El estrepitoso fracaso de Japón al enviar un animal equivocado para exterminar a esta serpiente
Trató de erradicar o controlar la población de serpientes en la isla de Amami Ōshima, pero no salió bien.
Salvar a una especie animal a veces implica "exterminar" otra. Sin embargo, en ocasiones las cosas no salen como los gobiernos imaginan. Esto fue lo que pasó en Japón, cuando la isla de Amami Ōshima, ubicada en la prefectura de Kagoshima, trató de erradicar o controlar la población de serpientes.
La historia comienza en el año 1979, cuando redescubren en la isla el conejo de Amami (Pentalagus furnessi), una especie endémica y considerada un "fósil viviente" debido a su antigüedad evolutiva. Antes del hallazgo, se pensaba que el conejo estaba al borde de la extinción debido a la pérdida de hábitat y la caza, según ha explicado el medio Xataka.
Meses después, idearon un plan contra la población de serpientes, específicamente la habu (Trimeresurus flavoviridis), que se había convertido en una amenaza para otras especies locales. La idea, sobre el papel, era un plan sin fisuras: introducir alrededor de 30 mangostas, que son depredadores naturales de serpientes, para reducir el número de habus y mejorar la seguridad en la isla a todos los niveles.
Sin embargo, aquel proyecto no salió bien. En primer lugar, las mangostas son animales activos durante el día, por tanto, no podían atrapar a las serpientes habu nocturnas, quienes siguieron habitando sin problema las décadas siguientes. Lo que pasó como consecuencia de ello tuvo un enorme impacto ecológico, según ha informado el mismo medio.
Las mangostas comenzaron a depredar durante el día una amplia gama de especies nativas, incluidas varias que no tenían enemigos naturales en la isla hasta entonces. Aquello afectó gravemente a la fauna local, especialmente a especies endémicas y en peligro de extinción, como al conejo de Amami que acababan de anunciar felizmente meses atrás.
La situación llegó a tal punto que en el año 1993 Japón inició un proyecto de control de mangostas que fue ampliándose con el tiempo. Esta especie, llevada para erradicar una plaga, se habían convertido en otra aún más grande y peligrosa, y llegó a alcanzar alrededor de 10.000 ejemplares en su punto máximo sobre el año 2000.
Por ello, se colocaron alrededor de 30.000 trampas en la isla para capturar a los animales y se instalaron cámaras con sensores para monitorearlos. Además, los residentes locales formaron el denominado como Amami Mongoose Busters, un equipo especializado en la captura de mangostas.
En abril de 2018 se produjo la última captura oficial de una mangosta en la isla. Dado que no se ha capturado ninguna criatura desde entonces, el panel de expertos, que tiene la tarea de determinar si el animal está erradicado de la isla, estimó que la tasa de erradicación se encontraba entre el 98,8 y el 99,8% el pasado febrero, llegando a una conclusión preliminar de que es razonable decir/pensar que las mangostas están erradicadas de la isla en las circunstancias actuales.
Finalmente, el pasado martes 3 de septiembre, el Ministerio de Medio Ambiente de Japón declaró la erradicación de las mangostas no autóctonas en la isla de Amami-Oshima, declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO. La declaración se basó en el dictamen del grupo de expertos sobre bases científicas, teniendo en cuenta que la captura de mangostas no ha sido confirmada durante más de seis años.