El matadero de Assad: las cárceles del régimen donde la humanidad murió
La caída del dictador sirio permite liberar a los presos y escuchar su relatos de espanto. En Sednaya, el principal centro de reclusión para disidentes, las ONG constatan el extermino deliberado. ¿Responderá ante la justicia algún día?
Tras el colapso del régimen de Bachar el Assad, el domingo pasado, los grupos rebeldes han ido abriendo las cárceles de Siria, liberando a los miles de presos encerrados por el dictador, esos que se vieron encerrados sólo por pedir libertades, por pensar distinto. Los que salen, lastimados o por su propio pie, encuentran un país cambiado, tras 13 años de guerra, en el que la esperanza y la incertidumbre se pelean por el protagonismo.
Hay otros presos que no lo pueden contar ni pensar en una vida nueva. Sus familias se arremolinan a las puertas de sus centros de detención tratando de dar con ellos o, al menos, de tener un dato, un papel, que les confirme lo que temen: que fue asesinado por Assad. La prisión más secreta e infame del país, la de Sednaya, ha sido en particular visitada por miles de civiles ansiosos por saber y que se han encontrado con esa realidad de espanto que el Gobierno trataba de ocultar: los restos de la tortura, la insalubridad y el hacinamiento, la exterminación deliberada.
Tras mucho buscar, las ONG locales han descartado que existan sótanos o salas secretas, tapiadas, donde pueda haber más personas. Se calcula que unas 2.000 personas fueron liberadas de este complejo de dos edificio el pasado domingo, pero se suponía que dentro había hasta 11.000. ¿Y los demás? "Los han asesinado", temen en la Red Siria de Derechos Humanos. La confusión reina aún, es complicado aclarar los números. La Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la Prisión de Sednaya ha podido revisar documentos del 28 de octubre pasado que constatan que había al menos 4.300 detenidos dentro.
La mitad han sido liberados, pero nadie sabe del resto. Amnistía Internacional pudo conocer que, entre 2011 y 2015, entre 5.000 y 13.000 personas fueron ejecutados en esa cárcel, pero desde entonces no tiene datos fiables. Nada hace pensar que las prácticas y las dinámicas hayan cambiado. En 2016, la ONU calculaba que podrían ser 60.000 los asesinados en todas las prisiones sirias, por eso hablaba de "exterminio" en un informe del Consejo de Derechos Humanos. Ya entonces, entidades como el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (OSDH) elevaba la cifra a 100.000. Complicado saberlo nunca. Hay pocas dudas de se se trata de crímenes de lesa humanidad por los que es complicado que Assad acabe pagando.
El horror
Sednaya muestra en silencio los vestigios de ese rodillo gubernamental contra los disidentes. Restos de comida podrida, cuerdas con las que se colgaba a los presos, aparatos para descargas eléctricas, mordazas, mangueras de agua para empaparlos de frío, celdas minúsculas en las que sólo se podía estar en pie, o sea, dormir era imposible. Todo eso lo ven ahora riadas de allegados que, con fotos de los suyos en mano, tratan de reconocer rostros entre los cuerpos, ropas entre los montones tirados, un objeto que aún tenga forma definida.
Fundada en 1987 en la loma de un, pequeño pueblo a unos 30 kilómetros al norte de la capital, Damasco, esta prisión es el lugar donde la familia Assad ha retenido a opositores a su régimen durante décadas. Tanto Bachar como su padre, Hafez los mandaban a lo que los grupos de derechos humanos la califican de "matadero humano". Ya era un complejo pensado para presos políticos, pero en aquellos tiempos sobre todo llegaban islamistas. Hubo un motín en 2008 y, desde entonces, las medidas de seguridad y de represión se incrementaron hasta convertirse en la referencia más espeluznante que se le podía hacer a un sirio. Fue tras la revolución de 2011, cuando reventó la primavera siria, que se consolidó en la prisión más depravada y violenta, ahora con víctimas masivas.
La disposición de Saydnaya ha sido un secreto muy bien guardado y nunca antes se habían visto imágenes del interior de la prisión. Los detalles de la distribución de la prisión sólo podía establecerse a partir de entrevistas con exguardias y detenidos. Ahora sus palabras se vuelven reales y cobran presencia física esos dos edificios de la muerte, el blanco y el rojo. El primero, según los grupos de derechos humanos, se construyó principalmente para albergar a oficiales militares y tropas sospechosas de ser desleales al régimen. Era un complejo en forma de L situado en el sureste del extenso complejo. El segundo era la prisión principal, destinada a opositores, en un principio a sospechosos de pertenecer a grupos islamistas. Esta ala se caracterizaba por su forma característica en Y, con tres pasillos rectos que se extendían desde un eje central.
La actividad de la cárcel cambió con la llegada masiva de presos, tras el levantamiento popular y la posterior guerra civil. Al blanco se llevaban a unas 50 personas, una o dos veces por semana, con los ojos vendados, para ser torturados. Luego iban al rojo, donde eran ahorcados en tandas de diez en diez, o de 20 en 20, de madrugada. La Policía Militar que custodiaba la cárcel llamaba a estos eventos "la fiesta", según Amnistía Internacional, una de las organizaciones que, como Human Rights Watch, más alerta han estado ante lo que ocurría en los agujeros negros de Siria. Estos ajusticiamientos colectivos han podido acabar directamente con 30.000 sirios.
Saydnaya estuvo, pues, controlada todas estas décadas por agentes dependientes del Ministerio de Defensa y conectados con la inteligencia militar siria, por el carácter contestatario de sus presos. El exterior estaba patrullado por un destacamento de 200 efectivos del Ejército, con 250 soldados adicionales de inteligencia militar y la policía militar responsables de la seguridad interior, afirma la Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la Prisión de Sednaya.
Para defender la prisión se eligieron tropas de la 21ª Brigada de la Tercera División de las Fuerzas Armadas, por su fuerte lealtad al régimen. Los soldados estaban comandados por oficiales de la minoría alauita del presidente Assad. A la vigilancia perpetua y blindada, además, se sumaban los anillos de protección: uno con municiones antitanque que rodea el exterior de la prisión y otro, secundario, de minas antipersonal, que atraviesa el centro de la instalación.
Las imágenes difundidas por los Cascos Blancos, un grupo de defensa civil sirio, muestran altos muros coronados por alambre de púas que rodean el complejo. También se pueden ver torres de vigilancia diseminadas por las instalaciones. Imposible acercarse e imposible escapar.
Habitualmente, el complejo tenía entre 10.000 y 20.000 personas, en su inmensa mayoría varones mayores de 15 años, aunque hay casos ratificados de menores y mujeres. Llegaban a las celdas tras juicios simulados, con dos o tres minutos de duración, o sin proceso alguno. Los presos carecían de defensa legal, no podían ver a un abogado, pero eso era sólo el principio de las condiciones atroces que iban a soportar dentro: eran obligados a golpearse, violarse y matarse entre sí, recibían constantes palizas, eran apuñalados, se les arrancaban las uñas y se les daban descargas eléctricas, eran abusados sexualmente, se les cortaban dedos, orejas y genitales.
Más: al maltrato y el hacinamiento sumaban la falta de higiene y de atención sanitaria, que generaba infecciones, anemias, alteraciones de la tensión, diabetes o problemas cardíacos. No eran tratados por médicos ni recibían medicamentos, pasara lo que pasara. Las diarreas y gangrenas eran constantes. Se les servía muy poca comida y en mal estado y a veces bebían el agua de las letrinas, porque eran castigados sin agua potable si hacían alguna cosa prohibida: no podían mirar a los guardias, no podían hablar entre ellos, no podían hacer ruido ni siquiera cuando los estaban torturando.
Ni la misericordia de un grito han tenido en todos estos años, como no han tenido la clemencia de la luz del sol. No es de extrañar que las enfermedades mentales por semejante vida fueran generalizadas.
Si alguien se revolvía, insiste Amnistía, además de las agresiones llegaban las amenazas con hacerle exactamente lo mismo a cualquier miembro de sus familias, esas a las que a veces se le comunicaba la muerte de su ser querido sin ser cierta. Para que no preguntaran más. Así era aún más sencillo hacer, en paralelo, una confiscación de bienes masiva.
Los de Assad a veces interrogaban, en busca de información, pero uno de los detalles más escalofriantes que destaca IA es que esa no era la tónica habitual. La tortura era aplicada como una especie de "selección natural", para deshacerse de los más débiles "tan pronto como llegaran". Una carga menos. El objetivo era ese y, por descontado, humillar, castigar, degradar a los opositores.
"Hitler aprendió de Assad"
Todo esto ocurrido en Sednaya y en otras cárceles sirias, aparte de por los recién liberados, se ha ido sabiendo estos años por los relatos de guardias y de supervivientes que pudieron salir, en muchos casos gracias a conexiones familiares con el régimen o pagando sobornos. Uno de ellos es Mazen Darwish se pasó cuatro años en las cárceles del régimen sirio sólo por ejercer como periodista, entre 2011 y 2015. Lo intentaron embrutecer con la tortura sistemática, como explicó a El HuffPost, pero hoy es una de las voces más resistentes y lúcidas contra Assad.
"¿Qué cómo es la vida en las prisiones de Siria? Mejor pregunta cómo es la muerte en esas celdas. Hitler aprendió de Assad", replica al recordar su experiencia, una vez escapado de Siria y refugiado en Alemania. "Que nadie diga que no sabía lo que pasaba en Siria -denuncia-. Nadie en la comunidad internacional se ha parado a escuchar lo que suponen esos cautiverios".
"Antes de la primavera, venían a sonsacarte información. Tras 2011, querían venganza de todos: políticos, profesores, reporteros... Es gente que disfruta con lo que hace. Hitler aprendió del dictador, Assad ha aplicado una mezcla de nazismo con lo peor del comunismo de Joseph Stalin. Su mayor empeño es que los encarcelados pierdan toda fe en la vida y la dignidad, que se vengan abajo. Su crueldad es infinita", relata.
E 85% de los intelectuales sirios han sido encarcelados. Darwish tiene amigos que relatan testimonios que avalan los informes de Sednaya o de Tadmur, en Palmira, otro agujero negro del sistema. Hay quien ha "enloquecido" perseguido por las ratas o gente a la que asediaron con perros "hasta hacerles olvidar sus nombres". "El propósito es anular a alguien que piensa. La caza es tan intensa, dentro y fuera de la cárcel, que sientes que no puedes confiar en nadie, todos te parecen infiltrados de Inteligencia", concluye.
Las responsabilidades
En 2017, el Departamento de Estado norteamericano afirmó que las autoridades sirias habían construido un posible crematorio en la prisión para disponer de los restos de los prisioneros asesinados. Los funcionarios habían construido la instalación como parte de "un esfuerzo para encubrir el alcance de los asesinatos en masa que tienen lugar en la prisión de Saydnaya", dijo un portavoz.
El régimen de Assad, sin embargo, siempre ha negado las acusaciones lanzadas contra él por organizaciones internacionales, calificándolas de "infundadas" y "carentes de verdad".
Ahora que se ha acabado, medio millón de muertos y casi 12 de desplazados después, llega el momento de la asunción de responsabilidades. Gissou Nia, directora del Proyecto de Litigios Estratégicos del Atlantic Council y que ha trabajado en casos presentados a la Corte Penal Internacional (CPI), explica que "en el frente de la justicia, la comunidad internacional, las instituciones globales y los tribunales nacionales pueden tomar medidas inmediatas para apoyar a los sirios", pese a lo complejo del proceso.
"En primer lugar, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional puede exigir cuentas a Assad y a sus exfuncionarios abriendo rápidamente un examen preliminar sobre los crímenes transfronterizos en el conflicto sirio", expone. El mandato de la CPI en la materia "se limitaría a los crímenes contra la humanidad de deportación, persecución y otros actos inhumanos cometidos contra civiles sirios que huyeron a Jordania, un Estado miembro de la CPI".
Iniciar un examen preliminar de estos crímenes, explica, "enviaría una fuerte señal de que la CPI es apta para su propósito y de que Assad no seguirá disfrutando de impunidad por algunos de los peores crímenes cometidos en este siglo". Los Estados miembros de la Corte pueden apoyar esta iniciativa, haciendo sus propias remisiones a la corte, similares a las que hicieron en relación con Ucrania, Palestina y Afganistán. "Al mismo tiempo, se deben hacer esfuerzos para alentar a cualquier gobierno interino en Siria a que acepte la jurisdicción de la corte, de manera similar a cómo lo hizo Ucrania en 2014, con una vía hacia la eventual membresía en la CPI una vez que se establezca una estructura de gobernanza adecuada y se aprueben leyes", ahonda.
En segundo lugar, "Francia puede seguir adelante con su caso Assad". Fue en junio cuando un tribunal de apelaciones francés confirmó una orden de arresto contra el entonces mandario por ataques con armas químicas contra la población civil de Siria. Todo un precedente, "debido a las dudas sobre la inmunidad de Assad como jefe de Estado". "Ahora que esa cuestión ya no está en disputa, los procedimientos deberían seguir adelante y con la opción de juicios en ausencia en el sistema francés, donde el acusado no tiene que comparecer físicamente", dice.
Esto significa que el hecho de que Assad esté en Moscú, como ha confirmado Rusia, y se niegue a comparecer o no pueda ser extraditado "será irrelevante para las pruebas que se están escuchando sobre este capítulo crítico del conflicto de Siria".
"Este caso en Francia es sólo uno de los muchos procesos de jurisdicción universal que se están llevando a cabo, están en curso o se prevé que se lleven a cabo en tribunales nacionales con la capacidad de procesar a los presuntos autores del conflicto sirio por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Todos esos procesos deben continuar y recibir el apoyo de países externos, en particular porque es posible que más funcionarios del antiguo régimen de Asad responsables de violaciones intenten abandonar Siria en este momento", defiende.
Por último, habrá "preguntas abiertas" sobre qué sucederá con el caso que los Países Bajos y Canadá han presentado contra el régimen de Assad ante la Corte Internacional de Justicia por violaciones de la Convención contra la Tortura. "Como la CIJ decide disputas entre Estados y no contra individuos, el propio Assad no sería "juzgado" allí; más bien, esto caería en un nuevo giro en una zona gris en la que se encuentran otras disputas entre países, como las que involucran a la exYugoslavia, Myanmar y los talibanes", aclara.
De cualquier "manera, las víctimas y los sobrevivientes sirios deberían centrarse en estas consideraciones y hacer todos los esfuerzos posibles para garantizarles justicia y reparación", concluye.