Yo hubiese respondido como Loquillo ante el guardia
Cada vez que el vigilante pasa, el público tiene que moverse para seguir viendo la actuación.
Antiguamente se usaba mucho el término “serpiente de verano” para las
noticias aparatosas y escasamente importantes o veraces que explotaban
en medio de aquellos agostos en los que no pasaba nada. Eran los veranos
con una solía noticia, que podía ser una guerra lejana, la caída de un
avión o el desastre de un camping.
Hoy no hay día sin que se produzca la gran noticia. Este año hemos
tenido pandemia del fin del mundo, un rey a la fuga con amante contando
hasta decimales, un vicepresidente acosado en redes y no sé cuántas
cosas más. Claro, en un contexto así, el tiburón de Tarragona, la
calabaza de 80 kilos y el gato que toca el chelo como Rostropovic apenas
han tenido espacio en los telediarios de Tele 5.
Aún así se ha colado una de aquellas serpientes de verano en el timeline de nuestras redes: Loquillo increpaba a un segurata en un concierto en Torrelavega
(Cantabria) con las siguientes palabras: ”¡Que sea la última puta vez que pasas delante de mi puto escenario! ¡Eh! ¿Me has oído? ¡Vete a vacilar a tu pueblo, tío! ¡Aquí mando yo!”.
Inmediatamente se producía la mezcla letal en Twitter: piel débil + aburrimiento + ninguna reflexión = ofendiditos salvando el mundo. Que si Loquillo ha agredido la dignidad del trabajador, que si el comportamiento del público aplaudiendo las palabras del Loco es vomitivo, que si nadie piensa en los niños (esa última es de Maud Flanders, pero siempre viene bien).
En las redes hay varios vídeos de ese concierto desde distintos puntos de vista. La gente estaba separada, como ocurre ahora en los conciertos, separados por dos metros de frialdad y controlados como si fuesen presos viendo la actuación de navidad del coro de la cárcel. Así es el rock en los tiempos de la pandemia. El guardia, un tipo muy trabajado en el gimnasio, recorre el espacio que separa el escenario del público mirando a cada espectador.
Cada vez que pasa el público tiene que moverse para seguir viendo la actuación. Y pasa otra vez, y otra, y otra, como el guardia de un zoo vigila a los monos con la diferencia de que lo que tiene en frente ha pagado una pasta por la entrada y luce un comportamiento ejemplar. En uno de los vídeos se ve a Loquillo seguir los paseos del fornido vigilante. Es normal que, ante un comportamiento así, el público aplaudiese el exabrupto: estaban hasta los cojones del vigilante.
Entonces el cantante estalla. Se monta la de Dios en redes y el Loco emite un correcto comunicado pidiendo disculpas al trabajador. Veámoslo desde otro punto de vista.
Todos los gobiernos han criminalizado la música, un sector en el que hay 0 contagios. Voy a repetirlo por si acaso: 0 contagios. Los han obligado a reducir aforos hasta la ruina, han separado al público en desiertos emocionales, han cancelado miles de conciertos mientras se toleraban bodas, corridas e toros, misas y todo tipo de reuniones, han abocado a la ruina a un sector potente y necesario.
En los últimos días se han sucedido cascadas de nuevas cancelaciones y la temporada se va acabando. Miles de familias no tendrán qué comer este año por esta criminalización encubierta de un sector que se ha comportado, repito, ejemplarmente.
Yo hubiese respondido como Loquillo ante el guardia que sobrevigilaba tan molestamente a mi público. Esas palabras son el estallido, el basta ya de un sector que está harto de recibir presiones y menosprecios.
Sobre el linchamiento mediático, todo tiene su poesía, y es que la situación se produce mientras el Loco canta La mala reputación de Brassens: “todos detrás de mí a correr, salvo los cojos, es de creer”.
Y otra cosa sobre las formas, esto es rock & roll, joder, si os ofende idos a un concierto de Taburete.