Una estela de inteligencia: 'Un reguero de pólvora', de Rebecca West
Leer a Rebecca West es una de las dedicaciones más placenteras y enriquecedoras a que una puede dedicarse en este mundo. La profunda inteligencia de West nunca deslumbra. Al contrario: ilumina y emociona. El análisis profundo siempre se acompaña de la compasión, de una chispeante capacidad de comprensión, de una enorme capacidad de empatía.
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Recientemente se ha publicado Un reguero de pólvora, un volumen que recoge seis ensayos de Rebecca West (1892-1983), autora nacida en Irlanda y criada en Escocia. El libro presenta tres artículos, realizados por encargo de The New Yorker, que hablan de la II Guerra Mundial y la situación en Alemania durante la posguerra. El primero y más largo de los tres es la crónica de los juicios de Núremberg. La fecha lo certifica elocuentemente: 1946.
Se trata de un escrito apasionante que perfila nítidamente qué es un juicio, las limitaciones en las que se debe mover, las garantías que debe procurar, incluso las diferencias entre la manera de entender la ley de las diferentes potencias aliadas; concluye que cuando una sociedad tiene que castigar a una persona debe hacerle el menor daño posible para evitar que se extiendan por ella el tipo de sentimientos que hace que la gente cometa actos delictivos.
De paso, retrata cuidadosamente Núremberg y Alemania; para ello, al conocimiento enciclopédico que caracteriza a la autora, se suma el gusto y el acierto por el detalle revelador. Por ejemplo, cuando muestra cómo la ideología influye en la arquitectura y cómo esta, a la vez, influye en la mente de las personas. Otro detalle podría ser el título compartido de los tres ensayos: "Invernadero con ciclámenes" remite al trabajo como liberación, pero sobre todo, a la gran capacidad de trabajo alemana, un rasgo que a veces la inquieta. También insinúa otra característica de la autora: el amor y la precisión con que describe la naturaleza y la trasciende.
El segundo, escrito en 1949, explica finamente el reparto de Berlín por parte de las potencias aliadas y el inicio de la Guerra Fría. En este artículo, las vicisitudes de la época se vuelven comprensibles a partir de detalles como la manera de ser y de relacionarse de la gente enviada por las diferentes potencias con la población autóctona ocupada, o simplemente a raíz de los avatares de la intendencia.
El tercero y último (1954) es la fundamentada refutación al libro de un político nazi, secretario de uno de los encausados en los juicios (es aterrador, por cierto, que el libro haya merecido hace poco el honor de ser traducido por una editorial barcelonesa). La autora, menos de diez años después de finalizar la guerra, se da cuenta ya del milagro alemán a partir de un detalle aparentemente tan trivial como la forma de vestir de la delegación alemana durante una cumbre de economistas que tiene lugar en Lausana. En definitiva, tres artículos imprescindibles no sólo para entender los juicios de Núremberg o la posguerra en Alemania, sino también la II Guerra Mundial, la situación geopolítica o la condición humana.
Las claves del comportamiento humano continúan desgranándose en tres artículos sobre crímenes -un género bien británico- que se intercalan y completan el volumen. El primero, Ópera en Greenville es la crónica del juicio a treinta y un taxistas que lincharon a un negro en Carolina del Sur; un detalle de cómo es el comportamiento de los acusados con la familia y amistades en los recesos del juicio dan perfecta cuenta del racismo imperante en aquel momento en aquella sociedad. El segundo, El señor Setty y el señor Hume, narra un oscuro asesinato cometido en Londres; en este caso, se centra -el título ya lo insinúa- en el análisis de la psicología del presunto asesino y de uno de los testigos; éste y su familia ejemplifican, además, una gran parte de la buena, sensata y humilde gente del país; también nos hace ver el paisaje de un trocito del sur de Inglaterra (y hace que escuchemos las diferencias entre el ruido de dos aspiradoras; una minucia si se quiere, pero que desmonta dos coartadas).
El tercero, La mejor ratonera, narra un pequeño pero revelador caso de espionaje que anuncia a famosos espías posteriores. West aprovecha la simple génesis de la calle Kensington Palace Gardens y de quien habita sus espléndidos caserones para explicar varias fortunas europeas, así como cambios sociales, económicos y políticos de gran alcance. El retrato y el contexto del embajador británico en Rusia, especialmente el de su mujer, dan cuenta de más de un momento histórico.
La profunda inteligencia de West nunca deslumbra. Al contrario: ilumina y emociona. El análisis profundo siempre se acompaña de la compasión, de una chispeante capacidad de comprensión, de una enorme capacidad de empatía. Trate lo que trate, ya sea cuando razona sobre las experiencias que trascienden y las que no, cuando despliega conocimientos ingentes -siempre pertinentes-, cuando habla ecuánimemente de la situación de las mujeres, o cuando con tres pinceladas cuenta un lugar concreto y, además, el país y el momento histórico (o, incluso, el siglo anterior), todo queda convertido en literatura de la buena, donde la ironía siempre está presente. Hagamos una cata:
Hay que agradecer la edición de un Un reguero de pólvora al Reino de Redonda; tres años antes, editó otro importante ensayo de West, El significado de la traición. Aunque no se ha traducido ninguna de sus muchas obras de crítica literaria, en 2001 se publicó el inmenso y portentoso, en todos los sentidos, Cordero negro, halcón gris: un viaje al interior de Yugoslavia; reducirlo a un libro de viajes sería lo mismo que considerar que un libro como La plaza del Diamante de Rodoreda versa sobre palomas.
La dedicación de West -que fue una de las críticas literarias más reconocidas e influyentes del Reino Unido- a la poesía, al reportaje o al ensayo, su dimensión pública, su feminismo, no debería hacernos olvidar su dedicación a la novela. A pesar de que incomprensiblemente es una escritora poco traducida, se han traducido, entre otras, las muy recomendables e interesantes Cuando los pájaros caen (2011) o El regreso del soldado (2008).
Leer a Rebecca West es una de las dedicaciones más placenteras y enriquecedoras a que una puede dedicarse en este mundo.