Los ultras no serán llave en el Parlamento Europeo pero se llevan uno de cada cuatro escaños
Von der Leyen y su PPE podrán seguir apoyándose en socialistas y liberales tras unos comicios en los que los radicales de derecha ganan en Francia o Austria y fuerzan hasta adelantos electorales.
Los europeos han hablado en estas elecciones del 9 de junio y de sus papeletas se extraen dos conclusiones. La primera es que el Parlamento comunitario podrá seguir funcionando como en la última legislatura, con el Partido Popular Europeo (PPE) como grupo mayoritario, apoyado en los socialistas y en los liberales -segundo y tercero, respectivamente-. La segunda, que prácticamente uno de cada cuatro eurodiputados ahora es de ultraderecha porque los radicales cabalgan desbocados a lomos de los miedos y el descontento de los ciudadanos.
Un alivio y un motivo de enorme preocupación, a la par, porque aunque los paquetes legislativos, los grandes proyectos, las ayudas a Ucrania o las sanciones a Rusia puedan ir saliendo como hasta ahora, no deja de haber dentro de las instituciones una masa de diputados que quieren menos Europa, que quieren dinamitar el sistema desde dentro, que quieren una Unión contraria a sus propios valores fundacionales. La identidad de Europa es, según los números, otra, a causa de este desplazamiento a la derecha, de récord. En un continente que ha buscado exorcizar los fantasmas del fascismo durante ocho décadas, la magnitud de la presencia de la extrema derecha será uno de los temas de conversación más candentes y uno de sus mayores quebraderos de cabeza.
Al final, la proyección de escaños del propio Europarlamento da un mensaje tranquilizador: El Partido Popular Europeo (PPE) ganaría las elecciones al Parlamento Europeo (PE) y se mantendría como la primera fuerza de la Eurocámara con 189 escaños (13 más que hasta ahora), según la primera proyección de escaños basada en estimaciones y sondeos a pie de urna que publica el Parlamento Europeo. La Alianza de los Socialistas y Demócratas europeos (S&D) sería el segundo grupo con más presencia en el hemiciclo europeo con 135 eurodiputados (cuatro menos que hasta hoy), mientras que los liberales de Renovar Europa lograrían 80 escaños (bajan 22), siempre según las estimaciones y sondeos recopilados por el Parlamento Europeo.
La suma de derecha tradicional, socialdemócratas y centristas sacaría 404 escaños sobre 720, por lo que podrían mantener la mayoría a tres que ha mantenido las instituciones en la legislatura que ahora se cierra. El PPE no necesitaría a los partidos de ultraderecha.
Los Conservadores y Reformistas (ECR) tendrían 72, su subida se ha refrenado, sólo ganan tres escaños. No hay sorpasso, por ahora, al tercer puesto, tampoco por el otro grupo de ultras, Identidad y Democracia (ID), que se quedarían con 58, ganando 9. La suma de estos dos grupos llega a los 130 diputados, si bien este conteo no incluye a otros partidos de corte euroescéptico y ultranacionalista que no tienen familia política europea.
Los Verdes, por su parte, pierden 18 representantes y que contentan con 53, mientras que la Izquierda Europea pierde tres y se mantiene en 34. Los no inscritos pierden 11 y logran 50 y hay otros 50 escaños de nuevas formaciones que no tienen grupo aún. Es importante este último dato, porque a ese bloque se puede acabar sumando por ejemplo el Fidesz de Hungría, un peso pesado.
Con estos números, la suma ganadora puede mantenerse como la que teníamos desde 2019, en la novena legislatura: la derecha de siempre, sobre las muletas de progresistas y centristas para legislar y repartir los cargos de las instituciones europeas. Pero aunque es muy poco probable que puedan coordinarse como un grupo unificado dentro del Parlamento Europeo (gracias a las divisiones en temas como la invasión de Ucrania por Rusia), aún podrán influir en la dirección general de la UE, en todos los ámbitos, desde la inmigración hasta las políticas climáticas. Si no hay tsunami, sí hay marejada y se va a notar.
El temor a que el PPE necesitase de los ultraderechistas era mucho, hasta el punto de que su candidata a la reelección, la actual presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, abrió a puerta a los grupos de radicales siempre que fueran pro Europa, pro Ucrania y pro OTAN. Ahora que no los necesita, esas palabras querrá olvidarlas, pero su tacticismo está ahí y sus aliados de siempre tienen cinco años para recordárselo.
Los grupos socialdemócrata, liberal y de los Verdes en el Parlamento Europeo se mostraron esta noche dispuestos a unirse a una coalición de corte proeuropeo con el Partido Popular Europeo si éste no hace concesiones a los grupos ultraconservador (Conservadores y Reformistas) y de extrema derecha (Identidad y Democracia). En diversas comparecencias tras conocerse la primera proyección del próximo Europarlamento, los portavoces políticos de los tres grupos se abrieron a la posibilidad de revalidar una mayoría similar a la que ha sostenido la legislatura que ahora concluye.
"Mi llamada a los conservadores, socialdemócratas y liberales es: podríais tener la mayoría entre vosotros tres, pero si buscáis estabilidad y políticas responsables en los próximos cinco años, probar los diferentes sabores de la extrema derecha no puede ser una opción", ha dicho, por ejemplo, el presidente de los Verdes/Alianza Libre Europea, el belga Philippe Lamberts.
El presidente del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, ha pedido ya esta noche a socialistas y liberales que apoyen a Von der Leyen para un segundo mandato. "La cuestión es si podemos formar mayorías razonables para el futuro de Europa. Mi pregunta va para las dos otras grandes familias políticas en Europa. Invito a socialdemócratas y liberales que se junten a nuestra alianza prodemocrática y proeuropea", ha subrayado desde la sede bruselense del Parlamento Europeo. Weber ha reclamado que ambas familias respeten el resultado de las urnas e instando en concreto al canciller, el socialista Olaf Scholz, que proponga formalmente a Von der Leyen como candidata alemana a la Comisión. Igualmente, se ha dirigido al presidente galo, Emmanuel Macron, líder de la familia liberal, para que dé su apoyo a la popular alemana en el seno del Consejo de la UE.
Quiere que las cosas queden como están, con el aval del canciller del país de la candidata, aunque sea de otro color político, y del mandatario galo, que fue el gran ideólogo de la candidatura de Von der Leyen en 2019, imprescindible en su ascenso. A los ultras, de Weber, ni agua, pese a que él les ha comprado la agenda en los últimos meses, ha avalado personalmente alianzas con ellos -como las del PP español con Vox- y fue quien llevó a Von der Leyen a tenderles la mano, a sabiendas de que el perfil de ella es más templado.
"Hoy es un buen día para el PPE. Amigos míos, ganamos las elecciones europeas. Somos el partido más fuerte, somos el ancla de la estabilidad... Junto con otros construiremos un bastión contra los extremos de izquierda y de derecha. ¡Los detendremos", enfatizó la alemana, por su parte, visiblemente liberada de esa losa que era acudir a llamar a la puerta de los ultras. Aún así, no puede cantar victoria por completo, porque con que haya rebelión de un 10% de los diputados de los tres principales grupos, puede verse sin apoyos suficientes para su nombramiento y, entonces, igual debe llamar al menos a la italiana Giorgia Meloni, líder del ECR.
Von der Leyen rechaza la xenofobia y el euroescepticismo de la extrema derecha, pero sabe que sus votantes comparten las mismas preocupaciones sobre el coste de la vida, la migración y la sensación de que las principales empresas tradicionales de Europa (la industria manufacturera y la agricultura) están siendo estrangulado por la regulación verde. Tomando su terreno en la guerra cultural sobre la identidad de la UE, el PPE abrió su manifiesto electoral con su compromiso con las "raíces judeocristianas" de Europa. Así que cuidado y a verlas venir.
Más allá de ese coqueteo del PPE con los radicales y su huella, que deja roto el cordón sanitario que se había mantenido hasta ahora y genera una enorme desconfianza entre posibles socios, queda la constatación de que la ultraderecha se ha subido al caballo del desencanto ciudadano, ha sabido identificar sus temores y se ha hecho fuerte en ellos, con soluciones populistas y radicales, cuando los partidos de siempre están de capa caída. De un 18,4% de los escaños ha pasado a tener casi un 25%. Ahí estarán, al menos cinco años, porque se le ha concedido que así sea, para cinco años cruciales, en los que está en juego una Europa diferente porque el mundo es diferente, con dos guerras en Ucrania y Gaza, con las transiciones verde y digital por hacer, por ejemplo. El resentimiento ha cuajado en votos para la derecha extrema que ha sido primera fuerza en países como Austria y Francia.
En este último país, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen ha logrado cerca del 30% de los votos, duplicando a Renacimiento del presidente liberal Emmanuel Macron. Un golpe tan duro que el mandatario, directamente, ha convocado elecciones, que es lo que los ultras le reclamaban. La primera vuelta será el 30 de junio y la segunda y definitiva, el 7 de julio.
También en Bélgica, que hoy celebraba elecciones federales y regionales en paralelo a las europeas, ha dimitido el primer ministro, Alexander De Croo, por no sacar adelante buenos resultados contra la extrema derecha separatista (N-VA y Vlaams Belang) en Flandes y a los liberales francófonos (MR) en Bruselas.