Datos fiables sobre los desastres
Más allá de los desastres a gran escala que reciben una gran atención mediática, los más frecuentes son los pequeños desastres los más frecuentes, los que causan más víctimas mortales y pérdidas económicas, así como un mayor impacto en las vidas de millones de personas en todo el mundo.
Foto del terremoto de Nepal/REUTERS.
Uno de los problemas a los que se enfrenta la comunidad internacional para poder reducir el riesgo y responder mejor a los desastres de todo tipo, es la necesidad de contar con fuentes rigurosas, fiables y contrastadas sobre estos eventos y su impacto. En demasiadas ocasiones, el intento de minimizar el efecto real de las catástrofes por parte de los Estados, no reconociendo los daños por un problema de malentendida dignidad nacional, se convierte en un problema para la prestación de asistencia. En el otro extremo, en muchas ocasiones se nos acusa a las organizaciones humanitarias y a los medios de comunicación de exageradas o, catastrofistas. Aunque acertemos, lamentablemente, bastante. ¿Quién tiene razón? ¿Cómo contar con datos fiables?
Con el aumento de los desastres naturales y la creciente complejidad de los conflictos violentos en el mundo y los efectos devastadores que estos tienen en las poblaciones afectadas, la situación exige contar con datos contrastados basados en estudios exhaustivos llevados a cabo por centros de investigación de referencia como el Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED), situado en la localidad de Lovaina en Bélgica, que ha trabajado desde hace treinta años en estudios sobre desastres y salud en zonas de conflicto a través de investigaciones y actividades formativas directamente relacionadas con ayuda en situaciones de emergencia, rehabilitación y desarrollo. El CRED se ha convertido en el centro de referencia en estos temas, y cuenta con apoyo de diversas agencias de Naciones Unidas, algunos países y la comunidad académica en este tema.
No se puede negar que la percepción en torno a los desastres está sufriendo un cambio importante, y ningún país es ajeno a ello, aunque a veces cueste reconocerlo. En nuestro propio país se ha podido constatar el incremento de los incendios forestales que desencadenan una deforestación voraz que se han ido sucediendo desde hace años con ejemplos como el incendio que arrasó más de 13.000 hectáreas en l'Empordà y Valencia en 2012 o el terrible año de 2006 en el que solo el 10 de agosto se registraron 281 incendios activos; o, por otro lado, las fuertes inundaciones como las que este pasado mes de septiembre anegó Andalucía y provocó cuantiosos daños. No obstante, no todo son malas noticias. Según el Annual Statistical Review 2014, publicado por el CRED, 2014 fue el año con la cifra de víctimas mortales por desastres naturales más baja (7.823) de los últimos años, y mucho menor a la media anual de 99.820 en el periodo de 2004-2013. Estos años convulsionaron el planeta, especialmente con la sucesión de desastres, como el terremoto en el océano Índico que desembocó en el devastador tsunami de 2004, el ciclón Nargis, que en 2008 arrasó Myanmar o el terremoto en Haití en 2010.
En términos de mortalidad por desastres en 2014, entre los diez países más afectados, siete de ellos entraron en la categoría de países de ingresos bajos (Afganistán y Nepal) y medianos bajos (India, Indonesia, Pakistán, Filipinas y Sri Lanka). Asia fue el continente más golpeado (44,4%) seguido por el continente americano (23,5%), Europa (16,7%), África (12,0%) y Oceanía (3,4%). Europa, por su parte, contabilizó el 2% de las víctimas mortales por desastres, frente al 0,3% de media que registró en el periodo entre 2004 y 2013.
Pero más allá de los desastres a gran escala que reciben una gran atención mediática, los más frecuentes son los pequeños desastres los más frecuentes, los que causan más víctimas mortales y pérdidas económicas, así como un mayor impacto en las vidas de millones de personas en todo el mundo. La hambruna generalizada en el sur de África, el devastador terremoto en Tayikistán y varios brotes de enfermedades en África Occidental son claros ejemplos. Dichos desastres no suelen ser objeto de cobertura por parte de los medios de comunicación y pasan inadvertidos a la atención pública, quedando simplemente en el olvido, silenciados. La atención a este tipo de desastres que tienen lugar con elevada frecuencia, aunque su magnitud sea menor, debe ser la puerta de entrada para promover medidas de preparación que reduzcan la vulnerabilidad y aumenten la resiliencia de las personas y las comunidades afectadas.
En esta línea de trabajo, en las próximas semanas, La Casa Encendida de Madrid, en colaboración con el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) organiza el ciclo Crisis olvidadas: haciendo visible lo invisible para analizar y profundizar estos temas. Y precisamente el ciclo comienza con la presencia de la directora del CRED Debarati Guha-Sapir.
Debarati Guha-Sapir, experta de reconocido prestigio que visitará nuestro país por primera vez estos días, analiza desde hace años la carga de enfermedades y problemas de salud derivados de los desastres y los conflictos, así como ayuda, gracias al CRED, a entender sus causas y consecuencias y el impacto que tienen a escala mundial. Excelente oportunidad para conocer a fondo estos asuntos superando estereotipos y mitos sobre los desastres.
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Celia Agulló y Carmen Suarez Llanos