Tyrion Lannister, Rey de la Tierra Media
Diez años después, y visto lo visto, no le faltéis al respeto, no la llaméis caja tonta. El talento americano se ha desplazado a la televisión.
Diciembre de 2002. Estreno en la Gran Vía madrileña de El Retorno del Rey. Aquella fue la última cola que hice para ver una película, la última vez que sentí la imperiosa necesidad de llegar el primero a ver una obra maestra. Aquello mereció la pena: la sala era como una gran desvirtualización tuitera de gremlins desbocados que gritaban cada vez que salían Frodo o Gandalf en la pantalla, algunos disfrazados de elfo, otros descalzos en los pasillos. No salía de mi asombro, pero allí estuve yo. El Retorno del Rey ganó once premios Oscar, y Viggo Mortensen, Aragorn para la eternidad, ni fue nominado (Silvester Stallone sí lo fue por Rocky en 1976, ahí lo dejo, y ese 2002 también lo fue Johnny Deep por Piratas del Caribe...). Pero el 2002 también fue el año de Camino a la perdición, y de esa maravilla castrada e imperfecta que es Gangs of New York. Y el año de Mistic River y el del oscar a Sean Penn. Y ese año pagué por ver a unos zombis en un Londres solitario en 28 días.
Mayo 2012. Diez años después. Ahora mi héroe es Tyrion, un enano romántico enamorado de una puta, inteligente, contradictorio, yo le veo hasta guapo, inmenso y premiado Peter Dinklage. Y con un discurso de lo más actual. "Esas malas personas son lo que se me da bien. Desmontar sus discursos, y ser más listo que ellos. Es para lo que estoy hecho. Y me gusta. Me gusta más que cualquier cosa que haya hecho jamás". Así cerraba su participación en la segunda temporada de Juego de Tronos, la penúltima adicción televisiva, la enésima prueba de esta frase tan común y tan cierta de que el talento americano se ha desplazado a la televisión. No puedo estar más de acuerdo. Hay más argumentos. Y en cada género, una razón que lo confirma.
Intento bucear en el territorio del thriller, y en el de los policíacos, en ese cine que algunos llaman sólido y que tan buen share da en la tele (concepto "evergreen" en televisión, siempre funciona). Intento encontrar algo que le tosa a ese genio contradictorio llamado Clint Eastwood, que se parezca a su última gran maravilla, la bella y atroz Mystic River. Creo que lo he encontrado, y de nuevo en la tele. Homeland es la serie del año. O mucho más. Si hubiera sido académico de Hollywood, me hubiera saltado las normas y la habría colocado sin más entre las diez películas finalistas de los Oscar, que yo no sé qué tiene que envidiar a War Horse, Criadas y señoras o Moneyball. Ya hay promos de la segunda temporada, tengo mi cuenta atrás activada. 30 de septiembre en Showtime, que alguien nos la emita al día siguiente de su estreno en Estados Unidos. Es un ruego.
Ahora respondámonos: ¿Con cuántas comedias nos hemos reído en los últimos tres años en el cine? ¿Tres? ¿Resacón en Las Vegas (la uno, claro)? ¿La boda de mi mejor amiga? ¿Crazy, Stupid, Love? Quizás falte alguna, pero no tienen tanto mérito como esos gloriosos 21 minutos semanales de Modern Family en 24 episodios durante 8 meses. Total: 584 minutos de alta comedia, 11 personajes a cual mejor, ningún altibajo digno de mención en sus tres temporadas. Resacón pinchó en el minuto 101, justo cuando comenzaba su segunda y desafortunada secuela.
Todo es discutible en el último Martin Scorsese (el del cine y el de la tele), Hugo, Shutter Island, incluso Boardwalk Empire, una serie objetable pero estupenda, a la que exiges el nivel habitual de un genio mimado. Yo no acabo de entrar, pero funciona como caramelo bien envuelto tanto como ese prodigio técnico que es Hugo. Donde sí he entrado es The Walking Dead, esa reinvención sentimental-folletinesca del subgénero zombi, al que copia y mejora en casi todo, creada en origen por el director -Frank Darabont- de la peli favorita de los internautas -Cadena perpetua, evergreen casi a la altura de Pretty Woman-.
Y hablaría de Mad Men, Breaking Bad, The Killing, House, The Big C, The Big Bang Theory... Diez años después, y visto lo visto, no le faltéis al respeto, no la llaméis caja tonta. Tyrion exige merecida pleitesia en su nueva condición.