El PSOE consolida su fractura
Diez meses han transcurrido desde el último congreso del PSOE y nada es igual porque, como dijo Heráclito, "nadie se baña en el río dos veces, ya que todo cambia en el río y en el que se baña". Bien lo sabe el PSOE (el río) y mucho más, Pedro Sánchez (el bañista). Todo ha cambiado. Ni Zapatero pediría hoy avales, como pidió, para Sánchez; ni Susana Díaz pondría la federación andaluza a su servicio.
19 de junio de 2014. España seguía con interés la ceremonia de proclamación de Felipe VI. El nuevo monarca juraba la Constitución y prometía un tiempo nuevo. El presidente del Congreso, Jesús Posada, afirmaba: "Queda proclamado Rey de España don Felipe de Borbón. ¡Viva el Rey! ¡Viva España!". Y entonces los focos se trasladaron de las Cortes al Palacio Real, donde los Reyes ofrecieron una recepción a más de 2.000 invitados.
Unas horas después de aquella jornada histórica, a pocos kilómetros de la plaza de Oriente, en un conocido hotel de Pozuelo, y ya sin focos ni cámaras, tenía lugar otra ceremonia, no menor para el devenir de la socialdemocracia española. Los protagonistas no eran ya ni Felipe VI ni Letizia, sino un desconocido Pedro Sánchez, quien siete días antes (12 de junio de 2014) había presentado públicamente su candidatura para la secretaría general del PSOE, después de que Susana Díaz desoyera el clamor de todos los barones -con la excepción del extremeño Fernández Vara y el asturiano Javier Fernández- para que fuera ella quien tomara las riendas del partido.
Sus invitados no eran representantes de la sociedad civil, sino cuatro socialistas dispuestos a conjurarse para que el próximo mandamás del socialismo no llegara a ser el vasco Eduardo Madina, sino el joven y hasta entonces ignorado diputado por Madrid. Salvo uno de ellos, Tomás Gómez, el resto apenas tenía referencias de la personalidad ni las aptitudes de a quien iban a aupar hasta la secretaría general. Pero daba igual. De allí salió un pacto. Con José Luis Rodríguez Zapatero de maestro de ceremonias, los secretarios generales de las federaciones de Andalucía, Madrid y Valencia no podían ir por separado al cónclave que elegiría al sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba. Así que Susana Díaz, el hoy defenestrado Gómez y Ximo Puig acordaron, con el beneplácito del otrora presidente del Gobierno, poner sus territorios y sus militantes al servicio de la victoria de Pedro Sánchez, quien salió de aquella secreta cita convencido de que con semejante soporte numérico alcanzaría el podio.
Diez meses han transcurrido desde aquella estampa y nada es igual porque, como dijo Heráclito, "nadie se baña en el río dos veces, ya que todo cambia en el río y en el que se baña". Bien lo sabe el PSOE (el río) y mucho más, Pedro Sánchez (el bañista). Todo ha cambiado. Ni Zapatero pediría hoy avales, como pidió, para Sánchez; ni Susana Díaz pondría la federación andaluza a su servicio, ni Puig y Gómez atenderían los consejos de entonces de su amiga de Triana para hacer frente común en favor de Sánchez. Todos han entonado en privado -nunca en público- el "mea culpa", "nos equivocamos". Así que no crean que en el Comité Federal del pasado sábado se aparcaron diferencias o divisiones. Todo lo contrario. Si para algo sirvió el cónclave fue para consolidar la fractura abierta entre la federación andaluza y el secretario general del PSOE, para constatar que las espadas siguen en alto y para certificar que el referente indiscutible del socialismo es hoy Susana Díaz, y no Pedro Sánchez.
Los asistentes escucharon el discurso de un secretario general plano, sin pulso ni latido, intimidado -dicen- por la presencia de quien podría disputarle la candidatura a la Presidencia del Gobierno y arrugado por las continuas alusiones a la proeza del socialismo andaluz el pasado 22 de marzo. Y todo mientras Díaz, apasionada y enérgica en su intervención, pedía unidad, liderazgo y proyecto para ganar, evitaba el saludo con el secretario general, recibía efusivas felicitaciones de sus correligionarios y hacía ostensible la reconstrucción de los puentes que rompió tras el congreso del pasado julio. Primero fue con Madina, luego con Valenciano y ahora ha restaurado lo dinamitado con el asturiano Javier Fernández. No es baladí. Si Díaz es hoy el referente político y orgánico del PSOE, el presidente del Principado es la brújula ideológica y emocional de muchos socialistas. Que ambos hayan limado asperezas y aclarado malentendidos respecto a la presidencia del Consejo de Política Territorial -que Sánchez prometió al asturiano en julio y después imploró a Díaz que lo presidiera ella- no es asunto menor y, sobre todo, da idea de la soledad y el recelo de los cuadros dirigentes hacia actual inquilino de Ferraz.
El caso es que Sánchez, que anda en busca de afectos y asesoría entre los ex secretarios generales, se ha granjeado la enemistad de todos aquellos que le apoyaron en julio mientras que Díaz ha sabido tejer complicidades entre quienes combatieron en trinchera distinta a la suya. Y entre uno y otro no se atisba intención de cerrar heridas, si acaso un repliegue táctico de la andaluza para quitarse de en medio hasta mayo, a la espera de ser investida y, sobre todo, del resultado de las municipales y autonómicas.
Lo que vendrá después para Pedro Sánchez, según coinciden los cuadros del PSOE, es la "muerte segura". Sólo falta saber la fecha del óbito: si será en mayo de este año o en marzo de 2016. Si las municipales y autonómicas son, como se espera, una debacle y Podemos se confirma como segunda fuerza política en varios territorios, no habrá quien se atreva a pedir más tiempo para un secretario general que ha perdido más de diez puntos en estimación de voto PSOE en menos de un año.
Por el contrario, si los pactos post electorales permiten que los socialistas recuperen alguna Comunidad autónoma y varios ayuntamientos, Sánchez recibirá una prórroga hasta las generales, cuando el hundimiento se da por seguro. Será entonces cuando Díaz daría el paso para ser la número uno del PSOE en el congreso ordinario que se celebraría en marzo del próximo año.
Entretanto, como dice un socialista andaluz, la "todopoderosa" del socialismo español empleará la táctica de las plantas carnívoras: "Se camuflará hasta que la mariposa caiga en su trampa". ¿Sabrá Sánchez que este tipo de vegetal catapulta a su presa en un movimiento rapidísimo hasta el garlito mortal, donde es capturada y digerida? El proceso, dicen, es visto y no visto, uno de los mecanismos de captura más veloz e impresionante de la naturaleza. Pues eso. ¡Atentos!