Yolanda y Pedro pactan sus ratos de amor y odio

Amarse y odiarse por momentos o declararse la guerra. Yolanda Díaz presenta oficialmente Sumar y la estrategia a seguir a partir de ahora entre el presidente del Gobierno y la ministra de Trabajo, convertidos desde ya en candidatos, debe definirse con inteligencia y mano izquierda para que resulte rentable a ambos cuando llegue la hora de votar.

Como adelanto de lo que puede ser, esta misma semana arrancaba con una discrepancia más pactada que las canciones de Pimpinela. El crédito de 1.000 millones de euros destinado a aumentar el gasto militar aprobado el martes era perfecto para poner el grito en el cielo y asegurar, 24 horas después, que “el presidente y yo llegaremos a un punto de encuentro”. El viernes es el día en el que Sumar pasa de ser una entelequia a tomar vida, con nombres propios que demuestren que el proyecto de Yolanda Díaz tiene opciones reales de ser una confluencia de todos los partidos a la izquierda del PSOE en lugar de un partido matrioska en el que las diferencias lo impidan crecer.

Pedro y Yolanda se necesitan. Tienen que llegar a acuerdos en algunos temas y Díaz busca perfil propio en dos o tres asuntos relevantes en los que esté claro que tiene que ganar ella. La reforma laboral o el salario mínimo ya son victorias que apuntarse, pero aún necesita alguna más en los próximos meses. También hay que reducir el nivel de ruido, porque “los socios de Gobierno ya crean bastante y la coalición necesita explicar bien la razón por la que se toman unas medidas y no otras”, explica un destacado economista socialista.

Pactar, como se ha hecho estos días, las discrepancias no es lo más complicado. De hecho, los polémicos 1.000 millones pasaron por la comisión previa al Consejo de Ministros y Podemos no objetó. Por no hablar de que este lunes, en el mismo momento en que se gestaba la crisis por el crédito que, según Podemos, Hacienda había colado de rondón en la comisión de subsecretarios, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la vicepresidenta, Yolanda Díaz, se daban un buen abrazo ante los economistas progres de este país —Economistas Frente a la Crisis— y desgranaban una política social y económica en la que había muchos —o todos— puntos de confluencia.

Por eso, lo más peliagudo es explicar qué representa Sumar frente al PSOE, dotar al proyecto de identidad propia y de utilidad para el votante. “En el contexto actual de crisis derivado de la guerra en Ucrania, el proyecto no puede basarse en el mensaje de evitar que gobierne Vox, porque con eso le haces el trabajo al PP. El proyecto debe ser claro y sin fisuras. Sumar debe resultar ilusionante y fuerte”, expone uno de esos economistas de la progresía.

“A Yolanda y a Pedro les va a costar muy poco pactar. Ambos son ambiciosos, inteligentes y pactistas. Díaz, además, ha aprendido de su padre una máxima sindical que lleva siempre hasta el final: si no puedes llegar a un acuerdo, pacta el desacuerdo”, explica un abogado sindicalista, que conoce bien a Díaz y es militante de la izquierda a la izquierda del PSOE desde hace décadas.

Hay unanimidad alrededor de la ministra de Trabajo en que le va a costar más llevar adelante la unidad de la izquierda que los desacuerdos con los socialistas. Las siglas de IU —Izquierda Unida— serían para chiste, sino fuera por lo que entrañan de dramático entre las formaciones más allá del PSOE.

“Díaz no va a utilizar la palabra partido, sino organización y los conceptos de sociedad civil. Su gran handicap son los otros partidos, lo que alguno ha llamado el partido matrioska, llevando dentro grandes o pequeñas organizaciones, como IU, Podemos, Más Madrid, Equo… Todo eso es una locura y no lo va a poder organizar en ocho meses que faltan para la municipales y autonómicas. Y dudosamente para las generales. No sería raro que Sumar no pudiera presentarse en las 52 provincias, como Podemos la primera vez”, apunta una conocida de la ministra a la que esta escucha habitualmente con atención.

La vicepresidenta tiene que convencer a los de Iglesias y Garzón, a los de Errejón y otros muchos de que lo importante es hacer una verdadera confluencia y no una sustitución. “Pablo y los suyos venían a confluir, pero luego solo han intentado sustituir”, reconoce una de las fuentes consultadas para esta historia.

En cualquier caso, Yolanda Díaz se prepara para la presentación este viernes en el Matadero de Madrid de Sumar. Que va tarde, ya lo tienen asumido a su alrededor; que va a sentir la roca de Sísifo en sus espaldas cada día —cuando llegue a la cima habiendo pactado con Errejón, se romperá el PCE de Enrique Santiago o a Iglesias no le gustará nada y vuelta a empezar—, lo sabe.

El elefante en el Consejo de las grandes empresas

En el camino va a intentar retomar los valores de la izquierda —la vieja y la nueva— y pondrá notas nuevas y viejunas en su programa. Una de ellas será un paquidermo, un enorme elefante —no el del rey emérito desde luego— que está dispuesta a airear con mucha más fuerza que los socialistas. Como Díaz dice: “Al elefante lo tenemos aquí, está en la habitación. Son los poderes oligárquicos —la banca de siempre— a los que se han sumado las energéticas, socavando la democracia. Ha llegado el tiempo para que hablemos de este elefante”.

Abrirá debates nuevos, apoyándose en reflexiones de mujeres bien conocidas, como la expresidenta del Constitucional, María Emilia Casas Baamonde (“una gallega de pro”, dice la de Trabajo), quien ya llamó a desarrollar el artículo 129.2 de la Constitución. Ese texto dice que “los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción”.

Para los de Díaz, eso significa que los representantes de los sindicatos, de los comités de empresas, podrían ser consejeros de las empresas privadas. Eso es democracia económica también. ¿Quién se lo va a comprar? ¿Competirá Pedro Sánchez en esto con Yolanda Díaz o le dejará este campo abierto?

Porque lo que está claro es que con los obstáculos que tiene la vicepresidenta por delante, el presidente tiene que dejarle otro par de campos libres, victorias que van más allá de la reforma laboral o el salario mínimo. Por ejemplo, en el campo del feminismo, donde las discrepancias son amplias entre las mujeres del PSOE y las del Podemos de Irene Montero. Tan grandes que pueden causar sangre real, no pactada.

Y lo que Sánchez y los suyos saben, como Yolanda y su equipo, es que, para movilizar a la izquierda, sacarla del pasotismo y la abstención, la sangre y la división no ayudan. En nada. Pero ellos la necesitan para sobrevivir. Una paradoja, una línea tan fina, la de no devorarse entre ellos que va a ser aún más complicada que la de PP y Vox.