Macron y el viraje a la derecha después de que Francia escogiera a la izquierda
El presidente francés nombra a un primer ministro conservador aunque la alianza de izquierdas Nuevo Frente Popular ganara las legislativas hace dos meses.
La mayoría de los votantes confió en el Nuevo Frente Popular, pero el presidente francés, Emmanuel Macron, no. Y para él eso es lo que vale. Eso y la prerrogativa constitucional que otorga al presidente de la República la elección del primer ministro. Tras una inaudita demora, dos meses después de la celebración de las elecciones legislativas, en las que la alianza de izquierdas obtuvo el primer puesto, Macron ha optado finalmente por un veterano político conservador para el cargo, Michel Barnier, miembro de Los Republicanos, cuartos en los comicios de julio. Y el embrollo en el que él mismo se metió al convocar elecciones se ha enmarañado todavía más.
Vayamos al principio. Tras las elecciones europeas, en las que la extrema derecha de Marine Le Pen se alzó con el primer puesto, Macron adelantó las elecciones legislativas. La intención del presidente francés era la de afianzar su mandato y demostrar que los ultraderechistas todavía estaban lejos de gobernar. Error. En las calles de Francia se congregaron los militantes de los partidos de izquierdas para exigir a sus líderes que se presentaran de manera conjunta. De lo contrario, adiós cordón sanitario. Y no tuvieron más remedio. A Macron y a Le Pen el acuerdo les pilló de improvisto, sobre todo al primero. La izquierda ganó las elecciones, los macronistas quedaron segundos y la Agrupación Nacional de Le Pen, tercera.
Pero los resultados arrojaron una Asamblea Nacional complicada. Ningún partido, ni siquiera los que forman el Nuevo Frente Popular, quedó cerca de la mayoría absoluta, que se sitúa en los 289 escaños. Macron tenía dos opciones. Cumplir con una regla no escrita que dice que el primer ministro debe pertenecer a la candidatura ganadora en las legislativas, o apoyarse en Marine Le Pen. Y ha elegido lo segundo.
El giro es estrambótico. Macron convocó las elecciones para frenar el ascenso de Le Pen y, con la elección de Barnier, ha entregado el control del Parlamento a la extrema derecha. Desde el principio, el presidente francés rechazó la propuesta de la izquierda, que logró consensuar una candidata a primera ministra, la alta funcionaria francesa Lucie Castets. Pero Macron no lo veía. De manera oficial, el mandatario argumentó su decisión en la “estabilidad institucional”. En un comunicado del Elíseo se señaló que “un Gobierno basado únicamente en el programa y los partidos propuestos por la alianza con más diputados, el Nuevo Frente Popular, sería inmediatamente censurado por todos los grupos representados en la Asamblea Nacional”. En el fondo, el miedo de Macron a que la izquierda revirtiese alguna de sus políticas estrella, como la reforma de las pensiones que elevó la edad de jubilación. Eso o que subieran el salario mínimo.
Aunque en su momento la excusa fue el rechazo a un Gobierno que tuviese en sus filas al líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, la realidad es que lo que Macron nunca quiso fue un Gobierno que llevase a cabo un programa de izquierdas. Mélenchon llegó a proponer que su partido no entrara en el Gobierno para evitar el veto. Ni con esas. A Macron solo le quedaba una alternativa: negociar con Le Pen.
La líder de la extrema derecha puso una condición, que el candidato escogido “fuera respetuoso con los votantes” de Agrupación Nacional. Dicho y hecho. “Michel Barnier parece cumplir al menos el primer criterio que habíamos solicitado”, atestiguó este viernes Le Pen. Barnier, quien hace un año comentó en una entrevista en El País que la extrema derecha francesa tenía “una política económica absolutamente demente” y “que muestra sentimientos xenófobos”. Pero el mismo Barnier que comparte un discurso sobre la inmigración cercano al de Le Pen. En campaña, llegó a prometer una moratoria en la llegada de migrantes a la Unión Europea.
En realidad, y a pesar de que desde Agrupación Nacional han dicho que estarán pendientes de las políticas que quiera ejecutar Barnier, la decisión de Macron les pone en una situación muy beneficiosa. Los de Le Pen ya han dicho que no entrarán en el Gobierno. Mejor no mojarse. Mientras, todo depende de ellos. Si con Barnier Macron logra sacar adelante los Presupuestos para el próximo año, será porque así lo ha permitido la extrema derecha, que en cualquier momento podría apoyar o presentar una moción para expulsarle si estiman que eso les beneficia de cara a las siguientes elecciones presidenciales. Macron les ha extendido una alfombra roja.
En un comunicado conjunto, las formaciones del Nuevo Frente Popular han denunciado que Macron ha “dejado de lado el mensaje enviado por los franceses [en las legislativas] de un rechazo claro y masivo a la llegada al poder de la Agrupación Nacional y sus ideas”: “El presidente de la República [...] ha reafirmado su desprecio por los millones de franceses que acudieron en masa a las urnas, [...] ha dado la espalda a la lógica de nuestras instituciones al negarse a nombrar a la coalición que fue primera [...] y ha optado por nombrar un primer ministro que depende del apoyo de la Agrupación Nacional”.
Mientras el líder del Partido Socialista, Oliver Faure, ha vaticinado la “entrada en una crisis de régimen”, Jean-Luc Mélenchon ha denunciado un “robo a los franceses” y ha llamado a una movilización lo “más poderosa posible” para este sábado. Diferentes organizaciones juveniles han organizado para este 7 de septiembre más de 150 marchas en toda Francia contra "el golpe" de Macron. El Nuevo Frente Popular ha anunciado, además, que presentarán una moción de censura contra el nuevo primer ministro, aunque para que tengan éxito necesitan el apoyo de dos tercios de la Asamblea, que no tienen.
Si tras las europeas Macron veía difícil la gobernabilidad de Francia, nada apunta a que la situación haya mejorado, sino todo lo contrario. Barnier tiene ahora la difícil tarea de conformar un Gobierno de cierta unidad en un contexto en el que no parece que vayan a estar Le Pen ni el NFP. Tiene que hacerlo, además, con la economía comprometida. El déficit francés no para de subir y el todavía ministro de Finanzas de Macron, Bruno Le Maire, considera imprescindible aumentar el recorte de gasto público. Es decir, austeridad, un tipo de política que puede ejecutar Barnier, pero nunca la izquierda. Según el diputado del NFP y presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Eric Coquerel, las medidas que ha impulsado y pretende impulsar Macron “solo empeorarán la situación al desencadenar una espiral recesiva en la economía”.
Para el investigador Guillermo Fernández Vázquez, autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa. El caso del Frente Nacional, la decisión de Macron es "gravísima". Fernández destaca dos puntos. El primero, que "muchos de los diputados de Macron fueron elegidos en buena medida gracias a votantes de izquierdas precisamente para luchar contra la extrema derecha". "El centro político hizo campaña en las legislativas para apartar a Marine Le Pen, para que no tuviera capacidad ninguna de influir en la Asamblea francesa, y lo que ahora hace Macron es premiarles", explica con incredulidad.
Por otro lado, según opina el experto en extrema derecha europea, ya no es que sea preocupante la normalización de la ultraderecha, sino que, y hace mucho hincapié en este asunto, "prefiere" a la extrema derecha. "Macron está diciéndole a la opinión pública francesa y al mundo que lo que es intolerable es la izquierda, no la extrema derecha, y además la izquierda en cualquiera de sus variantes", señala. Con esta decisión, "está excluyendo de la política francesa a toda la izquierda".
Han pasado apenas tres meses desde aquel Macron que pedía "una unión amplia claramente democrática y republicana" para frenar a la extrema derecha en la segunda vuelta de las legislativas. El Macron de entonces también criticó duramente al líder de Los Republicanos, Éric Ciotti, cuando este propuso una alianza con Le Pen. El presidente francés llegó a hablar de "alianzas contra natura". Parece que ya no tanto.