Sánchez e Iglesias se dan una segunda oportunidad
Algo se mueve, sí, en la izquierda y el temor del PP está justificado.
Cuando en marzo de 2016 los líderes de PSOE y Podemos se reunieron por última vez en el Congreso de los Diputados, Pablo Iglesias regaló a Pedro Sánchez un libro sobre la historia del baloncesto con la siguiente dedicatoria: "Es bueno empezar por lo que nos une. Un abrazo".
El intento de buscar puntos de encuentro fue baldío porque entonces los socialistas habían cerrado un acuerdo de gobierno con Ciudadanos al que pretendieron sin éxito que se sumaran los "morados" pero, sobre todo, porque la alternativa a aquella alianza era un gobierno progresista del PSOE, Podemos, IU y Compromis con la abstención del independentismo contra el que se conjuraron notables y barones del partido del puño y la rosa. De hecho, las elecciones del 26-J, el desarrollo del infame Comité Federal del 1 de octubre y el resultado de las primarias socialistas se explican en buena medida por los movimientos endógenos y exógenos al PSOE para evitar la comunión con el partido de Pablo Iglesias.
En su próxima bilateral que tendrá lugar el martes, también en el Parlamento, Iglesias tenía pensado regalar a Sánchez un ejemplar de Esperando a los robots, de Enric Juliana, un manual de cartografía política para orientarse en un tiempo de transición y en el que además de la victoria de Trump y la nueva mirada de la política estadounidense, se analiza el 15-M, la emergencia de Podemos y la deriva independentista de Cataluña.
Alguien le ha "chivado" que el secretario general del PSOE ya tiene un ejemplar, por lo que aún busca un título con el que sorprender a su interlocutor. Lo que sí tiene decidido es hacerle entrega del último número de a New Left Review, una revista política de izquierdas fundada en 1960 en el Reino Unido, con una edición española de la que es coeditora la formación morada y en la que hay artículos de reconocidos pensadores internacionales sobre EEUU y la economía global.
Y así, dispuestos a desmentir el dicho popular de que "segundas partes nunca fueron buenas", Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han decidido darse otra oportunidad y dejar atrás la cal viva, los vetos, los ultimátum y los reproches mutuos... Sin prisa pero sin pausa, los secretarios generales de PSOE y Podemos trabajarán juntos para desalojar a la derecha de La Moncloa mientras todo el universo político especula con si todo está encaminado hacia una segunda moción censura o son sólo las bases de un futuro acuerdo post electoral de las izquierdas.
Aún es pronto para despejar la incógnita. De momento, el objetivo inmediato es alcanzar una mayoría parlamentaria con la que dinamitar la arquitectura legislativa del PP y poner en marcha iniciativas de rescate para los jóvenes, contra la pobreza infantil y de sostenibilidad del sistema de pensiones. ¿Después? Todo está abierto y todo dependerá de los derroteros por los que discurran los múltiples casos judicializados de corrupción del PP y la evolución del desafío secesionista tras el próximo 1 de octubre.
Pero hasta en esto, en el encaje de Cataluña en España, están dispuestos a buscar una solución conjunta en torno al reconocimiento de la "plurinacionalidad" del Estado, un concepto con el que los socialistas superaron en su 39 Congreso Federal la célebre Declaración de Granada pero que aún despierta recelos en algunos sectores y federaciones del partido, especialmente en Andalucía, a pesar de que hace meses la propia Susana Díaz se mostró partidaria del mismo, como desveló Jesús Maraña en su libro Al fondo a la izquierda con la reproducción literal de una conversación en abril de 2016 con la presidenta de la Junta que discurrió en los siguientes términos:
S.D.- Mira te voy a confesar algo. Yo creo que algún día habrá que reconocer que somos un estado plurinacional, y asumir a todos los efectos que Cataluña tiene sus singularidades. Lo complicado es hacerlo sin provocar desigualdades o insolidaridad con otras Comunidades.
J.M. ¿-Vas a defender expresamente que España es un estado plurinacional?"
S.D.- En su momento, cuando toque, paso a paso. Reconocerás que por esa imagen que tú dices y por el perfil que me atribuyen estaré mucho más cargada de autoridad que otros para abordar en serio el encaje de Cataluña y el modelo de Estado.
Ni Sánchez ni Iglesias cierran la puerta a una moción de censura conscientes de que unas nuevas elecciones siempre son una moneda al aire que puede caer de cualquier lado mientras que ahora los números dan para desalojar al PP de La Moncloa. Pese a todo, ambos tratan de ganar tiempo. Uno hasta cerrar el mapa autonómico del PSOE tras los congresos regionales con los que aspira a hacerse con una mayoría holgada en los territorios que no discuta su giro a la izquierda. Y el otro, convencido de que a pesar de que el socialismo viva su momento más dulce tras las primarias, no tiene garantizado un exceso de glucosa en los próximos dos años con el que pueda desalojar a Podemos del 20% de los apoyos en los que está anclado en todas las encuestas.
El objetivo de Sánchez es más bien abonar el terreno para un futuro de avenencia inimaginable hace tan sólo un año cuando decir Podemos o Pablo Iglesias en el PSOE era lo mismo que invocar las siete plagas del Apocalipsis. Hoy todo es distinto. Ni Pedro Sánchez siente la presión del Viejo Testamento del PSOE para no acercarse a los morados ni Pablo Iglesias tiene ya la sospecha de que el secretario general se echará en brazos de la derecha para salvaguardar el bipartidismo.
Ambos comparten que, con el actual mapa político, la España de las mayorías absolutas ha pasado a mejor vida y que en el nuevo tablero se necesitan mutuamente. No es es casualidad que el equipo de Sánchez esté lleno de convencidos del entendimiento con otras fuerzas de izquierda y tampoco el nombramiento de Margarita Robles como portavoz parlamentaria. Además de otras lecturas, la elección de la ex magistrada, dada la fluida relación que la ex magistrada mantiene con Juan Carlos Monedero y con el propio Iglesias, se ha interpretado también en el contexto de la nueva relación con Podemos.
Así que, sí, algo se mueve, sí, en la izquierda y el temor del PP está justificado.