Punta y talón
De vez en cuando se habla de zapatos, más concretamente de los atormentadores y vertiginosos (para quien los lleva) zapatos de puntiagudo y lacerante tacón de aguja. Berlanga, erotómano confeso, llegó a escribir que el tacón alto "concede una maravillosa inseguridad al paso".
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De vez en cuando se habla de zapatos, más concretamente de los atormentadores y vertiginosos (para quien los lleva) zapatos de puntiagudo y lacerante tacón de aguja. Hace años, leí un interesante libro de Jung Chang, Cisnes salvajes. Tres hijas de China, que, como indica su subtítulo, es la biografía de tres chinas. En primer capítulo, que justamente se titula «Lirios dorados de ocho centímetros», la autora explica la tortura a la que fue sometida su abuela y, de pronto, dice lo siguiente:
Unas líneas después --soslayo los horrores sobre el procedimiento para domesticar los pies y convertirlos en pretendidas y apestosas flores de ocho centímetros--, insiste en este enfermizo y perverso erotismo:
Afortunadamente, piensa una, cuestión finiquitada. Prehistoria de la humanidad. Con la extensión de los derechos humanos, pronto la juventud no entenderá lo que le están contando al leer una descripción de este jaez. Ya ocurre, por ejemplo, si en clase se te ocurre decir la palabra corsé.
Por esto quedé horrorizada con las alarmantes concomitancias entre pasado y presente que pueden constatarse en la opinión de algunos miembros de la clase ilustrada cuando leí lo siguiente en un artículo que relataba la caída de una modelo por culpa de los tacones que lucía (o sufría):
Me consoló constatar que el articulista y, por tanto, el artículo estaba contra esta tipo de tortura. El destacado ya lo anunciaba puesto que decía:
El artículo explicaba que una de las modelos, la española Carla Alonzo, tropezó perdiendo uno de los --digamos-- zapatos. Sin perder la compostura, agarró los dos zapatos y acabó el pase descalza. La cosa no acabó aquí, puesto que al final del desfile todas las top model se descalzaron al salir a saludar. El público lo premió con una ovación (el artículo no da datos sobre cuantos cineastas, arquitectos, o estetas en general había entre el respetable).
Al periodista que escribió el artículo le debe interesar esta cuestión, puesto que en otro escrito, después de hablar de las relaciones entre Clinton y Bill Clinton, entre Clinton y Obama, acaba explicando que, en sus memorias, la secretaria de estado narra que secundar a su marido durante los días del impeachment a raíz del caso Lewinsky, resistir la tensión acumulada con el corazón roto, le pasó factura y un mal día se desplomó y cayó al suelo. El artículo acaba de este modo:
Otra escritora, Sue Grafton, expresó una opinión complementaria acerca de montarse en unos estiletes e intentar caminar. Lacónica, a su detectiva Kinsey Millhone, protagonista de muchas de sus novelas, le hace decir simplemente: «Si fuesen tan cómodos, los hombres se los pondrían».