Y tú, ¿con qué te ofendes?
Hagamos un experimento. Voy a transcribir diferentes chistes y cada uno que juzgue cómo se siente al leerlos:
Ahora que ya has establecido tu umbral de ofensa, ¿es malo sentirse ofendido? ¿es necesario?
Dependiendo de la temática te habrás ofendido por uno o por otro de los chistes. Y la realidad es que, en cada momento en el tiempo, un mismo chiste ofende a un porcentaje de la sociedad diferente. La línea de lo políticamente correcto se va moviendo.
La ofensa depende de tantas variables que es muy difícil de definir. Depende, por ejemplo, de quién eres como receptor, de quién hace el chiste, del sentido con el que lo hace, ¿lo hace atacando? ¿No lo hace atacando pero lo recibes así?
La recepción del famoso chiste del parapléjico fue totalmente diferente en el momento que la gente supo que el que lo escribía estaba paralizado en una silla de ruedas.
¿Si algo me ofende tengo que expresarlo? Desde mi punto de vista, la expresión de la ofensa es importante para la comprensión de visiones diferentes a la propia. Sin comprender qué es lo que ofende no puede haber cambio. Como sociedad admiro que trabajemos para romper las barreras que evitan integrar a las minorías. Es maravilloso que nos movilicemos para hacer un mundo más igualitario en cuanto a raza, sexo, género y clase. Y que cada vez haya más gente ofendida cuando se hacen chistes hacia esas minorías.
Si lo miramos desde la perspectiva del cómico, ¿tienes que limitar los chistes que haces? Desde un punto de vista moral creo que tendrías que cambiar de profesión si lo que quieres es agradar a todo el mundo. No me atrevería a limitar ningún chiste, pero no esperes tener aceptación de todas las moralidades que existen en cada momento.
Desde el punto de vista legal, ¿cómo se puede juzgar a alguien que hace un chiste por muy de mal gusto que sea, incluso para la mayor parte de la sociedad? No estamos hablando siquiera de actos políticos donde se pueda incitar a un público a cometer delitos, estamos hablando de chistes. Libertad de expresión, incluso para aquellos que no la quieren. Como hemos visto recientemente en nuestro país, cualquier línea que se ponga en la libertad de expresión será usada por los grupos de poder en su beneficio. Si pueden usar la ley para acallar lo que no comulgue con su visión, lo usarán.
Ahora bien, a todos aquellos artistas que se compadecen de sí mismos porque ahora se mira con lupa lo que dicen, lo siento, pero es lo que tiene tener un altavoz. Nunca vais a gustar a todos y, probablemente, cada vez haya que currárselo más para encontrar tu público.
Dicho todo esto, entra en juego el problema que apuntaba anteriormente de buscar en cada frase lo que puede ofender a otros. Éste es un modelo muy asentado en el mundo anglosajón, si no, recordad lo que pasó con el equipo de baloncesto de España cuando llegó a Pekín y se hizo la foto con los ojos rasgados.
Es una actitud encomiable el que alguien intente anticiparse a la posible ofensa de otras personas y las defiendan. ¡Qué bonito es que un hermano mayor defienda al pequeño! ¿Por qué no defender a las minorías? Está claro que corregir a otras personas, si crees que van a ofender, es un gesto que parte de la bondad y de la empatía, pero ¿dónde está el límite? Es más, ¿puede ser una actitud paternalista y que puede ser percibida negativamente por el defendido?
¿Es la búsqueda de la ofensa un mal menor para conseguir un bien mayor como es la ruptura de la estructura hegemónica de opresión de las minorías (o de una mayoría como las mujeres)?
Si sigues el camino de la expresión de la ofensa para la integración, ¿es inevitable llegar al modelo anglosajón de analizar todo con lupa para buscar dónde está lo que puede ofender a otros? Es decir, buscar activamente perpretadores de ofensa en cada frase.
Yo sueño con un futuro en donde se pueda decir libremente si algo te ofende pero que no se busquen criminales de la ofensa continuamente, ¿es esto posible?