'Caso Globo': cómo un choque por espionaje desinfla la mejora de relaciones entre EEUU y China
Washington y Pekín estaban haciendo esfuerzos por tenderse puentes o no destrozar los que se tambaleaban. El incidente "meteorológico" no ayuda.
"¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí se juega!". La mítica frase del capitán Renault en Casablanca sirve para la última crisis entre los dos gigantes, EEUU y China. Que los países del mundo se espían entre sí ya se sabe. Que a veces son burdos y eligen los peores momentos para fisgonear, también. La crisis generada en estos días a raíz de los globos espía enviados por Pekín a los cielos norteamericanos es una constatación de que las grandes potencias se vigilan, obvio, a veces de reojo, a veces a la luz del día. Por eso no hay que escandalizarse ni cerrarle el bar a Rick.
Otra cosa es que alguien se ha pasado de listo en un momento en el que debía primar la calma, cuando los dos países trataban de tender puentes de entendimiento o, al menos, de mantener en pie los que aún no habían sido destrozados. Los globos, sean lo que sean, no ayudan, aunque tampoco este roce vaya a desembocar en una Tercera Guerra Mundial. Calma.
Las primeras noticias de estas aeronaves, de uso civil y "principalmente meteorológico" según China, se tuvieron el 28 de enero pasado. El derribado el sábado entró por las Islas Aleutianas, fue visto en Alaska, en Canadá, en Idaho y en Montana, hasta que fue hundido en el mar en Carolina del Sur. El presidente de EEUU, Joe Biden, tuvo que comerse las ganas de hacerlo antes, por cuestiones de prudencia; demasiado peso y demasiado peligro para caer en tierra desde más de 18.000 metros. Pero las sospechas y el enfado ya eran notorios y el viernes, el secretario de Estado, Antony Blinken, anulaba su viaje a Pekín de esta semana. Ahí se evaporaron las buenas palabras, la suavidad, y empezó la contienda dialéctica, que ha acabado con China avisando de "repercusiones" por haber perdido su globo.
De inicio, para calmar a Washington, China habló de un accidente. Nada más. Reconoció que el globo era suyo pero quería seguir allanando el terreno para la visita de Blinken que, si bien no tenía una agenda específica ni se esperaba sacar de ella decisiones concretas, era en sí misma toda una mejora en las relaciones bilaterales. Vino, entonces, la crítica. Del "la parte china lamenta la entrada no intencionada de la aeronave en el espacio aéreo estadounidense debido a una fuerza mayor" se pasó a "es una clara violación de nuestra soberanía por pare de EEUU", "ha habido un ataque contra una aeronave civil", "EEUU reacciona exageradamente", "mostramos nuestro fuerte descontento y protesta", estamos ante una "violación grave de las prácticas internacionales" porque sólo es un globo meteorológico que se ha desviado de su curso...
"La situación está muy lejos de donde el Gobierno chino quería que estuvieran las cosas en este momento", escribe el corresponsal de la BBC en Pekín, Stephen McDonell. Era el momento de no cometer errores. El presidente chino, Xi Jinping, tenía grandes esperanzas en esta visita e incluso iba encontrarse con el propio Blinken. No se entiende, entonces, este derrape de los globos. ¿Qué ha pasado, entonces?
El americanista Sebastián Moreno cree que no era oportuno "tirar por tierra" estos esfuerzos diplomáticos con una agresión así, pero que de esta crisis se pueden extraer tres posibles conclusiones: "una es que estos globos sean una constante, por lo que Pekín sabe que están, pero tan de rutina que no le ha dado importancia a la posibilidad de tener un incidente con ellos justo en estos días". El hecho de que ahora se haya sabido que al menos tres de estos globos sobrevolaron EEUU en tiempos de Donald Trump sin que nadie se inmutara apunta en parte a esta posibilidad. En las redes sociales que sí permite el régimen comunista, estos días hay chistes, hasta de influyentes nacionalistas, que se mofan de la debilidad de EEUU, explica la agencia AP, que recuerda que el general Glen VanHerck, al mando del Comando Norte de EEUU entonces, ha reconocido una "brecha de conocimiento" en su inteligencia y "hay que resolver". Ya se han organizado sesiones extraordinarias de Inteligencia en la Casa Blanca para evaluar la situación.
El episodio se ve como parte de una "incesante campaña" por parte de EEUU para desprestigiar al país asiático: "Lo que han hecho es una provocación, y grave. Antes o después, pagarán el precio por su imprudencia", acusa este martes en su editorial el diario oficialista Global Times, uno de los altavoces del gobernante Partido Comunista, según informa EFE.
La segunda es que estemos ante un ejemplo de "las peleas internas fortísimas en el seno del Gobierno chino por lograr información y marcarse tantos" ante Xi, "porque a veces se acapara información para tener influencia o poder sacarla a relucir en determinados momentos, teniendo ventaja sobre otros rivales". O sea, una carrera doméstica por saber más del adversario. Que no es nada tranquilizadora, pero que sería, dice, síntoma de las rencillas en el seno del Partido Comunista chino, que no es un reloj suizo, precisamente.
Y la última es que se haya hecho ex profeso para "forzar los límites de Biden" y ver cómo reaccionaba, aunque diplomáticamente "tiene menos sentido, por el interés en la visita de Blinken". "Esta la descartaría casi, se quería evitar una escalada en la enemistad mutua y era una buena oportunidad. No está el horno para estos bollos. Era el momento de trazar algunas líneas rojas en la relación bilateral, remarcar los puntos de interés comunes [los de la famosa y cambiante agenda expansiva, que van del cambio climático y el coronavirus a Corea del Norte, Afganistán o Irán] y establecer cauces estables de comunicación", indica. Ya se produjo un primer gran avance en la reunión del G-20 en Bali (Indonesia) el pasado noviembre, cuando Xi y Biden se vieron personalmente durante horas y se pidieron mutuamente franqueza y diálogo para evitar conflictos.
Clima de sospecha
Los analistas chinos llevan meses exponiendo que, tras la renovación y refuerzo en el poder de Xi en octubre, una de sus metas es mostrar, de nuevo, el poderío de su economía y su apertura al mundo. Incluso a EEUU, en los temas que les convengan. Que no están aislados ni cerrados. Tras unos meses difíciles por la irrupción masiva del coronavirus, tras las protestas por confinamientos y pruebas y el fin de la política de covid cero, Pekín ansía un poco de estabilidad. No desea muchos frentes abiertos, ni dentro ni fuera de casa. Quiere dejar todo eso atrás. Reuniones recientes como la que tuvo en diciembre el mandatario con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, van en esa línea.
"Lo sucedido es fiel reflejo del clima de sospecha que condiciona la relación entre ambos países y del alto nivel de deterioro acumulado en el último lustro", comenta, por su parte, Xulio Ríos, del Observatorio de la Política China. "Un episodio de estas características pasa factura a ambos y muestra la enorme dificultad existente incluso para garantizar la comunicación a niveles básicos", agrega en conversación con EFE.
Subraya el experto que el incidente tiene lugar en un momento en que EEUU acaba de lograr acceso a cuatro bases militares más en Filipinas mientras el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, visitaba Japón o Seúl para "señalar de nuevo con el dedo a China". "Las recientes presiones estadounidenses sobre sus aliados para limitar las exportaciones a China o el sondeo de una prohibición total de la tecnológica Huawei sugieren una vuelta de tuerca tras otra que pondrá las cosas bien difíciles a Pekín", indica
Pese a la espiral descendente que se había dado en los últimos meses entre China y EEUU, no hay que olvidar que para Washington sigue siendo el mayor desafío, más que Rusia, que entiende que es un problema más europeo. Se vio claramente en la Cumbre de la OTAN de Madrid, en junio pasado, cuando los aliados miraban a Ucrania y Biden insistía en abordar qué pasa con China. Al final, en el nuevo Concepto Estratégico parido en el IFEMA, se describe a Pekín como un "desafío", sólo por debajo del grado de "amenaza" rusa. EEUU entiende que hay que vigilar de cerca la escalada armamentística china, sus arsenales nucleares y su apuesta por controlar Taiwán, entre otras cosas.
La hora de las respuestas
Ahora es el momento de los pasos y las respuestas. Washington ha dicho que estamos ante una "clara violación de la soberanía estadounidense", pero en su indignación, reconoce entre risas Moreno, "claro que hay un poco de postureo, el necesario teatro si me apura, porque todos sabemos que China tiene muchos medios más sofisticados para espiarle pero que el propio EEUU tiene medios aún más sofisticados para espiar a China".
Luego está Pekín, que amenaza con represalias pero... "¿qué habrían hecho ellos si un globo de vigilancia norteamericano entrara en el espacio aéreo chino, aunque fuera por error, aunque fuera civil e inofensivo? Tirarlo abajo", remarca. EEUU insiste en que los globos formaban parte de un gran programa de vigilancia del gigante asiático, como primera conclusión mientras analiza los pedazos recogidos del mar.
No hay inteligencia que valga el actual parón, porque desde luego con los globos no se iba a lograr información de primerísima mano: si EEUU tiene el mayor programa satelital del mundo, China tiene el segundo, con 562 aparatos orbitando la Tierra en este instante, según The Atlantic. Así que Pekín ya tiene buena información de actividades militares o económicas y de comunicaciones y centros estratégicos de EEUU como la zona de la base áerea de Maelstrom, con silos nucleares, por la que sobrevoló uno de los globos.
En un mundo más sencillo y menos rencoroso, las cosas se estarían hablando ahora mismo, pero no estamos en ese supuesto. China si ésta llamando a países de América Latina donde también se han visto los globos, al menos dos. Con Washington no habla. En la madrugada del martes se supo que el secretario de Estado de Defensa, Lloyd Austin, había pedido tener una conversación telefónica con su homólogo chino, Wei Fenghe, pero Pekín "declinó" la conversación. El portavoz del Pentágono, Pat Ryder, reiteró que mantienen la "importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación" entre ambos países "para gestionar responsablemente la relación".
John Kirby, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, es de los menos optimistas sobre la crisis. "Claramente, este incidente no ha ayudado al proceso" de acercamiento de eses atrás, indica. Se queja de que los "esfuerzos serios" quedan bloqueados por falta de confianza, ante lo que llama una "violación atroz" de su soberanía. Dice Kirby que su país no tiene intención de devolver los restos del aparato a China, que a su vez asevera que protegerá sus "derechos e intereses legítimos". Por eso esta semana, el encargado de negocios de la Embajada china en Washington, Xu Xueyuan, ha presentado una queja ante el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca por el "ataque con fuerza contra una aeronave civil no tripulada china".
Biden, en su discurso sobre el estado de la Unión de esta semana, ha eludido la polémica y, con ello, las promesas de venganza, pero ha lanzado avisos. "Nunca es una buena idea apostar contra EEUU", dijo con aires de película del oeste. Se llevó la crisis al terreno económico, no al defensivo, y dijo que no va a pedir "disculpas" por "hacer más fuerte a EEUU" con inversiones, infraestructuras o tecnología. A su entender, eso hoy hace que el país esté "en la posición más fuerte en décadas" para competir contra China.
Horas antes de esa intervención, el presidente de EEUU fue abordado por la prensa expresamente sobre el futuro de las relaciones Washington-Pekín. ¿Cambian algo los globos? Su respuesta fue un rotundo "no". "Ellos entienden nuestra posición y no vamos a retroceder -dejó claro-. Hicimos lo correcto". A la pregunta de por qué cree que su adversario ha llevado a cabo un espionaje tan descarado, Biden se echó a reír y dijo: "Son el Gobierno chino". Mucha gracia no le habrá hecho a Xi.