El foco en ellas y no en él ni en el sistema: lo que evidencian casos como el de Errejón sobre el cuestionamiento a las víctimas
La pregunta en estas situaciones no es 'por qué no denunciaron antes'.
"Hola, yo soy víctima de acoso sexual por parte de Iñigo Errejon y quiero denunciarlo". Tras leer un testimonio anónimo con acusaciones de violencia sexual contra el ya expolítico publicado en el perfil de la periodista Cristina Fallarás, la actriz Elisa Mouliaá se sumó y escribió este jueves ese tuit con el que daba un paso al frente, que este viernes se concretó en una denuncia ante la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM).
En su denuncia, por la que la Policía Nacional ya investiga a Errejón por tres supuestos delitos de índole sexual, la intérprete ha detallado una agresión sexual en una fiesta en 2021. Él la habría "besado de forma violenta", quitado el sujetador y realizado tocamientos sin su consentimiento.
A la denuncia de Elisa Mouliáa y a ese testimonio que recogió Cristina Fallarás se suma una acusación previa, también realizada a través de las redes sociales, sobre un supuesto episodio vivido por una mujer en el Tremendas Femfest en 2023. Y, como ha asegurado la periodista, parece haberse abierto "la caja de los truenos". "Me han llegado casi una docena de testimonios sobre Íñigo Errejón", ha afirmado en el canal 24 Horas.
Sin embargo, de nuevo, en algunos casos se ha vuelto a desviar el foco. "¿Y todo este tiempo?", le recriminó a Mouliaá un usuario en contestación a su mensaje en X (Twitter). "Miedo", contestó ella. En los últimos dos días, esa red social se ha llenado de mensajes de ese corte, cuestionando por qué las presuntas víctimas no habían ido a comisaría o por qué hablaban ahora y no antes.
"No me he atrevido a denunciar hasta ahora", ha recalcado la actriz en eldiario.es. “Vi que se estaba empezando a dudar de las denuncias anónimas y pensé: no, aquí ahora sí va a haber alguien con nombres y apellidos. Me pareció necesario aportar algo a todo esto”, ha agregado.
"Cada mujer habla cuando puede y como puede. Si lleva o no pasando años —la violencia sexual por la que varias han denunciado públicamente a Errejón—, no es responsabilidad de quien la sufre, sí de quien la ejerce, primero, y también de las estructuras que permiten que se perpetúe", ha recordado en su perfil la periodista Isabel Valdés, corresponsal de género de El País.
En ese sentido, Gregorio Gómez Mata, secretario de la asociación contra la violencia de género Alma, apunta a El HuffPost que "se está equivocando el foco de atención, en el sentido de que lo que habría que preguntarse es por qué no denuncian": "No '¿por qué no has denunciado antes?', sino ‘¿quiénes son los culpables de que ellas no denuncien?".
Lo mismo reprueban desde la Federación de Mujeres, donde recuerdan que "cada vez que se destapa un caso de violencia contra las mujeres, se nos recrimina el no haber denunciado". "La realidad es que por más que denunciemos sigue existiendo la justicia patriarcal y ellos son los que siempre salen impunes. Denunciar se convierte en un acto de valentía. Cuando el sistema pone en duda constante nuestra credibilidad, nos revictimiza, culpabiliza y deja mucho que desear al momento de abordar aquellos casos respaldados por la cultura de la violación", destacan en un comunicado.
El caso de estas víctimas no es algo nuevo. Solo el 24,4% de las mujeres que sufrieron violencia física y/o sexual en Europa en 2022 denunciaron, según la Encuesta europea de violencia de género. Los motivos, tal y como cuenta a El HuffPost Alba Martínez Rebolledo, pedagoga especialista en violencia sexual de Equipo Ágora, son varios: "La mayoría de las víctimas de violencia sexual no han denunciado en un 90% y de todas ellas un 40% dicen que es por vergüenza, porque no las crean, por todo lo que supone sacar eso a la luz y otro 40% porque lo experimentaron siendo niñas o menores de edad".
El cuestionamiento social al que se pueden ver expuestas y la vergüenza que les supone a estas mujeres acudir a una comisaría o un juzgado a plasmar su denuncia se refleja también en que solo 537 de las 50.536 denuncias interpuestas por violencia de género en el segundo trimestre de 2024 fueron presentadas directamente por las víctimas en el juzgado. Según estos datos del CGPJ, 107 fueron presentadas por familiares; 1.577, por terceros, mientras que la mayor parte corrieron a cargo de atestados policiales (8.027) o mediante partes de lesiones directamente en el juzgado 4.176.
Todo este miedo y cuestionamiento hace que de media, el tiempo que se tarda en denunciar una agresión de este tipo sea de 8 años y 8 meses, según el Estudio sobre el Tiempo que Tardan las Mujeres Víctimas de Violencia de Género en Verbalizar su Situación del Ministerio de Igualdad publicado en 2019.
"Hay personas que no tienen pruebas porque es muy difícil recabarlas, dices ¿para qué voy a denunciar? A ti te violan en un momento determinado y a menos que tú automáticamente lo hagas, es muy difícil probarlo", explica Martínez, quien añade que las violencias sexuales se dan en un ámbito íntimo y generalmente "solo tienen su testimonio". "Hay otras vías como peritajes psicológicos para demostrarlo, pero a veces no es sencillo y tal vez el trabajo de reparación es mucho más importante porque no todos los casos son fácilmente denunciables", recalca.
Un sistema en el que no se ven arropadas
"A esa pregunta que ahora está haciéndole la sociedad a estas mujeres que han dado su testimonio en redes ya ha contestado el Supremo por mil circunstancias, y la primera de ellas es el miedo a no ser creídas, el miedo a las consecuencias", apostilla Gregorio Gómez Mata. "Es más, muchos jueces, aunque el Supremo haya dicho eso ya, siguen por desgracia utilizando esas preguntas en los juzgados: '¿Por qué usted no denunció antes?'. La respuesta es muy simple: por miedo. El miedo a no ser creídas", prosigue.
Sobre el caso concreto de Errejón, incide en el hecho de que "él es una persona con poder": "A él lo van a respaldar como visto está, que esto ya era conocido y nadie ha dicho nada dentro de su partido hasta que se ha hecho público y les podía salpicar. No, si vosotros ya sabíais, sois tan culpables casi como el que lo ha cometido".
Como recuerda, el foco hay que ponerlo en los agresores y no en las víctimas, "y en por qué el sistema no está funcionando". Según el secretario de Alma, se necesitaría "que se vean arropadas y que vean que el sistema les ayuda realmente. Que da igual quién haya cometido el delito, que todos van a ir contra los agresores". Llama, asimismo, a "crear espacios seguros donde hay que crearlos": "En los juzgados, en las comisarías, en las Comandancias de la Guardia Civil...".
En este sentido, Martínez aboga por poner a la víctima en el centro a la hora de hacer una reparación de daños y no focalizar el discurso en una denuncia judicial al agresor. "No es siempre lo más sanador a través de un proceso judicial, que es algo bastante traumático. Tiene sus utilidades porque tiene aspectos positivos como las órdenes de alejamiento y protección, pero para algunas personas el hacerlo no es la vía", detalla.
"Tenemos que tener en el centro la reparación de las víctimas y no tanto una cuestión punitivista, que se centre en las denuncias como si esto fuese a solucionarle la vida a las víctimas. Se prima más el castigo al agresor que la recuperación de la víctima", recuerda la pedagoga que ve positivo que esto pueda servir para que estas personas no agredan a otras si son condenadas, pero también podría darse si hubiera una reprobación social.
La monstrualización del agresor y los personajes exitosos idolatrados
El de Errejón no es el único caso de acoso protagonizado por un personaje público. Después del MeToo que se inició en 2018 en Hollywood y revolucionó la industria cinematográfica, ha habido otros tantos como el de Carlos Vermut o el que denunciara Nevenka Fernández en 2002 por parte del alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez.
En todos ellos, además del cuestionamiento de la víctima se suma una persona con buena reputación pública que puede coartar la denuncia pública de la agredida. "Creo que aquí juega un papel muy importante que sean personas públicas, exitosas, que son consideradas de una forma positiva por su labor artística, profesional o, en este caso, políticas. Esto supone para muchas víctimas cuestionarse cómo van a sacar esto a la luz si precisamente esta persona es admirada", explica Martínez.
"Una de las cosas importantísimas es que tenemos que dejar de idealizar a nuestros héroes, a las personas que consideramos admirables, a las que nos gustan por lo que hacen al nivel artístico, social, político, etc. Las personas somos seres complejos e incluso pueden ser personas que cometan agresiones", enfatiza.
La pedagoga recuerda que en la mayoría de casos de violencia y, especialmente, violencia sexual se suele pensar en un perfil de agresor desconocido muy concreto. Esto no casa con la realidad: el 80% de los agresores sexuales son conocidos por sus víctimas y no presentan antecedentes penales, según los datos extraídos de un estudio de ámbito nacional en el que participan las universidades de València, la Complutense y la Carlos III de Madrid y la de Jaén.
"Tenemos una percepción del mito de la monstrualización del agresor, que pensamos que es un ser despreciable, con mal aspecto: nos lo imaginamos pobre, con la ropa raída, que sus características físicas no encajan con ser una persona atractiva, nos lo imaginamos como una persona sin estudios o con problemas de cosas etc", ejemplifica Martínez, que asegura que todas estas cuestiones se utilizan para "justificar algo que no nos parece lógico" como es ejercer violencia u "obligar a otras personas a mantener un contacto físico contigo que no desean", en algunos casos a personas a las que "supuestamente quieres".
Sin embargo, lejos de ayudar a las víctimas, este mito refuerza una idea que no se corresponde con lo que viven las víctimas. "Lo que acabamos haciendo es que no ayudamos a las víctimas a sacarlo a la luz cuando estas personas no encajan en este tipo de modelo, que son la mayoría de los agresores, y nos cuesta creerlo cuando es una persona de nuestro alrededor conocida, bien de nuestra familia o amistades", señala. Además, indica que en el caso de una "persona que se considera exitosa o se le atribuyen una serie de valores positivos" esta diferencia se incrementa. Por ejemplo, cuando un actor normativo y con cánones atractivos agrede sexualmente y, tal y como recuerda la pedagoga, se repite el mensaje de "no le hace falta".
Para ella, hay que hacer un trabajo específico en la "forma de comprender las relaciones tanto sexuales como de pareja": "Al final, si hay cierta normalización de estas cuestiones en este tipo de ámbitos y además esta persona se nos muestra como alguien exitoso y tiene una capacidad comunicativa para utilizar cierta terminología es fácil no percibir qué es lo que te está pasando exactamente". En este sentido, el que una persona cometa agresiones en la intimidad y en la esfera pública sea una persona totalmente diferente o que incluso promulgue mensajes supuestamente feministas.
Qué hacer como sociedad
Gregorio Gómez Mata da dos claves sobre cómo se debería tratar a las víctimas en estos casos. La primera es algo que aplican en la Asociación Alma: "Tenemos la regla de no juzgamos ni con la mirada". "Siempre va a haber personas que intentan saltarse la ley, que puede hacer alguna afirmación que no sea real, pero el 99,9% de las mujeres lo que cuentan es verdad. Y lo que les cuesta encontrar la confianza para poder dar ese paso y contar lo que están viviendo... ellas tienen que pasar carros y carretas para poder hacerlo" asegura por su experiencia del día a día con víctimas. Y ese paso, como recalca, "no lo van a dar si no se encuentran seguras".
"Y lo segundo es que hay que apapachearlas, que es abrazar con el corazón. Que sientan ese calor humano que ellas necesitan, ese acompañamiento, ese estoy a tu lado, pero real", añade.
Gómez Mata defiende que la sociedad, que "lo que hace es mirar para otro lado", se tiene que implicar, y pone el ejemplo del caso Errejón: "Si sus compañeros y compañeras lo sabían, ¿qué hacen que no lo han denunciado? Han seguido permitiendo que esto pasara".
Reconoce, eso sí, que esa implicación real es muy difícil: "Nosotros lanzamos hace poco una campaña intentando involucrar a los vecinos y las vecinas a que dieran ese paso adelante, pero es que la sociedad no lo da porque tampoco se ve arropada por las consecuencias que pueden sufrir. Si al final mi testimonio no va a valer nada más que para que un hombre tenga una orden de alejamiento de seis meses y dentro de ese tiempo lo tenga aquí metido a lo mejor otra vez, ¿cómo me cruzo yo con él? ¿Qué consecuencias voy a sufrir yo?". "También necesita la sociedad verse arropada por las instituciones públicas y por los juzgados a la hora de estas situaciones si queremos que ellas den un paso al frente", resume.
En este sentido, desde Ágora recuerdan que una reprobación pública del entorno cercano es fundamental si conocen los hechos. "Ese tipo de cuestiones de intentar no manchar la imagen de una persona pública o no creértelo del todo porque tiene unos discursos públicos que crees que no encajan. Todo ese mito de la monstrualización forma parte de esto, creo que hay vías que son más importantes y no todo tiene que suponer una denuncia a la Policía y pasar por los tribunales", recuerda.
Martínez ve fundamental "la creación de espacios seguros" y cree que es un trabajo pendiente incluso en espacios feministas, donde pueden darse, como en toda la sociedad, sesgos "clasistas, transfóbicas, capacitistas...". "Creo que todos al final vivimos en esa sociedad y tenemos que tomar consciencia de cómo integrar estas ideas y que es un proceso para toda la vida. Si queremos crear espacios seguros tenemos que revisar cómo actuamos, qué pasa con nuestras creencias, a veces no somos conscientes porque lo tenemos totalmente integrado y tenemos que hacer trabajos de responsabilidad", detalla.
El caso del espacio de denuncia de Fallarás, que se inició tras el caso de Carlos Vermut el pasado mes de enero, Martínez ve positivo el anonimato y que "de alguna manera es una forma de realizar una catarsis personal". Ve además diversos motivos en las víctimas para acudir a él: "Para otras personas servirá para poner su granito de arena y decir que a todas nos ha pasado algo en mayor o menor manera".