Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
Hamás en Gaza: qué queda de la milicia, qué poder tiene y qué papel jugará en el futuro de la franja

Hamás en Gaza: qué queda de la milicia, qué poder tiene y qué papel jugará en el futuro de la franja

Los planes para el día después de la tregua definitiva entre la milicia e Israel no se hacen, porque pocos confían en que la paz dure. Sin embargo, es necesario analizar el papel de quien ha gobernado la franja desde 2007 y que aún no ha sido destruido.

Miembros de Hamás asisten al funeral de dos de sus altos mandos, Rawhi Mushtaha y Sami Odeh, muertos en la ofensiva israelí, el 24 de enero de 2025, en pleno alto el fuego.Dawoud Abu Alkas / Reuters

El domingo pasado, la esperanza se instaló -débil, en la UCI- a los dos lados de la frontera de Gaza. En la franja, los palestinos veían cómo se callaban las armas de Israel tras 15 meses de ofensiva sin piedad. Fuera, los israelíes esperaban a las primeras rehenes liberadas por Hamás, tras ser secuestradas en los ataques del 7 de octubre de 2023. Han pasado los días y han sido liberados 90 presos palestinos y ha empezado a entrar ayuda humanitaria y ha habido roces, sí, pero no se ha roto el acuerdo auspiciado por Egipto y Qatar, con el patrocinio de Estados Unidos. 

De semana en semana se afianza la ilusión, porque empiezan a salir, si nada se tuerce, más rehenes y más presos. La primera fase de la tregua durará seis semanas, o 42 días, y aún hoy pocos tienen confianza en que se vaya a avanzar más. Entonces sería el momento de compromisos mayores: la retirada completa del Ejército de Israel, la liberación de todos los rehenes, liberaciones de presos comprometidas y un permanente armisticio. Y de sentarse a negociar el futuro, también. 

Todo es frágil, como demuestra la denuncia de hoy mismo de Israel de que Hamás incumple el acuerdo por no entregar a rehenes concretos supuestamente pactados. La milicia, por su parte, indicó esta semana que Tel Aviv había matado a dos gazatíes en el sur, por disparos no justificados.

En ese punto, el partido-milicia Hamás sigue siendo fundamental. El Gobierno de Benjamin Netanyahu lanzó su operación Espadas de Hierro con la meta de "arrancarlo de raíz", "inutilizarlo", "destrozarlo", "machacarlo", "borrarlo", en palabras del mandatario, pero aún no lo ha logrado. Sigue siendo su enemigo y su interlocutor, aunque sea por persona interpuesta. Notablemente debilitado, hoy sus uniformados patrullan por las calles de Gaza nuevamente. 

El escenario actual

El dimitido jefe del Estado Mayor israelí, el general Herzi Halevi -que permanecerá aún en el cargo hasta el 6 de marzo- afirmó el pasado martes que las fuerzas de su país han matado a cerca de "20.000 agentes" del Movimiento de Resistencia Islámico, que es lo que significa el acrónimo de Hamás. Miles de soldados israelíes han resultado heridos en acción y más de 400 han perdido la vida en esta campaña, por otro lado. Hasta ahora, la guerra más mortífera para ellos en Gaza había sido la del verano de 2014, cuando murieron 66 soldados israelíes en mes y medio de combates.

"El brazo militar de Hamas ha sido duramente golpeado. La mayoría de la cúpula de la organización fue abatida", añadió Halevi en un de sus habituales comparecencias televisadas. Estas afirmaciones deben tomarse con cautela ya que ONG como Armed Conflict Location & Event Data (Datos sobre ubicación y eventos de conflictos armados, ACLED), que elabora listas de víctimas de conflictos en todo el mundo, afirma que se ha "neutralizado" a 8.500 combatientes. Se calcula que antes del 7-O Hamás tenía entre 25.000 y 35.000 efectivos.

En la propia carta de renuncia que se había filtrado horas antes, el alto mando de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) reconocía que los objetivos de la guerra de Gaza "no se han logrado todos" y que el ejército "seguirá luchando para desmantelar aún más a Hamas", recuperar a los rehenes y permitir que los israelíes desplazados por los ataques militantes regresen a sus hogares.

Si algo se extrae de las ruedas de prensa y comunicados de las Fuerzas Armadas israelíes en estas últimas semanas, previas y posteriores al alto el fuego, es que Tel Aviv asume que "serán necesarias más medidas" para acabar con el grupo. Como ha resumido el exsecretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, saliente con la Administración Biden, "ha reclutado casi tantos nuevos militantes como los que ha perdido", incluidos adolescentes, y esa, la resistencia y la capacidad de regeneración, es ya el primer reto al que se enfrenta Netanyahu. Ha conseguido adaptarse y mantener su control.

Israel se irá retirando de forma muy gradual de áreas clave, incluido el machacado norte de la franja, los corredores corredor Netzarim y el corredor Filadelfia, y el corredor de circunvalación norte entre la ciudad de Gaza, Jabaliya, Beit Hanoun y Beit Lahia. Las divisiones 162, 99 y 143 son las que ahora mismo están en ebullición con los cambios impuestos por el armisticio. 

Una vez que el pacto se haya implementado plenamente, se espera que los uniformados bajo bandera azul y blanca permanezcan en una zona de amortiguación que se va a formalizar, que se extiende de uno a dos kilómetros dentro del territorio de Gaza. 

En esta zona, las FDI han arrasado miles de estructuras y campos agrícolas durante el año pasado, por lo que el terreno ya ha sido preparado en gran medida, su aspecto se parece al que tendrá en el tramo final de las negociaciones, si a eso se llega. Los residentes de las comunidades israelíes cercanas, como el kibutz Nahal Oz y el moshav Netiv HaAsara, ya han informado a la prensa nacional que se ven "significativamente menos edificios palestinos" en su horizonte que antes del 7 de octubre de 2023, sobre todo en áreas como Shijaiyah y Beit Lahia.

La tarea pendiente más importante que le queda a Israel es detectar y destruir los túneles de Hamás, una barrera subterránea a lo largo de la frontera que sigue siendo "un desafío oculto y crítico", como los llama Yoav Zitun, analista de Defensa del diario Yedioth Ahronoth. Principalmente, se concentran todavía en el sur y centro de Gaza y "podrían utilizarse para reiniciar una producción limitada de armas, ocultar miles de armas y ocultar a altos comandantes". Acabar con ellos será una misión que continuará "mucho después de que se implemente el acuerdo", le detallan fuentes militares. 

De cara al futuro, los comandantes militares prevén "años" de operaciones terrestres en Gaza para reducir el tamaño de Hamás a lo que fue hace unas dos décadas, al tamaño que tenía cuando la Autoridad Nacional Palestina (ANP) aún no había perdido el control de Gaza (Hamás comenzó a mandar tras ganar las elecciones de 2006) y de la retirada de Israel del territorio (en 2005 salieron los últimos colonos y soldados). 

Hamás ha perdido a su líder en el exterior, Ismail Haniyeh, asesinado por Israel en Teherán en julio pasado, y también al sucesor de éste, que aún resistía en Gaza, Yahya Sinwar, "neutralizado" por las FDI tres meses más tarde. Su hermano Mohammad, veterano de las brigadas Al Qassam, tomó las riendas del brazo armado en la franja, según varias inteligencias occidentales. Pero ha habido hundimiento, por más importantes que fueran esos nombres, porque Hamás está bien estructurada, muy protegida, con ramas extranjeras que lo nutren desde hace más de 40 años. 

Soldados de Israel salen de un túnel que Hamás supuestamente utilizó para sus atentados, cerca del cruce fronterizo de Erez, el 7 de enero de 2024.EYTAN GALAI / Getty Images

Herido, pero dragón

Operativamente, además, quedan cabezas pensantes que sobreviven. Destacan, sobre todo, el comandante de la brigada del norte, Ezzedine Haddad, y el de la brigada de Rafah (en la frontera con Egipto), Mohammed Shabaneh, que siguen dispuestos a desempeñar "papeles centrales" en la reconstrucción de Hamás si se les da la oportunidad. "No se puede desmantelar un ejército terrorista que se ha construido durante 15 o 20 años en un solo año", señala al Ynet un experimentado comandante de brigada. Y más: como decía el antiguo jefe de la diplomacia europea, el español Josep Borrell, "Hamás representa una idea, y no se puede matar una idea con bombas". Eso es más complicado que acabar con su estructura y hasta con sus aliados, de Irán a Turquía.

Es innegable que Hamás se encuentra hoy en "un punto mínimo militar sin precedentes", como lo califica su enemigo, debido a las operaciones de estos 15 meses y a la debilidad, también, de aliados clásicos que también han entrado en crisis a raíz de la explosión de violencia que lleva viviendo todo Oriente Medio desde 2023: Hizbulá en Líbano, la Siria de Bachar al Assad, los ayatolás de Irán. La capacidad de mando y control de Hamas se ha visto gravemente afectada, sus fábricas de producción de armas a gran escala han sido destruidas y muchos altos dirigentes han sido eliminados, dicen los reportes israelíes. 

Sin embargo, Tel Aviv denuncia que Hamás ha continuado organizando ataques de guerrilla hasta antes de la tregua contra sus tropas en zonas como Jabaliya y Beit Hanoun. A pesar de estar mal equipados y mal entrenados, los nuevos reclutas consiguen plantar cara al adversario echando mano de su mayor conocimiento del terreno, del combate urbano cuerpo a cuerpo, más los túneles. 

Hamás ya no está en condiciones de llevar a cabo un atentado al estilo del 7 de octubre, pero demuestra puede causar daño por esa vía o lanzando drones esporádicamente, produciendo vídeos y otros materiales de propaganda y manteniendo el control sobre la población local, "un factor crítico para su supervivencia" y que hoy ha retomado. Una fortaleza que causaba bajas y entierros diarios en Israel y que Netanyahu tampoco podía mantener mucho más; aunque le haya costado algunas dimisiones en su gabinete, sigue a flote. 

Pese a que el primer ministro aspiraba a borrarlos del mapa, hoy son sus hombres los que están, por ejemplo, vigilando el reparto de la ayuda humanitaria que al fin está entrando en Gaza, a razón de unos 600 camiones al día. El domingo 19 de enero, con el acuerdo de armisticio caliente, hasta miembros de las brigadas de Al-Qassam marcharon en gran número por una Gaza crujiente de cascotes. Una forma de demostrar que el acuerdo les favorecía y que no estaban acabados. 

Policías palestinos de Hamás hacen guardia en su sede destruida en la ciudad de Gaza, el 22 de enero de 2025.Dawoud Abu Alkas / REUTERS

Geográficamente, Hamás mantiene dos brigadas activas, en Nuseirat y al-Bureij, en el centro de Gaza, que han permanecido prácticamente intactas, posiblemente debido a la presencia de rehenes en la zona. Antes de la guerra contaba con unas 24. Además, ha restablecido parcialmente sus capacidades militares en Khan Younis -la ciudad más grande del sur de Gaza- y hay signos de recuperación en la propia ciudad de Gaza, al norte del Corredor Netzarim, con aproximadamente 100.000 residentes que aún viven en sus barrios parcialmente en ruinas y se mantiene una infraestructura algo menos precaria que en otros puntos del territorio palestino. 

Israel insiste en que, si el alto el fuego se rompe o hay amenazas de algún tipo por parte de Hamás, sus fuerzas están "preparadas" para actuar contra ellos en "apenas unas horas", incluso en lugares de acceso complejo. "Listos para lo defensivo, listos para la ofensivos, siempre, para que situaciones del pasado no vuelvan a suceder. La situación es compleja", traslada en un encuentro de prensa uno de sus mandos. Por ahora, las FDI no tienen previsto movilizar a los 30.000 soldados que sí participaron en las operaciones más importantes del año pasado, lo que plantea interrogantes sobre su capacidad futura en caso de emergencia. Nadie sabe el dinero, el tiempo y las vidas (palestinas y propias) que les puede llevar acabar del todo con Hamás. 

¿Y el Gobierno?

Esa es la radiografía militar de Hamás. Queda la política. Sus policías se mueven de nuevo sin miedo por la franja de Gaza y su rama política superviviente es la que ejecuta el alto el fuego en cuestiones del día a día, como los servicios básicos. En la práctica, como hace 18 años, los islamistas siguen mandando en el territorio. Dice EEUU que no será más así. 

El entrante asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, Mike Waltz, aseguró hace una semana que el grupo "no volverá a gobernar en Gaza".  "Quiero que el pueblo israelí me oiga alto y claro si Hamás se retira de este acuerdo o cambia las metas vamos a apoyar a Israel en lo que tenga que hacer. Lo segundo es que Hamás no volverá a gobernar en Gaza. Eso es inaceptable, porque han dejado claro que su intención es destruir Israel", aseguró en una entrevista con CBS News.

Estamos en una fase muy inicial del algo el fuego y hablar del futuro de Gaza cuesta, con todo el drama que tiene sobre sus hombros, cuando aún no ha localizado a todos sus muertos ni tiene luz, agua o alimento, cuando la reconstrucción es algo muy lejano, de una tercera fase, a tres o cinco años vista como poco. Pero sobre la mesa está, claro, el debate de quién llevará las riendas entonces y ahora, cuando las metas volantes se cumplan. 

Hamás había aceptado una propuesta de Egipto, un mediador esencial para el actual acuerdo, para establecer un comité tecnócrata en la franja, que operaría bajo el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, administrativamente radicad en Ramallah (Cisjordania). Sin embargo, fue la ANP la que se desmarcó y dijo no al plan. Sus razones: que eso sólo iba a afianzar más la división entre facciones palestinas y que Palestina tiene que ser gestionada desde ya por una única entidad, sin parches, que funcione y supervise todo tanto en Gaza como en Cisjordania, los dos territorios palestinos donde es posible (el este de Jerusalén, pretendida capital de un futuro estado, está ocupada por Israel). 

El presidente palestino, Mahmud Abbas, reunido con su gabinete en Ramallah (Cisjordania), el 26 de noviembre de 2024.Palestinian Presidency / Cedida / Anadolu via Getty Images

Más allá de Israel y de Hamás, la del actual Gobierno palestino es la otra gran complicación para el porvenir de los gazatíes. El presidente Mahmud Abbas, de 89 años, enfermo y cuestionado, se ha enrocado con sus asesores, no es capaz de tener espacio en esta crisis, es ninguneado por la comunidad internacional y cada vez está más rechazado internamente por su inacción, por la falta de propuestas y de legitimidad (no hay elecciones). El protagonismo del grupo islamista, histórico rival de su partido, Fatah, escuece. Y más aún el ostracismo institucional. 

Hasta el acto el fuego le ha parecido regular, una "rendición carente de cualquier elemento que pueda servir de base para el proceso de paz", según han dicho públicamente sus asesores, como cita Jack Khoury en el diario Haaretz. Su gobierno no tiene garantías de volver a mandar en Gaza hoy ni en un mañana próximo, porque ha quedado al margen del debate. Mientras los palestinos celebran en las calles la liberación de sus presos, que en buena parte le aplauden a Hamás, poco tienen que agradecerle a un Abbas que cada vez planta menos cara a las redadas y bombardeos en Cisjordania, manda a más policía a las protestas y bloquea más a los medios.  

No tiene liderazgo -nunca lució el carisma de su antecesor, Yasser Arafat-, ni presencia internacional -su edad impide muchos viajes o presencia en foros internacionales-, pero es que tampoco propone iniciativas y, cuando aparece la de El Cairo, la rechaza. Para contrarrestar esa imagen, la ANP en estos días ha informado de que tiene "completados" los preparativos para asumir la "plena responsabilidad" de Gaza, un punto que no aparece en el acuerdo de alto el fuego. Dice que sus equipos podrían "devolver a los desplazados a sus lugares de residencia, restablecer los servicios básicos como el agua o la electricidad, la gestión de cruces fronterizos y la reparación de la destrucción". Que lo haría en coordinación con las municipalidades y la Organización Árabe para la Construcción en Palestina. 

Problema 1: nadie los ha llamado para eso. Problema 2: necesitarían una ayuda internacional que no existe hoy porque no se dan las condiciones sobre el terreno para ello. Hay países que ya están intentando movilizar ayuda (España ha anunciado 24 millones de euros en ayuda urgente) per hay que ver si es factible aplicarla. Se entiende todo este anuncio como una manera de no perder protagonismo en este momento, pero lo cierto es que hasta su presencia mediática es residual. 

A Abbas se le presiona especialmente para que haga reformas internas, de políticas y de nombres, para empezar a hablar de un mando común en Gaza estable que, dicho sea de paso, Netanyahu ha dicho que rechazaría. Si el presidente es un interlocutor válido para la comunidad internacional no lo es para él, que lo compara con Hamás y lo acusa de promover el terrorismo. 

El pasado marzo, Muhamad Mustafa fue elegido como nuevo primer ministro para llevar savia nueva al Gobierno de Palestina. Tiene el el triple reto de reunificar administrativamente Cisjordania con Gaza, formar un gabinete de especializas sin carné que potabilice las instituciones y abordar la corrupción, el mayor lastre de la Autoridad Nacional Palestina, y que va de la mano de esa erosión, ese descrédito y esa falta de resultados, tan visible ahora. 

Aquel cambio fue forzado por Estados Unidos, que quería ir viendo cambios para convencer a Netanyahu de que podría dejar en manos de una nueva ANP la franja de Gaza, una vez que acabase su invasión. No ha habido grandes avances y la población palestina sigue desanimada. Se mantienen los apoyos externos de siempre, especialmente de Jordania, Egipto y Arabia Saudí, pero de fuera llegan también insistentes peticiones de un aire nuevo al gabinete. 

Por respeto, a Abbas no le piden el puesto, pero sí otro cambio de primer ministro. Surgen nombres como los de Salam Fayyad (que ya ocupó el cargo brevemente en 2013) o Nasser Al Qudwa (con experiencia como representante ante la ONU y ministro de Exteriores entre 1991 y 2006). El equipo del presidente, dice Haaretz, los rechaza porque no quiere una "injerencia" externa en sus políticas. 

Queda una opción que Abbas tampoco está poniendo sobre la mesa: pedir a Israel que, en la ronda de liberaciones de preso, añada a Marwan Barghouti, el llamado Mandela palestino, que hoy por hoy es la única figura de consenso que podría unir a Fatah, a Hamás y a las demás milicias, facciones y partidos palestinos. Un héroe nacional al que Netanyahu se niega a poner en la calle porque fue dirigente del Tanzim, el brazo armado del partido laico Fatah -el de Arafat y Abbas- y tiene a sus espaldas cinco cadenas perpetuas y otros 40 años añadidos de privación de libertad. 

Niños y adultos palestinos esperan junto al muro israelí ilegal para cruzar el puesto de control de Qalandia, con una pintada del preso Marwan Barghouti al fondo, en 2015.NurPhoto via Getty Images

Lo único que se sabe sobre el futuro de Gaza es lo que Netanyahu reveló por primera vez en febrero del año pasado, un plan sobre el que ha llovido mucho en estos meses. Preveía, como marco general, una franja desmilitarizada, cuya seguridad dependerá de Israel y en la que no exista la UNRWA, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos, a varios de cuyos miembros han acusado (sin pruebas) de participar en los atentados de Hamás. En un documento presentado ante el gabinete de guerra, Netanyahu remarcó sus objetivos a corto plazo: destruir las capacidades militares y la infraestructura gubernamental tanto de Hamás como de la Yihad Islámica, liberar a los rehenes e impedir que Gaza vuelva a ser una amenaza. En esas está. 

Más a medio plazo, el mandatario anunció una franja donde Israel mantendrá la libertad de operaciones militares "sin límite de tiempo", con un perímetro de seguridad en la divisoria y el control israelí de la frontera entre Gaza y Egipto para evitar la reaparición de "elementos terroristas en la Franja de Gaza". Tel Aviv se quedará con el control de seguridad sobre la zona, con "una desmilitarización completa", más allá de lo necesario para mantener el orden público.

Respecto a la administración civil y el orden público, estarían reguladas por funcionarios locales con experiencia administrativa, alejados de "países o entidades que apoyen el terrorismo y no recibirán pago de ellos", dice el documento, que anuncia un "programa integral" de lo que llama desradicalización de las instituciones religiosas y educativas en el enclave, con la ayuda de otros países árabes. 

Ya se ha contactado ONG con las que cooperar, pero no se encuentran fácilmente, por razones lógicas cuando Hamás vuelve a patrullar las calles. Nadie sabe por cuánto tiempo. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.