El PSOE y su laberinto
El PSOE está en un laberinto y la salida no es fácil. Pedro Sánchez está muerto, pero ahora hace falta enterrar su relato. Y éste no lo sepulta una abstención que facilite un gobierno del PP.
¿Y ahora qué? ¿Abstención? ¿Terceras elecciones? El PSOE está en un laberinto y la salida no es fácil. Pedro Sánchez está muerto, pero ahora hace falta enterrar su relato. Y éste no lo sepulta una abstención que facilite un gobierno del PP. Se acabó, por tanto, la coral de quienes desde hace meses se encontraron en un rotundo 'no' al secretario general que llevó a la socialdemocracia española a los peores resultados de los últimos 40 años.
No recuperados aún del desgarro vivido en un Comité Federal que a punto estuvo de acabar en los juzgados, los socialistas vuelven a bullir. Y esta vez en busca de una decisión política -no ya orgánica- que les permita recuperar el rumbo. Más claro: la brecha ahora está entre los partidarios de una abstención pactada y los que prefieren encarar, pese a los riesgos que conlleva, una tercera convocatoria electoral.
Entre los primeros, Felipe González, Susana Díaz -que ya abogaron por una abstención pactada-, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Entre los segundos, algunos de los barones con responsabilidad institucional en sus territorios (Valencia, Castilla-La Mancha, Baleares y Aragón), además de todos los cuadros alineados con Eduardo Madina en el congreso de 2014. Todos ellos participaron de la operación liderada por Susana Díaz para poner fin al mandato de un secretario general que sumó cuatro derrotas electorales históricas, enfrentó como nunca antes a la militancia con los dirigentes, perdió la confianza de todos los tótem del socialismo e inoculó el virus de la "podemización" entre las bases.
Si alguno tuvo alguna duda del procedimiento utilizado para derrocar a Sánchez -que los hubo-, se le disiparon todas las vacilaciones cuando vieron el sábado la tropelía a la que estaba dispuesto el ya ex secretario general durante el Comité Federal: una votación semiclandestina al más puro estilo Ceaucescu y una fractura entre dirigentes como no se vivía desde los años 30 entre los partidarios de Largo Caballero y los de Indalecio Prieto. Sólo les faltaron los trabucos para llegar tan lejos como antaño.
Con Sánchez ya fuera, el partido necesita enterrar también su narrativa para desactivar entre las bases que lo ocurrido el pasado fin de semana en la calle Ferraz sólo buscaba facilitar la permanencia de Rajoy en La Moncloa. Ni es cierto, ni sería la mejor salida para que la socialdemocracia española vuelva a recuperar el rumbo. Y los primeros en plantearlo incluso durante las conversaciones entre barones que precedieron a la dimisión de la mitad más uno de la Ejecutiva ya saliente fueron los presidentes de Castilla-La Macha y Aragón, Emiliano García Page y Javier Lambán, respectivamente. Page reclamó sin éxito la madrugada del sábado que la gestora se estranara con una resolución que reafirmase el 'no' a Rajoy.
Este lunes han sido más los que en público salieron a avisar de las consecuencias que una abstención puede acarrear en los gobiernos regionales. Entre ellos Tximo Puig. La presión de Podemos sobre todos ellos no es baladí. Y no sólo eso. Porque tampoco Eduardo Madina y quienes le apoyaron en el congreso de 2014 participaron del frente liderado por Díaz contra Sánchez para abstenerse a un gobierno de Rajoy, sino por una cuestión orgánica que había llevado al partido a una situación interna caótica, inaudita e inasumible en un partido que quiere volver a ser alternativa de gobierno
Si el PSOE se abstiene, Sánchez habrá ganado y podrá resurgir de sus cenizas con la bandera del "me echaron para blanquear a Rajoy" en el momento en que se convoque el congreso federal. En ese caso Susana Díaz podría despedirse para siempre de su anhelo de cruzar Despeñaperros. Al desgaste que ya ha tenido en los últimos meses, sumaría el de la responsabilidad por cuatro años más de gobierno de derechas.
Y todo ello sin entrar en los detalles del campo abierto que Podemos tendría en el Congreso frente a un PSOE que, como primera medida, tras la abstención que defienden algunos, tendría que apoyar unos Presupuestos del PP con el recorte de 10.000 millones que ya ha impuesto Bruselas.
Son muchas por tanto las razones que arguyen los que se mantienen impertérritos en el 'no' a Rajoy y están dispuestos a asumir el coste de unas terceras elecciones. Ya circulan, incluso, por boca de algunos dirigentes los nombres de Ángel Gabilondo o el asturiano Javier Fernández como candidatos a unas posibles terceras elecciones. El ex ministro de Educación logró en Madrid 7 puntos más para la marca PSOE de lo que obtuvo la lista que encabezó Sánchez en esa Comunidad en diciembre del mismo año. Y el presidente de Asturias y hoy también de la gestora es el principal referente intelectual y moral del partido. Ninguno de los dos interferiría en un posterior proceso orgánico. Con cualquiera de ellos como cartel, con el 'no' a Rajoy y con el compromiso electoral de dejar gobernar a la lista más votada, el PSOE taponaría, seguro, la hemorragia de los últimos años. Y tiempo habría después, ya en primavera, de celebrar un congreso para poner orden en el caos interno, actualizar su proyecto y elegir nuevo secretario general.
La operación incluiría además la renovación de un grupo parlamentario hecho a imagen y semejanza del "sanchismo", aunque requeriría, sin duda, del beneplácito de Andalucía y de Susana Díaz, que es quien lleva aguardando la caída de Sánchez para ocupar la secretaría general desde el mismo día que fue elegido.
Si España necesita un PSOE fuerte, y en eso todo el mundo está de acuerdo, no es la abstención la solución que más vigor proporcionaría a los socialistas. Ahí está hoy el debate porque Sánchez ya es historia. Sólo falta pasar la página completa de su funesto mandato.