Vox: un triunfo sin precedentes y una fiesta llena de niños
La formación de Santiago Abascal logra 52 diputados y se convierte en la tercera fuerza en España.
La ultraderecha está de fiesta este domingo. Vox celebra unos resultados sin precedentes el 10-N: con el 99% escrutado, más de 3,5 millones de españoles han confiado en la extrema derecha (15,09% de los votos) para que gobierne el país. La celebración de los de Santiago Abascal, que pasan de 24 a 52 escaños, se ha llenado de niños.
Las consecuencias que pueden derivarse de este éxito no son, en absoluto, un juego. La amenaza a los avances sociales que España ha experimentado en los últimos años es más fuerte. También la posibilidad de que la convivencia en Cataluña siga deteriorándose irremisiblemente por la dureza de las medidas que quieren aplicar allí. “Que entre la legión”, han comentado algunos seguidores.
Más de cien simpatizantes, ataviados con banderas de España, se han concentrado en los alrededores de la sede, a la que no ha podido entrar ni El HuffPost, ni El País, ni Cadena Ser, ni eldiario.es.
Pedro y Javier han sido los primeros en llegar. Desde las 19.30 esperando la aparición de su padre político. Tienen 16 años y han viajado solos desde Majadahonda para esperar la salida de Abascal flanqueado de globos rojigualdas en la carpa que el partido ha preparado. Dicen que lo que más les gusta del partido es “la mano dura con Cataluña”. Sus padres sabían que venían y les han animado a hacerlo.
Que Vox tenía fiesta este domingo se sabía desde que se han publicado los sondeos a pie de urna. Pero al conocerse los resultados, el sueño de Abascal se ha hecho realidad: más de 50 diputados, frente a los 24 que logró en abril.
Al conocerse los primeros sondeos, se ha visto a Abascal en una de las ventanas de la sede abrazando de manera efusiva con su equipo; en el que están las cabezas más visibles del partido: el secretario general Javier Ortega Smith, el portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros y al líder en Madrid, Rocío Monasterio.
Carmen Contreras, 51 años y madre de cuatro niños ha venido directa de hacer la compra a la sede de Vox, por la que también han desfilado coches anónimos que han entonado Vivas a España según pasaban por la puerta. Con el claxon a todo volúmen.
España. Es lo que preocupa a esta familia. Su hijo Ignacio, de 14 años, dice que “la defensa total” del país es lo que más le gusta. Lo dice hiperactivo. Y sólo para cuando la organización prueba las bengalas. Se le ilumina la cara. Y sus hermanos se ríen: “Va a ser político de mayor”.
De pronto, su hermano Pablo, de 12 años, repite: “Son los mejores porque une a España”. Y su prima, también 12 años, se acuerda de otra de las batallas de la ultradercha: los inmigrantes. “No pueden entrar y venir cuando quieran”.
Pero sus ojos se quedan prendados de Joshua González, norteamericano de origen costarricense, que con 20 años y ataviado de una bandera de España enaltece el programa económico del Vox. “Y la libertad individual, son los únicos que la apoyan”. La canción de Nino Bravo le ha hecho brincar. Toma libertad.
Pasadas las 22.30, las banderas rojigualdas han empezado a bailar al ritmo del Viva España de Manolo Escobar, que ha retumbando en la calle. Expectantes, los seguidores del partido han mirado a la ventana de la sede por la que se ha asomado Abascal: “Presidente, presidente”, le han gritado. Mañana los niños llegarán afónicos al cole. También “no somos fachas, somos españoles”. Mucho español y mucho españoles, que diría Rajoy.
Abascal ha dado las gracias a sus votantes y ha cantado los diputados que han conseguido como si de la alineación de un equipo de fútbol se tratara. Quiere llevar el partido al Constitucional. Y dice que ahora con más de 50 escaños podrá recurrir al Tribunal Constitucional “todas las leyes liberticidas” que se han aprobado en España. Un gol a la democracia.
Según fuentes de Vox, se han acreditado 135 periodistas en la sede de la formación de ultraderecha. Ha habido 87 medios, también de Francia, Italia, Alemania y Japón. Países que se acuerdan de la fiesta del fascismo en la Segunda Guerra Mundial.