Vox y la izquierda
Vistos los resultados electorales en Andalucía, no sé qué ha sido peor, si los resultados de los partidos supuestamente de izquierdas (PSOE y Adelante Andalucía) o la valoración que han hecho estos partidos políticos de los resultados. Su falta de autocrítica y la excusa Vox para no asumir responsabilidades ni entender las razones de su fracaso fue de auténtica vergüenza ajena. E ilustra la descomposición de la izquierda oficial española, no tanto por votos sino sobre todo por su falta de argumentos, incapaz de estar a la altura de los acontecimientos y de las necesidades de España y de los españoles. Soy un firme convencido de que la deriva de la izquierda española es uno de los grandes problemas de nuestro país: si hubiera una izquierda digna de tal nombre, no estaríamos hoy como estamos ni habría miles de huérfanos políticos obligados a no votar o a votar con la nariz tapada.
Que PP y C's comparezcan ante la prensa durante la noche electoral con sonrisas forzadas entra dentro de lo esperable: no solo porque casi todos lo hemos hecho en alguna ocasión sino, en su caso concreto, porque de ese modo esperaban convencer a la opinión pública de que eran ellos los que mejor resultado habían obtenido y, por lo tanto, les tocaba a ellos liderar el cambio y gobernar Andalucía. Esto es, ambos dos ya estaban en la fase de negociación y se iniciaba el tira y afloja. Cuanto más sonriamos y cerremos los puños en señal de alegría, más pensará quien nos esté viendo que nos creemos que hemos ganado... por mucho que no fuera para tanto. Y es que, salvo Vox, no creo que los resultados electorales fueran como para salir a la palestra pública echando risas. PP bajó 7 escaños de 33 y C's no logró su objetivo de superar al PP.
Que Pablo Iglesias salga haciéndose el preocupado ante el avance de la ultraderecha y nos azuce para que salgamos a la calle frente al "fascismo de Vox", solo puede provocar sopor y vergüenza ajena. Lo que realmente le preocupa es que Vox haya podido comenzar a sustituir (en parte) a Podemos como destino de indignados y cabreados varios. Además, Podemos tuvo tiempo antes de defender la convivencia y la democracia... pero optó por confraternizar con los golpistas en Cataluña.
Susana Díaz, tras animar durante la campaña electoral el voto de la extrema derecha (para dividir el voto de la derecha y dificultar que más tarde se pusieran de acuerdo), pidió después no contabilizar los votos de Vox para seguir gobernando, lo que no es sino una muestra obvia de su fracaso. En todo caso, la culpa no es solo de Susana Díaz sino especialmente de los actuales dirigentes socialistas y su política de disgregación territorial (federalismo asimétrico, nación de naciones, plurinacionalidad y otras memeces) y confraternización con los nacionalistas.
Mejor harían los dirigentes socialistas en preguntarse por qué miles de ciudadanos de izquierdas se han quedado en casa o han votado a partidos de derechas. Igual están hartos de que la izquierda oficial confraternice con la burguesía independentista en lugar de hacerlo con los trabajadores precarios o los que padecen decenas de injusticias laborales todos los días. O con los jóvenes que no encuentran empleo. O con los pensionistas. O con los ciudadanos que esperan mejores servicios públicos: Educación, Sanidad, Vivienda, Dependencia.
Del crecimiento de Vox son responsables los principales partidos políticos, por mucho que disimulen. Y añadiría que especialmente la izquierda oficial que padecemos, cuyo comportamiento decepciona y/o descoloca a millones de ciudadanos, incrédulos ante el hecho de que no exista una izquierda antinacionalista en España, cuando la izquierda siempre fue internacionalista. Es cierto que Vox es un partido político que recoge en su programa algunas cuestiones disparatadas y otras que son un auténtico peligro para la convivencia, el conjunto de las cuales los define como populistas y extremistas (el fascismo es otra cosa). Pero la mayor parte de sus votantes no pertenecen a la extrema derecha ni cosa parecida. Ya nos lo explicarán los reputados sociólogos y sabiondos varios (¿los mismos que nos decían que en el panorama político actual no había sitio para un quinto partido político?), pero es obvio que entre sus votantes se encuentran fundamentalmente ciudadanos cabreados por distintas cuestiones: desde el paro, la desigualdad o la precariedad laboral hasta el comportamiento de los principales partidos frente al independentismo catalán, pasando por la corrupción o la incapacidad del PSOE para resolver los problemas reales de los andaluces. Esto no justifica el crecimiento de Vox ni sus ideas populistas, pero lo explica, al menos en parte.
Salir a la palestra pública, como hizo la izquierda oficial, solo a lamentar el surgimiento de Vox y sin un atisbo de autocrítica es lamentable y descorazonador y nos impele a dar un paso adelante. Porque es responsabilidad suya ofrecer algo mejor que sus adversarios políticos... y ocasiones para hacerlo han tenido. Sin embargo, no hay manera de que estén a la altura de las circunstancias. De Podemos nada puede esperarse y al PSOE lo hemos esperado demasiado tiempo. ¿De verdad que no entienden que millones de españoles progresistas esperan otra cosa de ellos? Aunque, a estas alturas, es posible que ya no esperen gran cosa. Y lo que esperen sea una nueva izquierda digna de tal nombre.