Biden ante el debate del Estado de la Unión: lo logrado, lo pendiente y las dudas sobre 2024
El presidente de EEUU debe pasar hoy su prueba de fuego anual ante el Congreso. Sus palabras estarán enfocadas en la recuperación. ¿Y la reelección?
A las nueve de la noche, hora de Washington (seis más en Madrid), el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, abordará este martes su discurso anual sobre el Estado de la Unión. En el Capitolio se escucharán los balances de lo hecho y las promesas de lo por hacer, pero todo estará forzosamente impregnado de un aire electoral, cuando ya se ha superado el ecuador de la legislatura y aún no se sabe si el veterano demócrata peleará por la reelección en 2024.
Biden aún no ha anunciado oficialmente si ha decidido cumplir con lo prometido y postularse para un segundo mandato. Se espera que lo haga en un futuro próximo, pero no este martes, no en este escenario. Es el escenario con el que trabaja su equipo y su partido, pese a que en 2024 el mandatario estará a punto de cumplir 82 años.
El discurso del Estado de la Unión -con su gran audiencia televisiva, que llegó a los 32 millones en año pasado, sin contar el streaming- es una oportunidad para mostrar con qué planea postularse y para mostrarse fuerte y evidenciar ante los votantes que "tiene lo que se necesita" -Joe dixit- para una agotadora carrera de reelección como el candidato presidencial de mayor edad de la historia.
El presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy (republicano), envió una carta a Biden el 13 de enero, invitando al presidente a dirigirse al Congreso y a la nación, una tradición por mandato constitucional que se remonta a George Washington. El presidente agradeció la invitación y la aceptó, pero no ha dado pistas de por dónde tirará su discurso. Esa tarea se la ha dejado a la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, que en un comunicado explicó: "Espera hablar con los republicanos, los demócratas y el país sobre cómo podemos trabajar juntos para continuar construyendo una economía que funcione de abajo hacia arriba y de la mitad hacia afuera, seguir impulsando nuestra competitividad en el mundo, mantener a salvo al pueblo estadounidense, y unir al país”.
Más tarde, en rueda de prensa, la portavoz confirmó que el presidente abordaría especialmente temas como la economía y la infraestructura, que han sido claves en su gestión. En discursos recientes, Biden ha promocionado con frecuencia la ley de infraestructura bipartidista aprobada en 2021, así como la amplia Ley de Reducción de la Inflación, del año pasado. No se las dejará sin citar, no. Biden también puede usar su plataforma para abordar el debate sobre el techo de la deuda que se desarrolla en el Congreso, ya que los miembros republicanos de la Cámara amenazan con negarse a aumentar el límite. Jean-Pierre dijo que el presidente también hablará sobre “cuán optimista es sobre el futuro de este país”, porque esa es la imagen que quiere transmitir: la del presidente que cogió una pandemia con terribles efectos y le dio la vuelta, la del presidente que encaró una guerra como la de Ucrania en su mandato y, aún así, evitó -al menos por ahora- la recesión.
Menos probable parece que Biden mencione lo que le da dolor de cabeza, la saga en curso sobre los documentos clasificados encontrados en su casa y en su antigua oficina, y que hace que sus críticos lo denuncien por descuidado y lo comparen con Donald Trump, el adversario al que se impuso en las últimas presidenciales y que sí ha manifestado su interés en postularse en 2024 de nuevo.
Peter Wehner, quien escribió discursos para el expresidente George W. Bush, ha hablado con la radio pública NPR y sostiene que "este discurso, sin duda, se ve en la Casa Blanca como parte del esfuerzo de reelección", por más que falte la confirmación. "Y lo que eso significa es que este es un tipo de discurso que comienza a trazar los contornos generales de una campaña de reelección", añade. Por eso, lo esencial es que se desmarque de los republicanos, que ponga énfasis en las diferencias, sobre todo en materia de derechos sociales, porque es donde encontró un colchón importante de votos en las pasadas elecciones legislativas de noviembre, cuando los demócratas perdieron la Cámara de Representantes pero sin mucha diferencia (sus adversarios sólo tienen cinco sillones más) y mantuvieron el poder en el Senado. Será, pues, el primer discurso de Biden ante un Congreso en el que ya no tiene doble mayoría, como el año pasado, lo que le da la oportunidad de articular una agenda que traza líneas de batalla con el Partido Republicano.
Últimamente, ya es evidente, ha aumentado la tensión entre Biden y la Cámara, que ya no es amiga. La ya gélida relación del mandatario con el presidente de la Cámara, McCarthy, se ha recrudecido en las últimas semanas, después de que el republicano de California haya dado instrucciones a su partido para que inicie varias investigaciones sobre los funcionarios de la administración de Biden, así como sobre el propio hijo del presidente, Hunter.
Y McCarthy y Biden están actualmente involucrados en un combate público de alto riesgo sobre el techo de la deuda, aunque los dos dijeron que una reunión reciente sobre el tema salió bien a pesar de que produjo pocos avances tangibles. El desencuentro entre el Gobierno demócrata y los republicanos de la Cámara de Representantes impide llegar a un acuerdo para que los congresistas autoricen aumentar el límite al dinero que el Ejecutivo está autorizado a pedir prestado para hacer frente a sus gastos. Un bloqueo total a las políticas del inquilino de la Casa Blanca.
Aunque aprobar una legislación en un Congreso dividido es complejo para cualquier presidente y son varios los que ya han pasado por ese proceso, probablemente resultará particularmente difícil para la administración de Biden, ya que los republicanos buscan congelar la agenda del presidente antes de las elecciones presidenciales de 2024, cuando iba rauda, con un nivel de aprobación de normas y decretos que deja en pañales a Trump si nos ponemos a comparar. Sin embargo, Biden no podrá hacer mucha sangre. No es el momento, o convertirá la institución en un patio de colegio, y eso no le pega.
El hombre que cumple
La clave está en mostrarse hacedor, activo, cumplidor. Es su clave, dice el americanista Sebastián Moreno. "Biden tendría 86 años al final del segundo mandato, si aspira a él y lo logra. Es un tema que va a estar en la mente de todo el mundo", señala. Por eso entiende que "querrá usar este foro para demostrar que es vigoroso, que está al mando". "El año pasado tenía la connotación de las midterms, pero no era tan fuerte. Ahora, recurrirá a los básicos de todo discurso, como son las súplicas para terminar con el partidismo, las propuestas para trabajar al otro lado del pasillo, acabar con la división nacional, el ritual de saludar amablemente al presidente de la Cámara recién elegido, de tratar de decir que todos van a una... Y, pasados esos tópicos, en los que Biden cree porque le encanta la ceremonia de la democracia, irá al tuétano: defensa de la democracia y sus valores, medidas sociales ante la inflación, mejoras en el empleo o en la innovación. Ahí debe ser como una roca", señala.
“Es importante en el proyecto a largo plazo de Biden hablar de normalidad y no de excepcionalidad, quiere restaurar el alma del país, como él dice, al reconectar a las personas con su vida, en la que hay seguridad económica, laboral y, también, de valores, ahí entra el aborto, las armas, el racismo", ahonda el experto. En eso, señala, el clima "hiperpartidista" dejará claras las diferencias con sus adversarios y ahí vendrá el choque, el que "determina votos".
Moreno entiende + que el discurso de Biden tiene una función importante: puede "desafiar a los republicanos a oponerse a ideas políticas potencialmente populares", que están mejorando la popularidad del mandatario tras meses de travesía en el desierto, al mismo tiempo que "articula una agenda futura para los demócratas", mostrando el camino de por dónde debe ir su programa electoral. Palo para los contrarios, acicate para los suyos, que también lo necesitan, cada vez con más corrientes y diferencias en su seno.
La réplica
La recién electa gobernadora de Arkansas, Sarah Huckabee Sanders, dará la respuesta republicana al discurso de Biden, asumiendo una tarea que a menudo se asigna a alguien prometedor en el partido pero que no controla la Casa Blanca.
Sanders, la hija del exgobernador de Arkansas Mike Huckabee, saltó a la fama como secretaria de prensa del expresidente Trump durante casi dos años y ha sido presentada como posible compañera de fórmula del magnate en 2024. Es la gobernadora más joven de EEUU y la primera mujer que sirve como gobernadora en Arkansas.
En una declaración conjunta, el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell, y el presidente de la Cámara, Kevin McCarthy, promocionaron a Sanders como una poderosa defensor de los valores conservadores. "Es lo que somos, lo que necesitamos", señalaron. Será interesante verla en el escenario, en su vuelta a la primera línea de la política, y conociendo sus nuevas aspiraciones.
Biden, en su partido, tendrá la réplica de otra mujer, Delia Ramírez, de Illinois, la voz de los progresistas en esta legislatura, encargada de los aplausos al presidente, puede que también de algún tirón de orejas o ruego, y azote de la republicana Huckabee. En su caso, sí ha anunciado que utilizará su respuesta para abordar la seguridad social, el seguro médico, el aborto y la inmigración, e instará a Biden a tomar medidas ejecutivas sobre prioridades progresistas como la reducción de los costos de los medicamentos.
No es la primera vez que los suyos dan una respuesta a un discurso de Biden. Los representantes progresistas Jamaal Bowman y Rashida Tlaib lo hicieron en discursos previos, dejando claro que el Partido Demócrata tiene varias almas aunque, por ahora, un sólo líder. El electorado, aún, no lo tiene tan claro: una reciente encuesta del diario The Washington Post indica que no hay mucho entusiasmo por su doblete, pero tampoco con que se reedite una pugna con Trump: sólo el 31% de los electores prefiere a Biden como candidato, frente al 44% de Trump, pero es que el 58% de los demócratas elegirían a otro candidato y el 49% de los republicanos harían lo propio, evitando a Trump. Quedan dos años interesantes...