La hora de la guerra híbrida
La rotura de un cable submarino entre Finlandia y Alemania, esta semana, es un ejemplo de cómo se va más allá de las contiendas convencionales en este siglo XXI. La invasión rusa de Ucrania lleva a aparejado mucho más que misiles y drones.
La rotura del cable submarino C-Lion1, que conecta la capital finlandesa, Helsinki, con la ciudad germana de Rostock a través del mar Báltico, ha desatado la alarma esta semana en el norte de Europa: no fue un enganche o un desgarro, fue un corte. Un sabotaje, dicen las autoridades de los países que la zona, aliados para averiguar qué ha pasado.
Los Gobiernos se confiesan "profundamente preocupados" y apuntan que se trata de un "daño intencionado". "Nuestra seguridad europea no sólo está amenazada por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, sino también por la guerra híbrida de actores maliciosos", reza el comunicado conjunto las ministras de Asuntos Exteriores de Finlandia y Alemania. Los ojos están sobre un barco chino que venía de repostar en suelo ruso. Queda mucho por aclarar.
Este incidente, con su sospecha, pone de manifiesto que esta contienda no es convencional, o no lo es sólo. En pleno siglo XXI, los soldados no sólo de atacan, se disparan, se bombardean, sino que los ejércitos buscan las vueltas al enemigo cortando sus comunicaciones y las de sus aliados, intoxicando las informaciones, dañando satélites, pirateando bancos, cerrando canalizaciones de gas o petróleo, presionando con masas de migrantes. Híbrido es eso, mezclado, una táctica en la que los de Vladimir Putin son maestros y que lleva muchos meses ya arriba en la agenda de la OTAN. En la Alianza lo saben: no estamos preparados para todo eso.
Qué es eso de la guerra híbrida
Ahora todos los medios usamos la misma etiqueta: "guerra híbrida". ¿Pero eso qué es? El término lo acuñó en 2007 Frank Hoffman, un teniente coronel norteamericano en la reserva que actualmente es como investigador en la Universidad Nacional de Defensa (Departamento de Defensa) para aludir a la conjunción de modos y estrategias de guerra militares convencionales con tácticas terroristas que abarcaban la violencia y el desorden criminal.
En la práctica, bajo el paraguas del concepto “guerras híbridas” se enmarcan situaciones en la que los Estados hacen uso de su capacidad militar contra otro país o actor no estatal, a la par que se valen de otros medios vinculados a los ámbitos económico, político o diplomático.
El subsecretario general de Seguridad y Defensa de la OTAN, David Cattler, ya se refirió a las amenazas híbridas una año antes de que Moscú lanzase su "operación militar especial" sobre Ucrania, catalogándolas como "estrategias que crean confusión y desunión en los Estados" y que pueden "socavar los valores democráticos de sus instituciones, sembrando dudas entre la población". "Las estrategias híbridas son usadas con frecuencia por los adversarios de la OTAN porque son conscientes de que en un conflicto convencional no podrían imponerse políticamente, militarmente o económicamente", según David Cattler. Sus definiciones, con la guerra buscando su tercer año en breve, son certezas en el caso ucraniano y su contexto.
La existencia de este tipo de conflictos tiene que ver con el multilateralismo, la globalización y, sobre todo, con el desarrollo tecnológico de las últimas décadas. De las primeras palabras de Hoffman han pasado 17 años y, en este tiempo, se ha propiciado que aumente la variedad de herramientas que aplicar en lo que para muchos especialistas no es más que una modernización de la guerra de guerrillas a través del uso de internet o redes sociales para condicionar el resultado de procesos electorales o mediante ciberataques para poner en jaque infraestructuras críticas de los Estados, como pueden ser su administración financiera, los servicios de salud o los suministros de agua o energía.
Otro factor nuevo es que esto ya no es sólo cosa de ejércitos. En este tipo de batallas ya entran en juego, también, actores no estatales, de empresas a grupos criminales, pasando por compañías privadas de seguridad (mercenarios), gente que, por diversas razones, se alinea con un bando y coopera en las campañas de desestabilización, habitualmente no sangrientas, pero sí graves, costosas.
Uno de los ejemplos más claros y cercanos, cable aparte, es la presión que están ejerciendo Rusia y Bielorrusia sobre Polonia -también, en menor medida, con los países bálticos-, llevando grupos de migrantes a la frontera común y causando un problema de seguridad y de asilo. Dos estados, usando ONG, presionando en lo social y en lo defensivo, usando a un grupo de presión involuntario como los migrantes, tocando una de las políticas más sensibles de Europa en este momento.
Por qué no son guerras convencionales
La diferencia de las guerras híbridas con las convencionales radica en que ahora estas acciones hostiles ocurren en períodos donde no hay una declaración de guerra previamente establecida entre países, oscilando en un vacío entre paz y guerra al que los expertos en geopolítica han bautizado como "zona gris".
A veces es muy complicado probar el origen de las agresiones, así que se complica la asunción de responsabilidades. ¿Cómo se va a iniciar un ataque armado contra un país si las cosas no están claras? ¿Por un pirateo, por un apagón, por la publicación de un escándalo? Es una vía por la que marcar agendas, desviar atenciones, debilidad al enemigo y, en muchas ocasiones, salir de rositas. Nada ha pasado, por ejemplo, por la intervención rusa en las elecciones de EEUU de 2016 y el poder de influencia que tuvo su campaña de información sesgada.
Si antes las maniobras hostiles entre Estados podían consistir, además del despliegue militar, en la retirada de visados diplomáticos o el bloqueo económico, estas se siguen manteniendo pero han cobrado fuerza la utilización de la presión migratoria, los ciberataques o el uso de internet como palanca para orquestar campañas que condicionen la opinión pública a través de fake news con el mismo objetivo común históricamente: desestabilizar a Estados adversarios hasta conseguir que se fracturen.
Muy complicado moverse en este escenario. Las cuatro Convenciones de Ginebra y sus Protocolos Adicionales ponen límites a la guerra y también que otras reglas no escritas que guían las relaciones internacionales, pero lo híbrido está erosionando todas las normas y no está claro a qué atenerse.
No sólo hablamos del caso "Rusia frente al mundo", sino que estas situaciones se están dando también en el seno de Ucrania. Pol Bargués, investigador principal, CIDOB y Jorge Piñera, asistente de investigación del mismo tanque de pensamiento, ya citaban al inicio de la guerra casos viejos: "por ejemplo, en 2014, el Kremlin negó su implicación en la operación en la que unos soldados de verde sin identificar lograron el control de Crimea y facilitaron su anexión a Rusia. Asimismo, el gobierno ruso y los canales de televisión afines han acusado repetidamente a las fuerzas ucranianas de “neonazis" y de reprimir la cultura rusa y a los ciudadanos prorrusos en el Donbas".
"La combinación de guerra convencional con nuevas tácticas híbridas agudiza la crudeza de la guerra. Cuando solo nos centramos en los tanques y la lógica militar de la guerra, nos perdemos que en Ucrania la confusión y la desorientación son una constante. Esto dificulta el cumplimiento de normas y la construcción de lo colectivo que tan importante es para idear la paz. La guerra se alarga con ataques variopintos, mientras algunas tragedias se ocultan, otras calamidades se exageran y crece el escepticismo por doquier", añadían ya en 2022.
El escenario actual
Doug Livermore, vicepresidente nacional de la Asociación de Operaciones Especiales de Estados Unidos, ha escrito para el Atlantic Council un análisis sobre los riesgos actuales de este tipo de guerras en el que concluye que Occidente debe responder a la "rápida escalada" de la guerra híbrida de Rusia.
"Rusia está llevando a cabo una campaña cada vez más intensa de ataques híbridos en todos nuestros territorios aliados, interfiriendo directamente en nuestras democracias, saboteando la industria y cometiendo actos de violencia", afirmó ya el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el 4 de noviembre. "Esto demuestra que la línea del frente en esta guerra ya no se encuentra únicamente en Ucrania. Cada vez más, la línea del frente se está moviendo más allá de las fronteras hacia la región del Báltico, hacia Europa Occidental e incluso hacia el extremo norte", añadió.
Ahora que se acerca el tercer aniversario de la invasión rusa de Ucrania, la campaña de hostilidades híbridas de Moscú en todo el mundo occidental parece estar aumentando. "A medida que evolucionan las tácticas de Rusia, los gobiernos y los servicios de seguridad de todo Occidente deben trabajar juntos para identificar amenazas y contrarrestar al Kremlin", dice el experto.
Plantea, como primer reto, las operaciones de información, un "elemento central de los esfuerzos rusos por debilitar a Occidente". Desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania, "los mensajes que emanan de Moscú han pasado de acusaciones inverosímiles de un "régimen nazi" en Kiev a un mayor enfoque en la inevitabilidad de la victoria militar rusa y la falta de fiabilidad de Ucrania como socio. Estos mensajes están siendo promovidos activamente en todo Occidente por fuentes rusas y por los representantes de Moscú".
Durante gran parte de la última década, Rusia dependió principalmente de sus propios medios de comunicación estatales, como RT y Sputnik, para difundir narrativas diseñadas para socavar la unidad occidental y polarizar la opinión pública en los países democráticos. Sin embargo, en los últimos años ha habido cada vez más esfuerzos por cooptar a los "medios no tradicionales" y a las "personalidades de las redes sociales en todo Occidente", como los presentadores de podcasts estadounidenses. Esto ha hecho posible que Rusia llegue a audiencias más amplias, al tiempo que mejora la credibilidad de su mensaje al evitar cualquier vínculo abierto con el Kremlin.
Los ciberataques son otra táctica importante que utiliza Rusia para socavar la estabilidad en todo Occidente. "Al interrumpir las comunicaciones, sembrar el caos y erosionar la confianza pública en las instituciones, la ciberguerra rusa tiene el potencial de perturbar y desestabilizar las sociedades occidentales". Un ejemplo reciente fue el ciberataque de diciembre de 2023 contra el mayor proveedor de telecomunicaciones de Ucrania, que dejó temporalmente a millones de suscriptores sin acceso a Internet y a la telefonía móvil.
Rusia también ha tratado de alimentar las tensiones políticas "apoyando a los movimientos y partidos populistas que se alinean con las narrativas anti-OTAN y anti-UE del propio Kremlin". En toda Europa y América del Norte, se acusa al Kremlin de empoderar a partidos y movimientos políticos anti-establishment de todo tipo. "El respaldo de Moscú a los movimientos de extrema derecha y extrema izquierda ha sido oportunista más que ideológico, con énfasis en el apoyo a cualquier grupo considerado capaz de desestabilizar la política interna en los países occidentales. Este enfoque ha demostrado ser eficaz . para amplificar las narrativas del Kremlin, al tiempo que dificulta contrarrestar la influencia rusa y mantener el apoyo a Ucrania", dice Livermore.
Otra "vía de influencia rusa maligna" es el "apalancamiento económico", especialmente a través del uso como arma de las exportaciones de energía. "Si bien la dependencia general de Europa de la energía rusa ha disminuido significativamente desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, varios países de la UE siguen dependiendo en gran medida de los suministros energéticos rusos, lo que los hace vulnerables a la presión política de Moscú", ahonda.
Los responsables de las políticas occidentales, ante este escenario, "deben reconocer que los desafíos híbridos de seguridad que actualmente plantea Rusia no van a desaparecer pronto". Por el contrario, Putin "claramente está preparando a su país para una confrontación prolongada con Occidente." Si bien un conflicto militar abierto entre Rusia y la OTAN todavía se considera improbable, a su entender, "las naciones occidentales deben estar mejor preparadas para defenderse de los crecientes esfuerzos de Rusia por dividirlas y desestabilizarlas. Esto requerirá un enfoque multifacético que refleje la naturaleza diversa de las amenazas híbridas que plantea el régimen de Putin".
"Es fundamental combatir la desinformación. Los gobiernos occidentales deben intensificar sus esfuerzos para combatir la guerra informativa rusa mediante medidas que incluyan el apoyo a iniciativas de verificación de datos y la mejora de la literatura mediática entre el público. Antes de emprender nuevas medidas de esta naturaleza en el ámbito de la información, es importante señalar que Rusia tiene un historial de éxito en la lucha contra las contramedidas, presentándolas como intentos de suprimir la libertad de expresión", defiende.
El fortalecimiento de las defensas cibernéticas es otra tarea clave. "La OTAN debe invertir en el recientemente anunciado Centro Integrado de Defensa Cibernética para proteger a los Estados miembros de los ciberataques rusos. La alianza debe priorizar el intercambio de información, los ejercicios conjuntos de seguridad cibernética y el desarrollo de equipos de respuesta rápida para mitigar el impacto de futuros ataques".
La "sofisticada estrategia" de guerra híbrida del Kremlin plantea una seria amenaza a la unidad occidental y representa un frente crítico en la confrontación global que ha surgido tras la invasión rusa de Ucrania. Es lo que se viene, es lo que ya está aquí.