Ondas de vida
"La radio es vocación de servicio público", me dijo un veterano periodista de la sección de Internacional cuando apenas empezaba a estudiar la carrera. Esa vocación me ha llevado años después hasta mi labor actual en Ayuda en Acción, donde he podido descubrir que la radio juega un papel clave en la prevención y alerta temprana en América Latina.
Resulta desconcertante la forma en la que determinados acontecimientos cambian el rumbo de miles de personas en días que amanecen, aparentemente, con total normalidad. Cómo el ser humano queda expuesto y a prueba en momentos tan decisivos.
Uno de ellos fue el 27 de diciembre de 2008. Presentaba por primera vez un informativo de mediodía en una cadena nacional y, mientras me preguntaba con qué noticia abriría, en la redacción conocimos que aviones y helicópteros israelíes habían empezado a bombardear objetivos de Hamás en Gaza. A partir de ahí, todo se convirtió en un vertiginoso ir y venir de últimas horas y teletipos con nuevas cifras, y llamadas a corresponsales y expertos.
Durante horas -sin ser plenamente conscientes en aquellos momentos-, contamos en directo el inicio de la operación Plomo Fundido, la más sangrienta desde 1967. Murieron unos 1.300 palestinos, un tercio de ellos niños. Supe entonces que, entre ellos, también pereció parte de la familia de una compañera de facultad. Aquellas horas de radio me parecieron entonces una muestra de condolencia, una forma de estar cerca, de alguna manera, de quienes estaban sufriendo.
No fue la única ocasión en la que un desastre o una emergencia me asaltó mientras trabajaba en este medio. En 2010, durante el seísmo de Haití, la radio fue altavoz, no sólo de la tragedia en la que perdieron la vida centenares de miles de personas, sino de los esfuerzos de otros cientos por salvar a gente entre los escombros, por hacerles llegar la ayuda humanitaria más urgente y quedarse después para reconstruir un maltrecho país.
Nunca como en esos momentos le encontré tanto sentido a las palabras que, bastantes años atrás, cuando apenas empezaba a estudiar la carrera, me había dicho un veterano periodista de la sección de Internacional: "La radio es precisamente esto: vocación de servicio público".
Esa misma vocación de ayuda me ha llevado unos años después hasta mi labor actual en Ayuda en Acción, donde he podido descubrir que la radio juega también un papel clave en la prevención y alerta temprana en gran parte de los países que apoyamos en América Latina. En los últimos 15 años -a raíz del huracán Mitch, en 1998-, buena parte de los Sistemas Nacionales de Preparación y Respuesta a Emergencias en Centroamérica han utilizado la radio para salvar vidas: ya sea preparando a los comunicadores para utilizar el lenguaje de forma apropiada (deslizamientos, tormentas tropicales, seísmos, huracanes, damnificados), o para informar adecuadamente, sin sobredimensionar ni generar alarma social.
Radios nacionales o locales como HRN, Radio América y Radio Globo en Honduras, o Radio YSKL en El Salvador, han hecho una labor encomiable para hacer comprender a la población los niveles de alerta y evacuación. Y además, en el caso de las cadenas locales y comunitarias, casi siempre en su lengua materna, que no siempre es el español. De esta forma, han reducido considerablemente las pérdidas humanas y daños materiales asociados a catástrofes. Además, son determinantes a la hora de evaluar daños y dar a conocer los esfuerzos de respuesta de los comités de emergencias locales o nacionales.
En el Día Mundial de la Radio, que este año Naciones Unidas dedica a "la radio en tiempos de desastre y emergencia" con una programación especial a la que se ha sumado Cadena SER, es más importante que nunca reivindicar el papel de un medio que es, al mismo tiempo, altavoz y salvavidas.