Yolanda Díaz y los relojes parados
Es inevitable revolverse inquieto en la silla ante su actitud en relación a su entrevista con el papa.
Me encanta plantear a mis amigos el siguiente dilema: “Imaginad que aparece un partido político nuevo cuyo programa electoral coincide al cien por cien con vuestra ideología. Exactamente. Hasta el último detalle. Estáis de acuerdo con todas y cada una de sus propuestas. Sus candidatos tienen buena formación académica, no tienen nada que ocultar en su pasado, y en cargos desempeñados anteriormente han demostrado ser eficaces en la gestión. Este nuevo partido aparece en todos los países de Europa y ya gobierna en varios de ellos. Y allí donde gobierna cumple por completo su programa electoral y no se ha registrado un solo caso de corrupción. ¿Les votaríais?”. Obviamente, todos mis amigos se miran entre sí sin entender por qué les estoy preguntando algo tan obvio, y a continuación responden afirmativamente.
“Sólo hay un mínimo matiz: los miembros de este partido aseguran que practican dichas políticas porque son embajadores de una civilización extraterrestre superior a la nuestra, con la que mantienen un contacto telepático y que les ordena comportarse de esa manera. De hecho, periódicamente realizan de forma pública extravagantes ritos y ceremonias de adoración a dichos alienígenas. Resumiendo: llevarán a cabo buenas políticas, pero lo harán por motivos delirantes. ¿Les votaríais?”. Aquí ya mis amigos quedan descolocados durante unos segundos. Algunos se mantienen en el sí. Otros se echan atrás y les retiran el voto, aunque no saben explicar bien por qué. “Bajaría el paro, mejoraría la sanidad y la educación, desaparecería la corrupción, ¿vas a dejar de votarles sólo por el pequeño detalle de que están completamente locos?”.
Pues sí. Yo dejaría de votarles. Ésta es una columna contra el papa, contra el Dalai Lama, contra la Madre Teresa, contra Gandhi, contra Martin Luther King y contra el mismísimo lucero del alba si el lucero del alba estuviera motivado por creencias paranormales y por mucho que yo pudiera coincidir con bastantes de las propuestas del lucero del alba. Un reloj parado a las tres y cuarto sigue siendo un reloj parado aunque lo mires a las tres y cuarto. Fui objetor de conciencia en los años 80, y recuerdo que a nuestras manifestaciones asistían testigos de Jehová, miembros de una religión a los que su dios prohíbe realizar ningún tipo de servicio reglado al Estado. Nos mirábamos con extrañeza y curiosidad mientras sosteníamos la misma pancarta, pero nunca les hubiéramos reconocido el menor liderazgo y magisterio más allá de la confluencia casual.
Porque no sólo han de importar las propuestas, sino también el motivo por el que se proponen. Y aun suponiendo que las posturas políticas del papa Francisco coincidan con posturas progresistas —lo cual es muuuucho suponer—, es inevitable revolverse inquieto en la silla ante la actitud de presidenta del club de fans que ha mostrado Yolanda Díaz en relación a su entrevista con el líder del PCE (Partido del Contacto Extraterrestre), que resulta ser a la vez el Jefe continuista de uno de los Estados más corruptos y machistas de la historia. Su encuentro “con el Santo Padre” (sic) ha sido “muy emocionante” (sic). Y no es casual que sitúe su análisis político en la escala de sus sentimientos individuales, a la vez que reconoce a Bergoglio su paternal santidad en la misma frase. A veces parece que funcionan las cosas que no funcionan. Y esto no es sólo aplicable a los relojes parados.