fuera, EEUU ya ha dicho que estamos ante una "oportunidad histórica", aunque llena de riesgo e incertidumbre. La crisis actual es una derivada de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la ofensiva israelí lanzada sobre Gaza desde entonces, un oleaje indirecto en el que Washington ha ayudado, debilitando a la par a Rusia y a Irán, los mayores aliados de Assad junto a Hizbulá. Joe Biden, el presidente norteamericano, ha dicho en público que está atónito por la rapidez y contundencia del golpe de los rebeldes y, también, que hay que ser muy cautos ahora. 

El mayor miedo es a que se genere un vacío de poder. Su apuesta es que se alcance rápido un equilibrio de fuerzas entre los sublevados, que estabilice las cosas antes de que se den dos situaciones: una, que los islamistas se erijan en los líderes del relevo, gente a la que cataloga Washington de terrorista y no representativa del sentir de los sirios; y dos, que llegue al Despacho Oval Donald Trump, quien no tiene intención de mirar a Siria. "Esa no es nuestra lucha", ha dicho al saber de la defenestración de Assad. "Esto es un lío". 

En 2019, el republicano quiso sacar a sus fuerzas de Siria, donde cree que no se les ha perdido nada y le cuestan demasiado, pero se lo pensó mejor para no permitir el renacimiento del ISIS y una mayor expansión del poder ruso en la zona. 

Mientras se aclara la Administración, EEUU tiene alrededor de 900 efectivos militares en la zona para apoyar la lucha contra ISIS. El Pentágono ya ha dicho que su gente va a seguir en el país, otro gran debate por venir, el de la presencia tolerada o no de fuerzas extranjeras con un nuevo Gobierno en Damasco. 

En el pasado, el presidente Barack Obama autorizó un respaldo limitado a lo que consideraba rebeldes moderados en otras partes del país, pero luego abandonó esa medida cuando los extremistas comenzaron a dominar el campo de batalla y Rusia entró en la guerra en nombre de Assad. Desde entonces, Washington ha respaldado un proceso de las Naciones Unidas para lograr una solución negociada entre Assad y las fuerzas de la oposición. Es probable que esto se traduzca en un llamamiento estadounidense a que se alcance una solución mediada entre los rebeldes y los restos del régimen de Assad, de nuevo. Será la última gran tarea del secretario de Estado saliente, Antony Blinken.

El subsecretario adjunto de Defensa para Oriente Medio, Daniel Shapiro, ha pedido públicamente a todas las partes que protejan a los civiles, en particular a las minorías, y que respeten las normas internacionales. "Somos conscientes de que las circunstancias caóticas y dinámicas sobre el terreno en Siria podrían dar a ISIS espacio para encontrar la capacidad de volverse activo, de planificar operaciones externas, y estamos decididos a trabajar con esos socios para continuar degradando sus capacidades", ha dicho.

Aparte de los norteamericanos y de grupos rebeldes musulmanes suníes ya citadps, en Siria hay fuerzas lideradas por los kurdos (que Estados Unidos respaldó en la lucha contra el Daesh), que controlan una franja del noreste de Siria. Turquía, sin embargo, las considera una extensión de los separatistas kurdos que han luchado contra el estado turco durante décadas. Las tropas turcas han estado desplegadas durante varios años en el norte de Siria para hacer frente a los militantes kurdos y sus vínculos con los grupos rebeldes suníes. 

Esto significa que Ankara es ahora posiblemente el actor más poderoso en su vecino, y desempeñará un papel fundamental en lo que viene después. "Ankara ahora tiene una influencia económica, diplomática y militar inigualable sobre el proceso de estabilización y reconstrucción, y la buena voluntad de una abrumadora mayoría de sirios", escribe Outzen.

Los turcos, sin embargo, tienen una relación compleja, a veces incómoda, con HTS, grupo al que también ha designado como organización terrorista. Será clave en lo por venir, porque tiene mucho en juego: desde el regreso de los refugiados sirios que tensionan su país (son casi 3,2 millones de los casi seis se que exiliaron por la guerra) a una zona de amortiguación en la frontera, pasando por un menor poder del PKK.

Los países vecinos a Siria, entre ellos Israel, Jordania y Líbano, también serán cautelosos en este nuevo tiempo, como los del Golfo Pérsico, que en los últimos tiempos habían vuelto a acercarse a Assad, reabriéndole la puerta de la Liga Árabe o recuperando lazos diplomáticos. En esa zona del planeta, los movimientos islamistas se ven siempre como fuerzas desestabilizadoras, asi que difícil que apoyen a grupos como el Organismo de Liberación del Levante. 

A los vecinos de Siria les convenía tener a Assad debilitado, sin hacer demasiado ruido, mientras que Israel quiere desde hace tiempo que se ponga fin a la presencia de Irán y Hizbolá en su frontera norte. La ha intentado mitigar con ataques sistemáticos en estos 13 años de contienda y, este mismo lunes, se ha sabido que sus tropas han entrado en los Altos del Golán, más allá de la zona ya ocupada en suelo internacionalmente reconocido como sirio. Dicen que es por seguridad, preocupado como está Tel Aviv ante la posible perspectiva de un Estado frágil y con grupos islamistas a la cabeza. 

No han sido los únicos en aprovechar el río revuelto: EEUU han lanzado en las últimas horas una andanada contra 75 objetivos del ISIS y Turquía ha matado a 12 personas en un ataque con un dron contra una vivienda en las afueras de la ciudad de Ain Isa, en el norte de Siria, controlada por los kurdosirios.

Rusia, en cambio, tiene ahora la de perder, porque se le ha ido su amigo Assad, y su poder de influir en el futuro de Siria se reduce. En la memoria quedan sus asedios sin misericordia de ciudades de mayoría opositora. Ahora está por ver su capacidad para negociar en la transición y qué va a pasar con sus dos grandes activos en el país: la base naval de Tartus (su única salida actual al mar Mediterráneo) y la aérea de Khmeimim. 

"La situación en Siria es compleja, pero Rusia defiende sus intereses consecuentemente, y en particular, respecto a sus bases militares”, afirmó a la agencia rusa Interfax el presidente del comité de Defensa de la Duma (la Cámara de diputados), Andréi Kartapólov. Otra declaración más, del senador ruso, Konstantin Kosachev: ha declarado que la prioridad de Moscú ahora es la seguridad de los ciudadanos rusos en Siria y que "los sirios seguirán teniendo nuestro apoyo, pero en caso de una guerra civil los sirios tendrán que asumirla por sí mismos".

Fundamental es que todos piensen, por encima de intereses particulares, en los sirios. "La infraestructura básica existe para brindar ayuda inmediata al pueblo sirio, pero necesita financiación y apoyo político de Estados Unidos, junto con los países europeos y de Oriente Medio", reclama Thomas S. Warrick, exsubsecretario adjunto de política antiterrorista en el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU. "La cuestión inmediata para la administración Biden es si debe permitir que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y otras agencias de ayuda respaldadas por Estados Unidos envíen ayuda urgente a Siria", expone, dejando el balón en el tejado de la mayor potencia del mundo, en una coyuntura en la que Trump pretende cerrar el grifo. 

"El gobierno entrante de Trump tendrá distintas voces que competirán por hacerse oír. El ala aislacionista argumentará que otros gobiernos deberían tomar la iniciativa en Siria después de la guerra. Si bien esas voces no están totalmente equivocadas, otras le recordarán a Trump que debilitar la influencia iraní, apoyar la seguridad de Israel y lograr la paz en el Líbano son, en conjunto, uno de los mayores logros que un gobierno de Trump podría aspirar a lograr. La paz en Oriente Medio es una de las mayores ambiciones de Trump y, si escucha a los asesores adecuados, podría avanzar mucho en su camino hacia la consecución de esa meta", concluye.

La rendición de cuentas

Con Assad en Rusia, es complicado que haya alguna vez rendición de cuentas por sus crímenes, pero en una sociedad ideal habría que aspirar a ello. Hay varias vías posibles para ello. En primer lugar, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI) puede exigir cuentas a Assad y sus exfuncionarios abriendo rápidamente un examen preliminar sobre los crímenes transfronterizos en el conflicto sirio. El mandato de la CPI en la materia se limitaría a los crímenes contra la humanidad de deportación, persecución y otros actos inhumanos cometidos contra civiles sirios que huyeron a Jordania, un Estado miembro de la CPI. 

Sin embargo, iniciar un examen preliminar sobre estos crímenes enviaría una fuerte señal de que la CPI es apta para su propósito y de que Assad no seguirá disfrutando de impunidad por algunos de los peores crímenes cometidos en este siglo. Y los Estados miembros de la CPI pueden apoyar este impulso haciendo sus propias remisiones a la corte, similares a las que hicieron sobre Ucrania , Palestina y Afganistán. Al mismo tiempo, se deben hacer esfuerzos para alentar a cualquier gobierno interino en Siria a aceptar la jurisdicción de la corte, de manera similar a cómo lo hizo Ucrania en 2014 , con una vía hacia la eventual membresía en la CPI una vez que se establezca una estructura de gobernanza adecuada y se aprueben las leyes.

Bashar al Asad y Vladimir Putin en un encuentro en Rusia el pasado noviembre.Mikhail Klimentyev via Getty Images

En segundo lugar, Francia puede seguir adelante con su caso abierto a Assad. En junio, un tribunal de apelaciones francés confirmó una orden de arresto contra e mandatario, entonces jefe de Estado, por ataques con armas químicas contra la población civil de Siria. Esto sentó un precedente, debido a las dudas sobre la inmunidad de Assad como jefe de Estado. Ahora que esa cuestión ya no está en disputa, los procedimientos deberían seguir adelante y con la opción de juicios en ausencia en el sistema francés, donde el acusado no tiene que comparecer físicamente. 

Esto significa que la supuesta presencia de Assad en Moscú con una negativa a comparecer o la imposibilidad de ser extraditado será irrelevante para las pruebas que se escuchan sobre este capítulo crítico del conflicto de Siria. Este caso en Francia es sólo uno de los muchos procesos de jurisdicción universal que se están llevando a cabo actualmente, en curso o previstos en tribunales nacionales con la capacidad de procesar a los presuntos autores en el conflicto sirio por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Todos esos procesos deben continuar y recibir el apoyo de países externos, en particular porque más funcionarios del antiguo régimen de Assad responsables de violaciones pueden tratar de abandonar Siria en este momento.

Por último, también hay preguntas sobre qué sucederá con el caso que los Países Bajos y Canadá han presentado contra el régimen de Assad en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por violaciones de la Convención contra la Tortura. Como la CIJ decide disputas entre Estados y no contra individuos, el propio Assad no sería “juzgado” allí; más bien, esto caería en un nuevo giro en una zona gris en la que se encuentran otras disputas entre países, como las que involucran a la exYugoslavia , Myanmar y los talibanes. Todos los esfuerzos son pocos para garantizar justicia y reparación a las víctimas. Será la base de una nueva Siria. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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