Resonó la transparencia

Resonó la transparencia

Durante la sesión de apertura de la XII Legislatura en el Congreso se pudo escuchar, de forma nítida y contundente, que el diálogo es el signo de los nuevos tiempos y que la negociación es el camino de los progresos. El Rey habló alto y claro y dijo que "el pueblo español nos pide que dignifiquemos la vida pública y que prestigiemos nuestras instituciones".

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El rey durante su discurso en la apertura de la XII Legislatura. Foto: EFE.

Hace solo unos días se celebró en las Cortes Generales, ¡por fin!, la solemne sesión de apertura de la XII Legislatura de nuestra ya adulta democracia.

En el hemiciclo se escuchó el nuevo discurso de la representación de la voluntad popular, que habló y pidió de forma reiterada evolución, cambios, consensos, compromisos. Hay coincidencia unánime en que hoy la actual composición política abre una nueva etapa en la que se impondrán nuevas formas parlamentarias y mayor transparencia. En el Congreso se escuchó, de forma nítida y contundente, que el diálogo es el signo de los nuevos tiempos y que la negociación es el camino de los progresos.

Se sintió claramente que no es posible un Gobierno de espaldas al pueblo, que la democracia debe seguir avanzando hacia fórmulas participativas, que las instituciones no se ganan el respeto sino a través de sus comportamientos éticos y ejemplares y que no hay inquietud mayor que la corrupción y convivir y tolerarla con impudicia.

El Rey habló alto y claro y no fue suave en sus palabras "¡Desencanto!" "¡Distancia entre la vida pública y los ciudadanos!" e identificó la causa, "el pueblo español nos pide que dignifiquemos la vida pública y que prestigiemos nuestras instituciones".

Sabia reflexión tomada del pulso de la calle, que no deja de ser dolorosa por no ser patrimonio únicamente de nuestro país.

Cierto es que el nivel de saturación de las últimas presiones no ha contribuido a esclarecer un panorama que requiere "cuidado y atención", que en la Cámara se transformó en apuesta y voluntad política para conseguir una regeneración moral.

Necesitamos transparencia y rendición de cuentas en toda la vida pública, que los ciudadanos sepan cómo trabajan quienes nos representan y en qué se gasta su dinero. Que los bolsillos de nuestros gobernantes, como reclamaban algunos políticos ya en la transición, sean de cristal.

Y es ahora cuando este trabajo debe abordarse en el nuevo marco de diálogo. En el Congreso resonó la transparencia. Allí, donde se gestó una nueva Ley hace tres años que en su primer párrafo auguraba el nacimiento de un derecho que definió como "eje transversal de toda acción política".

Es ahora, ya puesta en marcha y encauzada la norma, cuando hay que trabajar con paso firme en esa cuestión "de orden procedimental" necesaria para poder lograr la confianza de los ciudadanos.

El Consejo de Transparencia y Buen Gobierno tiene un plan estratégico desde su nacimiento, se ha hecho con esfuerzo un sitio en la Administración, y ahora es el momento para dar a este organismo el impulso que "todos" nos reclaman.

El Consejo de Transparencia y Buen Gobierno tiene un plan estratégico, lo tiene desde su nacimiento y con esfuerzo y tenacidad ha ido configurando un organismo que se ha hecho un sitio en el conjunto de una Administración que, a pesar de su lentitud, de sus inercias, se ha puesto a trabajar en el encauzamiento de este nuevo modelo de gestión. Pero ahora, ¡sí, ahora!, es el momento de darle el impulso que "todos" nos reclaman. Unos, representantes del pueblo; otros, el pueblo español mismo.

Queremos ya una transparencia de segunda velocidad, apoyada en medidas decididas, con recursos, con reformas. Un derecho de acceso a la información con paso libre y franco y una publicidad activa cada vez más amplia, signo de una voluntad de andar por delante de los escrutinios reactivos.

Queremos un organismo regulador independiente, respetado, con presencia de todos los actores sociales y de la sociedad civil, que palpite en la calle, con las inquietudes y con la vida de una sociedad cada día más activa y más exigente.

Queremos colaborar para reforzar el portal y las páginas web de las Administraciones públicas y hacerlas fáciles, accesibles, seguras, comprensibles, exactas. Queremos tener capacidad de inspección y sanción para que las resoluciones del organismo regulador no queden al albur de un cumplimiento voluntarista. Queremos un magnífico instrumento de evaluación y control, ya creado, con metodología propia, gratuito en todos los rincones, para que sirva de autoevaluación del cumplimiento de las obligaciones de transparencia y, en consecuencia, de mejora permanente.

Queremos ser, porque lo somos, el órgano de evaluación externa, para ayudar a competir en un proceso de avance rápido. Queremos unidad, con los demás organismos de las Administraciones territoriales, para no crear reinos de taifas ni zonas de opacidad.

Queremos ser lo que se nos ha encomendado, colocándonos en el corazón mismo de la Ley 19/2013, "solo cuando la acción de los responsables públicos se somete a escrutinio, cuando los ciudadanos pueden conocer cómo se toman las decisiones que les afectan, cómo se manejan los fondos públicos o bajo qué criterios actúan nuestras instituciones podremos hablar del inicio de un proceso en el que los poderes públicos comienzan a responder a una sociedad que es crítica, exigente y que demanda participación de los poderes públicos".

Y así, al unísono con las palabras regias que aún resuenan en nuestra gran cámara de democracia activa, "contribuir de forma preventiva a que la corrupción, que ha indignado la vida pública de nuestro país y que debe seguir siendo combatida con firmeza, acabe siendo un triste recuerdo de una lacra que debemos vencer y superar".

El Consejo de Transparencia queda a disposición de todos los partidos, de todas las fuerzas políticas y sociales y de todos los ciudadanos para cumplir este mandato.

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