La injusta muerte de Ethem
Fue el 1 de junio un policía disparó Ethem en la cabeza en Ankara durante las protestas de Gezi. Alguien había grabado ese momento y el vídeo se difundió a través de las redes sociales. Esta vez, era casi imposible que alguien pudiera negar lo que sucedió allí, o al menos, eso era lo que creíamos.
El 1 de junio un policía disparó Ethem en la cabeza en Ankara durante las protestas de Gezi. Alguien había grabado ese momento y el vídeo se difundió a través de las redes sociales. Esta vez era casi imposible que alguien pudiera negar lo que sucedió, o al menos, eso era lo que creíamos. Ethem estaba allí con 10 ó 15 de sus amigos. El oficial de policía tomó su arma, disparó tres veces y Ethem cayó al suelo. La policía comenzó a huir de la multitud y toda Turquía vio que llevaba un casco blanco con números. Esos días fueron aquellos en que la policía empezó a ocultar sus números de casco tapándolos con papeles para no dar a conocer su identidad. Por eso sólo vimos "12", los dos últimos dígitos de su número de casco.
El 18 de junio el primer ministro turco Erdogan habló en una reunión con un grupo de partidos políticos y dijo a millones de personas que lo observaban desde sus televisiones: "Las fuerzas policiales han pasado la prueba de la democracia". Más de 20 días habían pasado desde el nacimiento del Movimiento Occupy Gezi; había miles de personas en los hospitales o detenidos en espera de la democracia y tres personas habían perdido su vida. Su frase fue como una broma para nosotros. Ese día, fue obvio que no queremos decir lo mismo que el primer ministro cuando hablamos de democracia, porque para él ya estaba allí y nosotros seguiríamos luchando por ella. Continuó su discurso con el mismo sentido del humor: "El uso de gases lacrimógenos contra los manifestantes es un derecho incontestable de la policía. La policía utiliza su poder ante la desobediencia recalcitrante". Francamente, me reía mientras lo miraba. Mis nervios destrozados y yo, sinceramente, no sabíamos cómo reaccionar a su discurso. Podía haberme enojado, pero había pasado suficiente tiempo para que pudiésemos ver que la ira sólo nos perjudica. Podía haber comenzado una discusión seria, pero ¿con quién? Podía dejar ir las cosas, pero ¿cómo iba a dejar mi país en manos de alguien que realmente cree que su policía, como su ejército especial, tiene derecho a hacer lo que quiera?
Ese mismo día un manifestante se plantó de pie en la Plaza de Taksim. Se quedó 8 horas sin hablar ni moverse. Era su manera de protestar de la manera más pacífica. La gente empezó a hacer lo mismo que él. No sólo en Taksim, sino en toda Turquía, miles de personas se pusieron de pie en la calle sin hacer nada. La policía se quedó perpleja. Hubo una gran protesta contra lo que estaba ocurriendo en todo el país y no estaban haciendo nada. Esta vez no podían utilizar cualquier excusa como "invasión de un espacio público", "la violencia contra la policía" o "unos pocos çapulcu en cooperación con las potencias extranjeras para derrocar al Gobierno". Una vez más, era una prueba sobre la gran democracia de la policía y la pasó de nuevo. Obligaron a la gente a moverse y detuvieron a unos cuantos. La razón era "resistencia contra la policía por estar parado de una manera no violenta". Créeme, no fue un programa de televisión, sino la realidad en Turquía.
El 22 de junio miles de personas decidieron caminar hasta la Plaza de Taksim de nuevo con claveles en sus manos. Sólo querían homenajear a Ethem, Mehmet y Abdullah, tres víctimas de la violencia policial durante el Movimiento Occupy Gezi. La gente caminaba y se paró con claveles en sus manos. La policía les anunció que iba a vaciar la plaza culpando a la gente a bloquear el tráfico en Taksim. ¿No había comenzado todo por un proyecto de peatonalización de Taksim? Unos minutos más tarde la policía comenzó a atacar de nuevo con gases lacrimógenos y agua a presión. Recientemente se apuntó a la posibilidad de que el agua contuviese algún tipo de sustancia química que provocaba quemaduras en el cuerpo de los manifestantes. La reacción de la gente de nuevo merecía la pena de ser vista. Miles de personas arrojaron claveles a los vehículos policiales. Trataban de protegerse del gas y el agua, y lanzaban claveles. El Gobierno estaba definitivamente perdiendo esta batalla y no tenía nada que hacer más que mostrar más violencia. Fue el surgimiento del poder duro cuando el poder real comenzaba a escapárseles de las manos.
El 24 de junio liberaron al policía que mató a Ethem. Argumentaron autodefensa porque la multitud, entre la que se incluía a Ethem, le atacó y trató de tomar su casco y pistola dejando al pobre policía sin más remedio que disparar. Era obvio por el vídeo que la policía llevaba un casco y portaba un arma. Es una injusticia, no sólo para Ethem. Se legaliza la violencia estatal por el fallo de la Corte y quedan legitimados todos los tipos de violencia que pueda ejercer la policía a partir de ahora. Ahora vivo en un país donde mañana unos agentes de policía pueden llamar a mi puerta, detenerme por mis tuits o incluso por escribir este artículo y no tengo ninguna confianza en que alguna institución judicial pueda proteger mis derechos frente a la violencia estatal.