Mark Rutte, un negociador pragmático para una OTAN rodeada de amenazas

Mark Rutte, un negociador pragmático para una OTAN rodeada de amenazas 

El primer ministro de Países Bajos ha logrado el apoyo de los 32 miembros de la Alianza para sustituir a Jens Stoltenberg. Es un tipo liberal, discreto y hacedor de consensos que tendrá que afrontar la guerra ucraniana o la posible vuelta de Trump.

Mark Rutte, el 11 de julio de 2023, en la última cumbre de la OTAN, celebrada en Vilna.Sean Gallup / Getty Images

Ya es oficial: después de una campaña de siete meses, el primer ministro saliente de Países Bajos, Mark Rutte, ha recibido la aprobación unánime de los 32 estados miembros de la OTAN para convertirse en el próximo secretario general de la Alianza. Sus adversarios se han ido retirando, su candidatura es ya la única y será avalada la semana entrante en el cuartel general de Bruselas, tras lograr con notable esfuerzo la firma final de Rumanía y Hungría.

Rutte, al que en España aún se recuerda sobre todo como el frugal que le puso las cosas duras en las últimas crisis, es un liberal discreto y hacedor de consensos, capaz de pactar con partidos de distinta tendencia y lograr la estabilidad de su país. Buen negociador en Bruselas, respetado por los Veintisiete, trabajador, serio y nada elitista, ha cuajado como sucesor del noruego Jens Stoltenger, que había estirado su cargo dos años más de lo previsto por la crisis generada por la guerra de Ucrania, que necesitaba pocos cambios y mucha continuidad, y por la falta de un aspirante que gustase a todos. Ya se ha encontrado. 

Su reputación de constructor de consenso, su carácter, su apoyo sin fisuras a Ucrania en la guerra de invasión iniciada por Rusia en 2022 y la tradición atlantista de su país (va a ser el cuarto jefe de la OTAN de Países Bajos en sus 75 años de historia) son algunos de los grandes valores que han inclinado la balanza a su favor. "Es un político convencido de sus ideas, que habla claro, pero también tiene un enorme sentido común y eso facilita los debates", indica un alto funcionario europeo que ha lidiado con él en materia económica. ¿Estará a la altura del reto? "El momento mundial es complicado, pero Rutte es duro y flexible a la vez. Muy necesario para una institución internacional", defiende. 

Un tipo normal

Rutte (La Haya, 14 de febrero de 1967) es un político resistente, versátil, con experiencia en el sector privado, que no ha alterado su vida privada por la política y es, para sus conciudadanos, alguien muy normal. Lo resume Imane Rachidi para la Agencia EFE: "Habla con la gente por la calle, da clases en un instituto, va en bici al trabajo, vive en la misma casa desde hace décadas y conserva su Saab destartalado de los 90". Incluso en el modelo político neerlandés, menos encopetado que el español, Rutte resalta con su café en el bar de la esquina, las converse para caminar, su piano y su Feyenoord en los ratos libres. "Un poco hipster", dice la prensa rosa. 

El aún mandatario nació en en el seno de una familia fiel a la Iglesia reformada neerlandesa, cercana a los democristianos. Rutte se graduó en Historia de los Países Bajos en la Universidad de Leiden, entre 1985 y 1992. En el campus conectó con la política por primera vez, cuando formó parte de la Junta Directiva de la organización juvenil del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD por sus siglas en neerlandés), el partido liberal de centroderecha que hoy comanda. Fue presidente de su rama juvenil entre 1988 y 1991.

El mismo año de su graduación en la universidad, 1992, Rutte entró a trabajar en la multinacional Unilever, al cargo de la formación del personal. Tras varias reorganizaciones, en 1997 fue ascendido a jefe de personal al servicio de Van den Bergh Netherlands. A los tres años, lo designaron para el Grupo Corporativo de Recursos Humanos. En 2002 fue nombrado director de esa rama de IGLOMora Groep BV, una subsidiaria de Unilever. No hay muchos políticos que hayan pasado más de una década cotizando fuera de las instituciones o los partidos. 

En paralelo, Rutte proseguía con su carrera como miembro de la Junta Directiva del VVD, entre 1993 y 1997. En 2002 fue miembro del comité del partido encargado de las nominaciones para las elecciones parlamentarias de ese año, ganando peso orgánico . En julio de ese año fue nombrado secretario de Estado (cargo equivalente a viceministro en la estructura constitucional neerlandesa) de Asuntos Sociales y Empleo. Luego hizo lo propio en la cartera de Educación, Cultura y Ciencia. 

El 31 de mayo de 2006 Rutte fue elegido líder de su formación, en una elección interna en la que obtuvo el 51,5 % de los votos de los miembros del partido. Desde junio de ese año es diputado en la Segunda Cámara de los Estados Generales (Cámara Baja del Parlamento nacional) y líder del grupo parlamentario de su partido. 

Mark Rutte, llegando en bicicleta a su Consejo de Ministros en La Haya, en una imagen de diciembre de 2020.Niels Wenstedt / BSR Agency / Getty Images

Fue en junio de 2010 cuando encabezó por primera vez la lista del VVD. Ganó los comicios con el 20,5% de los votos, lejos de la mayoría absoluta, y ahí empezó su camino de pactos, cesiones, renuncias y diálogo, que ha durado hasta hoy. Casi 14 años como primer ministro. El primer liberal en el poder en casi un siglo ha tenido aliados de todos los colores: gobernó con la ultraderecha de Geert Wilders de 2010 a 2012, sólo dos años porque sus choques, sobre todo en inmigración, los alejaron y rompieron, jurándose animadversión. Luego Rutte buscó una muleta socialdemócrata, entre 2012 y 2017, y firmó dos coaliciones más a cuatro partidos, con progresistas, democristianos y conservadores de Unión Cristiana, entre 2017 y 2022. 

Rutte presentó su dimisión en julio pasado, por una serie de desacuerdos sobre inmigración con sus socios, y anunció que dejaba la vida pública. En las elecciones de noviembre, sus sucesores no pasaron de ser los terceros, 24 escaños, bajando 10. Su hundimiento y la subida de los ultras es uno de los reproches que le hacían algunos de sus aliados en la OTAN, pero que al final no ha sido determinante para rechazarlo como secretario general. 

 por más que hubiera anunciado su retiradaPara entonces, hacía un mes que había formalizado su candidatura a la OTAN. Stoltenberg tenía que haber acabado hace dos años, pero la invasión de Ucrania cambió las cosas y los aliados le pidieron que se quedara un poco más, pese a que hasta había sido nombrado ya presidente del Banco Central de Noruega. Al año siguiente, la guerra seguía siendo un nudo y Rutte se había negado a ser candidato, dispuesto aún a llevar adelante su última coalición. Este 2024, con el noruego cansado y el Gobierno de coalición roto, sí es el año de dar el paso, por más que hubiera anunciado su retirada. Soltero, sin hijos, a sus 56 años se veía dando clases... pero no. 

Se espera que el premier mantenga el cargo hasta el 2 de julio, cuando se espera que tome posesión el nuevo Ejecutivo neerlandés. Luego, Rutte aspira a tener "tres meses maravillosos de vacaciones" y, luego, a "trabajar duro" en la Alianza Atlántica. Será la cumbre de Washington, del 9 al 11 de julio, la que lo ratifique. El testigo de Stoltenberg lo recibirá en octubre, al fin. 

Un escenario "desalentador"

Rutte ha llegado a la OTAN peleando. Países de peso como España le dieron su apoyo pronto, pero un secretario necesita unanimidad y 32 votos son muchos. Hasta el último momento, ha competido con el presidente rumano, Klaus Iohannis, empecinado en pelearle el puesto, sin que fuera muy bien entendido en Bruselas. Iohannis cedió porque estaba solo, cuando vio que el estado 31, Hungría, también daba el brazo a torcer. 

Ha sido feo el enfrentamiento entre el neerlandés y su homólogo húngaro, el ultraderechista Viktor Orban, con quien nunca se ha llevado bien. Como mandatario de Países Bajos, ha chocado con él por sus violaciones del Estado de derecho -que le han llevado incluso a que la Unión Europea le bloquee fondos-, o por las políticas contra los homosexuales o la libertad de prensa. Intocables en su país. Rutte prometió a Budapest que no tendrá que participar en ningún tipo de acción relacionada con Ucrania y eso le ha valido el voto que necesitaba. 

Rutte debería seguir las huellas de Stoltenberg, conocido como un maestro de la diplomacia, que ha manejado hábilmente a la Alianza, para que hable con una sola voz, un arte crucial dada la compleja geopolítica tanto dentro como fuera de las fronteras de Europa. Sería de esperar que Rutte haga lo propio, un cierre de filas a base de astucia política, vengan las turbulencias que vengan. 

Que no haya pasos cambiados en el bloque atlantista va a ser uno de los retos fundamentales del nuevo Stoltenberg. El analista Philippe Dickinson, del Atlantic Council, sostiene que justo "el desafío más importante" que tendrá por delante "es político" y se llama unidad. "Rutte tomará las riendas de la OTAN en un momento de importante incertidumbre política en toda la Alianza. El nuevo secretario general tendrá que gestionar cualquier configuración de líderes que los electores de Europa y América del Norte elijan en los próximos meses", explica en un análisis de urgencia. "Gracias a sus muchos años en la política holandesa y en el escenario internacional, Rutte es un hábil equilibrador de las relaciones políticas. Se ha hablado mucho de su papel como susurrador de Donald Trump, y fue esta astucia política la que le ayudó a conseguir el puesto. Esta habilidad política se pondrá a prueba en un grado sin precedentes en los próximos años. La forma en que maneje esa prueba determinará si completa el buen trabajo de su loable predecesor", indica. 

Donald Trump recibe a Mark Rutte en la Casa Blanca, el 18 de julio de 2019.Chip Somodevilla / Getty Images

Trump es otra de las incógnitas. El republicano, dicen las encuestas, puede volver a la Casa Blanca tras las elecciones de noviembre, poniendo paras arriba las directrices actuales de la OTAN. Tanto cuando era presidente de EEUU como en la oposición siempre ha sido crítico con un organismo que, a su entender, beneficia a los socios, pero no a Washington, donde los demás ponen poco dinero y pocos medios. Ya está cansado, dice. Cuando se le pregunta por su política aliada si vence en las elecciones, su equipo afirma que "restablecerá la paz y reconstruirá la fuerza y disuasión estadounidenses en el escenario internacional". America first

Durante la precampaña electoral, Trump ha amenazado con recortar la ayuda estadounidense a Ucrania si regresa a la Casa Blanca. Si lo cumple, podría asestar un duro golpe a la credibilidad de los aliados de la OTAN a la hora de ayudar a Kiev a defenderse contra Rusia, dado que ha sido, con diferencia, el mayor donante del país atacado. Es casi seguro que la reelección de Trump también descarrilará el plan de la OTAN para preparar a Ucrania para su futura membresía, incluidos los esfuerzos para completar la occidentalización del ejército ucraniano, originalmente de estilo soviético.

El magnate llegó a decir del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, que "puede ser el mejor vendedor de todos los políticos que jamás haya existido". "Se fue hace cuatro días con 60.000 millones de dólares [después de firmar un acuerdo de seguridad de 10 años con el presidente Biden], y llega a casa y anuncia que necesita otros 60.000 millones más. Nunca termina". No suena amigable. 

"Rutte podría ser la clave para proteger a la Alianza de Trump", dice sin duda otra analista del mismo tanque de pensamiento, Rachel Rizzo. "El liderazgo de Rutte en la OTAN llega en un momento crítico, ya que asumirá el cargo menos de un mes antes de las elecciones (...). En caso de que Trump, famoso por sus críticas a la OTAN y a los "gorrones” europeos, gane un segundo mandato (...), los aliados confían en que Rutte es la clave para proteger a la alianza de Trump. Se le ve tranquilo, tranquilo y sereno. Sabe cómo manejar grandes egos, ha trabajado antes con Trump (incluso en ocasiones lo elogió) y comprende la necesidad de que los aliados europeos aumenten su parte de la carga de la seguridad europea", expone.

Rutte puede tener problemas también con sus colegas europeos, sin cruzar el océano. Tendrá que convencer también a esos que, además de euroescépticos, confían cada día menos en la Alianza. Se trata, sobre todo, de partidos de extrema derecha que recelan de la ayuda a Kiev, que se han mostrado claramente cercanos -en políticas y relaciones- a Rusia, que han complicado la imposición de sanciones o el transporte de material bélico para Ucrania. Aparte de los recelos húngaros, está la amenaza de la Agrupación Nacional, que podría ganar las elecciones legislativas del 7 de julio en Francia.

Y deberá mirar al este, porque el empuje de sus naciones lo reclama. Como informó POLITICO, la primera ministra estonia, Kaja Kallas, no entró en la carrera por el puesto más alto de la OTAN porque se le avisó de que EEUU, Francia o Alemania estarían con Rutte (ahora es la favorita para ser la próxima jefa de la diplomacia de la UE). Temían que Moscú considerara su nombramiento como una escalada de las hostilidades. Tras la retirada de Kallas y del rumano Iohannis, el neerlandés ha de cuidar los nombramientos de los escalafones inmediatamente inferiores, haciendo guiños para contentar a todos. 

Ucrania, claramente, es el primer reto que necesita esa unidad y será una de las grandes asignaturas del nuevo jefe del cuartel general aliado. Tan pronto como asuma el cargo, Ucrania le pedirá más ayuda, porque volverá el invierno a una tierra sin paz, cada vez más desgastada. En los últimos meses, Rusia ha intensificado los ataques contra las centrales térmicas, cuando sus infraestructura energéticas ya están muy tocadas porque nunca se ha podido arreglarlas por completo cuando llegan nuevas bombas. Durante el primer invierno de guerra, entre 2022 y 2023, la red eléctrica de Ucrania ya sufrió graves ataques.

Mark Rutte saluda a Volodimir Zelenski en su visita a Kiev del 11 de julio de 2022.Alexey Furman / Getty Images

La clave, dice el jefe saliente de la OTAN, reside en aportar más sistemas de defensa aérea que puedan proteger a los proveedores de energía, así como al personal de mantenimiento que trabaja para reparar las instalaciones dañadas. Los países aliados están luchando para enviar (o, en el caso del propio país de Rutte, construir) sistemas de defensa aérea para Kiev, pero el caso es que sus arsenales no están llenos, sobre todo en Europa, EEUU acumula retrasos en la liberación del dinero y los estados más cercanos a Rusia no están dispuestos a renunciar a sus escudos aéreos en este momento peligroso.

Además de los medios, el desafío es mantener una defensa y disuasión fuertes sin que el conflicto se extienda a países aliados, se llegue a invocar el artículo 5 de su tratado base y se acabe en un enfrentamiento directo con Rusia. La OTAN hoy no es parte del conflicto pero ha ayudado a Kiev, un futuro socio. El neerlandés tendrá que ser cuidadoso a la hora de entregar más ayuda, formar a más soldados y poner más dinero: Stoltenberg ha pedido dotar de 40.000 millones de euros anuales para Ucrania.

El dinero, ay, es un problema en todos lados, hasta en la poderosa OTAN. El debate es viejo: hace más de una década que EEUU pidió a sus compañeros que pusieran más dinero para la organización, destinando un 2% de su PIB a Defensa. La crisis ucraniana ha hecho que quienes no llegaban a ese ideal aceleren. Ese umbral ahora ya no es un ideal, sino un mínimo, porque hace falta aún más. 

Esta misma semana se ha sabido que ya son 23 los estados que han superado ese 2%, pero esto significa que un tercio de la Alianza aún no loo hace; España está en este último grupo, apenas con un 1,28%, cerrando el ranking. Un arma perfecta para que Trump ataque a las naciones europeas. En los próximos años, los aliados que pertenecen además a la UE deberán pactar un nuevo presupuesto comunitario en el que la Defensa tendrá difícil retener fondos frente a las políticas de competitividad. 

¿Para qué quiere o necesita este dinero la OTAN? Para hacer frente a sus principales amenazas. "Hay que reforzar la defensa y la disuasión en toda la Alianza frente a una Rusia hostil y belicosa, ayudar a Ucrania a derrotar a Rusia y dar la bienvenida a Kiev a la Alianza, establecer el papel de la OTAN para hacer frente al creciente desafío que plantea China. Y debe gestionar estas prioridades mientras hace evolucionar la Alianza para mantenerse al día con los rápidos cambios tecnológicos y sin descuidar las responsabilidades de gestión de crisis y antiterrorismo de la OTAN", expone Philippe Dickinson.

Ucrania aparte, Rusia es la que más quebraderos de cabeza da. En su nuevo su Concepto Estratégico, pactado en la cumbre atlantista de Madrid de 2022, quedó claro que Moscú es la principal amenaza a la que se enfrenta la Alianza, no sólo por la guerra abierta en el este europeo sino por emplear tácticas de guerra híbrida para desestabilizar a los países aliados. Sabotajes, ciberataques, intrusos en elecciones, desinformación y hasta un uso instrumentalizado de migrantes están ya a la orden del día, especialmente en los países bálticos y en los nórdicos (que recién acaban de reforzar a la OTAN con Suecia y Finlandia). 

La respuesta aliada, dicen los expertos, debe ser la puesta en marcha de mecanismos de anticipación, con más intercambio de inteligencia, más protección de las infraestructuras críticas -como las submarinas y del ciberespacio- y nuevas restricciones a los agentes de inteligencia rusos.

Jens Stoltenberg, Mark Rutte y Pedro Sánchez, en la Cumbre de la OTAN de Madrid, en el verano de 2022.Celestino Arce / NurPhoto via Getty Images

China, por su parte, "desafía nuestros intereses, seguridad y valores", dijo el mismo Concepto Estratégico. No es una amenaza, pero sí un desafío del que estar pendientes. De hecho, para EEUU es mucho más urgente abordar la seguridad en el Indo-Pacífico, donde ha reforzado sus lazos preventivos con Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Teme el poderío que puede mostrar Pekín, que lo que pueda hacer Putin con su expansionismo. Hay signos para la preocupación, porque el régimen ha disparado la inversión militar, parece ganar enteros en su ventaja tecnológica y amenaza constantemente con acciones armadas en zonas como Taiwán

Pekín intenta ponerse de lado en la guerra de Ucrania, pero para la OTAN, además, está claro que ayuda a Rusia, desde el momento en el que le suministra a Moscú bienes de doble uso (civil y militar) y electrónica que emplea en las armas que usa en la invasión, le ofrece apoyo de sus bancos para eludir sanciones o multiplica sus compras de petróleo para mantener los ingresos de Moscú. 

Aliados como España, al fin, piden que estos grandes peligros no tapen otros más cercanos, los de la vecindad sur, por lo que reclaman a Rutte atención especial para el norte de África, por ejemplo. 

Con todo lo anterior, Dominykas Kaminskas, de la Iniciativa de Seguridad Transatlántica, escribe: "Es difícil pensar en alguien que esté mejor preparado para esta tarea que Rutte". Pero lanza un aviso de seguido: "No se equivoque, seguirá siendo una tarea gigantesca, incluso para alguien con su experiencia", remarca. "A pesar de todo lo que se habla de que la OTAN es la más fuerte, la más grande y la mejor en muchos aspectos diferentes, también es la más diversa que jamás haya existido", constata. 

"Rutte puede ser muy pragmático, pero en un momento en que el orden basado en reglas está seriamente amenazado, la OTAN requiere un liderazgo que tendrá que ir más allá de lo que todos pueden acordar", expone. "Sabemos que el primer ministro holandés puede encontrar consenso cuando es difícil, pero aún está por verse si podrá lograr que sus aliados hagan sacrificios y tomen decisiones que de otro modo no se sentirían cómodos", concluye.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.