La hoja de ruta europea y la nuestra
En el París del año 2041, ya nada es lo que era; Europa se ha dejado llevar por el camino del odio y el racismo. Pero es de esa privación extrema y de la vuelta a lo básico de donde surge una historia de amor en la que Antoine, el protagonista, se enamora de lo esencial: de la voz, de los ojos, de la fuerza de Farida, una mujer que, por ser como es, lo libera a él de su hoja de ruta y le da un propósito a su vida.
Pasan los años y parecemos atados a una hoja de ruta. Nos toca cumplir con ese mandato de la sociedad, de nuestros amigos, de nuestros padres, de ser y hacer lo que toca. Pero, ¿por qué? Pues por eso, porque toca. La hoja de ruta nos obliga a tener novia, a casarnos, a tener hijos, un buen trabajo. Y la sociedad nos controla a través del ojo ajeno, que es quien juzga con su mirada. La pregunta de un amigo, la de un hermano. Todos hemos sentido culpa en algún momento, nos hemos sabido en deuda con la vida por no cumplir con alguno (o tal vez muchos) de los hitos clave de la hoja de ruta. Y todos hemos temido enfrentarnos a ese momento en que la pregunta de un amigo actúa de garrote, implacable. «¿Tienes novia?» «¿Has conseguido trabajo?» «¿Los hijos para cuándo?» Y así el repaso a la hoja de ruta.
Pero el problema de la hoja de ruta radica en que no es nuestra, sino ajena. Y es imposible ser feliz, estar bien, si uno trata de seguir la hoja de ruta estándar, la que toca. Pero la sociedad moderna, la del consumo y la globalización, la de las redes sociales y la comunicación hasta el hartazgo, nos brinda una oportunidad única de ser quienes queremos ser, y no quienes nos dicen que debemos ser. Porque es en la diferencia entre uno y otro donde está la clave. No me imagino cómo mi abuela, a sus quince años y en un pueblo en medio de Polonia, podía hacer otra cosa que no fuera lo que los vecinos le decían que le tocaba hacer. Pero a nuestra generación nos corresponde esforzarnos por seguir nuestra propia hoja de ruta. Y debemos hacerlo antes de que se nos pase la vida rindiendo cuentas y caminando un sendero que no es el nuestro. Ése es el camino de búsqueda interna que recorremos con los protagonistas de mi novela, París 2041.
De ese camino surge una historia de amor diferente, platónica. Porque en el París del año 2041, ya nada es lo que era; Europa se ha dejado llevar por el camino del odio y el racismo. Pero es de esa privación extrema y de la vuelta a lo básico de donde surge una historia de amor en la que Antoine, el protagonista, se enamora de lo esencial: de la voz, de los ojos, de la fuerza de Farida, una mujer que, por ser como es, lo libera a él de su hoja de ruta y le da un propósito a su vida. Es un romance sin aditivos. Es la definición más real del amor: cuidarse el uno al otro. ¿Te gustaría vivir un romance como el de Farida? «¿Dónde firmo?», me contestó mi mujer.