¿Habrá otra vez veto de Orban? El Consejo Europeo busca opciones para la ayuda a Ucrania
El húngaro ya impidió en diciembre que se aprobasen 50.000 millones para Kiev y ahora amenaza con repetir. Pero Bruselas está ya muy cansada y estudia réplicas.
Europa se desespera con Hungría. El ultraderechista Viktor Orban ha venido limitando el alcance de las sanciones contra Rusia por su invasión a Ucrania, ha retrasado las negociaciones para la incorporación de Kiev al club comunitario y hasta ha puesto en duda la capacidad de los de Volodimir Zelenski para ganar. Su gran caballo de batalla ahora es el dinero.
Ya en estos dos años de contienda se ha mostrado duro para dar su brazo a torcer cuando Bruselas trataba de pactar paquetes de ayuda al país agredido, pero ahora se muestra inflexible como nunca. Del líder más prorruso de la Unión, el único capaz de estrechar la mano a Vladimir Putin cuando caen las bombas, sigue dependiendo un paquete de 50.000 millones de euros que Europa quiere entregar a Kiev para los próximos cuatro años. Busca evitar su colapso, como fin inmediao, y ayudarle a ganar, como fin ideal.
Orban ya dijo que no a ese dinero en el Consejo Europeo del pasado diciembre y ahora, este jueves, se celebra una nueva cumbre comunitaria, extraordinaria, con un único punto en el orden del día: la revisión intermedia del presupuesto a largo plazo de la UE, hasta 2027, que incluye esa preciada partida para Ucrania. Los otros 26 líderes tratarán de convencerlo de que es esencial que ese dinero llegue a Kiev, 33.000 millones en préstamos y 17.000 más en subvenciones. Los tratados de la UE obligan a que una medida de esta naturaleza salga adelante por unanimidad, se ahí la angustia ante un posible veto.
Los argumentos de Budapest, entonces y ahora, son los mismos: argumenta que los fondos de Europa deben quedarse en Europa y Ucrania sólo está aún en proceso de estar dentro, que es mucho dinero y que tiene que proteger a su gente ante la subida del coste de la vida que ha generado la guerra, especialmente en lo que a los precios de la energía se refiere. Avisa de que hay una derecha más a la derecha de la suya ganando enteros por el enfado de la población ante esta mala coyuntura, como si su partido, el Fidesz, al mando y castigado por sucesivas violaciones del estado de derecho, fuera la panacea.
La posición de Orban puede cambiar si se escuchan algunas de sus exigencias. Quiere que el uso del fondo ucraniano sea revisado cada año, decidiendo si se sigue enviando el dinero o no cada 12 meses o, como poco, que se cree algún mecanismo que permita cerrar el grifo si se detecta algún problema, pero es que también aprovecha el nudo para reclamar una cláusula que nada tiene que ver con Ucrania, que permita a los estados miembros gastar los euros del fondo de recuperación a más largo plazo, cuando ahora tienen que estarlo en 2026.
Y es que el Gobierno húngaro es especialista en usar la crisis de Kiev para, de paso, intentar sacar rédito en otras áreas. Actualmente, está bajo un proceso de castigo de Bruselas por violar el estado de derecho y los valores fundacionales de la Unión, que abarca desde sus leyes migratorias a la falta de independencia del poder judicial pasando por lo derechos violados a minorías. Orban dirá sí al dinero a Ucrania si se le resuelve este problema o, al menos, se le aminora.
Actualmente, hay 21.000 millones de fondos europeos congelados, a la espera de que aplique las reformas que Europa le ha reclamado y que, denuncian sus opositores, van más lentas de lo deseado. En diciembre, Europa le entregó 10.200 millones que tenía retenidos. Fue justo antes del decisivo Consejo prenavideño en el que se puso sobre la mesa el paquete de 50.000 millones para Ucrania y, aún más, la posibilidad de iniciar conversaciones con Kiev para su adhesión en la UE. Entonces, se dijo que todo fue una coincidencia, porque acababa de avalarse la reforma judicial magiar.
Al calor de aquel paso, Hungría no cedió en su no a la apertura de conversaciones con Ucrania para ser un miembro más, pero en una jugada rocambolesca ideada por Alemania Orban se ausentó de la votación y así salió adelante. No por abstención ni por aprobación, sino por ausencia. Un parche del que en Bruselas no se sienten orgullosos y que no se quiere repetir ahora con el dinero.
Por eso, según han filtrado medios como el Financial Times o POLITICO esta semana, en el Consejo de este jueves puede recurrirse a nuevas opciones para hacer entrar en razón a Hungría. La más llamativa es la del llamado botón rojo o nuclear, esto es, retirar al país su derecho a voto temporalmente, "en caso de que no se llegue a un acuerdo" y a la luz del "comportamiento poco constructivo" de Budapest. La unanimidad ya no sería indispensable. También se baraja la posibilidad de presionar a Orban quitándole la presidencia del Consejo, cuyo testigo debe tomar a Bélgica en julio y hasta diciembre. Polonia, que es la siguiente, entraría un semestre antes.
Las dos medidas son un bombazo en los Veintisiete y necesitan de un consenso muy claro, por lo que a priori parecen difíciles de adoptar. Más factible parece mantener retenido el dinero de los fondos europeos que Hungría anhela e, incluso, redoblar el proceso contra su Ejecutivo por los incumplimientos ya citados, porque no son pocas las ONG que insten en que se están haciendo reformas estéticas pero, en el fondo, no se están recuperando libertades en Hungría. "Los periodistas independientes, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil son vilipendiados por funcionarios públicos de alto rango y en medios progubernamentales en un entorno mediático distorsionado. Persiste la discriminación contra las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT), las mujeres y los romaníes. Continúan las devoluciones ilegales de migrantes y solicitantes de asilo a Serbia y el acceso a los procedimientos de asilo es casi imposible", denuncia Human Rights Watch.
Puede ser una reprimenda intermedia, pero reprimenda, de unos estados que están muy cansados de pelear contra Orban, cada vez más crecido y que trata de ganar enteros en lo doméstico, con campañas contra la Comisión Europa, vistiéndose de protector de su pueblo frente a las amenazas económicas o migratorias de fuera, cuando hay elecciones europeas en junio y la derecha radical amenaza con subir. Sólo el planteamiento de un bloque compacto contra Orban, todos contra uno, puede generar una cascada de reacciones en mercados o proyectos de inversión, que se olviden de Hungría por entender que no es un socio en el que confiar. Con esa baza de posible aplastamiento económico y con la enorme dependencia de los fondos europeos que tiene Budapest es con la que se negocia a contrarreloj.
Si llega el acuerdo, será in extremis, porque en las horas previas al Consejo las espadas están en alto. Es verdad que ha habido gestos, como que el lunes pasado el ministro de Exteriores de Orban, Péter Szijjártó, visitase Ucrania y pactara un plazo de 10 días para resolver las diferencias que tienen los dos vecinos. Guerra con Rusia aparte, ambos tienen una pelea particular por la minoría húngara en la zona de los Cárpatos, que para Budapest están siendo aislados y maltratados por Kiev.
Sin embargo, las filtraciones de una posible retención de fondos han sentado muy mal en el Gobierno de Orban y su ministro de Asuntos Europeos, Janos Boka, ha llegado a decir que se trata de un "chantaje político" de los "burócratas de Bruselas". No suena conciliador.
De sus exigencias, en la que hay más flexibilidad es en la de introducir un sistema de control del dinero a Ucrania en caso de emergencia. Eso puede venderse como un celo extra. No así el plan de ir fiscalizado la ayuda año a año, porque habría que ir aprobando las cuentas poco a poco, con el riesgo de que ellos se opongan de nuevo y amenacen con otro veto. Ya bastante miedo tienen los funcionarios a lo que pueda hacer el país magiar en el proceso de incorporación de Ucrania, que consta de más de 30 fases; en todas ellas se promete pelea.
Si no hay consenso, hay otros caminos posibles para aprobar el dinero sin Hungría, pero que los líderes comunitarios rechazan por ahora por ser más lentos y necesitar formalismos como las consultas a parlamentos nacionales, cuando Kiev necesita el dinero ya, entre otras cosas, para pagar a dos millones de funcionarios, como ha publicado el diario El País.
Necesidad de unidad
El mensaje a Hungría es que hay que seguir ayudando a Ucrania y hacerlo con la máxima unidad, porque de su futuro depende también en de la Unión. Esta misma semana, mandatarios de cinco estados -Alemania, Dinamarca, República Checa, Países Bajos y Estonia- han publicado una carta conjunta en el Financial Times en la que reclamaban asistencia "a largo plazo" para Kiev.
"La UE y sus estados miembros deben renovar sus esfuerzos e intensificar su apoyo militar", escriben. "La carga es tan grande que todos los estados deben hacer todo lo posible para apoyar a Ucrania; debe seguir siendo un esfuerzo colectivo. Hacemos un llamamiento a los amigos y socios de Ucrania para que vuelvan a comprometerse a brindar un apoyo militar sostenible a largo plazo a Ucrania como una responsabilidad europea conjunta. Esta decisión debe ser tomada por todos y cada uno de los países. Sólo entonces Ucrania podrá tener éxito en su defensa contra la agresión rusa", indica la misiva. En ella reconocen también que será imposible cumplir el objetivo de enviar un millón de proyectiles antes de marzo, y lo toman como una señal de las complicaciones en el camino y de que los esfuerzos "no deben debilitarse".
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, también dijo el martes que hay que tomar decisiones "audaces" e "innovadoras" para mantener la ayuda a Ucrania porque es un "momento decisivo, de prueba para Europa". Hay que ayudar "sea lo que sea necesario" y "lo que Estados Unidos decida", dijo en alusión a la posibilidad de que los fondos norteamericanos ya no lleguen a Zelenski, por el bloqueo de los republicanos, ahora, y por el posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, ya en noviembre. Hay que "acelerar la escalada de apoyos", reclamó incluso, porque el precio de una victoria de Vladimir Putin es "demasiado alto" también para los Veintisiete.
El galo hizo estas declaraciones desde Suecia, hasta donde acudió para darle su espaldarazo como nuevo socio de la OTAN, otra institución en la que Hungría se revuelve. Su oposición ha sido clave para retrasar la incorporación de la propia Suecia y de Finlandia, las dos forzadas por la amenaza creciente de Rusia, y esta semana el Cuartel General de la Alianza ha confirmado que aún está en llamadas con Orban para que ratifique su visto bueno a los suecos. Se hace de rogar también en lo defensivo.
Charles Michel, el presidente del Consejo, en la carta de invitación a la reunión de este jueves, defiende que hay que entregar ayuda "más rápido" a su aliado y que si es necesario habrá que hacer "ajustes" en los instrumentos actuales. "Tenemos que continuar con nuestras donaciones, adaptar los pedidos y realizar otros nuevos, lo que también impulsará nuestra industria de defensa europea", indica.
Los otros debates
El choque por Ucrania eclipsa el debate mayor, el del presupuesto europeo a 2027. Es forzosa su revisión porque la propia guerra de invasión en Ucrania, la pandemia de coronavirus o los aumentos en los tipos de interés han hecho necesario un refuerzo de las cuentas comunitarias, que no llegaban y estaban "acusando el peso de todas estas necesidades", como dice Michel.
En total, se prevé una aportación adicional de 64.600 millones de euros. Además de los 50.000 para Ucrania en un plan a cuatro años, hay 7.600 millones para "vecindad y resto del mundo", con especial empeño en los Balcanes Occidentales; 2.000 más para el Instrumento de Flexibilidad; otros tantos para migración y gestión de fronteras; y 1.500 millones, respectivamente, para la reserva de solidaridad y las ayudas de emergencia -en previsión de desastres naturales- y el Fondo Europeo de Defensa, que ahora presenta su nueva Plataforma de Tecnologías Estratégicas para Europa, STEP.
Los jefes comunitarios también valorarán la situación en Oriente Medio, con la guerra en Gaza a punto de cumplir cuatro meses y desbordándose la tensión por toda la región. Michel habla de "dramáticos" y "preocupantes" acontecimientos en una misiva en la que, como primer punto, reclama la vuelta a casa de los rehenes israelíes en manos de Hamás. Más tarde, defiende la necesidad de proteger los intereses europeos en el mar Rojo, donde el mes que viene ya se enviará una misión especial, y al fin llama a los países a "contribuir urgentemente a remediar la devastadora situación humanitaria en Gaza" y discutir "cómo reactivar el proceso político para una solución de dos Estados", única salida posible al conflicto, a su entender.
El jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, presentó la pasada semana un plan de 12 puntos para acabar con la actual guerra y el conflicto completo que es la apuesta diplomática más seria hecha hasta ahora y que se basa, precisamente, en el reconocimiento del estado palestino.