¿Macron se ha hecho un Cameron o un Sánchez? Las claves de la crisis ante las elecciones en Francia

¿Macron se ha hecho un Cameron o un Sánchez? Las claves de la crisis ante las elecciones en Francia

El adelanto de las legislativas galas anunciado tras la victoria ultraderechista en las europeas es un paso arriesgado. El liberal trata de desactivar a los radicales o, como poco, desgastarlos con la verdadera gestión. Triple salto mortal y se queda corto.

Emmanuel Macron, firmando en el libro de honor en la ceremonia de bienvenida a los líderes del G7, el pasado jueves en Borgo Egnazia (Italia).ETTORE FERRARI / EPA / EFE

"Sorpresa", "salto al vacío", "jugada audaz", "callejón sin salida", "apuesta gigantesca", "un rayo". La prensa francesa amanecía el lunes, 10 de junio, con titulares de terremoto: el presidente Emmanuel Macron adelantaba las elecciones legislativas para ya, 30 de junio y 7 de julio, en primera y segunda vuelta. Aún estaban calientes las papeletas de las elecciones europeas, en las que la derecha radical de Agrupación Nacional había arrasado con casi un 32% de los votos, pero se había colado otro protagonista en las portadas.

El presidente liberal les estaba robando la celebración y convocando a los ciudadanos a demostrar si, más allá de las en apariencia lejanas políticas de Bruselas, quieren o no de verdad que sean unos ultras los que gestionen su república. Una jugada a camino del "ahí lo lleváis" y del "que se ahorquen con su soga", por decirlo sin lindezas. El caso es que el país vecino afronta una crisis de la que nadie sabe cómo va a salir. 

Hay coincidencia entre los analistas de que, realmente, Macron no tenía obligación de dar este paso ni razones aparentes para ello y de ahí viene la raíz de la sorpresa. En campaña, había negado que los resultados de los comicios comunitarios fueran a tener repercusión en la política de casa, pero vaya si ha cambiado de idea: los sondeos llevaban una hora en la calle, no había ni datos definitivos, cuando compareció en televisión y anunció su bomba. 

La convocatoria adelantada de unas legislativas es potestad del presidente, pero cuando la Asamblea Nacional -el equivalente al Congreso de los Diputados español- está estancada o bloqueada y no puede tomar decisiones políticas. Sólo ha habido cinco precedentes de ello en la Francia moderna, la última vez, en 1997. Ahora mismo, en el hemiciclo data de junio de 2022. Renacimiento, el partido de Macron, perdió su mayoría absoluta y cuenta con 247 escaños sobre 577, 131 tiene la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (la alianza de izquierdas de entonces) y sólo 89 los ultras de Marine Le Pen. Los Republicanos, la derecha clásica, tiene 74 y 22 la Federación de la Izquierda Republicana. 

Los liberales están débiles y han ido buscado mayorías puntuales en estos años, aunque Macron se caracteriza justamente por su personalismo y poca flexibilidad para debatir. La Asamblea ha estado cada vez más paralizada y si se han salvado algunos acuerdos ad hoc ha sido por ceder a Los Republicanos para aprobar leyes. Por lo demás, Macron ha avanzado a decretazos que no han gustado nada ni a la oposición ni a los posibles aliados y, menos, a la ciudadanía. Sirvan las pensiones de botón

Macron, que lleva siete años en el poder, podría haber aguantado así, a trancas y barrancas, lo que quedaba de legislatura. Las opciones eran variadas ante el éxito de la Agrupación Nacional: no hacer nada, llevar a cabo un reajuste de Gobierno, aprobar algunas políticas de seguridad o inmigración más inclinadas a la derecha que contentasen a ese electorado o hacer renuncias en su programa, como endurecer las condiciones para acceder al subsidio de desempleo. Pero se ha ido a la salida más complicada. Alain Duhamel, analista de la trayectoria del mandatario, da en The New York Times la explicación más clara a ese porqué: "Estoy asombrado, como casi todos (...) pero no es una locura, no es desesperación, es un riesgo enorme por parte de un hombre impetuoso que prefiere tomar la iniciativa a verse sometido por los acontecimientos", explica. Por algo tituló su libro Emmanuel, el temerario

Ahora la pregunta es si Macron se ha hecho un Cameron o un Sánchez con estas elecciones. David Cameron, el entonces primer ministro de Reino Unido, convocó en 2016 un referéndum sobre el Brexit porque la derecha y los populistas apretaban, convencido de que sus ciudadanos echarían a bajo el plan y se callarían los gritos. Resultado: su país ya no es parte de la Unión Europea y su partido se ha comido casi una década de crisis. Pedro Sánchez, por su parte, convocó elecciones en julio del pasado año, con la Presidencia del Consejo europeo en las manos, tras los resultados de las elecciones locales y regionales de mayo, que dejaron al PP como ganador en votos y concejales. Se le llamó de todo, de kamikaze para abajo, y aunque el PSOE fue segunda fuerza, logró forjar una mayoría de investidura y de legislatura que aún lo mantiene en La Moncloa. ¿Qué será Macron cuando acabe el recuento el primer domingo de julio? 

Los escenarios

Frederick Kempe, analista del Atlantic Council, dice que el mandatario galo "parece apostar por uno de dos resultados". El primero y mejor para sus intereses sería "si los votantes de las elecciones anticipadas revocaran los votos del domingo pasado" que hicieron ganadores a los de Le Pen, 31,37% de los votos frente al 14,6% de los de Macron. "Este es también el resultado menos probable. Los propios partidarios de Macron consideran dudosa una victoria en la primera vuelta, el 30 de junio, o en la segunda vuelta, el 7 de julio. Macron es impopular, la tasa de desempleo en Francia es alta, las preocupaciones sobre la inmigración han movilizado a muchos ciudadanos para apoyar a los partidos de oposición y existe un creciente distanciamiento entre los votantes y los líderes políticos de Francia", indica. 

Ahora, tras el shock la convocatoria, Macron se va a movilizar intensamente con ese mensaje antiultras, dicen los expertos, porque es verdad que, habitualmente, en la segunda vuelta los electores siempre han abandonado a Le Pen (a ella, los franceses le han negado ser presidenta tres veces y cinco a su padre, Jean-Marie). La han llevado hasta la pugna final, pero no le han dado su apoyo, porque el voto de izquierda, centro y derecha se han sumado en su contra. En eso confía Renacimiento. 

Macron quiere saber si sus ciudadanos están verdaderos deseosos de que ellos les gobiernen o, en estos años, han estado sólo apoyándolos por ser la voz discordante, los peleones, los quejicas, que recogían (muy listos) su propio cansancio ante la falta de soluciones, y ahora se echarán atrás ante la posibilidad real de tener un primer ministro de extrema derecha. Aspira a que, aunque ganen, no tengan una mayoría factible y el resto de los bloques, de alguna manera, sumen y los desplacen. 

El resultado "más probable" es el segundo, "que durante el resto de su mandato presidencial, que se extiende hasta 2027, Macron gobierne con un primer ministro del Agrupación Nacional en lo que los franceses llaman cohabitación". No es algo nuevo, se han dado ejemplos de un presidente conservador con un primer ministro socialista y a la inversa, pero una mezcla de liberal y ultraderechista, es un supuesto inédito. 

"Aunque es poco probable que Agrupación Nacional obtenga la mayoría absoluta de los 577 escaños de la Asamblea Nacional, es muy probable que surja como el partido más fuerte. Le Pen, que tiene el ojo puesto en suceder a Macron como presidente en 2027, propondría como primer ministro a su protegido, Jordan Bardella, de 28 años. Bardella, el popular hijo de un inmigrante italiano, lideró la campaña en el Parlamento Europeo y ha movilizado el voto antiinmigrante con el lema 'Francia está desapareciendo'", recuerda. 

Si eso pasa, los ultras, que apenas tienen experiencia de gestión en entes locales o regionales porque el cordón sanitario ha funcionado, tendrían que ver si de verdad pueden aplicar su programa, con sus drásticas medidas antinmigración o sus draconianas medidas en el campo, sus promesas de seguridad y justicia y sus centrales nucleares. Todo eso hay que pagarlo, todo eso hay que echarlo a andar, Macron lleva años denunciando que no es ni bueno ni realista y que, si les toca aplicarlo, se van a estrellar. 

Y si lo hacen, llegarán las elecciones presidenciales del 27, a las que Macron ya no se puede presentar por limitación de mandatos, y los ultras no tocarían El Elíseo, porque los franceses los castigarían por su mala manera de llevar el Ejecutivo. Los destruiría como fuerza viable de Gobierno, cuando ahora gritan que están "listos para gobernar". Otra cosa es la barbaridad que supone esta entrada de los radicales en un país con pasado, que peleó contra los nazis y, también tuvo un gabinete colaboracinista, el de Vichy, durante cuatro años. 

Marine Le Pen y Jordan Bardella, el domingo en París, festejando ser primera fuerza en las elecciones europeas de Francia por Agrupación Nacional.Christian Liewig / Corbis via Getty Images

Los riesgos de la audacia 

Robert Zaretsky , profesor de Historia en la Universidad de Houston, escribe en Foreign Policy, por su parte, que más allá de lo que surja, Macron plantea sobre todo un reto a los votantes, a los ciudadanos. Los está "obligando" a retratarse, tomando a la vez las riendas y dictando la agenda. El presidente siempre "se enorgullece de tomar medidas audaces" y esta es una, porque plantea de nuevo la idea de "o yo o el caos" que ya le dio resultados en las presidenciales de 2017, cuando mucha gente lo votó en segunda vuelta con la nariz tapada, entendiendo que seguía siendo, pese a los chalecos amarillos, la reforma de las pensiones o los toques a la universidad, mejor que Marine Le Pen. 

"Sin embargo, la estrategia de Macron corre el riesgo de convertirse en la enfermedad de la que pretende ser la cura. Desde 2017, ha planteado sistemáticamente el futuro de Francia como una batalla maniquea entre las fuerzas del bien, o macronismo, y del mal, o lepenismo. Pero en su esfuerzo por atraer a los votantes conservadores a su lado, Macron se ha hundido repetidamente en las aguas tóxicas del lepenismo, más recientemente con la aprobación forzada de un proyecto de ley de inmigración que niega ciertos beneficios sociales a los no nacionales, así como la ciudadanía automática a sus hijos", señala el analista. 

No obstante, destaca su inteligencia en la jugada: paraliza la fiesta de los ultras tras ganar en las europeas, los fuerza a meterse en campaña sin solución de continuidad (por ahora sólo saben lanzar avisos de que sin ellos viene el lobo, o sea, la izquierda), aboca a la izquierda a unirse para sobrevivir (algo que ya se ha acordado en tiempo récord, lo que da cuenta de la urgencia del momento) y genera una crisis en Los Republicanos, que andan a vueltas con su líder, o exlíder, Enric Ciotti, que ha hecho explotar la formación por su apuesta por pactar con Le Pen. Macron quiere que los desencantados de esa derecha de siempre se vayan a su barco. 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, besa a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el 6 de mayo pasado, en el Palacio del Elíseo.Kiran RIDLEY / Getty

Cuidado con Europa

El contexto en el que se celebrarán las elecciones, más su campaña previa, es complejo, con unos Juegos Olímpicos que empiezan en París el 26 de julio apenas, y con la Unión Europea inmersa en la composición del nuevo Europarlamento y en la elección de los altos cargos de las instituciones. 

La lectura europea del adelanto de Macron es importante, porque su riesgo es también el riesgo de sus socios. El presidente está debilitado en el momento en el que se negocia quién va a mandar en Bruselas, cuando hace cinco años él fue el hacedor de reyes, quien dio la Comisión a Ursula von der Leyen. Ahora se apartará de la pelea por sus problemas en casa, por más que siga siendo esencial su peso, junto al de Alemania. 

Pero es que si entran los ultras al Gobierno de Francia, habrá que ver qué políticas quieren plantear, cuando por ejemplo respecto a la invasión rusa de Ucrania son críticos con la ayuda a Kiev, una fuerza que ha pedido suculentos créditos a bancos rusos y que se ha beneficiado de la extensión de propaganda y noticias faltas por parte de motores creados y pagados por el Kremlin. ¿Habrá unidad, aún siguiendo Macron en la presidencia, para mandar armas o proponer más sanciones? A Moscú le encanta la desunión, lo alimenta. 

Los ministros de Le Pen, si ganan y forman gabinete, pueden asistir en Europa a las reuniones sectoriales del Consejo, a las del Ecofin, el Eurogrupo, el Consejo de Exteriores... y se sumarían a los ministros ultras que hay ya dentro de la UE, de los italianos a los húngaros. ¿Y las relaciones con la OTAN, cómo quedarían, de paso? 

Muchas preguntas que sólo las urnas irán respondiendo. De momento, queda el mensaje a la ciudadanía que Macron lanzó el domingo: "Ser francés es estar a la altura del desafío de la época cuando sea necesario. Es saber lo que vale un voto y cómo se siente la libertad. Actuar, cualesquiera que sean las circunstancias, con responsabilidad es fundamentalmente escribir la historia y no ser su víctima. Ese momento es ahora".