Assad cae y arrastra a sus aliados: cómo quedan Rusia, Irán o Hizbulá ante la Siria que viene
La dictadura recién borrada se había mantenido en los años de la guerra gracias a una red de padrinos que ahora estaba agotada, Ucrania e Israel mediante. Los rebeldes lo sabían y han atacado, conscientes de que no habría réplica o sería débil.
Desde el domingo, los rebelde sirios copan los titulares del mundo por haber hecho caer a Bachar al Assad, acabando con una saga antidemocrática vieja de 53 años. Sin embargo, aunque su mérito tienen, para ser justos hay que recordar que ellos se han impuesto, en parte, porque ha habido otras naciones que también han dejado caer al dictador, no lo han ayudado suficientemente, no han mantenido la red que lo mantenía lejos del suelo en estos 13 años de guerra salvaje.
Rusia, Irán y Hizbolá, que de ellas hablamos, han recibido un duro golpe con la marcha del presidente, pero tampoco han guerreado para evitarlo. No podían. Su situación de debilidad se lo impedía. En el caso de los de Vladimir Putin, su atención ha estado centrada en la invasión de Ucrania, que le quema efectivos y arsenales, que se extiende sin visos de fin, impidiéndole atender otros flancos como el Mediterráneo. En el de Teherán y el partido-milicia libanés, es la presión de Israel la que los ha mandado a la lona. Acciones de inteligencia, bombardeos y drones, que sumados a las sanciones internacionales dejaban poco margen de maniobra como para salir en la ayuda de un líder demandante.
Es verdad que Assad les daba, pero ahora necesitaba un sobreesfuerzo extremo que no le han podido dar. Y así están, pagándolo, a la espera de ver cómo el nuevo poder en Damasco se cobra la ayuda del pasado.
El golpe múltiple para Rusia
En el caso de Moscú, el golpe es múltiple: de prestigio, de credibilidad interna y de posicionamiento geoestratégico. El Kremlin había hecho de la siria una guerra propia, en busca de una localización en Oriente Medio que le interesaba. Siempre fue cercano a los Assad, pero en la última década literalmente había salvado al régimen de la derrota. La resistencia de los disidentes tuvo picos de enorme fiereza, sobre todo a partir de 2015, y sólo los bombardeos sistemáticos de los carniceros rusos acabó matando su empuje, que no su raíz, como ha quedado evidenciado en la ofensiva relámpago que ha cambiado la historia del país.
Alepo, Hama, Homs o Idlid, las ciudades desde las que la Organización para la Liberación del Levante ha cabalgado hacia Damasco, fueron pasto de las bombas rusas, algo difícil de olvidar para las milicias y los grupos armado, de todo color y confesión, acumulando crímenes de guerra denunciados por Naciones Unidas. Rusia ha estado casi una década poniendo sus aviones y proyectiles al servicio de Assad, normal que ahora le dé asilo en Moscú a él y a su familia. Ha invertido mucho en él, hasta la total dependencia, y por eso habla de "dramáticos acontecimientos".
Rusia quería afirmarse como una potencia global, cuando estaba perdiendo posiciones, y por eso puso en Siria rublos, armamento y efectivos que le han dado un estatus nuevo en la región. Sobre todo, desde 2017 se hizo con dos bases determinantes para mirar al Mediterráneo, ganando una salida al mar. El control de la base naval de Tartús y el de la aérea de Hmeimim, alquiladas por 49 años, era la clave. Hasta Putin viajó a esa costa para declarar que la misión de mantener el Gobierno estaba cumplida. Prometió estar en Siria un largo tiempo, situándose en una zona privilegiada y, de paso, desafiando por primera vez a lo grande a Occidente. De aquella foto, que abre esta noticia, a la invasión de Ucrania faltaban cinco años.
Aparte de controlar una esquina de mar de enormes posibilidades defensivas, Rusia ganó con sus bases un centro estable para trasladar por el mundo a sus contratistas militares privados, o sea, a sus mercenarios. Sobre todo, para hacer escala en su viaje a África, donde el poder ruso se ha instalado sibilinamente, con el Grupo Wagner en cabeza.
El colapso del régimen de Assad representa ahora una contracción de la capacidad de Rusia para proyectar poder en la región y, por lo tanto, de su pretensión de ser una gran potencia, que era lo deseado. No se sabe si este golpe convertirá a la Federación en invisible en la zona o quedarán restos. El daño a la capacidad de Moscú para vigilar el Mediterráneo y para maniobrar en África puede tener un impacto estratégico en la influencia rusa en todo el mundo.
Su ministerio de Exteriores ha dicho que las bases, recientemente renovadas con un elevado coste, están en "máxima alerta" ante lo que pueda pasar con el Gobierno de transición sirio, pero "no hay amenaza seria" para ellas por el momento. La gran pregunta ahora es si las va a poder mantener. Parece complicado, teniendo en cuenta el papel que ha tenido Moscú en la barbarie de esta guerra. Los sublevados no lo olvidarán fácilmente. Assad era su aliado mas fiel en Oriente Medio y han sido su colchón durante nueve años.
La oposición siria ha expuesto que Rusia se movió rápido para salvar los muebles ante el avance de los críticos con Assad. Si su ofensiva comenzó el 27 de noviembre, entre el 30 de ese mes y el 1 de diciembre ya se retiraron de Tartús tres fragatas, dos buques nodriza y un submarino. El personal ruso en tierra que estaba en las ciudades que iban controlando los rebeldes se fue replegando hasta refugiarse en la base de Hmeimim. "Rusia ha retirado al 80% de su aviación y de su flota naval; está completamente exhausta en Ucrania y su presencia militar en Siria es una sangría para su fortaleza financiera y militar", afina a El Periódico el doctor Mohamed Otri, histórico miembro de la oposición siria en el exilio.
Moscú no ha salido a defender como un héroe a Assad y ha justificado su asilo por "razones humanitarias". Tampoco ha cargado contra los disidentes victoriosos, porque quiere ser cauto. Ahora su empeño empieza a estar en explicar internamente que este no es un fracaso de Putin, sino una crisis sobrevenida por otras circunstancias. Por ejemplo, la mala previsión de las Fuerzas Armadas sirias, que no lucharon lo bastante contra los rebeldes.
Es el mensaje que están lanzando ya los medios estatales, informa la BBC. Hay presentadores estrella que reprochan que ha habido "posiciones cedidas prácticamente sin luchar" y que insisten en que Rusia "siempre ha querido la reconciliación entre las partes". Curioso empeño que no se apreciaba entre ataque aéreo y ataque aéreo, incluso en los primeros días de esta andanada final, cuando se registraron hasta 275 bombardeos ruso-sirios en los primeros tres días. Hasta bombas de racimo, ilegales, se emplearon.
También hay blogueros militares rusos, de predicamento en redes sociales, reclamando que Moscú actúe firme contra los rebeldes para evitar que el arsenal de Assad, que incluye por ejemplo armas químicas, caiga en sus manos. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) ha recordado a Siria la "importancia primordial de garantizar" la seguridad de materiales e instalaciones relacionadas con dichos arsenales todo el país, de los que no se tienen datos claros.
Si se le exige más al Kremlin es porque se entiende que no hace lo suficiente. Es la crítica que evidencia que en Rusia sigue habiendo varias almas en materia de Defensa, más allá del ministerio, con financiadores y oligarcas hechos halcones, reclamando más mano dura, más madera, como hacen en Ucrania.
Mark N. Katz, miembro de los Programas de Oriente Medio del Atlantic Council y profesor emérito de Gobierno y Política en Universidad George Mason, sostiene en un análisis difundido por el tanque de pensamiento que, pese al panorama sombrío, el fin de Assad puede tener "un aspecto positivo para Moscú": "no conducirá a su reemplazo por un régimen prooccidental, como ocurrió en las revoluciones de colores de años anteriores", afina. Además, "es probable que las buenas relaciones que mantiene el presidente ruso, Vladimir Putin, con otros gobiernos árabes –entre ellos Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Egipto– sigan siendo sólidas".
"La verdadera pregunta ahora es si Rusia podrá mantener su base naval y aérea en Siria", reconoce. "Las fuerzas anti-Assad que acaban de triunfar pueden no estar dispuestas a dejar que se queden, especialmente porque los aviones de guerra rusos estacionados en Siria las bombardearon repetidamente hasta hace poco. Sin embargo, si ahora se produce una lucha de poder entre los vencedores en Siria, esto puede brindarle a Moscú una oportunidad de trabajar con unos contra otros", expone. Y en crear cizaña Putin tiene unos cuantos másteres.
Katz platea varios escenarios, como la posibilidad de un apoyo ruso "a un pequeño estado alauita a lo largo de la costa mediterránea donde se encuentran sus dos bases"; la minoría alauita ha sido la columna vertebral del régimen de Assad, a la que él mismo pertenecía, acumulando el poder pese a suponer poco más del 17% de la población total. "Moscú puede incluso citar el apoyo de EEUU pequeño estado kurdo sirio en el noreste de Siria como un precedente para que Rusia haga algo similar con los alauitas", argumenta.
"Sin embargo, puede que no sea posible que Moscú conserve su base naval y aérea, ya sea porque un nuevo gobierno sirio dominado por los sunitas demuestre ser fuerte y expulse a los rusos o porque Siria caiga en tal caos que no se pueda mantener la seguridad de las bases", sostiene.
Irán y Hizbulá, fuera eje
Irán y Hizbulá son los otros dos grandes agraviado del giro sirio. Durante décadas, han encontrado en Damasco calor y colaboración, objetivos compartidos contra el enemigo israelí y, sobre todo, un teatro de operaciones magnífico, un terreno en mitad de todos los nudos de Oriente Medio.
El régimen de los ayatolás lleva años mal, empobrecido por el efecto de las sanciones internacionales para frenar sus avances nucleares o por apoyo al terrorismo y tensionado por la contestación interna, cada vez mayor tras el asesinato de Mahsa Amini. La renovación del acuerdo atómico se estancó, no hay renovación aún para su líder supremo, Ali Jamenei, ha tenido que afrontar la muerte sorpresiva de su presidente, Ebrahim Raisi y tiene nuevo liderazgo ahora, con Masoud Pezeshkian.
Raisi y Pezeshkian han tenido que afrontar lo nunca visto: dos ataques de Israel sobre su propio territorio, de respuesta cruzada. Su papel de patrocinador de Hamás está tras este choque insólito entre los dos mayores adversarios de la región, pues Tel Aviv ha culpado a Teherán del ataque masivo de la milicia palestina del 7 de octubre de 2023. La ofensiva israelí sobre Gaza, que deja ya 44.000 muertos, encendió las llamas en toda la zona, más allá de Palestina.
Irán, en estos meses de ataques sobre la franja, ha movilizado al llamado Eje de la resistencia, una red de afines con los que presionar al Gobierno de Benjamín Netanyahu. Sólo había un país en ese grupo y era Siria. A Assad se sumaban los hutíes de Yemen o varias milicias de Irak, que aún permanecen relativamente intactas, pese a ataques controlados de EEUU e Israel contra sus intereses. Pero se ha evaporado el aliado sirio y, también, el libanés Hizbulá, otro grupo armado y financiado por Irán y que, aparte de llevar más de un año en un tira y afloja de ataques con Israel, se ha visto descabezado por su Inteligencia, muertos sus líderes, heridos sus milicianos, rotas sus comunicaciones. Ahora hay una tregua de 60 días a los dos lados de la frontera, pero es precaria. Y el daño generado, en sus filas, alto.
Lo ocurrido en Siria el domingo no es un lamento más, sino la pérdida de ua pieza clave en ese eje. Se hablaba de la "autopista siria" para hablar del papel de la zona como área de tránsito, entreno y conexión de todos los grupos que teabajan para Teherán. Ahora es suelo vedado, porque también a ellos los rebeldes se las querrán cobrar. Por Siria pasaba el suministro de armas y material. En Siria se entrenaba, se mantenían abiertas oficinas. Un entramado de décadas sin sustituto, clave en la política exterior y de defensa de la República Islámica y sus satélites.
No sólo ellos veían el beneficio, porque Irán y Hizbolá tomaron la medida sin precedentes y controvertida de intervenir abiertamente en la guerra civil siria para proteger a su aliado de ser derrocado. Y eso demostró la importancia crítica del régimen de Assad para ellos. Cuando estuvo en peligro, respondieron.
El ministro iraní de Exteriores, Abás Araqchí, asumió el domingo que "es natural que el frente de resistencia se vea afectado" por el fin de Assad. Una confesión en toda regla. En una entrevista televisada, dijo que Siria "ha jugado un papel significativo en la confrontación con Israel y el apoyo a los palestinos". Según informa EFE, en la misma alocución Araqchí aseguró que Hizbulá, pese a estar tocada también, cuenta con "municiones, equipamiento e instalaciones para los próximos uno o dos años" y que la "resistencia no se detendrá" sin Siria. Y eso que le falta, para empezar, su líder, Hassan Nasrallah, asesinado por Israel, que que se había comprometido personalmente a salvar a Assad. "Puede que a veces haya algunas limitaciones, pero la resistencia encontrará su camino hacia adelante", enfatizó Araqchí. Habrá que ver cómo, porque la victoria rebelde trastoca por completo la influencia de Irán y Hizbulá en la zona tal y como la conocíamos.
El presidente de EEUU, Joe Biden, calificó esta semana como "un error histórico de Irán" sus ataques y los de sus aliados contra Israel, por haber apoyado a Hamás. Ve su debilidad de ahora como consecuencia de aquella provocación, que ha encadenado crisis tan crisis hasta convertir Oriente Medio en una tierra de dolor donde no se levanta cabeza. Para Washington, la culpa es una, solamente. Da igual quién esté en la Casa Blanca, porque esa visión la comparte Donald Trump, que tomará posesión el 20 de enero. Ya ha anunciado que imprimirá la "máxima presión" sobre los ayatolás, a los que acusa de financiar el terrorismo y a los que ahora tiene más ganas porque se han descubierto planes para su propio asesinato.
Danny Citrinowicz, también miembro de los Programas para Oriente Medio del Atlantic Council y quien durante 25 años ocupó diversos puestos en unidades de Inteligencia de Israel, resume el escenario afirmando que estamos ante "otro clavo en el ataúd del Eje de Resistencia de Irán", lo que le llevará a reconsiderar su estrategia de seguridad.
"Es difícil exagerar la importancia del régimen de Assad para Irán. Sin él, la capacidad de Irán para reconstruir el poder de Hizbulá se ha debilitado drásticamente, como también lo ha hecho su capacidad para amenazar a Israel desde ese escenario. Pero, sobre todo, Siria hizo posible la misma continuidad territorial desde Irán hasta el Líbano que estableció la media luna chiita y le dio a Irán una profundidad estratégica sin precedentes, al tiempo que mantenía las guerras alejadas de sus fronteras", explica.
Pero el derrumbe del régimen "muestra hasta qué punto eran casi inexistentes las herramientas de que disponía Irán para salvar a Assad sin Hizbulá". Este hecho también indica la "debilidad de Irán" y su "limitada capacidad para influir en lo que ocurre en Oriente Próximo sin su representante" más destacado. "Ahora Irán tendrá que calcular un nuevo rumbo y encontrar una solución que fortalezca su capacidad para disuadir a Israel y a EEUU por sí solo, sin el apoyo real de sus representantes", predice.
Es "probable", dice el analista, que ahora Irán "busque fortalecer sus capacidades convencionales, lo que incluye acelerar el acuerdo con Rusia sobre el Su-35", un formidable avión de combate. También "reconstruir su sistema de defensa aérea y reemplazar los misiles que resultaron dañados en el ataque israelí". Pero es posible también que Teherán "piense si debe actualizar su estrategia nuclear, ya sea para avanzar hacia una bomba nuclear o para presentar compromisos más significativos a Occidente con la esperanza de alcanzar un acuerdo nuclear que reduzca el peligro de un ataque externo contra Irán". Otra vez el fantasma atómico sobre la mesa.
Su colega en el Programa de Oriente Medio del Atlantic Council, Nicholas Blanford, ahonda sobre el caso de Hizbulá que "está aislado en el Líbano, en un momento en que se está recuperando de los golpes de una devastadora guerra de trece meses con Israel". El acuerdo de alto el fuego del 27 de noviembre entre las dos partes más Beirut "exige que se impida la transferencia de armas al Líbano desde Siria", complicando más su recuperación.
"Aunque Hizbolá ha dicho que cumplirá el acuerdo de alto el fuego, las nuevas realidades en Siria sugieren que incluso si la organización quisiera reabastecer su arsenal con armas procedentes de Siria, tal vez ya no sea posible", sostiene. "El colapso del régimen de Assad probablemente conducirá al surgimiento final de una nueva forma de Gobierno que refleje mejor la demografía de mayoría sunita de Siria, una forma que es poco probable que vea a Irán y a Hizbolá con mucha simpatía", añade.
Eso y la "continua conducta agresiva" de las Fuerzas de Defensa de Israel en Líbano (incluso pese al alto el fuego) colocan al partido-milicia prosirio "en la posición más incómoda de sus 42 años de historia".
Muchos más han perdido mucho con la marcha de Assad.