La fe en tiempos de Benedicto. De mulas y bueyes
Ya desapareció el limbo y el fuego del infierno... ahora resulta que se le olvida para quién trabaja y patea el pesebre. ¿Qué sigue: la serpiente, la manzana, la costilla, el arca? Pronto ya no van a alcanzar los peces y el pan, y un camello pasará con facilidad por el ojo de una aguja.
Falta poco para Navidad y el cuerpo del Baby Jesus de un plumazo ha sido desprovisto del calor que le proporcionaban en el pesebre el buey y la mula.
La "esperada" saga de la trilogía de Benedicto XVI acaba de ver la luz, escrita por gracia y obra del espíritu santo y la pluma de un eminente "teólogo" (futuro presunto santo). Y aunque se trata de la última entrega, ni es una exégesis de la biblia, ni es una saga, el volumen habla sobre La infancia de Jesús. El libro no es más que el refrito de la historia más contada, más interpretada y personificada del mundo católico en la nueva y flamante versión de Joseph Ratzinger el estudioso y poco carismático Jerarca de una iglesia que involuciona siguiendo las tendencias del mundo.
La Natividad, autor anónimo italiano. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Intentar mantener la Fe en tiempos de Benedicto seguramente es un reto mas difícil que cualquier deporte extremo.
A unos cuantos meses del jueves de corpus. ¿Qué van a vender ahora en los atrios de las iglesias el día de los Manueles, día en que las mulitas de hoja de maíz, cargadas de huacales con pastas pintadas y diamantina, y con ramos de diminutas bolitas de polietileno adornan los templos?
Poco queda a los católicos de esa iglesia que intentaron cambiar Calvino y Lutero. A la frialdad de las 95 tesis que proponía la iglesia protestante, es el calor de esos animalitos y la empatía con sus imágenes la que cobija y ampara a la apostólica grey.
Ni porque la leyenda cuenta que la mula fue la única que se arrodilló en Corpus Christi, el día más solemne de la Eucaristía, Benedicto se apiadó de ese animalito destinado a no dejar linaje.
¿Cuál es la necesidad del Obispo de Roma de ocuparse del buey y la mula y desocuparse del hambre, la pobreza, las guerras y demás saldos de la cristiandad? ¿Quién se encarga de lo verdaderamente relevante? ¿Estamos hablando de teología o de alfarería Sumo Jarrito de Tlaquepaque Pontificio?
¿Cuántos nacimientos quedarán huecos, fríos sin esos convidados al evento más grande de la cristiandad? ¿Cuántos peces en el río dejarán de beber las aguas de la fe? ¿Cuántos pares de actores se incorporarán al empleo informal al ver que sus personajes no tienen llamado en la pastorela? ¿Cuántas costureras dejarán de coser botargas? Al dar de baja al paciente buey y a la humilde mula, Benedicto XVI da cabida a que ese vacío lo llenen los renos y duendes del polo norte, da pie además a que la imagen más reproducida e iluminada por una "supernova" antes Estrella de Belén, generalmente interpretada por un foco pelón, ceda su lugar a un gordinflón y generoso viejo que lejos de recibir oro, incienso y mirra de las manos de magos del oriente, reparte carcajadas y regalos de colores estridentes por todo el orbe.
La consigna es: pasar a la historia como el pontífice menos carismático a kilómetros del rockstar y lame-tierras Juan Pablo II.
Ya desapareció el limbo y el fuego del infierno... ahora resulta que se le olvida para quién trabaja y patea el pesebre. ¿Qué sigue: la serpiente, la manzana, la costilla, el arca? Pronto ya no van a alcanzar los peces y el pan, y un camello pasará con facilidad por el ojo de una aguja. La que debe desaparecer es la Santa, Apostólica, Romana y Vaticana Iglesia que alejada de los principios en los que fue fundada por Pedro le sigue haciendo un daño irreparable a la humanidad.