El Partido Demócrata no ha sabido hablarle a la gente: ¿por qué ha ganado Trump?

El Partido Demócrata no ha sabido hablarle a la gente: ¿por qué ha ganado Trump?

Los demócratas, ya fuera con Biden o Harris, subestimó la crisis que atraviesa la clase trabajadora estadounidense tras una inflación récord en su mandato.

Vacío en la Howard University, donde Kamala Harris pensaba intervenir la noche electoral.Kent Nishimura/Getty Imagesmura

Unos meses antes de las elecciones de Estados Unidos en 2016, las primeras en las que ganó Donald Trump, el exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis participó en un acto junto a Noam Chomsky en la New York Public Library. Entonces, desde el público le preguntaron a quién votaría si pudiera, a Trump o a Hillary Clinton. Tras pensarlo, Varoufakis contestó que, en los Estados habitualmente demócratas o republicanos, optaría por una tercera vía más progresista, pero en los Estados clave, se taparía la nariz para votar a Clinton. Esto hace ocho años. Ahora, Varoufakis no votaría a Harris ni aun tapándose con fuerza la nariz. “No habría sido capaz de votarla, y la razón es el genocidio. Es muy obvio que hoy en día los demócratas han sido infiltrados por los neocons, por los mismos que estuvieron con Bush cuando invadió Irak y mató a un millón de personas”, explicaba hace unos días.

Los análisis para tratar de explicar la victoria de Trump y la debacle del Partido Demócrata serán cientos, miles. Los demócratas tendrán suerte si llegan a alguna conclusión útil antes de las midterms de 2026, incluso antes de las próximas presidenciales. Ya sea la guerra en Gaza que comentaba Varoufakis, la economía, la inmigración... Lo cierto es que algo falla en el Partido Demócrata, algo no funciona cuando Donald Trump les ha vuelto a someter cuatro años después.

Poco después de declararse oficialmente el regreso del candidato republicano a la Casa Blanca, el incansable Bernie Sanders, quien hizo lo posible por apoyar a Harris durante la campaña, lanzó un mensaje muy nítido al liderazgo del Partido Demócrata, el mismo que hizo lo posible por reventar su candidatura en las primarias tanto de 2016 como de 2020. “No debería sorprendernos demasiado que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él. [...] Mientras que a los muy ricos les va extraordinariamente bien, el 60% de los estadounidenses vive de sueldo a sueldo y hay más desigualdad de ingresos y riqueza que nunca. Los salarios semanales reales del trabajador estadounidense medio, teniendo en cuenta la inflación, son en realidad más bajos ahora que hace 50 años”, explicó el reelegido senador por Vermont en un comunicado.

Los demócratas están todavía aturdidos. Ya no es que a Trump le apoyen solo los hombres blancos, no. Es que se ha ganado el soporte de la clase trabajadora y de pocos recursos. Blancos, sí, pero también latinos y negros. El statu quo demócrata alucina. '¿Cómo es posible que un señor racista, una suerte de protofascista, haya suscitado el apoyo de más de 70 millones de personas, si nosotros somos los buenos?' "Es la economía, estúpidos”, que diría el asesor de Bill Clinton.

Más allá de la retórica antifascista, los estadounidenses votaron con lo tangible en la cabeza. Con las cosas del comer en mente. Si bien es cierto que la Administración Biden ha logrado contener y rebajar la inflación, puede que los precios ya no estén disparados, pero tampoco han bajado demasiado. Sirve el ejemplo de España. Todos los organismos dan veracidad a eso del “cohete” económico del que presume Pedro Sánchez. Pero con más gente trabajando que nunca, con el SMI más alto de la historia... La gente no puede pagarse el piso. Y eso es lo que ven.

Trump ha sabido machacar este mensaje. No así Harris, que ha centrado gran parte de su campaña en avisar del peligro que supondría el republicano. Así lo ven en uno de los tantos análisis que ha publicado el The New York Times: “Más de la mitad de los votantes pareció desestimar las advertencias de que Trump era una amenaza para los principios sobre los que se había fundado el país. Las verdades abstractas importaron menos que las cuestiones tangibles, como la capacidad de pagar el alquiler o las preocupaciones sobre los cruces fronterizos. [...] En una época de desconfianza generalizada en las instituciones, el llamado de Harris a proteger las normas de la nación sonó hueco para muchos estadounidenses”.

Pocos días antes de las elecciones, por ejemplo, Bernie Sanders advertía de que no tiene sentido que en “el país más rico, si trabajas 40 horas a la semana, vivas en la pobreza”. Pedía, demás, acabar con las deudas de los estudiantes por el “impacto devastador” que tienen en sus vidas y en su futuro. ¿Qué decía mientras Harris? Que libertad o trumpismo, un sermón que se ha demostrado inútil. Solo a Trump le sirve eso de o yo o el caos. No se puede pretender ser Trump sin serlo. El Partido Demócrata, según la escritora Keeanga – Yamahtta Taylor, “subestimó el grado en que mucha gente en este país está en crisis”; no supo ver que el horizonte para la gente joven, por ejemplo, es “distópico” y “muy oscuro”, con alquileres “un 20% más altos que en 2020”.

En Democracy Now, el abogado y activista Ralph Nader criticaba que los demócratas no supieran “hablar a la gente”. “Sanders ha hecho campaña contra las grandes corporaciones y Harris no quiso hacer campaña con él, pero sí con Liz Cheney, familia de Dick Cheney, el de la invasión de Irak”. “El mensaje ha sido que Trump es terrible, en lo increíblemente malo que es el Partido Republicano. Un mensaje demasiado general, demasiado simple. [...] No llenaron los espacios en blanco como los salarios dignos, la lucha contra las corporaciones o sobre revertir un sistema impositivo que grava menos a los muy ricos y a las grandes corporaciones”, proseguía Nader.

Por otro lado, el Partido Demócrata tampoco supo cómo refutar el discurso antiinmigración de Trump. Más allá del Trump es un racista, un xenófobo, un peligro, de nuevo, no han encontrado un discurso creíble. Según una encuesta del Times / Sienna College realizada en octubre, el 57% de los votantes estaba a favor de la deportación de los inmigrantes que viven de manera irregular en el país, incluido un 30% de los demócratas y un 58% de los independientes. Además, más de la mitad de los votantes, incluido un 20% de los demócratas, dijeron que apoyaban un muro en la frontera con México. Tarde, Harris trató de enfocar el asunto... Acercándose a posturas también antimigratorias. “En lugar de decir que es gente que huye de países opresores respaldados por Estados Unidos, dictadores y oligarcas de América Central y Sur... No dijeron tampoco que millones de estadounidenses confían en los inmigrantes para cosechar sus alimentos, cuidar a sus hijos, a los ancianos, proporcionar servicios críticos en los que nadie quiere trabajar”, lamentaba también Nader.

El Partido Demócrata tiene mucho que reflexionar, mucho que cambiar para recuperar la confianza de los votantes. Pero esto no es solo una cuestión estadounidense. Lo que ha ocurrido con Trump es un fenómeno global, pero terrestre. No vale decir, como Kamala Harris, que el Estados Unidos actual, el de Donald Trump, “no es lo que somos”. Como dice Peter Parker en el Times, “resulta que puede que eso sea exactamente lo que somos”. A lo mejor tenemos que aprender a escucharnos y hablarnos de nuevo.