El PSOE entra en guerra civil
Unos hablan de imperdonable error; otros, de ilegalidad manifiesta y muchos no ven tras la decisión de Sánchez más que una salva enviada en señal de autoridad y mando en plaza al otro lado de Despeñaperros. Todo, como decía una de las mejores cabezas pensantes del PSOE, para ser "el líder de la nada" porque la senda por la que transita hoy el socialismo les llevará en noviembre, de no corregir el rumbo, "a los 60 escaños".
Estalló la guerra. El primer misil cayó sobre Madrid, pero los cañones apuntan todos hacia Andalucía y habrá, seguro, respuesta. La decisión de Pedro Sánchezde disolver la federación madrileña, crear una gestora y sacar a Tomás Gómez de la carrera electoral de Madrid es una auténtica bomba de neutrones cuya onda expansiva puede pulverizar unas siglas centenarias. Los socialistas, de la mano de su bisoño secretario general caminan hacia el suicidio colectivo. Pero, la batalla, no lo duden, la libran Ferraz y Andalucía, y del ejército de Susana Díaz cayó ayer uno de los batallones más débiles. Neutralizado Madrid, el siguiente en caer podría ser Valencia, después de las elecciones de mayo. Y así para entonces, cuando lleguen las primarias para la presidencia del Gobierno, las huestes del "pedrosanchismo" creen ingenuamente que habrán diezmado a la tropa "susanista".
Pero, desde el Sur, suenan los ecos de los versos que Rubén Darío escribió para Juan Ramón Jiménez:
"¿Tienes joven amigo, ceñida la coraza
para empezar, valiente, la divina pelea?
Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?"
Pues eso. Que suenan tambores de guerra civil. Nadie levantará la voz desde los territorios en defensa de quien se presentó a las elecciones de 2011 para la Comunidad de Madrid como Invictus, aunque todo el mundo sabía ya entonces que no era, como Mandela escribió, amo de su destino ni capitán de su alma. Porque que Tomás Gómez era un lastre electoral para el PSM se sabía -mucho antes incluso de que Sánchez le incluyera en su Ejecutiva Federal el pasado julio, le nombrara presidente de la Comisión Federal de Garantías Electorales y le autorizara a cerrar sus primarias-; que le perseguía la sombra de la Operación Púnica, tras la imputación de su mano derecha en Parla, José María Fraile, también; y que Ferraz había activado su ocaso lo adelantó este blog en El Huffington Post ya el 11 de noviembre de 2014. Pero tampoco habrá muchos que validen ni el procedimiento ni los tiempos elegidos para eliminar a quien más derrotas y enemigos acumula en el universo PSOE porque tiempo hubo de exigir la retirada al secretario general del PSM el día que detuvieron a su mano derecha en Parla, tiempo hubo de preparar una candidatura alternativa a la suya para las primarias no celebradas en Madrid y tiempo había para que la Comisión Federal de Listas enmendara su candidatura.
Y es que una cosa es "lapidar" a Gómez y otra disolver por las bravas unas federación tras invocar el deterioro de la imagen pública del PSM y la inestabilidad orgánica. Con ambos argumentos podría disolverse mañana mismo la Ejecutiva Federal o cualquier otra federación socialista porque si de algo carece el PSOE hoy es de una marca sólida y si algo le sobra son vaivenes orgánicos. Si encima esto se hace en plena campaña electoral de Andalucía y a tres meses de las municipales y autonómicas, el proceso de autodestrucción masivo está asegurado.
El PSOE era ayer una olla a presión. No había voz que no clamara contra el procedimiento activado por Ferraz aunque estuviera de acuerdo con el fondo. De hecho, de la reunión de la Permanente que aprobó la disolución del PSM se ausentaron los andaluces Micaela Navarro y Antonio Pradas mientras que la catalana Carme Chacón hizo una cerrada defensa de la continuidad de Tomás Gómez.
"Es la mayor barbaridad que se ha hecho en la historia del partido. Nadie puede salir bien parado de esto", bramó un histórico del partido ya sin mando en plaza que reconocía, sin ambages, que en el pecado todos llevaban la penitencia, ya que lo ocurrido no es más que la consecuencia de un congreso, el de julio, de apoyos prestados y coaliciones de enemigos íntimos.
Unos hablan de imperdonable error; otros, de ilegalidad manifiesta y muchos no ven tras la decisión de Sánchez más que una salva enviada en señal de autoridad y mando en plaza al otro lado de Despeñaperros. Todo, como decía una de las mejores cabezas pensantes del PSOE, para ser "el líder de la nada" porque la senda por la que transita hoy el socialismo les llevará en noviembre, de no corregir el rumbo, "a los 60 escaños". El caso es que para la dirección federal no había otra alternativa a la elegida después de haber intentado convencer a Gómez del perjuicio electoral que iba a causar al PSM, no ya por sus nulas posibilidades electorales, sino por las informaciones que aún saldrán en un próximo informe del Tribunal de Cuentas sobre las adjudicaciones de obra del tranvía de Parla cuando él era regidor del municipio madrileño. "Antes de aplicar la cirugía extrema, siempre se puede recurrir a la medicina alternativa", responde a los inquilinos de Ferraz uno de los barones aún perplejo por lo ocurrido.
Hasta aquí la disparatada y primera fase de la operación PSM. La segunda, que incluye varios capítulos, está por resolver: cómo desalojar a una atrincherada dirección regional de la plaza de Callao cuando la gestora, que debe ser designada antes de las próximas 72 horas, llegue a la sede del PSM; cómo expulsar a Tomás Gómez de la Ejecutiva Federal (un asunto que debe resolver el máximo órgano entre congresos) y quién será, y por qué procedimiento el candidato a la Comunidad de Madrid. La disponibilidad de Ángel Gabilondo en plena batalla campal del socialismo no parece demasiada. El que fuera ministro de Educación con Zapatero y catedrático de Metafísica no es hombre ni para convulsiones ni para guerras civiles. En todo caso, el espectáculo continuará, seguro. Vayan sacando entradas, que esto promete.