¿Por qué la extrema derecha alemana ha logrado situarse como segunda fuerza?
El partido de extrema derecha liderado por Alice Weidel ha duplicado sus votos y es la segunda fuerza en el Bundestag. Además de la injerencia de Elon Musk y las redes sociales, ha logrado imponer su agenda política antiinmigratoria en campaña.

El éxito de la extrema derecha alemana, encarnada en Alternativa por Alemania (AfD), es la gran ilustración del ‘te lo dije’. Más allá de la injerencia de Elon Musk en las elecciones o de la debacle del anterior Gobierno de coalición, nadie dudaba en Alemania de que la ultraderecha iba a crecer de manera exponencial. Y, además de pasarse los últimos años controlando el mensaje en las redes sociales, el futuro canciller, Friedrich Merz, ha ayudado a normalizar su discurso. El político del conservador CDU rompió poco antes de los comicios el cordón sanitario histórico a la extrema derecha tras sacar adelante una moción antiinmigración gracias a los votos de Alternativa por Alemania. Y qué mayor victoria que la de lograr que tus oponentes asimilen tu mensaje. “La AFD, que desde hace diez años presenta la migración como una amenaza a la seguridad interior, ha sabido presentarse como el original”, recordaban anoche en el medio alemán Der Spiegel.
El asombroso movimiento de Merz a punto de empezar la campaña electoral, sumado a los ataques violentos que sacudieron Alemania durante estos últimos días, han hecho de la campaña de AfD un oasis en el que todos los partidos, a excepción de Die Linke, hayan situado la inmigración en el centro del debate. Alice Weidel, la candidata de la extrema derecha, había ganado incluso antes de empezar. Contaba además con la inestimable ayuda del hombre más rico del mundo, Elon Musk, que pidió a los alemanes sacudirse las culpas del pasado. Ese pasado, vaya, es el nazismo.
Pero Alternativa por Alemania, como el resto de los partidos populistas de extrema derecha en el mundo, se ha beneficiado también de la falta de confianza en los partidos tradicionales, una ausencia de certidumbre que no está desmotivada. El anterior Gobierno de coalición de Olaf Scholz, envuelto en constantes trifulcas, no ha sabido ofrecer seguridad ni garantías de un futuro a los alemanes. Tampoco la izquierda de Die Linke, que pese a una remontada que hacía meses parecía utópica, ha tenido que soportar una dura crisis tras la escisión de una de sus líderes, Sarah Wagenknecth, que dejó el partido para montarse una alianza con su propio nombre y desde la que compró parte del discurso antiinmigratorio de AfD. “Si la AfD dice que el cielo es azul, mi partido no dirá que es verde”, llegó a decir un día Wagenknecth, quien no ha logrado representación en el Bundestag al no alcanzar el 5% de los votos.
El ascenso de la extrema derecha tampoco puede entenderse sin observar las desigualdades que, pese a la reunificación, todavía dividen Alemania entre un Oeste rico y un Este más pobre. Mientras el Oeste es terreno del CDU, el Este es de Alternativa por Alemania. Los colores negro (CDU) y azul (AfD) dibujan un mapa que imita con absoluta precisión lo que otrora eran la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. Decir que el Este vota populismo, en este caso de ultraderecha, por nostalgia de la época comunista sería simplista y bastante capcioso. Como siempre, es la economía lo que lo explica. Desde la reunificación, las diferentes Administraciones alemanas no han logrado equiparar el nivel económico de la parte occidental con la oriental, donde hay más paro, menores rentas y mucha más inseguridad.
Poco después de las elecciones europeas, que dejaron un mapa de voto parecido, Melinda Fremerey, analista económica del Instituto de Economía Alemana, explicaba en DW Español que, “si trazas un mapa de Alemania con determinados indicadores, aún puede verse diferencias extremas e incluso aun puedes ver el curso de la antigua frontera sin trazarla”. “Seguimos teniendo una gran diferencia salarial. Al mismo tiempo, también vemos que la tasa de riesgo de pobreza sigue siendo mayor en Alemania oriental. Las razones son complejas. Por ejemplo, en el este de Alemania tenemos empresas más pequeñas, una menor proporción de empresas manufactureras, una menor exportación y también un mayor sector agrícola”, decía. Esa misma idea trasladaba también la exdiputada de Die Linke Christine Buchholz en una entrevista en 2019 para The New Left Review. “La tasa de pobreza es mucho mayor en el Este; los salarios y las pensiones son más bajos. Se puede constatar la antigua frontera en cualquier mapa de la pobreza, el desempleo y demás indicadores sociales. El panorama socioeconómico sigue siendo diferente allí. Es importante recordar esto si queremos entender lo que está sucediendo políticamente en el Este, con el surgimiento de la nueva derecha”.
Cabe señalar que este domingo sí se ha desmontado un argumento muy extendido, el de que los jóvenes son de extrema derecha. Si bien AfD es la segunda fuerza política más votada entre los 18 y los 25 años, con un 20%, el partido más apoyado por este sector de la juventud ha sido Die Linke, la izquierda, con un 27% del voto.
Aunque el nuevo canciller aspira a lograr una mayoría gracias a un SPD en crisis y ha reiterado que no pactará con la extrema derecha, lo que sin duda es cierto es que sus tesis, las de Alternativa por Alemania, cuentan desde este domingo con mayor fuerza en un Parlamento alemán más polarizado. Las sospechas sobre Friedrich Merz, además, no se configuran solo en torno a las alianzas que pueda trabajar o no con AfD. Existe el temor, como ya demostró hace unas semanas, de que no necesite a la ultraderecha porque él mismo comience a aplicar sus mismas políticas.
Pese a todo, y aunque un 20% del electorado alemán haya optado por romper el histórico cordón sanitario a la extrema derecha, eso significa que un 80% no lo ha hecho. Es lo que anoche recordaba el politólogo neerlandés experto en extrema derecha Cas Mudde. “Celebro que el 80% de los alemanes no hayan votado por la extrema derecha. No convirtamos el 20% de los votantes alemanes en ‘el’ pueblo alemán. ‘El’ pueblo alemán no existe. La población alemana es diversa y está dividida, pero votó abrumadoramente por los partidos liberal-democráticos”, escribió en su cuenta en Bluesky.