No es feminismo, es oportunismo
Hablemos claro. Tropezaron con las mujeres cuando mejor les iba en las encuestas. Jamás supieron ver el volumen ni la trascendencia de sus reivindicaciones. En 2015 fueron penalizados en las urnas por rebajar la importancia de la violencia machista. Ciudadanos es ese partido empeñado en tropezar dos veces (y hasta tres) con la misma piedra. Nunca acierta. Cuando no propone acabar con la asimetría penal por cuestión de sexo avalada por el Constitucional, niega el significado último del concepto "violencia machista" o desprecia una huelga de mujeres por cuestiones ideológicas para luego sumarse a ella "in extremis" con tal de no perder apoyos.
No se enteran. Su falta de empatía y hasta su incomodidad con el feminismo les delata. Y ahora, cuando las encuestas le son de nuevo adversas, han decidido añadir al movimiento la coletilla de "liberal", pero podían haberle sumado la de "socialdemócrata". En realidad les da igual una cosa que otra. Lo suyo no es feminismo, sino oportunismo.
¿Acaso se puede pactar con VOX, un partido ultra que se ha propuesto dinamitar la lucha por la igualdad y predicar a la vez el feminismo? ¿O sólo es cuestión de sumarse a un movimiento que el año pasado fue inesperado, desbordante, intergeneracional e histórico para sacar rédito ante el 28-A?
Está por ver cómo será esta edición, pero si algo explica el éxito del 8-M de 2017 es que fue espontáneo, transversal y, además, trascendió siglas y manifiestos. De hecho, ningún partido, con la excepción quizá de Podemos, acertó a interpretar el latido del nuevo feminismo. Mujeres de todas las edades, de todos los ámbitos y respetuosas con la libertad de elección de cada cual. Daba lo mismo si hacían huelga o no, si eran trabajadoras fuera o dentro de casa, el resultado fue que el movimiento resurgió y explosionó para quedarse.
Las señales estaban ahí, como en el 15-M, pero nadie las vio. Y eso que hubo quien advirtió tiempo antes que asistíamos a una nueva ola del feminismo como consecuencia del terror que provocaban las cifras de víctimas por violencia machista, la constatación de la brecha salarial o la permanencia del techo de cristal. Todo en un contexto cada vez más desigual en lo económico y más precarizado en lo laboral.
Fue tan incontestable la respuesta y tan clamoroso el mensaje que, tras aquello y ante la inminente cita con las urnas, este año no hay partido que quiera quedarse al margen. El disputado voto de la mujer cuenta, y cuenta mucho. Que se lo digan a Pedro Sánchez, que, tras el éxito del 8-M del año pasado, no dudó en que su primer guiño tras ser investido presidente de Gobierno tenía que ser al feminismo. Así fue como se apresuró a configurar un Gobierno con más mujeres que hombres. "Un Consejo de ministras y ministros" seguido de una agenda social con medidas encaminadas a lograr la igualdad real.
La campaña electoral empezó ahí. Sánchez ya sabía entonces que el voto de la mujer sería decisivo y que el PSOE, el partido con el perfil de votante más feminizado de cuantos componen el arco parlamentario, tenía que generar un marco con el que reconquistar al feminismo, cuyo latido tampoco supo interpretar adecuadamente el año pasado al no secundar el paro general. De hecho, la fecha del 28-A para la convocatoria electoral tampoco fue casual porque en La Moncloa siempre se pensó en el efecto movilizador que el 8-M podría tener en el electorado como contestación a la foto de Colón que protagonizaron PP y Ciudadanos junto a VOX.
El Gobierno se ha empleado a fondo este año en izar la bandera del feminismo. Hasta su imagen institucional ha mutado por el lema "Tiempo de mujeres" con el objetivo de impedir, dicen, que los derechos de la mujer sean amenazados por la triple alianza de la derecha, pero sobre todo para no verse desbordados ni quedarse al margen por segunda vez de las manifestaciones del 8-M.
Y eso que, según datos del último barómetro del CIS, el PSOE sigue siendo el primer partido en intención de voto tanto en hombres como en mujeres. La diferencia entre sexos es mínima, apenas unas décimas, si bien en términos estadísticos la distinción está en la indecisión, ya que hay muchas más mujeres que aún no saben a qué partido votar (17,6 por ciento), 5 puntos más que los hombres. La partida se juega ahí... y la implicación en el 8-M es crucial. De eso hablamos.
Claro que una cosa es tratar de enmendar errores del pasado o intentar beneficiarse del efecto arrastre y otra improvisar un decálogo como el de Ciudadanos que en el fondo niega el mayor riesgo que afrontan las mujeres por el hecho de serlo y hacer una marcada crítica a las asociaciones y colectivos feministas atacados por los dirigentes de la extrema derecha. En el fondo sus soflamas y sus consignas son las mismas que las de Abascal. Por algo será que se entienden.