WhatsApp está radicalizando a la derecha en el Brasil de Bolsonaro
La 'app', que se utilizó para difundir noticias falsas que contribuyeron a la victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro, sigue siendo una plataforma para la radicalización.
En las semanas próximas a las elecciones presidenciales de Brasil del año pasado, un rumor sobre el candidato de izquierdas Fernando Haddad saltó de la ciénaga febril de las redes sociales al debate nacional. De repente, brasileños de todos los rincones del país empezaron a creer, falsamente, que Haddad, exalcalde de São Paulo y último bastión contra el autoritario y ultraderechista Jair Bolsonaro, había promovido la pedofilia homosexual.
Era una noticia tan burdamente falsa pero tan omnipresente que, al final, los medios de comunicación creíbles y hasta el equipo de campaña de Haddad se vieron en la obligación de desmentirla.
Es bien conocido que Facebook contribuyó a impulsar la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 actuando como fuerza multiplicadora de rumores locos sobre la salud de Hillary Clinton y falsos vínculos con compras de uranio en Rusia. No obstante, en Brasil, la cuarta democracia más grande del mundo, hubo otro culpable (aunque con el mismo padre corporativo): WhatsApp.
El servicio de mensajería llegó relativamente tarde a Estados Unidos —un país ya plagado de redes sociales—, donde sólo lo utilizan una de cada cinco personas, e incluso en ese caso, únicamente para mensajes de texto. En Brasil el fenómeno es distinto: más de la mitad de la población —unos 120 millones de personas— utiliza WhatsApp para casi todo: grupos de chats masivos y una comunidad cada vez mayor que difunde y recibe noticias nacionales e internacionales.
WhatsApp permite a los usuarios entrar a grupos masivos, a veces con cientos de miembros, lo cual le confiere un poder especial en Brasil. En un país con una alta concentración de medios mainstream, se ha convertido en una herramienta organizativa y en una forma fácil de maniobrar sobre las estructuras de noticias tradicionales.
Durante las elecciones, se convirtió en una herramienta potente para la difusión de información falsa y fake news, especialmente para los simpatizantes de Bolsonaro.
Ahora, ocho meses después de la llegada de Bolsonaro a la presidencia, WhatsApp sigue sirviendo de plataforma oculta para la radicalización de los brasileños de derechas, aun cuando la base de Bolsonaro se está dividiendo en facciones separadas y hasta competitivas. Brasil ya está notando sus efectos.
Empecé a monitorizar grupos de WhatsApp pro-Bolsonaro en marzo de 2018, al comienzo de la campaña electoral que la app ayudó a Bolsonaro a ganar. Descubrí que las fake news se difundían de una forma típica, a través de una estructura de grupos que se asemejaba a una pirámide, como detallé en The Guardian el año pasado.
Los pequeños grupos de “influencers” estaban en lo alto del ecosistema de WhatsApp pro-Bolsonaro. Manipulaban activamente noticias y creaban información falsa para hacerla viral.
Los influencers transmitían entonces esa información a grupos más grandes formados por los más fervientes defensores de Bolsonaro, que actuaron como su ejército de trolls. Unidos por su apoyo a la derecha, impulsaban las fake news de influencers hasta hacerlas virales.
A partir de ahí, las fake news pasaban a grupos más amplios de brasileños de a pie, que usaban WhatsApp para eludir los medios tradicionales y recibir noticias que reforzaban su inclinación a votar por Bolsonaro en conversaciones que hacían de cámaras de resonancia por la causa.
El capote de WhatsApp a la campaña de Bolsonaro se dio a conocer a nivel internacional después de las elecciones, cuando se desveló que el servicio de mensajería era otra red social que actuaba como una fuerza disruptiva más en un mundo en el que Facebook, YouTube, Twitter y Gab son incubadoras de teorías conspiranoicas y de desinformación que contribuyen a propulsar a la extrema derecha al poder en todo el mundo.
No obstante, después de que Bolsonaro ganara las elecciones, se dejó de prestar atención a WhatsApp, y muchos miembros dejaron los grupos en los que habían participado durante la campaña. Su principal objetivo se había cumplido: habían hecho presidente a Bolsonaro.
Los que se quedaron dentro lo hicieron por el mismo motivo por el que entraron: querían estar informados sobre el Gobierno de Bolsonaro a través de WhatsApp porque ya no confían en que los medios mainstream cuenten la verdad. WhatsApp, para ellos, es ahora su fuente primaria de noticias.
No obstante, mientras que estuvieron muy unidos durante la campaña de Bolsonaro, creciéndose entre ellos, muchos de los grandes grupos de Whatsapp no se ponen ahora de acuerdo en las decisiones del presidente ni en el enfoque del Gobierno. Los intentos de Bolsonaro de aplacar ciertas posturas de la coalición de militares, “antiglobalistas”, conservadores en lo social y élites económicas que lo aupó al poder, junto con su estilo de gobernar caótico y descentrado, han logrado que los grupos se peleen entre ellos por sus expectativas —y decepciones— sobre los ocho meses de presidencia de Bolsonaro.
Los cuatro grupos que monitoreé inicialmente se dividieron en difusas coaliciones y ahora llegan a un total de 10 grupos, cada uno de los cuales ha seguido radicalizándose, según advierten políticos, analistas, medios y hasta el propio WhatsApp, que tiene acceso limitado al actual contenido que se difunde en los grupos que alberga.
Los grupos actuales se pueden dividir en tres grandes coaliciones.
Dos de ellas apoyan ampliamente a Bolsonaro: una, enviando propaganda del Gobierno y fake news para convencer a Brasil de que lo que está ocurriendo con Bolsonaro no está ocurriendo en realidad; la otra, exagerando sus puntos de vista socialmente conservadores y de extrema derecha —de una homofobia, un racismo y un sexismo rampantes—. Los miembros de la tercera coalición se han convertido en algo similar a un levantamiento de la extrema derecha, un grupo de brasileños que siente que Bolsonaro ha traicionado su causa y que se han convertido en sus oponentes más feroces y radicales.
La coalición propagandística se asemeja bastante a los grupos de WhatsApp que se formaron antes de la elección de Bolsonaro y sigue nutriéndose de un grupo de influencers, apasionados seguidores y brasileños de a pie que lo propulsaron a la victoria.
Estos grupos de simpatizantes se han hecho incluso más extremos. Si en algún momento toleraron algo de debate, ahora se cierran a cualquier oposición —o a cualquier cuestionamiento, por leve que sea— a los actos del presidente. Pero, en vez de consumir, compartir y producir fake news sobre candidatos de la oposición, como hicieron antes de las elecciones, su información falsa ahora se centra en propaganda gubernamental que se esfuerza por deslegitimar a los medios tradicionales que han sacado a la luz malas prácticas del Gobierno.
Quizás lo más evidente son sus esfuerzos por desacreditar informes nacionales e internacionales sobre el rápido aumento de la deforestación de la Amazonía que está ocurriendo con Bolsonaro, una agudización que ha provocado la indignación de medio mundo.
Estos grupos se han movilizado contra periodistas y medios que han informado de la destrucción del Amazonas. Incluso han criticado a altos funcionarios del Gobierno, como Ricardo Galvão, ex presidente del Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, que fue despedido en agosto después de que Bolsonaro se mostrara abiertamente en contra de la afirmación de Galvão, que señaló que la destrucción de la selva se estaba acelerando.
Uno de los mensajes de estos grupos trata de desacreditar a André Trigueiro, periodista del Globo de Brasil: “André Trigueiro sigue diciendo que Bolsonaro va a acabar con la Amazonía… no podemos esperar otra cosa de alguien que trabaja para la basura del Globo. ¡Prensa comunista!”.
“Ricardo Galvão —decía otro mensaje— mintió sobre los datos de deforestación, ¡otra fake news! ¡Tenemos que estar unidos por la nación!”.
Estos mensajes son típicos, y se propagan rápidamente en foros como Twitter y Facebook, donde los propagandistas pueden atacar directamente a periodistas y otros usuarios con gritos de “fake news” y dudosas argumentaciones para demostrar que lo que cuentan es cierto.
La segunda coalición ―los supremacistas sociales― está principalmente centrada en alinearse con los puntos de vista de extrema derecha del presidente y su hijo Eduardo, congresista por São Paulo, para hacerse eco de ellos. Los miembros de estos grupos no están interesados en los actos políticos diarios del Gobierno. Siempre que Bolsonaro siga con su agenda socialmente conservadora, se sentirán aliviados y serán comprensivos.
Comparten contenido pro-armas, racista, anti-LGTBI, antisemita y opuesto al noreste de Brasil, una región con la población más pobre y más negra de Brasil (y que se ha convertido en obsesión del presidente). La propaganda nazi, el contenido pedófilo y los símbolos favoritos del movimiento ultranacionalista blanco, entre ellos la rana Pepe, se difunden habitualmente a través de memes y vídeos, mientras que suelen manipular fotos de políticos brasileños de izquierda para dar a entender que son comunistas o anticristianos.
Pero la cosa no queda ahí. Suelen empujar a los nuevos miembros a canales de discusión más radicales, como Dogolachan y 55Chan. Otros de sus foros predilectos comparten muchas semejanzas con el de los incel (célibes involuntarios) en Estados Unidos, un movimiento que comparte y celebra contenido machista, pedófilo, racista y antisemita.
Brasil ya ha sufrido el auge de estos movimientos: en marzo, dos hombres que habían sido activos en varios de estos grupos radicales abrieron fuego en una escuela de Suzano (Brasil), matando a 10 personas e hiriendo a 17 más. Posteriormente, estos grupos abrieron un foro para dar respuesta a la violencia con armas que imitaba la forma en que los movimientos conservadores y el lobby de las armas responden a los tiroteos en escuelas en Estados Unidos.
También ha habido una proliferación de grupos radicales de WhatsApp formados por miembros que en un momento apoyaron a Bolsonaro pero que ahora se han convertido en sus críticos más feroces, y no porque se hayan vuelto menos radicales, sino porque creen que el presidente no es lo suficientemente radical.
Estos grupos tienen un fuerte sentimiento nacionalista y creen que Bolsonaro ha traicionado a la nación, principalmente porque su ministro de Economía ha tratado de privatizar o vender empresas estatales a inversores extranjeros. También afirman que Bolsonaro no ha cumplido sus promesas de “limpiar” el Gobierno del establishment político corrupto, y aunque ha metido en su gabinete a más generales que cualquier presidente elegido desde que acabó la dictadura militar en Brasil hace tres décadas, les enfada que no todos los miembros del Gobierno sean de las Fuerzas Armadas...
En su opinión, la única forma de salvar a Brasil es hacer lo que Bolsonaro no ha hecho: organizar una rebelión para curar por completo las ramas legislativa y judicial de los antiguos males del Gobierno.
Por irónico que parezca, estos insurgentes, de los cuales casi todos pertenecían a grupos pro-Bolsonaro antes de las elecciones, han expuesto las prácticas más sucias que se produjeron en WhatsApp durante la campaña. Muchos han alegado que se les pagó —entre 100 y 250 dólares (90-225 euros) por semana— por difundir contenido que beneficiara a Bolsonaro. Y, al hacerlo, han señalado con el dedo a grupos de empresarios influyentes que, según dicen, financiaron la red, y han dado a entender que se pagó a las milicias virtuales —conocidas como Virtual Activist Movement― para infiltrarse en grupos de WhatsApp y propagar información falsa.
No han implicado directamente al equipo de campaña de Bolsonaro, pero afirman que al menos una persona que actualmente trabaja como asesor en el Gobierno de Bolsonaro estaba entre quienes fueron pagados por diseminar fake news a sus simpatizantes.
Estos grupos se han hecho escuchar, además, fuera de WhatsApp. Han sido fuerzas instrumentales detrás de las protestas que han pedido que Bolsonaro cierre el Congreso, que suspenda el poder judicial y que vuelva al régimen militar, señal de hasta qué punto se ha radicalizado el discurso con un presidente que ha celebrado la opresiva y mortífera dictadura militar.
Sólo una pequeña fracción de brasileños pertenece a estos grupos, que no son representativos de todos los votantes de Bolsonaro pero sí revelan la forma en que la gente se está radicalizando en apps de mensajería como WhatsApp.
Ahora que Google, Facebook y Twitter se han puesto más duros con el discurso violento y potencialmente peligroso, los consumidores de este contenido han huido en masa a aplicaciones como WhatsApp y Telegram, otro servicio de mensajería popular en Brasil, en busca de espacios seguros para encontrar “inspiración” y radicalizarse.
En Brasil, esto significa un viraje estridente contra muchos de los rasgos y cualidades por los que el país es internacionalmente conocido, entre ellos la diversidad étnica, una tasa de tolerancia LGTBI más alta que en otras partes conservadoras de Latinoamérica, la práctica de religiones africanas y la presencia de grupos antiarmas. Y, aunque Bolsonaro ya ha puesto en peligro al medio brasileño, a sus comunidades más marginadas e incluso a su democracia, estos grupos no sólo le han apoyado, sino que, a veces, han actuado de una forma antidemocrática y dañina para ellos.
La solución a esta cuestión requiere una respuesta poliédrica. El orden público y los tribunales tienen que imponer la ley: en muchos países, entre ellos Brasil, el discurso del odio violento se penaliza. La radicalización comienza además a una edad temprana; de este modo, los padres tienen que prestar atención a lo que hacen sus hijos en internet y estar preparados para intervenir.
Las empresas tecnológicas tienen que evitar que sus plataformas sean espacios de radicalización. La desradicalización ha funcionado a veces: Facebook y Twitter han bloqueado a personajes como Milo Yiannopoulos y Alex Jones, limitando su influencia. Pero siguen teniendo miles de seguidores en Telegram.
Un portavoz de WhatsApp explica al HuffPost en un comunicado: “Durante la campaña electoral de Brasil el año pasado, colocamos una etiqueta en los mensajes reenviados y marcamos un límite en la forma en que podían ser enviados. También prohibimos cientos de miles de cuentas por spam y estamos trabajando constantemente por mejorar nuestra capacidad para detectar y cerrar cuentas automáticas. Además, WhatsApp se esfuerza por crear conciencia sobre la información falsa a través de una amplia campaña de educación en la radio, en prensa escrita y online. Colaboramos en la creación del proyecto Comprova en WhatsApp, como una de las varias organizaciones que lleva a cabo fact checking en WhatsApp. Seguiremos ampliando estos esfuerzos y trabajando con otros actores sociales para tratar de abordar los retos que plantean las noticias falsas”.
Aunque WhatsApp ha implementado cambios como respuesta a las elecciones, sigue actuando como plataforma única para la difusión de información falsa peligrosa en Brasil y el resto de países. La radicalización se produce rápidamente. Así que, para combatirla, se necesita una respuesta aún más rápida.
David Nemer, profesor adjunto de estudios de medios en la Universidad de Virginia (EE UU), ha analizado la influencia de las redes sociales en las elecciones de Brasil. Además, es autor de ’Favela Digital: The Other Side of Technology’, un libro sobre el uso de la tecnología en los barrios más humildes de Brasil. Puedes encontrarlo en Twitter: @davidnemer.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano