Zapatero: "La oposición del PP ha sido de las más radicales de toda Europa"
Entrevista con el expresidente del Gobierno: "Soy algo más optimista de lo que era hace un mes con la capacidad de recuperación económica".
“Preocupación”. Este es el sentimiento que ha dominado el confinamiento de José Luis Rodríguez Zapatero durante esta crisis del coronavirus. Nadie podía imaginar que pasara algo como esto, la peor pandemia de Occidente en un siglo, confiesa el expresidente del Gobierno. Y le sorprenden esas voces que dicen ahora que ya sabían lo que iba a suceder. “¿Dónde estaban en febrero?”, se pregunta.
En una entrevista con El HuffPost, el expresidente analiza la situación política y lamenta que la oposición del PP de Pablo Casado en España “ha sido de las más radicales en todo el contexto europeo”. Y cree que se debe también a la tendencia de una parte de la dirección de los populares de competir con Vox. Una estrategia que le recuerda también al Partido Popular que se encontró enfrente durante su mandato. Pero hace una vaticinio: no cree que las derechas “negacionistas” vayan a salir bien paradas de estas crisis. Mantiene además un “hilo de esperanza” en la Comisión para la Reconstrucción que se ha abierto en el Congreso.
“Triste y lamentable” ve también Rodríguez Zapatero que se utilice el 8-M contra el Gobierno. Y responde a los que hablan de “dictadura progre”: “No es otra cosa que la evolución del avance de los derechos fundamentales y humanos y de los principios de libertad e igualdad por los cuales la humanidad lleva luchando desde la Revolución Francesa y que tuvieron su gran consagración a partir de la II Guerra Mundial”.
¿Cómo ha pasado el confinamiento y cómo lleva la desescalada?
Con preocupación por la situación que se generaba en el país en una crisis sin precedentes y muy grave porque en ella se concitan factores tan negativos como la pérdida de vidas humanas y el riesgo de la salud y, como consecuencia inevitable de eso, una grave crisis económica. Personalmente, afortunadamente toda mi familia está bien y lo hemos llevado cumpliendo las normas e intentando contribuir a que la pandemia pudiera controlarse cuanto antes.
¿Qué país es la España de junio de 2020? ¿Cómo sale después de estos meses en shock?
Sin duda alguna, la crisis va a dejar una huella social que está muy vinculada a todas las familias que han perdido a alguno de sus seres queridos y al impacto que ha tenido en nuestro sistema de salud. Soy algo más optimista de lo que era hace un mes con la capacidad de recuperación económica. Fundamentalmente por varios factores. Uno es que la Unión Europea en esta ocasión está a la altura de las circunstancias y creo que va a salir reforzada, tanto por la actitud del BCE como por el programa que estamos a la espera del fondo de reconstrucción. Y dos, el Gobierno ha planteado un abanico de políticas de compromiso social de gran envergadura que va a atenuar y amortiguar el efecto de lo que es el cierre de una economía.
Habla de la UE, ¿ve muchas diferencias con la actuación de la Unión ahora respecto a la crisis económica cuando usted estaba al frente del Gobierno?
Si, la diferencia es radical. Desde el primer momento ha reaccionado el Banco Central Europeo, es la clave. Recordemos que la crisis de 2008 tuvo su manifestación como crisis de deuda más activa en 2010, que fue cuando hubo que adoptar medidas de ajuste porque los problemas de la financiación aparecían en el horizonte para la economía española a pesar del esfuerzo hecho, y el Banco Central no reaccionó hasta 2012 con la famosa frase de Mario Draghi de que haría todo lo posible. Ahora hemos visto que la reacción ha sido inmediata y que el volumen de recursos del BCE es ingente, eso garantiza la liquidez y aleja las presiones sobre nuestra famosa prima de riesgo. Diferencia radical. Y lejos de un programa que acabó siendo de austeridad, ahora hay uno de inversión y que tiene una parte sustancial de transferencias directas por parte de la UE, que se parece mucho por primera vez a un compromiso compartido de la deuda. En términos económicos, de solidaridad y de compromiso político hay una UE antes de esta crisis y con esta crisis. Es la mejor noticia que podemos sacar como conclusión de este proceso.
Se ha vivido la situación más dramática en el país en décadas y, en cambio, no se ha conseguido un gran pacto entre el PSOE y el PP, algo que sí hemos visto en otros países como Portugal. ¿Por qué en España no se logra?
Es evidente que esta crisis no tiene un origen político ni económico ni social, sino que es por un shock externo que es una pandemia. Y eso debería haber llevado a que el contexto de confrontación política fuera menor y que el interés de sumar esfuerzos primase. La oposición del PP en España ha sido de las más radicales en todo el contexto europeo, quizá traiga causa de cuál es el estilo desde hace varios años de la oposición cuando la derecha está en esa situación. No es precisamente una oposición dispuesta a generar acuerdos. Mantengamos un hilo de esperanza en la tarea de la comisión de reconstrucción en el Congreso, a la que doy mucha importancia, para que pudiera existir un compromiso de consensos importantes en lo que deben ser las prioridades y grandes objetivos de la recuperación de la economía, el reforzamiento de nuestro sistema de salud y de atención social, especialmente en las residencias. Vamos a ver si en este tiempo y con un debate social amplio se consiguen esos acuerdos, que serían extraordinariamente importantes. Sin duda alguna, la sociedad respondería con una mayor confianza y un mayor espíritu de movilización general que nos va a hacer mucha falta.
Ese clima de crispación que se está viendo en el Congreso lo vivió en primera persona especialmente en su primera legislatura. ¿Hay una solución para que la derecha no se comporte de esa manera cuando gobierna la izquierda o cree que siempre se van a encontrar con ese tipo de oposición tan dura?
Esta situación trae causa de bastante atrás en el tiempo, creo que el PP y la derecha no aceptaron con buena gana el resultado electoral de 2004. Se produjo en las circunstancias en las que se produjo, con un atentado a tres días de las elecciones, y siempre existe la tentación de buscar un argumento a una derrota, una justificación o una exculpación. Algo parecido estamos viviendo, salvando las diferencias, y ahora el arranque es más la moción que las últimas elecciones, con la conformación de una mayoría alternativa que ha sido en alguna medida cuestionada en su legitimidad de origen por determinados sectores de la derecha bajo el argumento de que es un Gobierno socialcomunista apoyado por independentistas.
En mi opinión, es una perspectiva de corto plazo que lo único que hace es alimentar el radicalismo opositor durante el tiempo que puedan mantenerlo. Pero es muy difícil emitir siempre en ese tono tan elevado y seguramente el tiempo va a favorecer a la mayoría, que en mi opinión es bastante sólida, representada en el Gobierno de coalición y hará que las voces y el debate interno en el PP se agudicen sobre si es útil para su propia estrategia el seguir en ese tono tan radical. Ahora, es verdad, hay un factor en el escenario, que es la competición que Vox tiene con el PP y esa tendencia que el PP tiene, no en todos sus sectores pero sí en una parte importante de la dirección, de competir con Vox. Hay que darle un poco de tiempo. Más allá de esta grave crisis, la legislatura lleva muy poco tiempo y seguramente en la medida en la que vayamos a una cierta normalización las estrategias se vayan reconfigurando.
Sobre el fenómeno de Vox, ¿teme que esta situación de pandemia sea caldo de cultivo para el populismo de ultraderecha? ¿Y cree, como dijo Pablo Iglesias, que a Vox le gustaría dar un golpe de Estado pero no se atreve?
Creo que nuestra democracia tiene un sistema muy consolidado y es verdad que no creo que estas nuevas derechas populistas, me gusta más llamarlas negacionistas porque en el fondo niegan el sistema, muchas evidencias científicas y a veces la verdad, vayan a salir bien paradas de esta crisis. De hecho, lo más a lo que se asemeja Vox, salvando las distancias de cada país, es al discurso de Trump y Bolsonaro, y todo parece indicar que su recorrido es el de perder un claro apoyo popular. Racionalmente esta crisis nos pone de manifiesto un hecho incontestable, que todas las crisis del siglo XXI son globales. Fue la de 2008, la de la pandemia del coronavirus y también la latente del cambio climático. Por lo tanto, el camino de las respuestas no puede ser otro que una vuelta al multilateralismo, a la cooperación, al fortalecimiento de instituciones internacionales y a la colaboración. Esa será la salida. Es probable que pasemos un tiempo de inquietud, de desconcierto. Los discursos negacionistas sobre la evolución de la sociedad, de la civilización, del cambio tecnológico y de lo que representa el cambio climático son efectivamente muy incómodos para la buena gobernabilidad de los países pero están condenados a no tener el liderazgo de la salida en un siglo XXI que está siendo complejo. Es cierto que detrás de esa complejidad hay siempre un cambio de era, que se representa por ese fenómeno tan intenso de globalización y por un reequilibrio geopolítico que está muy claro expresado en la presencia de China y del conjunto de Asia en general, y su competición con EEUU.
Precisamente nombra a Donald Trump. Unas palabras suyas se han hecho trending topic, al manifestar que hay que poner a Estados Unidos en una “situación imposible”. ¿Qué quería decir con eso?
Me parece que fue un corte de una intervención del 15 de mayo en el Grupo de Puebla en un debate sobre la salida de la crisis económica ante la pandemia. Hay una cosa muy evidente y si se ve entero el discurso, se comprende perfectamente. Es precisamente esto: que necesitamos el multilateralismo, la cooperación, a la ONU, y que el peligro están siendo las políticas, que en mi opinión se van a dar la vuelta, unilaterales de America First, del Brexit. Y, por ello, toda la comunidad internacional y Europa tienen que poner a Estados Unidos en una situación que los pasos vayan en la dirección contraria. Por ello creo que es muy importante que hagamos un diálogo todas las fuerzas que tenemos esa visión abierta y progresista de cooperación multilateral del mundo. Lo decía en la intervención, ese es el sentido, bastante coherente y político. Otra cosa es que vivimos en el mundo de los cortes y de las intenciones. Debo decirle que en algún momento me producen cierta diversión las interpretaciones que se hacen, más allá de algo de sorpresa.
En su mandato vivió aquellas teorías de la conspiración y ahora se escucha a la oposición de una manera similar llegar a decir que el Gobierno está ocultando datos sobre fallecidos. ¿Qué le parece eso? ¿Y el papel de Fernando Simón al que ahora están atacando desde la derecha?
Me sorprende muchísimo porque Fernando Simón no es un responsable político y, por tanto, creo que el debate de los políticos es otro terreno: es la crítica a las autoridades políticas y no a un técnico. Otra cosa es que haya científicos e investigadores que puedan debatir, como es la ciencia esencialmente, un proceso de debate. Pero me parece que los políticos no deben de cuestionar a las autoridades técnicas.
Y es verdad esa tendencia, que quizá sea una inmadurez y esa huida negacionista, porque lo más sorprendente de este debate sobre el número de muertos -que como toda pandemia con el tiempo se aproximará mucho a las cifras reales- está pasando en muchos países. No entiendo la crítica de la no transparencia cuando los datos que da el Instituto Nacional de Estadística, que son más elevados que los que da Sanidad en cuanto a las muertes durante este periodo o el Instituto Carlos III, los dan organismos que dependen del Gobierno. No veo que haya en absoluto una falta de transparencia. La ciencia necesita algo de tiempo. Es la primera vez, desde luego en mi experiencia política, que los gobiernos han tenido que ir casi al mismo ritmo y con la misma intensidad con la ciencia. Y esto es extraordinariamente complicado. Todavía la ciencia en muchos puntos no nos ofrece certeza. Hemos pasado por debates de qué extensión podría tener hasta que hicimos la encuesta, qué sucede al descubrir que había muchas personas contagiadas asintomáticas, los tratamientos en debate, qué productos son mejores y estamos en el debate de cuándo tendremos una vacuna. Ha sido un virus nuevo, muy agresivo, muy contagioso, inesperado y lo que más me sorprende son todas estas voces cargadas de egolatría que ahora se proclaman como que ya lo sabían. Lo cierto es que hemos vivido una crisis inesperada en su alcance, intensidad y rapidez para nuestro sistema de salud y para todos. La pandemia en España está hoy muy controlada, afortunadamente, pero sigue muy activa en muchas partes del mundo y rebrotes. Necesitamos un tiempo para ver el balance final país a país y algo que solo nos aportará la ciencia: nos dirá en su momento cómo y por qué hubo unos países que fueron más afectados que otros y desarrollaron el contagio con más intensidad. Esto será objeto de una profunda investigación. Debemos hacer una apelación a la razón, a los valores de la Ilustración, eso representa ir de la mano de la ciencia y no de la especulación ni del interés político de corto plazo. Eso es fundamental cuando todavía estamos inmersos en la pandemia como vemos en Latinoamérica o vemos los datos en relación con Irán, que parecía que lo había controlado. No es descartable que países que han ido muy bien tengan ahora una fase más complicada. Y países de la virtualidad social, económica y política como es Suecia no han tenido un resultado adecuado.
¿Y a qué reflexión le lleva esto?
Debemos ser muy prudentes y abandonar esa tendencia que nos amenaza como sociedad de que hacemos las cosas peor. Ahora, por ejemplo, es muy de nuestra sociedad cuestionar cómo era y es nuestro sistema de salud. No, nuestro sistema de salud es uno de los mejores del mundo y lo sigue siendo. Y a prueba es irrefutable. En el índice de desarrollo humano de Naciones Unidas el primer aspecto que aborda de cuál es el desarrollo humano de un país es la salud y el criterio que universalmente está admitido para ver cómo es el sistema de salud es la expectativa de vida, nosotros tenemos la segunda en el mundo. Evidentemente casi ningún sistema de salud estaba pensado o previsto para una pandemia que en Occidente de esta envergadura no se producía en un siglo. Esto es así, es verdad que la política y la sociedad buscan una seguridad casi absoluta pero la historia nos enseña que la contingencia y los límites de nuestras capacidades provocan crisis a veces, entre otras crisis de salud. De esta, vamos a aprender una lección clara: que las enfermedades infecciosas que en Occidente llevaban tiempo, salvo el VIH, con una atención menor frente a otras patologías pues ahora se tienen que reforzar.
La historia suele avanzar en procesos de crisis y el ejemplo es muy claro, la UE tomó nota de los errores de 2008, que fue una crisis inesperada también para la Unión, y afortunadamente en esta crisis se han puesto los remedios evidentes. Tuve experiencia de Gobierno y tuve relación con el riego de las pandemias, la OMS en 2004 nos instó a establecer planes y en 2009 tuvimos una alerta en la gripe A, pero en ningún caso podíamos pensar en algo como esto. El objetivo era tener vacunas, un buen sistema de control, pero esto ha desbordado las previsiones más pesimistas de cómo podía ser una pandemia de las variantes de las gripes, el SARS o de los coronavirus. Esta es la verdad. Cuando escucho algunas voces y dictámenes que se producen ahora, digo dónde estaban en el mes de febrero. Para ser sinceros, durante esas semanas que se veía en China o en Italia, la mayoría de los especialistas se inclinaban más bien, porque no conocíamos ese coronavirus, por situar quizá el virus en esas familias como lo que había sido la gripe A, una gripe algo más agresiva, pero no con ese potencial de contagio y de una letalidad significativa. Y, sobre todo, que se produjera con esa rapidez.
Hablaba de esas semanas anteriores, en el debate político se está poniendo en el centro por parte de la oposición la manifestación del 8-M. Ese mismo fin de semana se produjo el congreso de Vox y hubo eventos deportivos. ¿Se está intentando utilizar el coronavirus para criminalizar el movimiento feminista?
Es verdad que sobre las manifestaciones del 8-M hay algún sector de la sociedad que las pone como expresión máxima de lo que critican, denostan y llaman el consenso progre. Incluso algunos se atreven a hablar de la dictadura progre, que no es otra cosa que la evolución del avance de los derechos fundamentales y humanos y de los principios de libertad e igualdad por los cuales la humanidad lleva luchando desde la Revolución Francesa y que tuvieron su gran consagración a partir de la II Guerra Mundial. En nuestro país, con la Constitución de 1978. Entonces, es evidente que el 8-M fue justo en los días previos en los que la pandemia en España empezó a crecer de forma muy exponencial y ha hecho que se utilice políticamente frente al Gobierno. Me parece triste y lamentable, quizá es la mejor expresión de una falta de proyecto político alternativo y de un compromiso con el país. Aquí sí denoto una excepción y ser singulares, porque manifestaciones hubo en todos los países europeos y este debate es inexistente, al igual que las denuncias judiciales e intentar discurrir por el camino de la responsabilidad judicial. Espero que sea otro de los episodios profundamente erróneos y equivocados, que vienen mal para la fortaleza de las instituciones y a la confianza en nuestro sistema. Seguramente de los cuales la derecha en su momento no dirá nunca, porque les cuesta mucho que les hagan una autocrítica de cómo utilizaron el 8-M, pero pronostico que cuando esto se serene guardarán más silencio sobre este tema.
Ahora existe el primer Gobierno de coalición desde la II República. ¿Cómo ve el entendimiento entre el PSOE y Unidas Podemos?
Hay dos cosas que me llaman la atención. Hubo que repetir varias veces elecciones y todo el país clamaba porque hubiera un Gobierno. Se logra ese Ejecutivo por primera vez y todo apuntaba a que no iba a ser fácil, mi opinión es que el entendimiento, el programa acordado y la manera de relacionarse está siendo positiva. Seguramente si vemos los días previos a la formación de la coalición, la comparación es que ha mejorado las expectativas. Además, el vivir esta gravísima crisis juntos va a unir ese Gobierno de coalición en su capacidad de compromiso conjunto. A eso le añadimos que no hay una mayoría parlamentaria alternativa porque la derecha no tiene capacidad de relación política con el resto de fuerzas. En consecuencia, quizá los actores políticos deberían considerar pensar más a largo plazo. Eso es muy útil para el Gobierno porque, en mi opinión, tiene condiciones como se ha demostrado en las votaciones del estado de alarma para mantener esa mayoría y debería servir al PP de que quizá le convenga pensar más en el largo plazo porque esa mayoría sitúa al horizonte político en una legislatura de cuatro años.
¿Qué le pareció el pacto con Bildu?
El principio de responsabilidad era que esa votación había que sacarla. Es clarísimo. Añadiré otra cosa: uno puede estar en las antípodas de Bildu y pensar lo que piense de lo que representa Bildu políticamente y de sus referencia histórica, pero no debemos olvidar que una de las promesas de la democracia es que siempre se afirmó con rotundidad, lo cual comparto, que en el momento que se abandonara la violencia el sistema democrático permitía todas las voces y toda la representación para que participaran en el juego democrático. Ese era uno de los grandes objetivos. Me parece que es importante que mantengamos ese principio.
Estos días se ve lo difícil que es gobernar en todas las administraciones. ¿Cuál diría que fue su momento más complicado en la Presidencia del Gobierno? ¿Y en el que se sintió más feliz o satisfecho?
El momento más complicado fue el de la votación de mayo de 2010, en la que pedía ajustes y sabía lo que políticamente eso suponía. Y además te encuentras a una hora de la votación con el riesgo de no ganarla. Eso suponía un golpe durísimo si la hubiéramos perdido para el Gobierno, la sacamos por un voto, y para el país porque si no se hacían seguramente ese día la prima de riesgo se habría disparado y la sensación de inestabilidad habría provocado un momento muy difícil. Ese fue el más complicado, no el más doloroso, que son en los que viví en situaciones de atentados terroristas o accidentes graves.
El momento mejor… Me quedo con dos. Uno, por las fechas en las que estamos, el día que aprobamos la ley del matrimonio homosexual. La decisión política que me ha comportado más agradecimientos, más afectos y más reconocimientos fue la ley del matrimonio homosexual. E íntimamente, en lo último de mis entrañas, el día que ETA anunció el fin de la violencia terrorista, el 20 de octubre de 2011.
Como gran lector, ¿qué recomienda para esta desescalada?
Recomiendo a Irene Vallejo y El infinito en un junco, el libro sobre la historia de la Biblioteca de Alejandría y de homenaje al libro es fundamental. Es una novelista y ensayista que está sorprendiendo a todos los lectores.