A derechazos
Lucha cainita por el liderazgo de la derecha: el PP rompe con Abascal… a medias
Lo había meditado mucho. Había hablado con compañeros de partido… pero, sobre todo, había tomado la decisión él mismo. Escribió el discurso con su puño y letra. Cada frase llevaba su firma. Era el momento de decirlo alto y claro: “Hasta aquí hemos llegado”. Y lo sentenció de forma firme y contundente Pablo Casado en la tribuna del Congreso el jueves.
Nadie se lo esperaba. El propio Santiago Abascal (Vox) no daba crédito, se quedó en shock. No podía asimilar en aquel momento las palabras de su amigo Pablo, con el que tantas horas de su vida ha compartido. Pero Casado había entendido que era el momento de imponerse, de dar un golpe en la mesa, de quitarse los complejos y hacer fracasar la moción de la ultraderecha. Sólo él puede ser visto como la alternativa a Pedro Sanchez en La Moncloa.
La derecha española ha vivido uno de los episodios de mayor convulsión interna en los últimos cuarenta años. Están divididos, enfrentados, cada día más lejos, viviendo una batalla interna por el liderazgo. ¿Y qué consecuencias traerá? Pues una ruptura de palabras y no de hechos, hasta el momento.
El símbolo de los gobiernos de las derechas son Andalucía, Madrid y Murcia, con Ejecutivos de populares y Ciudadanos apoyados externamente por la ultraderecha. Vox ha hecho notar su malestar, su “rabia” y su “dolor”. Pataletas declarativos, pero no ha roto nada. Santiago Abascal ha señalado que son conscientes de su responsabilidad histórica y que no van a dejar caer estas administraciones en favor de la izquierda.
“No tenemos miedo”, “ningún miedo”, repiten los ‘populares’, en cambio, tras el giro de su líder. Un gesto el de Casado que contenta a sus barones más moderados como Alberto Núñez Feijóo, Juanma Moreno y Alfonso Fernández Mañueco. En la calle Génova lo que repiten es si la ultraderecha se va a atrever a dejar caer esas tres autonomías para darle el poder a Susana Díaz (Andalucía), Diego Conesa (Murcia) y Ángel Gabilondo (Madrid). “Que se retraten”, avisan desde la dirección del Partido Popular.
En el PP dicen que no van a caer en “chantajes”. Incluso algunos dirigentes van más allá y vaticinan que si Vox dejara de apoyar a esos gobiernos y van a manos del PSOE y de Podemos, el partido de Abascal cavará su propio fin. Una encrucijada difícil de resolver porque estos movimientos y el voto del “no” de Casado están más relacionados con afianzar su liderazgo que con romper las alianzas en la administración.
Casado quería demostrar que es la derecha sensata y moderada, pero a la vez que es la “única”, según fuentes del PP, que puede ganar las elecciones. Es decir, su teoría de que cualquier voto a Vox y Cs se pierde y no sirve para que la derecha reconquiste La Moncloa. Como repiten Teodoro García Egea y los suyos: uno, más uno y más uno no significa tres en política.
Fuentes del PSOE recuerdan, además, que Casado en ningún momento dijo que no va a volver a pactar con Vox y sigue en su plan de montar una alternativa de Gobierno con Vox y Cs. El discurso de Casado fue duro contra Vox, pero eso no supone tampoco que vaya a hacer una oposición distinta a la que ha desplegado hasta ahora. Se ha alejado de Vox, pero eso no lleva a que se acerque a Pedro Sánchez.
Además, las duras disputas y las palabras gruesas entre candidatos no significan tampoco que luego no se puedan entender cuando sus intereses y número confluyan. El ejemplo más claro es el de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dos políticos que se detestaban y que se han querido aniquilar durante años. Hoy gobiernan juntos en La Moncloa.
Además, en la derecha dan por hecho que la actual coalición va a durar años (lo reconocieron los propios Pablo Casado e Inés Arrimadas durante el debate de la moción de censura). Por lo tanto, el golpe del líder del Partido Popular se da sin elecciones a la vista: se trata de ganar la partida en su espectro e ir recuperando votos, además de poder limar luego las asperezas con las otras formaciones.
La tercera formación en discordia es Cs, cuya nueva líder, Inés Arrimadas, tiene que manejar una situación de alianzas heredada de Albert Rivera. La presidenta naranja ha pedido a populares y Vox que aparten sus estrategias de partido para garantizar la estabilidad de los gobiernos autonómicos.
“Lo que pido es que estas luchas no afecten a ocho millones de andaluces. Con un Gobierno serio se pueden solucionar los problemas de la situación”, ha dicho en referencia al anuncio de Vox de paralizar la negociación de presupuestos en Sevilla. Pero ese foco de inestabilidad no está sólo en Vox. Andalucía y Murcia navegan más tranquilas, pero la Comunidad de Madrid es un maremoto interno continuamente. Este mismo viernes se anunciaban nuevas medidas y la parte de Cs se enteraba por la prensa, según fuentes próximas a Ignacio Aguado.
Además, Cs es el partido más proclive a apoyar a Sánchez, por ejemplo, en el estado de alarma. La líder Arrimadas llamaba el viernes por la mañana al presidente del Gobierno para pedirle un estado de alarma y garantizarle sus votos. En cambio, el PP cree que se tedría que desarrollar una nueva ley para las lagunas jurídicas. A Vox ni se le espera en este debate.
Vox, PP y Cs, a derechazos… pero ninguna consecuencia. Por el momento.