Filipinas juega con fuego por la energía nuclear
El país asiático intenta completar el ambicioso plan de modernización energética que aprobó el expresidente Rodrigo Dutarte antes de abandonar la política.
En pleno debate internacional sobre la fórmula que se debe seguir para avanzar hacia la descarbonización del planeta y reducir el uso de combustibles fósiles en la producción de energía, Filipinas contempla la posibilidad de poner en marcha una central nuclear que se construyó hace 40 años y que, paradójicamente, nunca llegó a entrar en funcionamiento.
La posibilidad de poner en marcha la central nuclear de Bataan, sin embargo, no es nueva. Fue el expresidente Rodrigo Duterte, antes de abandonar la política por la imposibilidad legal de revalidar su cargo en las presidenciales de 2022, el último que se planteó abrirla. Antes, empresas surcoreanas y rusas también habían mostrado su interés por revitalizar una planta que ha permanecido en estado de hibernación desde su finalización en 1984.
La idea de poner en funcionamiento la central nuclear de Bataan ha reavivado también el debate sobre la seguridad de una planta que se construyó a 60 kilómetros de la capital de Filipinas, Manila, en la que viven más de 25 millones de personas. Todo, en el cinturón de fuego del Pacífico, que se caracteriza precisamente por albergar algunas de las regiones sísmicas y volcánicas más activas del mundo. De hecho, un estudio publicado en 1979, cinco años antes de acabarla, encontró que la central se ubica casi encima de una falla.
La población filipina está dividida entre aquellos que ven en la energía nuclear la fuente limpia que impone el ambicioso plan de modernización energética de Filipinas aprobado por Duterte, y aquellos que ven en una central nuclear capaz de producir 621 megavatios un peligro potencial, especialmente en un país con una historia de desastres naturales.
Precisamente, el hecho de que una central nuclear como la de Bataan siga en pie a pesar de los ciclones tropicales, tifones y terremotos que han golpeado la región en las últimas cuatro décadas, es uno de los argumentos a los que se agarran aquellos que apuestan por activar una planta basada en la tecnología de reactor de agua a presión de Westinghouse y que cuyo presupuesto final ronda los 9 mil millones de dólares.
La decisión sobre la central de Bataan deja a Filipinas en una encrucijada. ¿Está jugando con fuego el país al apostar por la energía nuclear en una zona sísmicamente tan activa o podría ser la solución que garantice un suministro de energía sostenible y estable? Mientras la incógnita sigue sin despejarse, el país se adentra en territorio desconocido.